Capítulo 2: El Camino de la Huida
Aria corría a través del bosque, sus pasos resonando en la quietud de la noche. Los árboles pasaban como sombras a su alrededor mientras la adrenalina y el dolor la impulsaban a seguir adelante. Cada latido de su corazón era un recordatorio del vínculo roto, una herida invisible que pulsaba dentro de su pecho y que parecía imposible de sanar. La humillación de haber sido rechazada públicamente por Kael y las crueles palabras de Lyra la llenaban de rabia y desesperación, y esa mezcla de emociones la llevaba a correr cada vez más lejos, sin detenerse a mirar atrás. La luna llena brillaba sobre su cabeza, como si observara en silencio su dolorosa huida. En su mente, Aria repetía las palabras que Kael había pronunciado: él había elegido a alguien más, alguien que consideraba fuerte y digno de estar a su lado. Pero Aria sabía que eso no era fuerza; lo que Kael había mostrado esa noche era frialdad y desprecio, una falta de honor hacia la tradición de la manada y hacia el vínculo sagrado que la luna misma les había otorgado. A pesar de la tristeza, en su interior comenzaba a gestarse una decisión firme: no iba a permitir que el rechazo de Kael definiera quién era. Su identidad no dependía de la aceptación o el amor de un alfa que la había despreciado. Sabía que, para encontrar la paz, debía alejarse lo más posible de la manada Luna Oscura y de los recuerdos dolorosos que ahora la atormentaban. Horas después, el primer rayo de sol asomaba entre los árboles, y Aria comenzó a sentir el cansancio en cada músculo de su cuerpo. Había recorrido una gran distancia, y sabía que ahora estaba en territorio neutral, lejos del dominio de cualquier manada. Su respiración era entrecortada, y sus piernas temblaban de agotamiento, pero aun así se sintió un poco más ligera al saber que, al menos por ahora, estaba a salvo de Kael y Lyra. Encontró un arroyo y se detuvo a beber agua. El reflejo de su rostro en la superficie del agua le devolvió una imagen de alguien diferente: sus ojos, que antes reflejaban la inocencia y el sueño de encontrar a su mate, ahora estaban llenos de dolor, pero también de determinación. Sabía que este viaje no solo era una huida, sino una oportunidad para redescubrir quién era realmente, sin las sombras de la traición y el rechazo. Mientras se acomodaba para descansar un momento, escuchó un crujido en la maleza detrás de ella. Alerta, Aria se levantó de inmediato, sus sentidos en guardia. No estaba sola. Antes de que pudiera moverse, una figura emergió entre los árboles, un hombre alto y de apariencia ruda, con una mirada de acero que dejaba claro que no era alguien con quien se pudiera jugar. ???: “¿Qué tenemos aquí? Una pequeña loba perdida lejos de su territorio.” Aria lo miró, sin mostrar miedo, aunque en su interior sabía que estaba en una situación vulnerable. No tenía fuerzas para una confrontación, y aquel hombre, quienquiera que fuera, parecía tener un aura de peligro. Su cabello oscuro caía en mechones desordenados alrededor de su rostro, y sus ojos, de un tono rojo oscuro, brillaban con una intensidad casi animal. Aria: “No estoy perdida. Solo… he dejado atrás algo que ya no me pertenece.” El hombre esbozó una sonrisa sarcástica, acercándose lentamente a ella. Aunque sus movimientos eran relajados, cada paso parecía calculado, como el de un cazador que ha encontrado a su presa. Aria se dio cuenta de que aquel hombre debía ser un lobo, pero no reconocía su olor. Era diferente a cualquiera que hubiera conocido antes; su presencia estaba impregnada de una mezcla de poder y ferocidad que era imposible de ignorar. ???: “¿Así que la pequeña loba ha huido de su manada? Eso es interesante. Aunque, debo advertirte, no es seguro para alguien como tú andar sola por estos territorios.” Aria sintió cómo el orgullo la impulsaba a