VALERIA
Escucho gritos estridentes, cristales que se rompen, un rugido animal, gruñidos de Alfa, forcejeo y pelea. Algo caliente me salpica la cara y los brazos, mis garras destrozan y mis caninos desgarran. No puedo detenerme, no puedo, la rabia me consume por dentro y grita liberación. No sé qué hago, no tengo consciencia de mí misma, solo sé, que cuando recupero el control de mi cuerpo lo primero que miro son mis manos llenas de sangre. Estoy de rodillas en el suelo, a mi alrededor todo se ve en rojo, destrozos y partes de lo que alguna vez fue un poderoso Alfa, de Dorian. ¿Qué hecho? ¡¿Qué he hecho por la Diosa?! Miro la cabeza arrancada a un metro de mí. Los ojos mieles aún me miran con pánico y siento como las arcadas suben por mi garganta. Vomito a un lado sin poderlo evitar, asqueada por toda esta escena llena de muerte y violencia. ¿Yo hice todo esto? Aquí no hay nadie más. Miro a mi alrededor, no sé a dónde fue Sophia, solo sé que alguien fue arrojado por la ventana de cristal que está hecha añicos y con sangre en los bordes afilados. Me levanto con las piernas temblorosas, miro hacia abajo, pero solo veo el bosque detrás de la casa y unas manchas de sangre sobre la hierba. — ¡¡No dejen que se escape!! ¡Sophia ya deja de llorar y háblame claro! – voces gritaban, pasos apresurados subiendo las escaleras. Era mi suegra quien hablaba. Tenía que irme de aquí, debía escapar, había asesinado al Alfa y solo me esperaría una dolorosa muerte. Desesperada miré hacia abajo, parece que había arrojado a esa desgraciada de Sophia por la ventana, decidí arrojarme por aquí mismo desde el segundo piso. ¡BAM! La puerta se abrió de repente durante mi vacilación y mis ojos se cruzaron con los de Anaís, mi suegra y la antigua Luna, la madre de Dorian. Pude ver en ellos el asombro, el dolor y la ira, al mirar la escena. — ¡¡Maldit4 desgraciada, asesinaste a mi hijo, asesinaste a mi Dorian, hija de puta, agárrenla, aprésenla, la voy a descuartizar con mis propias manos!! Gritó y los guerreros detrás de ella se abalanzaron sobre mí. Salté sin siquiera pensarlo más. — Aaagghhh – gemí de dolor al caer revolcada en la hierba, pero obligué a mi cuerpo a transformarse en loba y corrí con todas mis fuerzas. Escapé hacia el bosque lo más rápido que mis débiles patas me lo permitieron escapando de la muerte. No sé si fue la adrenalina, las ganas de vivir, no sé, pero corrí como una demente a través de tierras desconocidas y de bosques intrincados. Así me pasé días, donde solo me paraba a descansar por momentos al borde del desmayo, bebiendo agua de los riachuelos que bajaban de las montañas y comiendo presas que aparecían muertas delante de mí. Sí, otra de las cosas raras de mi vida. Las pocas veces que me atreví a pegar un ojo, siempre que me despertaba, tenía un pequeño animal asesinado delante de mi hocico. Lo engullía sin saber si era venenoso o de donde provenía, necesitaba energía, solo pensaba en sobrevivir. Una noche los sentí, pensé que se habían cansado de perseguir mi rastro, pero no fue el caso, pisadas de varios lobos se escuchaban no muy lejos. Estaba desesperada y exhausta, no podía seguir escapando para siempre. Bordeaba los territorios de las manadas para no ser capturada, pero esa no era la solución. — ¡Está más adelante, la puedo oler, vamos, esa maldit4 pronto las pagará! – escuché un rugido y ya estaban sobre mis pisadas. Casi podía sentir el peligro respirando en mi nuca mientras forzaba mis patas y pulmones a hacer lo imposible. Estaba acabada, ellos me capturarían, después de tanto esfuerzo, entonces subí mis ojos azules y los vi, sobre mi cabeza, una bandada de cuervos. Graznando y sobrevolando sobre mi forma de loba, era como si quisieran que los siguieran y por alguna razón, lo hice. Seguí su señal y me interné en