262. EL ORIGEN DEL MAL
NARRADORA

—¿Este es el pueblo de elementales donde naciste? —Sigrid se agarraba el sombrero de paja de ala ancha para que no fuese volado por el viento.

Habían salido después del almuerzo con Silas a recoger hierba fresca para los conejos.

Sus pasos los llevaron al borde de una colina hermosa llena de margaritas, abajo se veían las casitas de madera y piedra.

Se escuchaba el rodar de las carretas, el cacareo de las gallinas y las risas de los niños jugando en el campo.

—Sí, está igual a como lo recordaba, nunca lo olvidé como otras cosas —Silas miró con nostalgia hacia el horizonte, hacia el valle donde había nacido.

Sus mejores memorias en las noches oscuras, en las torturas más horribles.

—¿Has estado aquí? - le preguntó a Sigrid.

Su mano tomaba suavemente la de ella, el fajo de hierbas en un morral a su espalda y la hoz en la otra mano libre.

—Sí, aquí fue donde oculté al bebé, ¿recuerdas? El bebé que salvé cuando te conocí, el hijo de Drusilla —Sigrid se preguntó qué
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