005. LA DONCELLA DEL REY

VALERIA

— ¡Aahh, es horrible, está deforme!

— ¡Envidiosa, por eso nos quieres alejar del Rey!

— El señor ha dicho que ya se tienen que marchar – le vuelvo a comunicar impasible, parada al pie de la cama y ellas me están insultando, pero no me da ni frío ni calor.

Pienso en cómo sacarlas porque debilitadas o no, son tres y yo solo una.

En eso, unos golpes comienzan a sonar en la puerta lateral que da al pasillo y ni siquiera había notado, debe ser la persona que las sacará del castillo.

Camino hacia allí y les abro a dos mozos fortachones que pasan sin decir palabras.

Esas mujeres comienzan a resistirse, a taparse la desnudez, gritando que están viendo los cuerpos que son solo para el Rey, que rodaran nuestras cabezas.

No tengo que llevar mucho tiempo aquí para darme cuenta de sus mentiras.

Ese hombre las utilizó como algo desechable y ahora las está echando como basuras.

La rubia corre hacia la puerta que da al comedor y me adelanto parándome en firme y cortándole el paso.

— Tenga un poco de dignidad y ya márchese, el Rey lo ha ordenado, no se arriesgue a morir.

— ¡Quiero que me lo diga él mismo, anoche me demostró otra cosa!, ¡¡apártate!! – se me abalanza con los caninos afuera y me defiendo, agarrando sus brazos en el aire y forcejeando con ella.

Sus largas garras me hieren en su furia y sé que puedo controlarla porque ahora mismo está débil.

Esta loba es más fuerte que yo, en realidad, cualquiera es más fuerte que yo.

Con ayuda de los mozos logramos sacar a rastras a la última desquiciada de la habitación y cierro la puerta respirando agitada.

— Tremendo primer día de trabajo – susurro resignada, mirando entonces el desastre que me espera por limpiar.

*****

Me seco el sudor de la frente tomándome un respiro y observando casi todo en su sitio.

Lo peor es la cama, aunque quité las sábanas sucias se me fue la mano con el agua, así que pienso en pegar el colchón a la ventana para que tome algo de aire y sol.

— Mmnn— gruño dando alones al pesado colchón tamaño King, mis manos tiemblan, no creo que pueda moverlo.

Estoy batallando y en eso…

— ¿Cuántos siglos te lleva organizar un cuarto? – me asusto porque no lo he escuchado entrar.

Voy a girarme para disculparme, pero un mal juego de pie, mi nerviosismo y al parecer una sustancia pegajosa que me dejé en el suelo, me hacen perder el equilibrio e irme de bruces.

En mi instinto me agarré de lo primero que encontré y caí de rodillas con los ojos cerrados.

Algo se había desprendido y estaba en mis manos, otra “cosa" gruesa rozaba contra mi nariz y un excitante aroma embriagador, oscuro y almizclado asaltó mis sentidos.

Cuando abrí de nuevo los ojos y vi el paisaje frente a mi mirada, quería morirme ahí mismo, sin necesidad de que me asesinaran.

En mis manos una toalla negra que supongo se encontraba en las caderas del Rey y yo de rodillas, agarrada a sus fuertes muslos, con un enorme y venoso miembro justo frente a mis ojos asombrados.

“Mierd4, esto debe hacerte llorar” fue lo primero que pensé en medio de mi colapso nervioso y eso que estaba semierecto, ni siquiera el de Dorian lo había detallado tanto.

— ¿Busco una cinta para que lo midas también? – su fría voz me sacó de mi momento de congelación.

Subí mi mirada aterrorizada para verlo por completo desnudo en toda su gloria, con el cabello borgoña suelto y revuelto, húmedo de la ducha y juraría que había un tinte burlón en sus ojos grises.

— ¡Su majestad lo lamento, por favor perdone la vida de esta humilde sirvienta que no se merece su misericordia! – me arrojé al suelo, pegando mi frente en la dura superficie, suplicándole.

Lo que había hecho era imperdonable. ¡Por la Diosa y todavía me quedé ahí… comiéndomelo con los ojos!

Su sombra amenazante cayó sobre mi cuerpo tembloroso, cerré los párpados con fuerzas esperando el final.

— Me iré enseguida… se lo suplico… me marcharé del castillo… por favor…

— No tengo paciencia para buscarme una sirvienta nueva todos los días y te vas cuando yo lo decida, levántate – su voz resuena grave cerca de mi oído y lo siento tirando de la toalla que aún aprieto en mis manos.

La suelto enseguida, el sudor me corre por la espalda y todo mi cuerpo se estremece.

— Además, si vas a atenderme no será la primera vez que me veas desnudo, no es la gran cosa, ven al comedor – agrega y sus pasos descalzos se alejan del cuarto.

Trago nerviosa y me levanto con las piernas hechas gelatinas.

“Vamos Valeria, ánimo, concéntrate, por favor”

— Prueba el desayuno – me ordena delante de la mesa señalando la comida.

Él va y se sienta dominante en la robusta silla, solo observa mis acciones.

