VALERIA
Su actitud gritaba soy el puto amo de todo aquí, el dueño absoluto.
Enseguida bajé la cabeza temblando, no importaba que no tuviese loba interior, el poder que emanaba de ese hombre parecía asfixiarte, estrangularte el alma y estaba incluso un poco distante de mí.
Era un Lycan, la especie superior de los hombres lobos, la mayor evolución y estaba casi segura de que se trataba del más poderoso de todos, Aldric Thorne, el Rey Lycan.
— Sasha, encárgate de sacar la basura y asegúrate de que mi próxima doncella personal no sea una zorra intrigosa o perderá más que la cabeza – su voz ronca, intimidante, fría, se escuchó y luego pasos alejándose.
— Esto es un desastre, ya es la quinta en dos meses, no sé qué tienen estas niñas en la cabeza, mira que se los advierto.
La Gobernanta, que es la señora que administra el castillo, se acerca y saca un pequeño frasco de entre las manos de víctima.
— Otra que intenta darle un afrodisiaco al Rey, mujer idiota. Llamaré a un sirviente para que se la lleve y tu primera tarea, comienza por limpiar este desastre.
Así, fregando la sangre fresca del suelo, comencé mi trabajo en el castillo del Rey Lycan.
La primera lección que aprendí, nunca jamás intentes jugar con ese hombre peligroso o terminarás sin cabeza.
Lamentablemente, muy pronto me tocó de nuevo estar al filo de la navaja.
*****
Sasha me presentó al servicio, un grupo de lobas y lobos que trabajaban en el castillo y se encargaban de atender a Los Guardianes.
Todos me miraron como quienes conocen a un monstruo, pero no me importaba, solo quería seguir existiendo y pasar por invisible.
“Los Guardianes”, así les llamaban a los cinco Lycans que habitaban en este castillo antiguo y oscuro.
Ellos cuidaban de las leyes de nuestro mundo, al menos de la parte que les tocaba a los hombres lobos y mantenían el equilibrio con las demás criaturas sobrenaturales.
Impartían justicia, protección y castigo, de las maneras más crueles y extremas, sobre todo el Rey Lycan.
Eso es lo que siempre había escuchado.
Tenía prohibido subir las escaleras o husmear más allá del área de servicio y ciertamente, tampoco pensaba intentarlo.
Me concentraba en trabajar y curarme con una medicina que me dio la Gobernanta. La comida aquí también era buena.
A excepción del primer día, había pasado como 3 días y no había conocido a ninguno de los otros miembros de Los Guardianes.
Eso, hasta esta mañana.
*****
— Oye, escuché a la Gobernanta decir que no había encontrado a ninguna candidata útil para ser la doncella del Rey, quizás se anime y nos dé una oportunidad.
Limpiaba el suelo de rodillas mientras escuchaba los murmullos en la enorme cocina del castillo.
Mi cabeza abajo y mi largo flequillo negro, casi sobre mis ojos, me ayudaban a tapar un poco la desfiguración en mi rostro.
Mis manos no dejaban de mover el estropajo sobre la baldosa, pero era imposible ignorar el cotilleo.
De repente, el ambiente se congeló, unos tacones se escucharon en el pasillo y todos se pusieron tensos, era la Gobernanta.
— Dejen lo que estén haciendo, las quiero a todas en una fila – ordenó de repente con ímpetu y todas las cocineras, doncellas del servicio y hasta yo, que era de la limpieza, nos paramos como prisioneras, una al lado de la otra.
Entonces comenzó la inspección, una a una la Gobernanta pasaba por delante de los cuerpos temblorosos y con las cabezas abajo.
Cuando la sombra pasó por delante de mí, pensé que seguiría de largo, sin embargo, no fue así.
— ¿Cómo era que te llamabas? – me preguntó
— Valeria, señora – respondí en voz baja.
Su dedo frío se clavó debajo de mi barbilla y me hizo levantar la cabeza.
Mis ojos azules se cruzaron con los suyos verdes intimidantes.
— Bien, creo que probaré una estrategia diferente esta vez, ven conmigo – me ordenó y tuve una mala premonición al instante.
