NARRADORALucrecia buscaba por todos lados el rastro, insinuaciones coquetas en cada esquina.Se había encontrado parejas, tríos, cuartetos y quintetos arrojados en el césped, contra los setos del laberinto, sobre los bancos.En el interior de esta inmensa estructura de jardinería también había pequeños patios, fuentes, bancos, sitios ocultos y discretos diseñados para el placer.Le encantaba perderse entre esta maraña de hojas verdes, pero hoy, nada lograba tentarla.Esos ojos… no se podía sacar esos ojos negros de la mente.Ese esclavo había levantado la cabeza por un segundo, solo un segundo, y esa mirada tan letal, Diosa, le recordaba tanto a su Gray.Tenía algo extraño, no sabía identificarlo muy bien, pero necesitaba verlo de nuevo. ¿De dónde esa mojigata de Electra había conseguido ese ejemplar?Y parecía muy bien domado.Electra, esa zorra, le estaba preocupando y mucho; demasiado poderosa para su gusto. Ni siquiera Morgana la había sacado tanto de sus casillas.Pero quizás
NARRADORASigrid sintió un movimiento a su espalda y llevó la mano sutilmente hacia atrás para apretar la ropa de Silas. El mensaje era claro: “tranquilo, yo puedo con esto”.—Pero creo que había más eventos. Los demás estarán muy decepcionados —Sigrid le respondió neutral.—Que se jodan. Vengan, vengan conmigo, vamos a mi santuario —Lucrecia los invitó, bien entusiasta.Ya iba a estirar las garras para tomar a Silas del brazo, pero Alessandre fue más rápido y la agarró de la cintura, alejándola.—Cuéntame, ¿con qué estabas tentando tanto a mis padres? Estoy harto de que nunca me tomes en cuenta —el vampiro comenzó su charla superflua, ayudando también a Sigrid.Era más que obvia la lujuria en los ojos de Lucrecia cuando miraba al tal Silas, una obsesión más allá incluso de tan excelente disfraz.A través de los pasillos oscuros, de la brisa nocturna que hacía susurrar las hojas, de los gemidos ahogados en cada rincón y las risitas femeninas, Lucrecia los guio hasta el mismo centro d
NARRADORA“Diosa”, Sigrid estaba asqueada. Esto, en otras circunstancias, quizás si los actores estuviesen por voluntad propia, sería excitante, pero así, solo era deplorable.Los hombres manoseaban a la esclava que gemía entre ellos, metían las manos dentro de sus piernas, chupaban y apretaban sus senos. Pronto ella se arrodilló entre ambos y comenzó a estimular sus miembros con la boca y las manos.A su lado, Lucrecia parecía muy entretenida. Sigrid buscaba con la vista al esclavo que le interesaba.Por si acaso, no quería equivocarse. Estaba un 99 % segura de que era a Umbros a quien debía salvar, pero ese uno por ciento restante estaba en ese esclavo que le producía cosas en el pecho.Necesitaba comprobarlo.Cuando los gemidos subieron de nivel y la chica de senos sugerentes, piel blanca y cabello castaño, comenzó a cabalgar a uno de los esclavos acostados entre las telas, mientras chupaba el miembro del otro parado a su lado, Sigrid dio un bostezo de aburrimiento.Más claro,
NARRADORAEn la mano libre de Silas se formó una daga negra asesina, que enseguida apuntó al cuello de Lucrecia.Ambos atacaron al mismo tiempo, aprovechando el factor sorpresa y la cercanía. Solo que no sería tan sencillo.La daga y las llamas devoradoras se sumergieron de repente en una niebla oscura. El cuerpo de Lucrecia desapareció en la nada, flotando con magia negra y reapareciendo unos metros más allá.Por un segundo, los tres se miraron.—¡¿Quién rayos eres?! —rugió Lucrecia, analizando a Sigrid en profundidad.Esto sí que no se lo esperaba.No podía ser… ¿ese era el poder de una Selenia dentro de Electra?—Eso no importa, solo que morirás —Sigrid no estaba para más charla.Convocó una espada afilada con llamas azules brillando y se abalanzó sobre Lucrecia, quien también convocó una espada de elemento fuego.Comenzaron a luchar en la espaciosa habitación, destrozando los muebles, intercambiando con odio cada estocada, cada bloqueo, cada asalto.Quienquiera que fuese esa Sel