Tomo el tenedor y corto una pequeña porción de todo para luego probarlo bocado por bocado.

— Si algo no es de su agrado, puedo solicitarlo a la cocina…

— No es necesario, todo está bien – me dice y luego se queda callado.

Estoy observando el suelo, no sé a qué espera y me encuentro algo perdida, repasando frenética cada una de las reglas en mi cabeza.

— ¿Piensas que soy un salvaje que como con las manos?

— ¿Qué? … no, no su maj… señor… — levanto rápido la vista y lo veo dándole un vistazo al tenedor que sostengo aún en la mano.

Diosa bendita, he llenado de saliva el único cubierto que traje, ¡la gobernanta no me dijo que tenía que probar aquí también la comida!

— Voy… voy por uno extra, lo lamento…

— Parece que sabes disculparte muy bien – me dice y siento como me quita el tenedor de la mano.

— Está sucio, yo… — “comí con él”

No termino porque lo veo que lo limpia con una servilleta y comienza a comer muy tranquilo.

Me separo a una esquina de pie, esperando sus órdenes, pero a través de mi flequillo lo espío de vez en cuando.

Está relajado, semidesnudo, a penas con una toalla abajo, desayunando y revisando unos documentos a su lado.

No importa lo que haga el Rey Lycan, su aura agresiva llena todo el espacio, exigiendo solo obediencia y sumisión.

Este es mi nuevo amo y la verdad, estoy pensando en si estaría mejor huyendo fuera de este castillo y de esta manada.

Aldric Thorne es lo más peligroso con que me podía encontrar en mi camino.

*****

Los días pasaron y a pesar de mis errores de novata, logré sobrevivir.

El señor tampoco estaba a tiempo completo en el castillo, viajaba mucho a las manadas o a enfrentarse con peligros, tampoco había visto a los demás “Guardianes”, hasta una mañana.

— Uf, la verdad no sé cómo aguantas la presión y la tentación – me dice Juliette.

Es la única del servicio que se me acercó.

Una chica extrovertida y alegre. 

Aunque no la considero mi amiga, porque nunca más confiaré así en una mujer, al menos me entretengo con su parloteo.

Íbamos por el pasillo subterráneo con las cestas de la colada, cuando se abrió una puerta lateral que daba a uno de los tantos gimnasios de entrenamiento. 

De ahí salió un enorme Lycan, lo sabía por su aura poderosa.

Enseguida bajamos la cabeza, esperando a que se fuera, pero sus pasos se acercaron a nosotras.

— ¿Estas son toallas limpias? – preguntó una voz masculina, fuerte pero relajada.

— Sí, sí, señor – respondí al darme cuenta de que la que llevaba las toallas era yo y alcé mis ojos por un segundo.

Unos hechizantes ojos dorados me devolvían la mirada.

Enseguida volví a observar la alfombra e hice por alcanzarle una, pero él estiró su mano a la vez y nuestros dedos se rozaron por unos segundos.

Su toque era cálido. 

A pesar de ser igual intimidante, este Lycan proyectaba un aura de protección, no tan aguda y salvaje como la del Rey.

— Lo lamento, lo lamento…

— Tranquila, no hay problema. Gracias – respondió tomando lo que quería y se alejó caminando por el pasillo.

Entonces tuve el atrevimiento de mirar a su espalda.

El cabello rubio, gigantezco como todos los Lycans, poderoso, su ancha espalda musculosa sudada, vestido con un traje de combate negro.

Parece que estaba entrenando.

Por alguna razón esa combinación de ojos y cabello me recordó un poco a Dorian.

No quería recordar a ese desgraciado, pero la mente era algo traicionera y al final, ese fue el primer y único hombre que he amado.

— ¿Verdad que es apuesto? Digo, todos ellos son sexis y calientes, pero para mí los mejores son el Rey y el guardián Quinn, aunque el Rey, uf, ese hombre es puro fuego, tengo mis dudas, ¿qué crees Valeria? ¿A quién preferirías, al Rey o al guardián Quinn?

Salgo de mis pensamientos y voy a decirle que no hable de esas cosas tan despreocupadamente, alguien podría escucharla.

Pero tiene una mirada de pánico de repente en su rostro, mirando detrás de mí.

Mi columna vertebral se pone rígida en cuanto siento una poderosa presencia casi pegada a mi cuerpo y un caliente aliento sopla bajo en mi oído.

— Yo también quiero saber, Valeria, ¿a quién preferirías? ¿Y por qué carajos permites que otro hombre toque lo que es mío?

La cesta en mis manos comienza a temblar junto con mis manos. 

Estoy acabada y aunque sé que habla de las toallas, por alguna razón, suena a que habla de mí.

— Se… señor…

— ¡Márchate! – le ordena a Juliette que me mira por un segundo con culpa, pero no tiene otra opción que escapar casi corriendo.

Sigo de espaldas a él, ¿será que puedo correr también?

— Sigo esperando Valeria, dime, ¿estás inconforme con el puesto que te tocó? ¿Sería mejor ser la doncella personal de Quinn? ¡Gírate de una maldit4 vez!

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