Al observar de reojo a las demás mujeres en la fila, todo tipo de miradas mezquinas caían sobre mí, celos, enojo, envidia, nada bueno, eso era seguro.
— Escúchame bien Valeria, serás la doncella privada del Rey Aldric – me soltó esa bomba como si nada caminando hacia un lado de la cocina
— ¿Sabes cocinar, planchar, organizar las cosas de un hombre, ropa y demás?
— Ssi lo sé, pero señora, yo… no creo ser la candidata para ese puesto, quizás debería escoger a alguien más…
— No es opcional – me dice girándose de repente
— O lo aceptas o te marchas, porque no necesito ahora mismo a una limpia piso, sino a una doncella para el Rey, ¿entiendes?
Y no me queda otra opción que asentir, a veces se me olvida que esta mujer tan dura me salvó la vida.
La verdad, aún no sé ni para qué, si ahora me manda directo a la boca del Lycan.
— Memoriza todo lo que te voy diciendo. El señor se despierta a las… no le gusta… prefiere así… y así… su comida solo la prepara una cocinera, asegúrate de que siempre sea la de este recibidor… además, debes probarla antes de llevársela…
Va caminando por toda la cocina, la zona de lavandería y prácticamente toda el área de servicio, enumerándome las preferencias y disgustos de su majestad.
La sigo con mi cerebro echando chispas de tanta información a la vez, ¡debo anotarlo todo después!
— Bien, llevarás tu primer desayuno y haz lo que te indiqué – me pone una bandeja de plata en las manos, llena de comida tapada con charolas metálicas.
— Y Valeria, recuerda, cabeza siempre abajo y pasando por invisible, eres como un mueble más.
— Además, espero que recuerdes muy bien la escena del primer día cuando llegaste, tramas algo contra el Rey y créeme, que fue benevolente con esa mujer.
Me advierte y asiento tragando un nudo en mi garganta.
No me considero una mujer cobarde, pero sentía que iba camino al patíbulo mientras subía las escaleras prohibidas y avanzaba por los altos pasillos semioscuros, llenos de velas, que daban a las dependencias del jefe de los Guardianes.
Llegué a la única habitación en esta ala, frente a una enorme puerta de madera con intrincados patrones y comencé a recordar todas las instrucciones.
“No tocar a esta hora y pasar directo” Así lo hice, estiré una mano, haciendo malabares con la bandeja y giré el pesado picaporte.
Me adentré entonces en la guarida del lobo feroz, paso a paso, sin curiosear demasiado.
Enseguida vi la robusta mesa de madera en el centro, todo casi en penumbras y comencé a acomodar el desayuno.
Pero entonces lo escuché y lo olí, el aroma a lujuria y a sexo.
Por entre mi flequillo observé hacia una puerta negra que parecía dar al cuarto y se filtraban gemidos femeninos a pesar de estar cerrada.
Pertenecían a más de una mujer.
También se escapaba el sonido constante de algo golpeando contra una pared, quizás la cama, no sé, ni me importaba.
La regla más importante, cabeza abajo, eres un mueble, no hables, no mires y no escuches.
Estaba tan metida en recordar cada detalle de los gustos del señor, dándole la vuelta a la mesa, que ni siquiera supe cuándo terminaron los ruidos.
— ¿Quién eres? – una voz dominante a mi espalda me hizo sobresaltarme.
Apreté los puños temblorosos y me giré mirando a la alfombra gris.
— Su majestad, mi nombre es Valeria, soy su nueva doncella – logro presentarme sin tartamudear.
Una enorme sombra se cierne sobre mí, todos mis instintos me gritan peligro, que escape, pero resisto cuando pone un dedo debajo de mi barbilla y me hace subir la cara para enfrentarlo.
Pienso ver el asco por mi feo rostro, pero solo observo unos intimidantes y fieros ojos grises que me examinan, tan fascinantes, que parecen el acero más letal del mundo.
— ¿Dónde está tu loba interior? - me pregunta frunciendo el ceño y me tenso.
¿Cómo fue que lo descubrió de solo un vistazo?
— Yo… en realidad no lo tengo muy claro, sufrí una experiencia traumática antes de los 18 años y luego nunca apareció su espíritu, pero… puedo transformarme en su cuerpo animal. Otros dicen que es una maldición.
