Días después
Alexander decidió salir a despejar su mente. Se dirigió a un bar cercano, una vez allí, se sentó en la barra y pidió un trago. Sus ojos recorrieron el local hasta que se toparon con la figura de una mujer sentada sola en una mesa. Alexander se acercó a ella y entabló una conversación. La mujer, claramente interesada, coqueteaba descaradamente con él. Aunque Alexander no amaba a Lauren, sentía en el fondo que estaba mal. Él no pudo evitar dejarse llevar por el momento. Conversaron durante un rato, pero antes de que la situación se descontrolara, Alexander se excusó y se marchó del bar. Al llegar a la mansión, Alexander se encontró con Lauren, quien entrecerró los ojos al verlo. Ella había notado su ausencia y, aunque temía enfrentarlo, no pudo contener la curiosidad. —¿Dónde has estado? —quiso saber, su voz temblando ligeramente. Alexander la miró con desdén, sin inmutarse por la acusación implícita en su pregunta. —Eso no es de tu incumbencia —escupió con frialdad—. Yo hago lo que quiero, cuando quiero. Lauren sintió que la ira le quemaba por dentro. Después de todo lo que había soportado, ¿cómo se atrevía Alexander a engañarla? —¿Cómo te atreves Alexander? —espetó, sin poder contener sus emociones—. ¿Acaso no te basta con mantenerme encerrada y hacerme tuya las veces que te venga en gana? Alexander soltó una risa burlona, sin inmutarse por la confrontación. —¿De qué hablas? —se mofó—. Por favor, Lauren, no seas ridícula. Yo soy el dueño de esta casa, y puedo hacer lo que se me antoje. Tú eres solo mi esposa, nada más. No tienes derecho a reclamarme nada. Fuera de mi vista. Las palabras de Alexander cayeron sobre Lauren como un balde de agua fría. Se sintió tan impotente que se aproximó y lo enfrentó. No podía seguir soportando aquel trato de su parte. —¡No soy tu juguete! —gritó Lauren, con lágrimas de rabia en los ojos—. ¡Merezco respeto, Alexander! ¡No puedes acostarte con quien se te cruce en el camino! Apestas a alcohol y tienes labial en la camisa, ¿por qué... —¡Cállate! —la empujó contra la pared y ella gimió de dolor, además de estar aterrorizada por la violencia de sus movimientos —. ¿Qué quieres exactamente de mí? Me detestas, me odias y ahora me celas... no lo entiendo. Ella iba a decir algo, pero de un arrebato aferró su nuca y la besó con fiereza. El beso sorpresa le nubló la cabeza y robó todo el aire de sus pulmones, al separarse Alexander la miró con los ojos brillantes, oscurecido por un deseo incesante. Lauren bajó la cabeza. Él elevó su mentón de inmediato para un sostenimiento obligado en donde sus ojos batallaron. —Tú no mereces nada, Lauren. Eres solo una insignificancia en mi vida. Nunca te amaré, nunca serás más que una carga. —¿Por qué me odias tanto? —No necesito una razón para aborrecerte. Esas palabras fueron como puñaladas para Lauren. Alexander, se perdió en sus ojos cafés, esa mirada que se rompió delante de él. No había un motivo específico para odiarla, al inicio solo la señaló como una oportunista, pero con el tiempo se dio cuenta que ella no era como las demás; a Lauren la suntuosidad no la atrapó. Después, Alexander comenzó a sentirse confuso, pensaba más de lo que debía en ella, en silencio se preocupó aunque no hizo nada para remediarlo. Descubrir que empezaba a enamorarse de su esposa, lo enojaba, se convertía en un combustible que lo volvía contra ella, por ende la odiaba No quería caer, no se repetiría la historia. Sin decir una palabra más, Lauren se dio la vuelta y se encerró en su habitación, dejando a Alexander solo en el pasillo. Una vez a solas, se derrumbó sobre la cama, sollozando. Al menos dormían en habitaciones separadas, no soportaría compartir la misma cama con un implacable hombre como él. *** Dos meses después... La luz del baño era tenue, apenas iluminando la pequeña caja blanca que Lauren sostenía entre sus manos temblorosas. Había pasado los últimos días sintiéndose extraña, una mezcla de náuseas y un cansancio que no podía explicar. Sus pensamientos giraban en torno a las posibilidades, cada vez más aterradoras. Finalmente, había decidido hacerse la prueba. Con un suspiro profundo, se armó de valor y siguió las instrucciones escritas en la caja. A medida que los minutos transcurrían, el silencio se