mantenerse firme. No quería mostrarse débil ni indefensa, aunque en el fondo, sabía que estaba en una situación de riesgo. La experiencia de la noche anterior le había enseñado a no confiar ciegamente en nadie. Aria: “No necesito la protección de nadie. He aprendido a valerme por mí misma.” El hombre soltó una carcajada, pero en su risa no había crueldad, sino un matiz de sorpresa y, quizás, respeto. ???: “Tienes coraje, lo admito. No muchas lobas tendrían el valor de responderme de esa forma. Mi nombre es Raiden, alfa de la manada Cuarto Creciente.” Aria se quedó en silencio, asimilando la información. Raiden era un nombre que resonaba entre los lobos, aunque no siempre de manera favorable. Su reputación lo precedía como un alfa sanguinario y despiadado, alguien que gobernaba su manada con mano de hierro y que no toleraba la debilidad en ninguno de sus miembros. Había escuchado historias sobre él, algunas tan oscuras que eran difíciles de creer, y ahora ese hombre, temido y respetado en igual medida, estaba frente a ella. Raiden: “Puedo ver que sabes quién soy. Y si te soy honesto, puedo decir que hay algo diferente en ti. No todos los días una loba tan joven y decidida cruza mi camino.” Aria lo miró, sintiendo una mezcla de temor y curiosidad. A pesar de la rudeza en su apariencia, había algo en la forma en que Raiden la observaba, una intensidad en su mirada que parecía ver más allá de la superficie. Sin embargo, no estaba segura de si esa atención era algo bueno o malo. Aria: “Soy Aria, de la manada Luna Oscura… o, al menos, lo era.” Raiden arqueó una ceja, como si el nombre de su antigua manada le provocara una mezcla de interés y desagrado. Raiden: “Ah, Luna Oscura. Una manada que prefiere ocultarse bajo la sombra de sus propias reglas y tradiciones. Déjame adivinar, alguien te traicionó, ¿verdad?” Las palabras de Raiden golpearon a Aria como una bofetada. No le debía explicaciones a nadie, y mucho menos a un alfa que no conocía, pero sus palabras parecían alcanzar su interior con una precisión incómoda. Aun así, no quería darle la satisfacción de saber que estaba en lo cierto. Aria: “No es asunto tuyo.” Raiden sonrió de nuevo, pero esta vez su sonrisa era menos burlona y más pensativa. Raiden: “Tienes razón, no es mi asunto. Pero debes saber que en este mundo, una loba solitaria siempre es presa fácil. ¿Tienes algún lugar a dónde ir?” Aria guardó silencio. La verdad era que no tenía ningún destino en mente, solo la necesidad de alejarse lo más posible de Kael y su manada. Raiden, al ver su indecisión, tomó un tono más suave. Raiden: “Si necesitas un lugar seguro, el territorio de Cuarto Creciente está cerca. No garantizo que sea un lugar amable, pero al menos estarás a salvo… siempre que sigas mis reglas.” Aria lo miró, dudando. Sabía que confiar en Raiden era un riesgo, pero al mismo tiempo, sentía que no tenía muchas opciones. Estaba exhausta, herida y sola, y aunque su orgullo le decía que debía valerse por sí misma, una parte de ella se sintió tentada a aceptar la oferta. Finalmente, asintió, consciente de que su decisión era una apuesta arriesgada, pero también una oportunidad de encontrar un nuevo camino. Sabía que el viaje no sería fácil, y que el alfa de Cuarto Creciente no era alguien en quien confiar ciegamente, pero en ese momento, Raiden representaba una salida de la oscuridad en la que había caído. Mientras lo seguía hacia el territorio de su manada, Aria no podía dejar de pensar que quizás, en esta nueva tierra, encontraría algo más que un refugio.Capítulo 3: Territorio de Cuarto Creciente Aria caminaba en silencio detrás de Raiden, observando cada paso que daba en el terreno desconocido. Su cuerpo estaba cansado, sus músculos adoloridos después de una noche de huida, y el peso emocional de la traición aún la perseguía. Aun así, sentía una chispa