NARRADORASigrid bajó la mano con infinito asco, tomándola con una fuerza descomunal por el cabello marchito y mustio, obligándola a arrodillarse.—¡Mírame! —le ordenó, enfrentándola.Lucrecia no tenía fuerza ni para gritar, lágrimas de sangre bajaban por lo que alguna vez fue uno de los rostros más hermosos de esta era.—Solo lamento no poder quedarme para siempre y poder destruirte una y otra vez. Te mantendría con vida solo para quebrar cada centímetro de tu alma, como hiciste con él —le dijo con un tono frío, bajo y feroz.La magia de Sigrid salía rabiosa de su cuerpo, quemándole el cuero cabelludo a Lucrecia, que ya estaba moribunda.Sigrid convocó una daga en su mano.—Silas, libéralos con tu magia —le pidió a su compañero.Él la miró con intensidad y asintió. Pronto, dos espectros gigantescos aparecieron a su lado y saltaron al vacío, corroyendo el hierro de las cadenas.Gritos asustados se escucharon en las profundidades. Gemidos temblorosos y jadeos quebrados llenaron el air
Cuando Sigrid y Silas pasaron por la sala donde Lucrecia los había llevado la primera vez, presenciaron el desastre que había quedado detrás. Así fueron avanzando a través de los mismos pasillos oscuros.Sigrid no se sentía muy bien; esa puñalada a traición todavía ardía en su pecho, pero no quería preocupar a Silas. Algo la hacía mantenerse pegada por completo a él. Tenía miedo, esa era la verdad. Le apretó la mano con fuerza cuando llegaron a la entrada.Las estatuas de acceso estaban en la zona subterránea. La brisa fría de la noche les daba en el rostro a través del enorme agujero sobre sus cabezas. Silas estrechó su cintura, besando su frente con tanto amor, obsesionado por siempre sentirla cerca de su cuerpo. Estaba por completo rendido ante esa mujer, solo lamentaba no verla por completo, mostrando su propio cuerpo.Enormes alas oscuras brotaron como bruma de su espalda. Se impulsó remontando las alturas con su Selenia siempre protegida a su lado.Elevándose en el aire,
NARRADORAPero apenas dio algunos pasos, cayó de nuevo de rodillas. El sonido de los cánticos prohibidos se metía a la fuerza en su mente a través de sus oídos.¿De dónde venía? ¡MALDICIÓN! ¡A SU ESPALDA!Sigrid rodó evitando el ataque rastrero a traición.Agazapada sobre la hierba, la descubrió saliendo del oscuro manto de los pinos: era la malnacida de Drusilla.Era ella quien estaba llenando el aire de esas maldiciones que estaban enloqueciendo a Electra.Sigrid avanzó a trompicones, intentando movilizar su magia, pero lanzó un hechizo que falló.No era que Drusilla se estuviese volviendo más poderosa, era Sigrid, que cada vez luchaba con más fuerza por mantener el control dentro del cuerpo que había robado.Drusilla llevaba en sus manos el Libro del Risorgimento; de ahí leía ese antiguo hechizo, y Sigrid lo sabía muy bien: la estaba intentando encerrar dentro del cuerpo de Electra.Por eso perdía cada vez más la batalla. Para empeorar las cosas, de repente Drusilla jaló una cade
NARRADORARenata cayó al suelo desmayada, sin poder aguantar la explosión de tanta energía oscura.—¡RENATA! —Alessandre, que miraba desde las sombras, gritó. Le habían dicho que no interfiriera, que ellas dos podían con la situación.Pero ese hombre, ¡maldición!, ese hombre era demasiado poderoso.Corrió hacia su mujer, y todos los vampiros y los guardias reales que también los rodeaban, aunque con temor en sus corazones, salieron del amparo del bosque, gritando y listos para contener a las dos amenazas.La Reina Selenia se desconcentró solo por el segundo en que perdió la conexión con su hija.Miró con incredulidad cómo el suelo verde del bosque se había convertido en una especie de agua oscura, como fango de ciénaga, como brea negra, y dentro de ella se hundía a gran velocidad ese hombre, atrapando a la Selenia contra su pecho.—¡NO ESCAPARÁS TAN FÁCIL DE MÍ! —ondeó la mano con odio, y cientos de dagas doradas asesinas, fueron directo a Silas.Un enorme espectro salió de repente,