hacía más pesado. Miraba fijamente el pequeño dispositivo, como si pudiera controlar el resultado con la fuerza de su voluntad. Cuando finalmente el reloj marcó el tiempo, su corazón latía con fuerza. Se acercó al test, y sus ojos se abrieron de par en par al ver las dos líneas rosadas que confirmaban lo que más temía. —No, no, no... —murmuró, sintiéndose desvanecer. Se apoyó en el lavabo, la realidad comenzando a hundirse en su pecho como una pesada losa. Estaba embarazada. La palabra resonaba en su mente como un eco aterrador. A su alrededor, el mundo parecía desmoronarse. Lauren se sentó en el suelo frío del baño, el frío azotando su piel mientras su mente se llenaba de pensamientos caóticos. ¿Qué haría ahora? No podía contarle a Alexander. ¡Él no quería tener hijos! Cerró los ojos imaginando un futuro incierto. El miedo crecía en su interior, alimentándose de las dudas. No podía permitir que lo que ocurría la consumiera; necesitaba tiempo para pensar. Se levantó del suelo, aún temblando, y miró su reflejo en el espejo. Ella salió del baño, su corazón aún latiendo desbocado. No entendía como pudo fallar el dispositivo que le pusieron. Bufó. La noticia la llenó de pánico. Recordó las precauciones que siempre habían tomado y se preguntó cómo era posible que hubiera ocurrido. Sin embargo, la idea de traer un hijo a aquel entorno tóxico le aterraba. ¿Cómo podría criar a un niño en medio de aquel matrimonio sin amor, rodeada de los muros opresivos de aquella mansión? No, no podía permitirlo. Tenía que escapar, tenía que encontrar la manera de recuperar su libertad. Lauren miró a su alrededor, evaluando sus opciones. Sabía que Alexander nunca le permitiría irse, que haría todo lo posible por mantenerla bajo su control. Una tarde, cuando la sirvienta entró a su habitación, Lauren la miró con una expresión decidida. —Necesito que me ayudes —le dijo en voz baja—. Voy a escapar de aquí, y quiero que me ayudes a hacerlo. Estoy embarazada, lo sabes, no puede saberlo Alexander... seguro me pedirá qué aborte y yo no quiero quitarle la vida a un inocente. La sirvienta la miró sorprendida, pero también con un destello de comprensión en sus ojos. —Señora, ¿está segura de lo que está haciendo? —inquirió, con cautela—. El señor Alexander nunca se lo perdonará. La buscará hasta debajo de las piedras si es posible. Lauren asintió con firmeza. —Lo sé —emitió —. Pero ya no puedo seguir viviendo así. Tengo que recuperar mi libertad, debo irme de aquí lo antes posible. La sirvienta la miró con simpatía y, después de un breve momento de duda, asintió. —Haré lo que pueda para ayudarla —emitió en un susurro cómplice —. Pero esto es muy peligroso. —Lo sé... gracias.Un día después...Esa misma noche, cuando Alexander regresó a la mansión después de una reunión de negocios, se encontró con una ausencia sospechosa. Al preguntar a la sirvienta, esta le informó que Lauren se había retirado a descansar temprano, sintiéndose indispuesta.—¿Al menos ha cenado? Matilda negó con la cabeza y se sintió apenada, ella también había intentado que la joven comiera algo, pero todo intento fue en vano y finalmente se había resignado, no quería tampoco obligarla. —No, lo siento señor. —Maldita sea. ¿Tienes idea de lo enfadado que estoy? Te pedí que la vigilaras muy bien y si no quería comer, pues obligala. —Sí, tiene razón. Sinceramente comió solo un poco en el almuerzo. Aún así, sé qué debí ser más insistente y convencerla. —Olvídalo —resopló —. Vuelve a tu labor. Ella asintió y al poco tiempo se marchó.Alexander resopló con desdén, no tenía que darle la mayor importancia a esa mujer, si en realidad quería morirse dejando de comer, pues era su problema. Su
Mientras tanto, Alexander se puso furioso. Cuando se dio cuenta de que Lauren no estaba cerca, la buscó por toda la clínica, también afuera recorriendo las calles con su automóvil, maldiciendo entre dientes. Nadie se atrevía a desafiarlo de esa manera. Iba a encontrarla y traerla de vuelta, cueste lo que cueste.No lo consiguió. Cuando llegó a casa, Matilda estaba limpiando, como solía. La sirvienta se dio cuenta que el hombre estaba como una fiera y ella trataba de disimular el nerviosismo, no quería que él notara que ella ayudó en la huida. Aunque en realidad nunca lo sabría. —Señor, ¿qué puedo hacer por usted? —¿Lauren te comentó algo sobre escaparse? —¿Qué? ¿Huyó? Él chasqueó la lengua. —Imposible, todo lo hizo en secreto, mierda. Ella tragó duro. —Tal vez podría llamar... —dejó la oración a medias recordando que Lauren ni siquiera tenía un teléfono —. Lo siento, señor Alexander. Sé que esto es un gran problema. —Ella me las pagará —sentenció envalentonado. Ella se apart
