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El Renacer de la Luna Oscura
El Renacer de la Luna Oscura
Por: Jansy
Capítulo 1 : La Noche del Destino

El bosque parecía respirar con vida propia bajo el manto de la noche. La luz plateada de la luna llena apenas lograba abrirse paso entre los árboles, dejando sombras alargadas que danzaban al ritmo del viento. Aria avanzaba con determinación por el sendero que conducía al corazón del territorio de la manada Luna Oscura, su respiración profunda acompañando el eco de sus pasos sobre la tierra húmeda.

Todo en ella reflejaba su herencia salvaje: su cabello oscuro caía como una cascada de sombras sobre sus hombros, y sus ojos, de un gris brillante, parecían contener fragmentos de la luna. Esa noche no era como cualquier otra. Era la noche en que el destino, bajo el influjo de la luna, marcaría un camino que jamás podría desandar.

El claro del bosque, un lugar sagrado donde generaciones habían encontrado a sus mates, ya estaba lleno. Los lobos formaban un semicírculo alrededor del centro, donde el alfa, Kael, esperaba como una sombra imponente. Aria sintió cómo su corazón palpitaba con fuerza al verlo. Había algo en él que siempre la había atraído: no solo su porte intimidante y su musculatura que irradiaba poder, sino la intensidad en sus ojos ámbar, como si observaran directamente dentro de su alma.

Kael era un líder firme y distante, conocido por su control absoluto, pero Aria no podía evitar desear ser la excepción que rompiera su coraza. Esta noche, la tradición los uniría. Lo sabía. Lo sentía.

Sin embargo, a medida que los murmullos se desvanecían en el claro, Aria comenzó a notar detalles que la inquietaron. Cerca de Kael, como si reclamara un lugar que no le pertenecía, estaba Lyra, la loba cuya reputación era tan afilada como su belleza. Su cabello dorado brillaba bajo la luz de la luna, y sus ojos azules parecían burlarse del mundo entero, especialmente de Aria.

Kael dio un paso adelante. Su voz, profunda y grave, resonó entre los árboles como un trueno contenido.

—Hoy, la luna decidirá el futuro de nuestra manada. Cada uno de nosotros encontrará el camino que el destino ha marcado. La tradición es sagrada, y el vínculo de mate es algo que no se toma a la ligera.

Las palabras de Kael llenaron el aire, pero su tono carecía del fervor que Aria esperaba. Había algo frío, distante, como si todo fuera un acto que debía cumplir. Pero Aria no permitió que esa sombra de duda la detuviera. El latido en su pecho crecía, y una corriente eléctrica recorría su cuerpo. Lo sentía. Él era su mate.

Cuando la ceremonia comenzó, el aire en el claro se cargó de energía. Aria cerró los ojos y dejó que la magia de la luna la envolviera. Cada fibra de su ser clamaba por Kael, y la conexión que comenzaba a formarse entre ellos era tan intensa que casi podía tocarla.

Entonces, todo se detuvo.

Kael levantó la mano, interrumpiendo el proceso. Un silencio tenso se extendió como una ola entre la manada. Aria abrió los ojos, confusa, justo a tiempo para escuchar las palabras que destruirían su mundo.

—Aria, aunque el destino parece habernos unido, no puedo aceptar este vínculo. Yo elijo a alguien más.

El impacto de sus palabras fue como un golpe directo al pecho. Aria sintió que el aire abandonaba sus pulmones, y el latido que minutos antes la llenaba de esperanza ahora se convirtió en un dolor sordo y abrasador.

—¿Por qué? —susurró, su voz temblorosa mientras intentaba contener las lágrimas—. ¿Por qué rechazar lo que la luna ha marcado para nosotros?

Kael la miró con una indiferencia que cortaba más que cualquier cuchilla.

—Porque tengo una elección, y he elegido a Lyra. Ella es quien compartirá mi vida y mi liderazgo en la manada. No me importa lo que el destino haya marcado. Yo decido lo que es mejor para mí.

El mundo de Aria se derrumbó, pero no tuvo tiempo de procesarlo antes de que Lyra avanzara con una sonrisa maliciosa en sus labios.

—Pobre Aria —dijo Lyra con una voz dulce y cruel a la vez—. ¿Realmente pensaste que Kael elegiría a alguien como tú? Necesita a alguien fuerte, no a una niña ingenua.

El peso de la humillación fue aplastante. Aria sintió que las miradas de la manada se clavaban en ella, unas llenas de lástima, otras de burla. Pero no iba a permitir que vieran sus lágrimas. No les daría ese poder.

Con el corazón destrozado y su orgullo apenas sosteniéndola en pie, Aria tomó la decisión más difícil de su vida. No podía quedarse. No podía respirar el mismo aire que quienes la habían traicionado.

Sin una palabra más, giró sobre sus talones y se adentró en el bosque. Cada paso era una despedida, una promesa de no volver jamás. La luna, su única aliada, iluminaba su camino mientras las ramas crujían bajo sus pies. No sabía qué le esperaba más allá de los límites del territorio de la manada, pero algo en su interior le decía que esta noche no era el final. Era el comienzo de algo más grande.

Ella renacería, aunque tuviera que hacerlo desde las cenizas de su corazón roto.

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