NARRADORAMérida salió del interior de la casa con un farol colgando de sus viejas manos y, al verlos en las condiciones en que estaban, llenos de heridas, suciedad y sangre, abrió los ojos con asombro.—¡Por todos los cielos!, ¿qué les sucedió a ustedes? —Se acercó a examinar a Sigrid. Su piel estaba caliente, temblaba y sudaba con los ojos cerrados, pasando un gran dolor, luchando constantemente contra Electra.—¡Necesito que cures a Sigrid con tus hierbas! ¡CÚRALA YA! —Silas rugió descontrolado, con todo un manto de oscuridad a su alrededor, a punto de salirse de las ataduras de la cordura.Estaba pidiendo ayuda a una curandera elemental cuando, con su magia, él mismo podía sanar las heridas.Pero sabía que no podía mantenerla dentro del cuerpo de Electra. No sabía cómo hacer esa magia; solo conocía destruir y luchar. No era un mago real ni tenía esas habilidades.—Tranquilo, tranquilo… No la alimentes aquí, es muy peligroso, mejor métela en la ca… Las palabras de Mérida se qued
NARRADORALos ojos verdes, llenos de lágrimas y de sollozos contenidos, miraron hacia la mujer parada detrás de Silas, la supuesta curandera, pero bajo la luz de la luna, al fin, Sigrid descubrió su verdadero rostro.Sabía que ella venía a enviarla de vuelta y no se resignaba a marcharse, pero sabía que, por mucho que resistiera, el pasado no cambiaría de la manera que ella deseaba.—Te amo, te amo tanto… —le dijo entre sollozos, subiendo los labios mojados y besándolo con desesperación, abrazándolo contra ella, sintiendo por última vez su calor, el latido de su corazón.—Nunca olvides cuánto te amo, nunca lo olvides. Tú no eres Gray, ni Umbros, tú eres Silas, mi Silas…Las palabras no hacían justicia a sus sentimientos, a los sentimientos de ambos.—Sigrid… —Silas, de repente, se quedó algo confundido al verla tan devastada—. ¿Te duele mucho?—Sí me duele… me duele demasiado —ella le respondió entrecortada y él comenzó a entrar en pánico, mirando hacia su pecho, creyendo que la herid
NARRADORALe dolía tanto haber presenciado la catástrofe que causaron sus acciones. Ella fue la primera que miró hacia otro lado, que se fue a vivir su vida sin importarle nada más, intoxicada por el poder que la Diosa puso en sus manos, sintiéndose superior.Empezó a manipular esa magia negra y oscura sobre el lago, a experimentar y jugar con ella. Creyó que hacía un bien, solo deseaba eliminarla del mundo.No solo fracasó en su empreño, sino que terminó inventando un método que luego cayó en malas manos y fue utilizado para todas esas atrocidades que hicieron las hechiceras.Silas se infectó con eso, lo alimentó con sus resentimientos, ella misma había creado indirectamente al monstruo llamado Umbros.—Encuéntralo, Sigrid, despiértalo de su odio y dale todo el amor que se merece, que fue robado de su vida. Nadie más que él merece ser feliz… A medida que las palabras de Juno caían, la luz plateada se hizo intensa como una supernova a punto de estallar.—¡SIGRID! —En medio de la lu
VALERIA— ¿Estás… estás segura Esther? – le pregunto con la voz quebrada.Mi corazón late apresurado, lleno de felicidad.— Muy segura Luna, aquí está en el ultrasonido, es esta pequeña mancha oscura. Está embarazada. Me señala en la pantalla y veo la frágil vida de mi cachorro formándose en mi interior.— ¿Por qué no he podido olerlo o su padre? – le pregunto preocupada.— Es muy reciente, quizás por eso, dele más días y debería percibir sus feromonas.Me responde y asiento, con los ojos nublados por las lágrimas.Soy la Luna de manada “Bosque de Otoño”.Hace tres años me casé con el hombre que amo con locura, a pesar de no ser mates destinados, mi Alfa Dorian.He dado todo por ser la Luna perfecta, el pilar al que pueda apoyarse, sin embargo, una sombra opaca mi matrimonio y era el tema del heredero.Nunca había podido salir embarazada y admito que no comparto mucho la cama con Dorian, pero sé que sus obligaciones de Alfa lo tienes demasiado ocupado y estresado.— Por favor, no le