tierras desconocidas, en un bosque prohibido al que nadie se atrevía a entrar sin ser invitado, sin embargo, yo no tenía nada que perder. Si moría al final, al menos que fuese rápido y sin tantas torturas. Así fue como atravesé la niebla que me llevaba hasta la manada Golden Moon, la manada vigilada de Los Guardianes, la manada bajo los pies del Rey Lycan. ***** Sentí que ya nadie me seguía, no sabía cuánto me había internado en el territorio de Golden Moon, solo sé que de un momento a otro, tuve a varios poderosos guerreros cortándome el camino y rodeándome. “¿Quién eres y con qué objetivos te cuelas en nuestra manada?”, me pregunta fríamente un enorme lobo gris que se acerca, amenazante. La loba en la que me transformo, por su pequeña apariencia de loba negra, es considerada una Omega, el último escalón de la manada, la más débil, casi siempre eran las esclavas y domésticas. Por eso, al convertirme en su Luna, también me sentía ilusamente agradecida con Dorian. “Yo solo estoy buscando un refugio para descansar, lo lamento por entrar a su bosque, solo unos días por favor, solo necesito unos días para descansar y seguir” Les imploro rezando porque mis perseguidores no se atrevan a entrar aquí a buscarme. “¿De dónde vienes? ¡Dime! ¿Por qué atravesaste el Bosque Prohibido? ¡Nadie viene aquí porque sí! ¡Di la verdad o te arranco la cabeza ahora mismo!” Me ruge y me empuja por el costado, gruño bajo por el dolor, pero es imposible resistir. Antes de que pueda tomar alguna represaría o de verdad cumplir sus amenazas, una oscuridad invade mis ojos y siento como caigo inerte en el suelo desmayada. Bueno, quizás nunca despierte esta vez. ***** La próxima vez que abro mis ojos, estoy en una celda, oscura y húmeda, con una ropa raída puesta por encima de mi maltrecho cuerpo humano. Solo la Diosa sabe cómo es que sigo con vida. Parece que pretende torturarme lenta y tortuosamente. ¡BAM! Un ruido en las rejas me sobresalta. — Así que ya estás despierta ¡Sáquenla! – un enorme hombre calvo, intimidante, les ordena a dos guardias que vienen y me sacan a rastras. Él es ese lobo gris. Ni siquiera tengo fuerzas para caminar y menos resistirme. Me llevan a un cuartico y comienza a interrogarme, a intentar dominarme con su jerarquía, pero en realidad eso no funciona conmigo, no tengo una loba interior que intimidar. Ahí pasé horas, sentada en una dura silla, las manos atadas atrás con una cuerda, dejándome las muñecas en carne viva. No importa cuanta agua congelada me echaron encima, me gritaron o amenazaron, mantuve mi historia y esperé a morir de una vez. Mi cabeza colgando sin fuerzas y con los ojos cerrados, al menos no me golpearon o hicieron cosas peores. He escuchado atrocidades de esta manada de bárbaros. — Bien, ya que no hablas, sabes lo que te espera, te he ofrecido la oportunidad de confesar – sus ojos oscuros me miran, dándome el ultimátum, pero no tengo más que decir. Saca una daga y me agarra el cabello con fuerza exponiendo mi cuello, me van a rebanar la garganta. Veo vacilación en sus ojos cuando el pelo negro se despeja de mi rostro, dejando las horribles cicatrices al descubierto. Debo darle lástima, pero él tiene un trabajo que hacer y yo ya quiero finalizar con esto. La daga baja y me resigno, sin embargo, un golpe en la puerta interrumpe de nuevo mi muerte, mis emociones van de un extremo a otro. — ¿Ahora quién carajos…? ¡Mam…! Digo, Gobernanta, hum, ¿qué la trae por aquí? – su vozarrón, hasta ahora brusco, baja a una actitud casi sumisa. Siento curiosidad y miro hacia la puerta para ver a una mujer bajita, de cabello rubio recogido, porte elegante y extremadamente seria. — ¿Qué estabas haciendo? – sus ojos verdes fríos se fijan en los míos y bajo la cabeza. — Es una intrusa, son cosas de la manada… — La iba a