de esperanza, una pequeña luz que se encendía en su interior. Había dejado atrás su antigua vida en la manada Luna Oscura y, aunque el destino que le aguardaba en el territorio de Cuarto Creciente era incierto, cualquier cosa parecía mejor que regresar a los brazos de quienes la habían rechazado. Mientras avanzaban, Aria aprovechaba para estudiar a Raiden. Él caminaba con una confianza tranquila, sus hombros relajados pero alerta, como si cada fibra de su ser estuviera siempre lista para atacar o defender. Raiden no era un lobo cualquiera. Su presencia imponía respeto, y aunque su reputación lo precedía, Aria no podía evitar sentir una atracción inexplicable hacia él. Había algo en s
Capítulo 4: Ecos de InstintoEl tercer día de Aria en la manada Cuarto Creciente llegó con un aire tenso y una sensación de ansiedad que ella no lograba sacudirse. Aunque su cuerpo aún estaba adolorido por el entrenamiento bajo la supervisión de Freya, Aria sentía una energía renovada, como si algo en su interior estuviera despertando. Caminaba entre las cabañas, sintiendo cómo las miradas de los demás lobos se posaban sobre ella, y aunque algunas eran de desconfianza, otras comenzaban a mostrar un leve respeto.Mientras tanto, Raiden observaba desde la distancia. Había notado algo inusual en los días previos, algo que le atraía de Aria de una manera que no podía comprender del todo. Su lobo interior, siempre feroz y controlado, se revolvía cada vez que ella estaba cerca, como si estuviera ansioso por acercarse más. Había conocido a muchas lobas antes, pero ninguna había provocado en él esta mezcla de curiosidad e intensidad que sentía cada vez que Aria aparecía en su campo de visión.
Capítulo 5: Un Lazo InquebrantableEl tiempo comenzó a pasar en Cuarto Creciente, y cada día Aria se adentraba más en la rutina de la manada. Su entrenamiento con Freya era agotador, pero se negaba a ceder ante el cansancio. Sabía que cada lección, cada golpe y cada caída eran una oportunidad para fortalecerse, para demostrar que era digna de pertenecer a este lugar. Sin embargo, su relación con Raiden, aunque nunca discutida abiertamente, estaba llena de una tensión latente que crecía con cada encuentro.Cada vez que Raiden y Aria se encontraban en el claro, sus lobos interiores respondían con una ferocidad que los dejaba sin aliento. Raiden se esforzaba por mantener el control, pero su lobo se rebelaba cada vez más, queriendo acercarse a ella, protegerla y marcarla como suya. Aun cuando sabía que no debía permitir que sus instintos se apoderaran de él, sentía que algo en Aria lo llamaba de una manera que no podía ignorar.Una tarde, durante el entrenamiento, Freya los reunió a todos
Capítulo 6: La Marca del AlfaEl vínculo entre Aria y Raiden se fortalecía con cada día que pasaba. La manada Cuarto Creciente, aunque inicialmente desconfiada, comenzó a aceptar la presencia de Aria, viéndola como alguien digna del respeto de su alfa. El aura de poder que ambos irradiaban era innegable, y sus lobos interiores parecían sincronizados de una manera que desafiaba las leyes naturales de la manada.Una noche, mientras la luna se alzaba en el cielo, Raiden convocó a Aria al claro principal de la manada. El aire estaba cargado de expectación, y su lobo interior vibraba con una energía que hacía que su piel hormigueara. No sabía qué esperar, pero sentía que aquella noche algo importante estaba a punto de suceder.Cuando llegó al claro, encontró a Raiden esperándola bajo la luz de la luna. Su figura imponente y sus ojos rojos la observaban con una intensidad que la dejaba sin aliento. Aria sintió cómo su lobo interior se agitaba, como si supiera que esa noche sería decisiva.R