Agrego y quizás ya me echen en mi primer día. Fea y maldecida, la doncella ideal.
— ¿Es por eso que no sanaron esas heridas en tu rostro?
— Supongo, señor, que tiene que ver con eso. Mi cicatrización no es muy buena.
Él no dice nada, pero me estoy poniendo demasiado nerviosa por su escrutinio. Espero haber dicho las palabras correctas.
No quiero vagar por sus facciones masculinas, pero ya voy entendiendo por qué hay mujeres que se arriesgan a perder la cabeza, solo por una noche en su cama, Aldric Thorne, era un hombre hecho para pecar.
Parecía un gigante de dos metros, mi cuello dolía por subirse tanto. Musculoso, rudo, imponente, sexy y dominante.
Llevaba el fuerte torso al desnudo, lleno de tatuajes rojos y negros sobre la blanca piel con cicatrices de batallas.
A diferencia de su aura congelada, el cabello hasta los hombros era rojo oscuro, al igual que su corta barba, como fuego, como la misma sangre que derramaba sin pestañear.
— No me importan tus rarezas, pero si espero que hayas entendido muy bien las reglas, porque no admito desobediencias, ni trucos – me advierte con voz gutural y peligrosamente baja.
Asiento pasando saliva.
— Sí, su majes…
— Y llámame Señor, no me gusta eso de su majestad.
Me aclara liberándome al fin y caminando hacia el otro extremo de la habitación.
Exhalo sin darme cuenta de que estaba conteniendo la respiración todo este tiempo, aun así, he captado ese aroma que se filtra desde su piel, como a vino antiguo, un delicioso vino que te emborracha al primer sorbo.
¿Será alguna colonia? Yo no puedo percibir las feromonas de los hombres lobos.
—Ya vienen a por esas mujeres, encárgate de que se marchen y déjalo todo limpio – me ordena sin mirarme siquiera y entra por una puerta, a lo que parece otro cuarto.
Me quedo como tonta parada en las penumbras, aprieto los puños y voy con decisión a sacar a sus amantes del lecho de pasión.
Abro la puerta y me asombro al pasar dentro de la habitación desordenada, llena de ropas tiradas por el suelo, a media luz, donde tres mujeres desnudas están amontonadas encima de una inmensa cama de roble.
El olor a lujuria desenfrenada se filtra hacia mis pulmones.
— Se…señoritas es hora de irse – me detengo frente a la cama y les digo, pero se mantienen con los ojos cerrados sin reaccionar.
Se notan agotadas y sus cuerpos llenos de marcas, mordidas y semen con sangre entre sus muslos.
— El Señor mandó a que se fueran, deben…
— ¡Cállate maldici0n, que molesta! – me ruge la rubia tetona acostada en el medio de las otras dos pelicastañas e incluso me arroja una almohada que esquivo.
Bueno, aún les queda algo de energía por lo que veo.
Ok, eso no está saliendo como me imaginé y ellas ya se están acomodando para dormir, ¿acaso no están incómodas con toda esa “sustancia” encima?
Pero no puedo fallar en mi primera tarea y sé que él lo ha hecho a propósito, para probarme.
Voy hacia el baño y lleno de agua fría un barreño, que coloco en el suelo cerca de la cama.
Me remango descubriendo mis brazos blancuzcos y camino hacia el enorme ventanal, agarrando las pesadas cortinas burdeos y abriéndolas de golpe.
— ¡Aaahh ciérrala, maldit4, cierra la cortina! – comienzan a chillar como poseídas y eso que está hasta nublado.
En este sitio el sol nunca brilla con fuerza y todo lo cubre una densa neblina.
Agarro el barreño y ¡Fuas!, les lanzo el agua bien fría para que acaben de espabilar.
— ¡¿Te has vuelto loca, criaducha de mierd4?!