asesinar, ¿cierto? – le pregunta intimidante. — Ma… Gobernanta, ¿podemos hablarlo afuera?, son las órdenes con los intrusos… — le está explicando, pero escucho como sus palabras se detienen y unos botines negros entran al cuarto y se paran delante de mi mirada baja. — ¿Cómo te llamas chica? — Valeria – le respondo bajo. — ¡Mírame cuando te hablo! – me ordena y levanto la cabeza para mirarla. Tiene una aura superior e imponente y la verdad, creo que da más miedo que el enorme fortachón. — Dime Valeria, ¿quieres vivir o deseas morir? Puedes sobrevivir si aceptas trabajar para mí, si no, haz de cuenta que nunca me viste – me ofrece, dejándome asombrada. — ¿Qué… qué tipo de trabajo sería? — Trabajar para Los Guardianes, en la cocina del castillo, o donde sea necesario, una doncella. Te ofrezco un techo y comida a cambio, una nueva oportunidad de vivir – me dice sin desviar la mirada. Me quedo dudando, siento que estoy vendiendo mi alma a una bruja despiadada. Los Guardianes son los Lycans y el peor de todos es su jefe, Aldric “el Asesino de Espectros”, a quien todos los hombres lobos consideramos nuestro Rey, aunque a él no le interese ese título. — No tengo todo el día, ¿vienes o no? – me apremia. — Gobernanta, esta mujer es una forastera… ¿cómo va a entrar en el castillo con Los Guardianes? No sabemos sus intenciones… — No me importa por qué entraste a estas tierras maldit4s, tu pasado queda atrás si aceptas mi oferta, pero si me traicionas o tramas algo a mi espalda, rebanarte la garganta, no será nada para mi castigo – la mujer me amenaza y solo tengo un segundo para decidir. Vivir o morir, empezar en un sitio desconocido, quizás lleno de más humillaciones y sufrimientos, o morir ahora y acabar con mi miserable vida. — Voy con usted, acepto el trabajo – al final, acepté sobrevivir. ****** La manada Golden Moon estaba en un valle, rodeada de espeso bosque con una densa neblina y sobre una colina, a lo lejos, un imponente castillo antiguo de piedra. A ese lugar nos dirigimos en un carruaje que viaja por las calles empedradas. Esta manada es enorme y mucho más poderosa que mi antigua manada. No hablé en todo el camino, mi cabello negro siempre tapando las cicatrices de mi cara, la cabeza baja, no queriendo llamar la atención. Las enormes puertas de ébano se abrieron, piedra labrada en las poderosas paredes y estatuas raras en los aleros oscuros. Al fin llegamos a un patio interior y bajé del carruaje con algo de dolor. Miré el imponente castillo, medio oculto en la niebla, que daba más pesadillas que ganas de explorarlo. — Vamos para darte el uniforme y enseñarte tu dormitorio – me ordena y la sigo hasta el interior. Nada más hicimos entrar por la puerta y nos recibió el gigantesco hall. Una lámpara llena de velas colgaba en el medio de lo que parecían unas escaleras en espiral que subían hasta las alturas. Me entretuve un segundo mirando el reluciente suelo blanco y negro, cuando algo parecía caer del techo. ¡BAM! Di un paso atrás, asustada, a penas conteniendo el grito de pánico al ver el cadáver de una mujer desnuda caer justo a mis pies. Le faltaba la cabeza y de su cuello cercenado aún salía la sangre a presión, pintando todo el suelo y hasta mis piernas. La cabeza cayó después, rodando y aún mantenía la expresión horrorizada en sus facciones. Miré hacia arriba con miedo y en lo alto de las escaleras unos ojos grises, lobunos y salvajes, me observaron por unos segundos, helándome toda la sangre del cuerpo.VALERIASu actitud gritaba soy el puto amo de todo aquí, el dueño absoluto.Enseguida bajé la cabeza temblando, no importaba que no tuviese loba interior, el poder que emanaba de ese hombre parecía asfixiarte, estrangularte el alma y estaba incluso un poco distante de mí.Era un Lycan, la especie superior de los hombres lobos, la mayor evolución y estaba casi segura de que se trataba del más poderoso de todos, Aldric Thorne, el Rey Lycan.