Capítulo 7: La Llama de la ConexiónLa marca de Raiden brillaba en el cuello de Aria, un símbolo de su vínculo, la promesa de lealtad y de una unión más profunda que cualquier alianza que hubiese conocido. Aquella noche, bajo la luz intensa de la luna llena, sentía la conexión entre ellos con una intensidad casi palpable, como si la propia naturaleza se hubiera alineado para llevarlos a ese momento.Raiden la miraba en silencio, pero en sus ojos había una devoción que Aria no podía ignorar. Su figura alta y poderosa irradiaba una seguridad que le daba paz, pero esa noche, su mirada reflejaba también algo más, una mezcla de admiración y deseo que la dejaba sin aliento. En todo ese tiempo en Cuarto Creciente, nunca lo había visto así, tan humano, tan vulnerable.Raiden avanzó hacia ella, cada paso cuidadoso, con una suavidad que contrastaba con su usual seguridad de alfa. Cuando llegó a su lado, levantó una mano, rozando su mejilla con una ternura que hizo que Aria cerrara los ojos, dis
Capítulo 8: Retorno a la RealidadA la mañana siguiente, el primer rayo de sol se filtraba a través de las copas de los árboles, iluminando el claro donde Aria y Raiden aún se encontraban. La brisa fresca del amanecer acarició el rostro de Aria, despertándola de un sueño que parecía haber durado solo un instante. Raiden estaba a su lado, con una expresión de tranquilidad que pocas veces había visto en él. En ese momento, lejos de la intensidad de sus responsabilidades, él parecía simplemente Raiden, su compañero, su igual.Aria observó el cielo que se teñía de un suave tono anaranjado mientras los recuerdos de la noche anterior regresaban a su mente. Sentía todavía el eco de sus caricias, el peso de sus promesas, y esa conexión que los había envuelto bajo la luz de la luna. Fue una noche en la que las palabras sobraban y en la que cada gesto había hablado por ellos.Raiden despertó con la sensación de que algo dentro de él había cambiado. No era solo el lazo que ahora compartía con Ar
Capítulo 9: El Desafío de la ManadaLos días pasaron, y aunque la conexión entre Aria y Raiden era evidente para todos en Cuarto Creciente, la aceptación completa de la manada aún era algo que Aria debía ganarse. Sabía que muchos lobos veían en ella a una forastera que había llegado de repente, obteniendo la cercanía del alfa sin haber pasado por las pruebas que otros enfrentaban. Aunque algunos como Freya la respetaban, otros miembros no ocultaban sus miradas de desconfianza.Una mañana, mientras Aria estaba en el borde del campamento, revisando las defensas junto a otros miembros de la manada, un grupo de lobos se acercó. Entre ellos estaba Kael, un lobo joven pero fuerte y ambicioso, conocido por su liderazgo en el grupo de exploradores. Había estado observando a Aria desde su llegada, pero hasta ahora no había tenido ningún enfrentamiento directo con ella. Sin embargo, ese día, su mirada reflejaba un desafío evidente.Kael: “Aria, veo que te estás integrando bien, pero algunos de
Capítulo 10: La Promesa de la LunaLos días en Cuarto Creciente transcurrieron con un renovado sentido de respeto y aceptación hacia Aria. El duelo con Kael había sido decisivo, y su valentía y fuerza le habían ganado el respeto de la manada. Sin embargo, en el corazón de Aria, un lazo aún más profundo estaba creciendo: su relación con Raiden. A medida que sus responsabilidades los unían cada vez más, también sentían la necesidad de consolidar su vínculo en una promesa que fuera tan fuerte como su conexión.Una noche, mientras la luna llena iluminaba el campamento, Raiden la llevó a un claro en el bosque, el mismo lugar donde habían compartido sus primeras confesiones. Aria sentía la anticipación en el ambiente, notando cómo Raiden la observaba con una mirada más profunda y cargada de emoción. Él no había mencionado nada sobre la razón de aquel paseo nocturno, pero en su pecho, Aria intuía que esa noche sería diferente.Raiden se detuvo en el centro del claro y tomó sus manos, mirándo