Alexander se encontraba sentado en el despacho de su tío, el aire era tenso y la luz del sol se filtraba a través de las persianas. Miraba a su tío, un hombre robusto y de mirada firme, que había sido una figura "paterna" desde la muerte de su padre. Aunque siempre sospechó que tenía otras intenciones más allá de lo que demostraba. —Alexander —comenzó Damián con voz grave—, hay algo que debes entender si realmente deseas asumir la presidencia de Whitmore. El joven frunció el ceño, sintiendo que el peso de la herencia estaba a punto de caerle encima. —¿Qué es? —preguntó, intentando mantener la calma.—Tu padre dejó una cláusula en su testamento —dijo el tío, cruzando los brazos—. Solo podrás heredar la compañía si te casas. Las palabras resonaron en la mente de Alexander como un eco ensordecedor. Su corazón se aceleró, y un torrente de emociones lo invadió. —¿Casarme? —repitió, incrédulo—. ¿Por qué? Maldición, ¿por qué tengo que casarme? —Era su deseo —respondió su tío, sin inmu
El día de la boda llegó. Huir no pudo. El momento que deseaba vivir cualquier mujer al lado del amor de su vida, su caso distaba de ser un "deseo", ocurría. Retuvo las lágrimas. Sus temblorosas manos sostenían el ramo de flores cuidadosamente elegidas, su vestido blanco de encaje caía en suaves pliegues que acariciaban el suelo, reflejando la luz de la ceremonia con un brillo casi etéreo. Se vio a sí misma en los ojos de todos los presentes, un panorama lleno de sonrisas falsas. Alexander emanaba en sus grisáceos ojos solo desprecio hacia su futura esposa. Pero una parte de él la contempló , admirando el delicado bordado que adornaba su escote y las mangas de tul que le daban un aire de inocencia, pero eso no apartaba de su corazón, el aborrecimiento que surgía hacia ella. Lo que hacía que el palpitante corazón de la joven intentara encontrar la calma en medio de la tempestad de aquellos orbes. De no ser por el pensamiento que le que recordaba que su medio hermano estaría bien
Lauren se detuvo en el umbral de la habitación, su corazón latiendo con fuerza. Allí estaba, en la víspera de su noche de bodas, una mujer casada pero aún virgen, sin saber qué esperar. Miró a su alrededor, observando los detalles elegantes de la habitación, pero todo parecía extraño y amenazador.Alexander entró detrás de ella, cerrando la puerta con un clic que resonó en el silencio. Lauren se estremeció involuntariamente, sintiendo la tensión eléctrica que crecía entre ellos. Durante la ceremonia, habían mantenido las apariencias, sonriendo y saludando a los invitados, pero ahora, a solas, ya no podían esconder la incomodidad que los rodeaba.—¿Estás lista, Lauren? —preguntó Alexander, en un tono que intentaba sonar suave, pero que delataba su impaciencia. Parecía que solo se estaba burlando de ella, claramente no estaba preparada para acostarse con él. Lauren tragó saliva, sus ojos evitando el contacto visual. —Yo... no estoy segura —admitió en voz baja, sintiéndose repentiname
La sala de juntas de la compañía Whitmore se encontraba en silencio tenso. Los empleados intercambiaban miradas inquietas, murmurando entre ellos sobre el inesperado anuncio que Damián Whitmore, el hermano de difunto ejecutivo, estaba a punto de hacer.Damián, se aclaró la garganta y se puso de pie al frente de la sala. Todos los ojos se posaron en él con expectación. —Queridos colegas —comenzó, con voz grave—, los he convocado aquí para comunicarles una importante decisión que se ha tomado. Después de todo es algo esperado, tras la muerte de mi hermano Darren Whitmore, es momento de anunciar la voluntad de mi hermano. Los empleados intercambiaron miradas perplejas y suaves jadeos se escucharon en la sala. ¿Acaso Damián estaba loco? Alexander era tan exigente y gruñón... ¿Acaso sería el nuevo director de la compañía Whitmore? —Es por eso que, tras una cuidadosa deliberación, he nombrado a mi sobrino Alexander Whitmore como sucesor de Darren Whitmore, es su voluntad y la estoy cumpl