NARRADORASigrid estaba desesperada. Sabía que debía existir algún portal mágico en algún lugar: en estas paredes, el techo…—¡Maldición! —explotó, llena de rabia e impotencia.Silas era fuerte, pero igual tenía miedo. No deberían haberse separado.De repente, en medio de su desesperación, su pecho comenzó a doler mucho, demasiado.Se llevó la mano al esternón. Diosa, ¿ahora qué era esto?Su mente estaba en caos, la visión nublada mientras sus manos palpaban piedra por piedra, buscando la apertura mágica.Debía calmarse. Le echaba la culpa a su estado tan enloquecido. Estaba perdiendo el control.Electra se revolvía en su prisión, más demente que nunca, gritando por salir.—¡Ahora no, maldita loca! —rugió, apresando su espíritu con todo. No podía dividir su poder en estos momentos, debilitándose para mantenerla a raya.Solo que Sigrid se olvidó de que compartía la habitación con alguien más, alguien que le interesaba mucho al cuerpo que parasitaba.De repente, en medio del caos y d
NARRADORASeparó la mano temblorosa de sus labios y la miró frente a su rostro con incredulidad. Goteaba del vital líquido carmesí hacia el suelo.El chillido escalofriante de una serpiente siendo asesinada resonó en medio de las tinieblas.Los ojos de Lucrecia miraron en esa dirección, incrédula. No podía ser, maldición, no… ¡no podía haber acabado con uno de sus mejores hechizos! —¡ASESINEN A ESE DESGRACIADO, AHORA, AHORA O NO LES DARÉ MÁS ALMAS EN PENA PARA DEVORAR! —gritaba, más histérica que las mismas pesadillas.Lucrecia lo podía sentir, algo estaba sucediendo que se salía de sus planes.Liberó todos los espejos, abriendo los portales de par en par.De un momento a otro, ráfagas de poder mágico ondearon en el aire. Clavó los botines con firmeza en el suelo, su cabello abanicándose mientras el vendaval azotaba con fuerza. Subió las manos para taparse el rostro, achicando los ojos.Ese poder oscuro que con tanto sacrificio había reunido estaba siendo… ¿engullido?Lucrecia di
NARRADORALucrecia luchó con todas sus fuerzas, pataleando mientras era alzada en el aire por la mano de Silas, rodeado por un manto oscuro de tinieblas.Los espectros aullaban frenéticos, absorbiendo toda esa magia poderosa que el amo les dejaba llegar a través de su conexión.Sus botines se sacudían con espasmos en el aire, las venas se traslucían como telarañas oscuras bajo su blanca piel.Lucrecia no podía creer que su final llegaría así. No, no, ¡no podía morir así!Con lo último que le quedaba de magia, con su última voluntad, pensó en explotar como una supernova.Se llevaría a ese desgraciado a la tumba con ella.Cerró los ojos, parecía derrotada, hundida, sin esperanzas.¡Ahora! La magia vibró en su pecho, concentrada, el dolor desgarrándola por dentro, pero lo logró. Lo lograría. ¡TÚ Y YO NOS IREMOS JUNTOS, CONMIGO, HASTA EL FINAL!Rugió en su interior y abrió los ojos para darle una última mirada victoriosa.No, no, ¿por qué se reía? ¡Vas a morir, infeliz! ¡¿Por qué te est
NARRADORASigrid bajó la mano con infinito asco, tomándola con una fuerza descomunal por el cabello marchito y mustio, obligándola a arrodillarse.—¡Mírame! —le ordenó, enfrentándola.Lucrecia no tenía fuerza ni para gritar, lágrimas de sangre bajaban por lo que alguna vez fue uno de los rostros más hermosos de esta era.—Solo lamento no poder quedarme para siempre y poder destruirte una y otra vez. Te mantendría con vida solo para quebrar cada centímetro de tu alma, como hiciste con él —le dijo con un tono frío, bajo y feroz.La magia de Sigrid salía rabiosa de su cuerpo, quemándole el cuero cabelludo a Lucrecia, que ya estaba moribunda.Sigrid convocó una daga en su mano.—Silas, libéralos con tu magia —le pidió a su compañero.Él la miró con intensidad y asintió. Pronto, dos espectros gigantescos aparecieron a su lado y saltaron al vacío, corroyendo el hierro de las cadenas.Gritos asustados se escucharon en las profundidades. Gemidos temblorosos y jadeos quebrados llenaron el air