VALERIA— ¡Aahh, es horrible, está deforme!— ¡Envidiosa, por eso nos quieres alejar del Rey!— El señor ha dicho que ya se tienen que marchar – le vuelvo a comunicar impasible, parada al pie de la cama y ellas me están insultando, pero no me da ni frío ni calor.Pienso en cómo sacarlas porque debilitadas o no, son tres y yo solo una.En eso, unos golpes comienzan a sonar en la puerta lateral que da al pasillo y ni siquiera había notado, debe ser la persona que las sacará del castillo.Camino hacia allí y les abro a dos mozos fortachones que pasan sin decir palabras.Esas mujeres comienzan a resistirse, a taparse la desnudez, gritando que están viendo los cuerpos que son solo para el Rey, que rodaran nuestras cabezas.No tengo que llevar mucho tiempo aquí para darme cuenta de sus mentiras.Ese hombre las utilizó como algo desechable y ahora las está echando como basuras.La rubia corre hacia la puerta que da al comedor y me adelanto parándome en firme y cortándole el paso.— Tenga un
VALERIASaco valor, hasta de donde no sabía que tenía y me giro intentando que la cesta no se balancee tanto por el movimiento de mis manos.— Se… Señor la toalla… puedo reponérsela por una nueva. Lo lamento por mencionarlo, solo… solo fue una conversación sin malicia…No sé ni qué decir, pero mi corazón late errático mientras da un paso hacia mí y su sombra me cubre por completo.Es como un gigante que llena todo el espacio a mi alrededor.Una pared a mi espalda me impide la retirada.— Responde a mi pregunta, Valeria, no te hagas la inteligente— aparta de repente la cesta y la toma con una mano dando otro paso adelante, ¡la cesta era mi única barrera de defensa!— ¿Prefieres estar con otro guardián? ¿Quizás con el apuesto Quinn?, que te quedaste deslumbrada mirándolo.El peligro se filtra en cada una de sus palabras, no entiendo por qué está tan enojado, ¡yo no había hablado nada!— No, Señor, me agrada ser su doncella, ni siquiera conozco a los demás Guardianes – murmuro mirando a
VALERIACon esa presión sobre mis hombros e intentando no fijarme en que solo lleva unos calzoncillos, comienzo a probar las opciones que saqué.— Mm demasiado simple… la gris pega con sus ojos, pero no con el pantalón… este adorno no…Estoy tan absorta en colocar las prendas frente a él, medirlas y combinarlas, que no me di cuenta de que expresaba mis pensamientos en voz alta.— Lo veo muy corto, ¿le servirá este cinturón? – pregunto levantando de repente la cabeza y caigo en cuenta de lo cerca que estamos.Prácticamente, estoy pegada al Rey, una gota de su cabello humedecido cae en mis labios y la intensidad con que me devora este Lycan, hace que mi corazón comience a latir con fuerza.Esto grita peligra por todos lados.¿Qué estoy haciendo exactamente?— Lo lamen…— Pruébalo y veamos cómo queda – me interrumpe cuando voy a dar un paso atrás y abre los brazos.El gesto es obvio, “ven y pruébalo tú misma”Así que con las manos apretadas sobre el cuero del cinturón me acerco a rodearl
VALERIA Un olor intenso a vino asaltó mi olfato, causándome algo de mareo. Mis sentidos embotados y por alguna razón mi cuerpo comenzó a reaccionar como si un calor insoportable me consumiera desde el interior. Una pesada puerta de acero y madera me impedía el paso, desde adentro se escuchaban gruñidos y sonidos como de algo o alguien, arañando las paredes o el suelo. — Aaggrr— al reconocer por un segundo la voz del Rey, me decidí a pasar finalmente, quizás estaba en algún aprieto. Sin embargo, no estaba preparada para encontrarlo desnudo y casi desmayado, arrodillado sobre el duro suelo de piedra. Sus manos se sujetaban hacia arriba a unas pesadas anillas de acero ancladas a la antigua pared y gruesas cadenas lo apresaban con poderosos grilletes oxidados alrededor de sus muñecas. Respiraba pesado, parecía resistir un fuerte dolor y todo su musculoso cuerpo sudaba a raudales. El cabello rojo caía húmedo sobre su rostro mirando al suelo y no podía observar con claridad