Días despuésAlexander decidió salir a despejar su mente. Se dirigió a un bar cercano, una vez allí, se sentó en la barra y pidió un trago. Sus ojos recorrieron el local hasta que se toparon con la figura de una mujer sentada sola en una mesa.Alexander se acercó a ella y entabló una conversación. La mujer, claramente interesada, coqueteaba descaradamente con él. Aunque Alexander no amaba a Lauren, sentía en el fondo que estaba mal. Él no pudo evitar dejarse llevar por el momento. Conversaron durante un rato, pero antes de que la situación se descontrolara, Alexander se excusó y se marchó del bar.Al llegar a la mansión, Alexander se encontró con Lauren, quien entrecerró los ojos al verlo. Ella había notado su ausencia y, aunque temía enfrentarlo, no pudo contener la curiosidad. —¿Dónde has estado? —quiso saber, su voz temblando ligeramente.Alexander la miró con desdén, sin inmutarse por la acusación implícita en su pregunta.—Eso no es de tu incumbencia —escupió con frialdad—. Yo
Un día después...Esa misma noche, cuando Alexander regresó a la mansión después de una reunión de negocios, se encontró con una ausencia sospechosa. Al preguntar a la sirvienta, esta le informó que Lauren se había retirado a descansar temprano, sintiéndose indispuesta.—¿Al menos ha cenado? Matilda negó con la cabeza y se sintió apenada, ella también había intentado que la joven comiera algo, pero todo intento fue en vano y finalmente se había resignado, no quería tampoco obligarla. —No, lo siento señor. —Maldita sea. ¿Tienes idea de lo enfadado que estoy? Te pedí que la vigilaras muy bien y si no quería comer, pues obligala. —Sí, tiene razón. Sinceramente comió solo un poco en el almuerzo. Aún así, sé qué debí ser más insistente y convencerla. —Olvídalo —resopló —. Vuelve a tu labor. Ella asintió y al poco tiempo se marchó.Alexander resopló con desdén, no tenía que darle la mayor importancia a esa mujer, si en realidad quería morirse dejando de comer, pues era su problema. Su
Mientras tanto, Alexander se puso furioso. Cuando se dio cuenta de que Lauren no estaba cerca, la buscó por toda la clínica, también afuera recorriendo las calles con su automóvil, maldiciendo entre dientes. Nadie se atrevía a desafiarlo de esa manera. Iba a encontrarla y traerla de vuelta, cueste lo que cueste.No lo consiguió. Cuando llegó a casa, Matilda estaba limpiando, como solía. La sirvienta se dio cuenta que el hombre estaba como una fiera y ella trataba de disimular el nerviosismo, no quería que él notara que ella ayudó en la huida. Aunque en realidad nunca lo sabría. —Señor, ¿qué puedo hacer por usted? —¿Lauren te comentó algo sobre escaparse? —¿Qué? ¿Huyó? Él chasqueó la lengua. —Imposible, todo lo hizo en secreto, mierda. Ella tragó duro. —Tal vez podría llamar... —dejó la oración a medias recordando que Lauren ni siquiera tenía un teléfono —. Lo siento, señor Alexander. Sé que esto es un gran problema. —Ella me las pagará —sentenció envalentonado. Ella se apart
Lauren no pudo evitar que su mente divagara hacia su hermano Jack, un pensamiento que la perseguía como una sombra oscura. La preocupación por él crecía en su pecho, un nudo que se apretaba cada vez más. No quería que nada malo le sucediera, pero su propia vida estaba en juego. La libertad que tanto anhelaba dependía de su capacidad para escapar de aquel hombre detestable que había hecho de su vida un infierno. Huir era su única salvación, y eso era lo que hizo. Pero cada día que pasaba la acompañaba el miedo de lo que podría ocurrirle a Jack. Esa angustia la ahogaba, como si una mano invisible presionara su garganta.Ahora en aquel enfrentamiento telefónico, había dejado salir sus sentimientos reprimidos. Las palabras habían brotado de su boca como un torrente, llenas de dolor y rabia.—¿Por qué quieres que me quede a tu lado si me odias sin motivos? —le había preguntado, su voz temblando, pero firme—. ¿Por qué debería seguir sufriendo al lado de una persona tan malvada? Nunca te ama