— Sasha, encárgate de sacar la basura y asegúrate de que mi próxima doncella personal no sea una zorra intrigosa o perderá más que la cabeza – su voz ronca, intimidante, fría, se escuchó y luego pasos alejándose.— Esto es un desastre, ya es la quinta en dos meses, no sé qué tienen estas niñas en la cabeza, mira que se los advierto.La Gobernanta, que es la señora que administra el castillo, se acerca y saca un pequeño frasco de entre las manos de víctima.— Otra que intenta darle un afrodisiaco al Rey, mujer idiota. Llamaré a un sirviente para que s
VALERIA— ¡Aahh, es horrible, está deforme!— ¡Envidiosa, por eso nos quieres alejar del Rey!— El señor ha dicho que ya se tienen que marchar – le vuelvo a comunicar impasible, parada al pie de la cama y ellas me están insultando, pero no me da ni frío ni calor.Pienso en cómo sacarlas porque debilitadas o no, son tres y yo solo una.En eso, unos golpes comienzan a sonar en la puerta lateral que da al pasillo y ni siquiera había notado, debe ser la persona que las sacará del castillo.Camino hacia allí y les abro a dos mozos fortachones que pasan sin decir palabras.Esas mujeres comienzan a resistirse, a taparse la desnudez, gritando que están viendo los cuerpos que son solo para el Rey, que rodaran nuestras cabezas.No tengo que llevar mucho tiempo aquí para darme cuenta de sus mentiras.Ese hombre las utilizó como algo desechable y ahora las está echando como basuras.La rubia corre hacia la puerta que da al comedor y me adelanto parándome en firme y cortándole el paso.— Tenga un
VALERIASaco valor, hasta de donde no sabía que tenía y me giro intentando que la cesta no se balancee tanto por el movimiento de mis manos.— Se… Señor la toalla… puedo reponérsela por una nueva. Lo lamento por mencionarlo, solo… solo fue una conversación sin malicia…No sé ni qué decir, pero mi corazón late errático mientras da un paso hacia mí y su sombra me cubre por completo.Es como un gigante que llena todo el espacio a mi alrededor.Una pared a mi espalda me impide la retirada.— Responde a mi pregunta, Valeria, no te hagas la inteligente— aparta de repente la cesta y la toma con una mano dando otro paso adelante, ¡la cesta era mi única barrera de defensa!— ¿Prefieres estar con otro guardián? ¿Quizás con el apuesto Quinn?, que te quedaste deslumbrada mirándolo.El peligro se filtra en cada una de sus palabras, no entiendo por qué está tan enojado, ¡yo no había hablado nada!— No, Señor, me agrada ser su doncella, ni siquiera conozco a los demás Guardianes – murmuro mirando a
VALERIACon esa presión sobre mis hombros e intentando no fijarme en que solo lleva unos calzoncillos, comienzo a probar las opciones que saqué.— Mm demasiado simple… la gris pega con sus ojos, pero no con el pantalón… este adorno no…Estoy tan absorta en colocar las prendas frente a él, medirlas y combinarlas, que no me di cuenta de que expresaba mis pensamientos en voz alta.— Lo veo muy corto, ¿le servirá este cinturón? – pregunto levantando de repente la cabeza y caigo en cuenta de lo cerca que estamos.Prácticamente, estoy pegada al Rey, una gota de su cabello humedecido cae en mis labios y la intensidad con que me devora este Lycan, hace que mi corazón comience a latir con fuerza.Esto grita peligra por todos lados.¿Qué estoy haciendo exactamente?— Lo lamen…— Pruébalo y veamos cómo queda – me interrumpe cuando voy a dar un paso atrás y abre los brazos.El gesto es obvio, “ven y pruébalo tú misma”Así que con las manos apretadas sobre el cuero del cinturón me acerco a rodearl