VALERIA — Mmmm— me mordí el labio inferior para no gemir alto cuando unos sexis y largos dedos comenzaron a acariciar mi clítoris, justo al inicio de mi vulva, a provocarlo bien rico, haciéndome estremecer de placer y arquear mi espalda. Hace mucho tiempo que no tenía sexo y las pocas veces con Dorian, él era de penetrarme y ya, nada de juegos o preocuparse por mis deseos, nada que ver con el fogoso y salvaje lycan sobre mí. — Abre más las piernas, voy a montarte – me ordenó de repente con esa voz que parecía más un animal. Sin embargo, su orden fue lo que me puso algo sobria. Sobre todo, cuando se incorporó un poco y lo sentí tomando su dura polla, restregando la húmeda punta entre mis muslos cerrados y mis nalgas, buscando el camino hacia la entrada de mi coño excitado. — Nn… no… — logré articular entre jadeos y escuché su resoplido molesto. Un tirón no muy doloroso en el cabello me hizo elevar más la cabeza, mis codos temblaban aguantando el peso de la mitad de mi cuerpo. —
VALERIANo es que tenga mucho para recoger, sobre la cama hago un pequeño bulto con algunos cambios de ropa viejos que me has donado y lo más importante, el dinero que me dio el Rey.Solo cuento con eso para sobrevivir.Amparada por la noche y la oscuridad, vago por los pasillos, mirando asustada hacia todos lados, con claras intensiones de fugarme.Llego a la cocina y busco la puerta trasera, obvio no me expondré a salir por la puerta principal.Al mirar la encimera donde se sirve la comida del Rey, una ira crece dentro de mi pecho, ¿por qué harían algo como eso? ¿Quién puede ser tan cruel como para mandar a una inocente a la muerte segura?La doncella que ayudó a la que se hirió la mano es mi principal sospechosa, la que tuvo la oportunidad en mi descuido. Quizás incluso ambas trabajan juntas.Salgo al patio interior y corro hacia la puerta por donde entran las carretas con mercancías y víveres.El bosque me recibe, oscuro y tenebroso, da algo de miedo, no sé a dónde dirigirme aho
VALERIA — Mmmmnnn ggrr – gruño y las lágrimas de impotencia caen sobre mis mejillas.Aborrezco sentirme tan indefensa, odio esto y una ira va creciendo en mi interior cuando mis piernas son abiertas sin piedad, con un dolor punzante y sus dedos van a arrancar mi braga para acceder a mi intimidad.Comienzo a ver en rojo, es el mismo sentimiento de cuando asesiné a mi ex pareja.Un cuervo grazna sobre las altas copas de los árboles y mi consciencia empieza a ceder a mi ira, a la oscuridad en mi interior.“Matar, matar, matar” es lo único en lo que pienso ahora mismo.— ¡Aaahhh!— ¡¿Pero qué demonios?! ¡No, no, no…! ¡Aahaahhh!…Gritos se escuchan sacándome del trance y el peso sobre mis caderas cede.Mis manos también son liberadas y me incorporo enseguida temblando, apartando esa asquerosa camisa de mi cara y el paño de mi boca.Algo salpica en mi rostro, llevo los dedos a mis labios, hacia el líquido caliente que tiñe mis cicatrices y a través de la oscuridad veo la sangre fresca y la
VALERIATiemblo al ver aparecer al Rey Aldric por la puerta, endemoniado y absolutamente enojado.Me separo del Lycan que me curaba y mi instinto me da por acurrucarme contra la esquina de mi cama, tiritando y apretando las sábanas con fuerza contra mi pecho, como si eso me pudiese proteger de su furia.— Solo le estaba dando medicina, señor – responde levantándose, dejando el brebaje en la mesita y girándose para enfrentarlo.— Pudiste ordenarle esa tarea a una doncella, no te quiero cerca de ella – le dice gruñendo, su voz estridente y rara, como cuando estaba encadenado.— Bien, solo quería ayudar, estaba a punto de morir.— Hay muchas cosas que hablar sobre eso, ahora sale, llama a la Gobernanta. Quiero a todo el servicio de guardia en la cocina – le ordena y el guardián se marcha caminando hacia la puerta.Los Lycans no son tan sumisos con Aldric como los demás, pero es obvio también la jerarquía entre ellos, el Rey, es quien los controla.Al llegar a la entrada se gira sutil hac