VALERIA Un olor intenso a vino asaltó mi olfato, causándome algo de mareo. Mis sentidos embotados y por alguna razón mi cuerpo comenzó a reaccionar como si un calor insoportable me consumiera desde el interior. Una pesada puerta de acero y madera me impedía el paso, desde adentro se escuchaban gruñidos y sonidos como de algo o alguien, arañando las paredes o el suelo. — Aaggrr— al reconocer por un segundo la voz del Rey, me decidí a pasar finalmente, quizás estaba en algún aprieto. Sin embargo, no estaba preparada para encontrarlo desnudo y casi desmayado, arrodillado sobre el duro suelo de piedra. Sus manos se sujetaban hacia arriba a unas pesadas anillas de acero ancladas a la antigua pared y gruesas cadenas lo apresaban con poderosos grilletes oxidados alrededor de sus muñecas. Respiraba pesado, parecía resistir un fuerte dolor y todo su musculoso cuerpo sudaba a raudales. El cabello rojo caía húmedo sobre su rostro mirando al suelo y no podía observar con claridad
VALERIA — Mmmm— me mordí el labio inferior para no gemir alto cuando unos sexis y largos dedos comenzaron a acariciar mi clítoris, justo al inicio de mi vulva, a provocarlo bien rico, haciéndome estremecer de placer y arquear mi espalda. Hace mucho tiempo que no tenía sexo y las pocas veces con Dorian, él era de penetrarme y ya, nada de juegos o preocuparse por mis deseos, nada que ver con el fogoso y salvaje lycan sobre mí. — Abre más las piernas, voy a montarte – me ordenó de repente con esa voz que parecía más un animal. Sin embargo, su orden fue lo que me puso algo sobria. Sobre todo, cuando se incorporó un poco y lo sentí tomando su dura polla, restregando la húmeda punta entre mis muslos cerrados y mis nalgas, buscando el camino hacia la entrada de mi coño excitado. — Nn… no… — logré articular entre jadeos y escuché su resoplido molesto. Un tirón no muy doloroso en el cabello me hizo elevar más la cabeza, mis codos temblaban aguantando el peso de la mitad de mi cuerpo. —
VALERIANo es que tenga mucho para recoger, sobre la cama hago un pequeño bulto con algunos cambios de ropa viejos que me has donado y lo más importante, el dinero que me dio el Rey.Solo cuento con eso para sobrevivir.Amparada por la noche y la oscuridad, vago por los pasillos, mirando asustada hacia todos lados, con claras intensiones de fugarme.Llego a la cocina y busco la puerta trasera, obvio no me expondré a salir por la puerta principal.Al mirar la encimera donde se sirve la comida del Rey, una ira crece dentro de mi pecho, ¿por qué harían algo como eso? ¿Quién puede ser tan cruel como para mandar a una inocente a la muerte segura?La doncella que ayudó a la que se hirió la mano es mi principal sospechosa, la que tuvo la oportunidad en mi descuido. Quizás incluso ambas trabajan juntas.Salgo al patio interior y corro hacia la puerta por donde entran las carretas con mercancías y víveres.El bosque me recibe, oscuro y tenebroso, da algo de miedo, no sé a dónde dirigirme aho
VALERIA — Mmmmnnn ggrr – gruño y las lágrimas de impotencia caen sobre mis mejillas.Aborrezco sentirme tan indefensa, odio esto y una ira va creciendo en mi interior cuando mis piernas son abiertas sin piedad, con un dolor punzante y sus dedos van a arrancar mi braga para acceder a mi intimidad.Comienzo a ver en rojo, es el mismo sentimiento de cuando asesiné a mi ex pareja.Un cuervo grazna sobre las altas copas de los árboles y mi consciencia empieza a ceder a mi ira, a la oscuridad en mi interior.“Matar, matar, matar” es lo único en lo que pienso ahora mismo.— ¡Aaahhh!— ¡¿Pero qué demonios?! ¡No, no, no…! ¡Aahaahhh!…Gritos se escuchan sacándome del trance y el peso sobre mis caderas cede.Mis manos también son liberadas y me incorporo enseguida temblando, apartando esa asquerosa camisa de mi cara y el paño de mi boca.Algo salpica en mi rostro, llevo los dedos a mis labios, hacia el líquido caliente que tiñe mis cicatrices y a través de la oscuridad veo la sangre fresca y la