Lauren no pudo evitar que su mente divagara hacia su hermano Jack, un pensamiento que la perseguía como una sombra oscura. La preocupación por él crecía en su pecho, un nudo que se apretaba cada vez más. No quería que nada malo le sucediera, pero su propia vida estaba en juego. La libertad que tanto anhelaba dependía de su capacidad para escapar de aquel hombre detestable que había hecho de su vida un infierno. Huir era su única salvación, y eso era lo que hizo. Pero cada día que pasaba la acompañaba el miedo de lo que podría ocurrirle a Jack. Esa angustia la ahogaba, como si una mano invisible presionara su garganta.Ahora en aquel enfrentamiento telefónico, había dejado salir sus sentimientos reprimidos. Las palabras habían brotado de su boca como un torrente, llenas de dolor y rabia.—¿Por qué quieres que me quede a tu lado si me odias sin motivos? —le había preguntado, su voz temblando, pero firme—. ¿Por qué debería seguir sufriendo al lado de una persona tan malvada? Nunca te ama
Dos meses después... Lauren caminaba con pasos pesados por las calles bulliciosas de la ciudad, su vientre abultado bajo la chaqueta gastada que llevaba. Cada paso era una lucha, un recordatorio constante de la carga que cargaba sobre sus hombros. Ser una futura madre soltera, sin trabajo y sin hogar, era una realidad que la aterrorizaba cada vez más.Esos días se sentía más débil, a duras penas se alimentaba, su piel estaba pálida. Había recorrido las calles durante horas, buscando desesperadamente una oportunidad, un trabajo que le permitiera ganar un poco para alimentarse y comprar lo que necesitaba. Pero en cada lugar, las miradas de desaprobación y los rechazos la hacían sentir aún más insignificante.Finalmente, llegó a un pequeño café en una esquina. Tomando aire profundamente, empujó la puerta y se acercó al mostrador, donde una mujer de mediana edad la observaba con curiosidad.—Disculpe, ¿están buscando personal?— preguntó Lauren, con un hilo de voz.La mujer la miró de ar
Mientras Camila le mostraba el resto de la casa, Lauren notó la presencia de un hombre mayor, de aspecto serio pero amable, que parecía observarlas con curiosidad.—Ah, permíteme presentarte a Samuel, mi mayordomo. Ha trabajado conmigo durante años y es de gran ayuda en la casa. — habló la mujer.Samuel se acercó y asintió cortésmente.—Bienvenida, señorita Lauren. Espero que se sienta cómoda aquí. Lauren le devolvió el saludo, sintiendo que poco a poco los nervios se iban. Más tarde, mientras cenaban juntos, Camila le contó a Lauren sobre su propia historia. Cómo, tras la trágica pérdida de su hija, había caído en una profunda soledad que parecía no tener fin.—Desde entonces, he intentado llenar ese vacío, pero nada ha funcionado. Hasta que te vi allí, bajo la lluvia, y supe que tenía que ayudarte —pronunció con lágrimas en los ojos.Lauren escuchó con atención, sintiendo en carne propia el sufrimiento de Camila, ella también había perdido a sus padres, sabía lo que era perder par
—No, en realidad no sabe de mi embarazo, tampoco quería convertirse en padre... Esto es un poco complicado. —Descuida, no te voy a presionar, si no te sientes preparada solo guarda silencio, lo entenderé. —Él y yo nos casamos hace poco, pero todo fue sin amor, algo arreglado, al final huí y exigí el divorcio, ha sido un milagro que desistió de buscarme y, me dio el divorcio. Nunca se enteró de mi embarazo y no tengo intenciones de ponerlo al tanto, de todos modos será imprudente de mi parte, a él no le interesaría un bebé, él sería capaz de pedirme que aborte y yo no soy un monstruo... —se detuvo sin poder evitarlo y ya comenzaba a sollozar. —No lo imaginé, lo siento mucho. Eres una chica bastante fuerte, y es cierto, no necesitas a ese hombre. Es un infeliz —añadió bajito. —Lo es, ahora estoy en esta situación, tú has sido mi salvación. Sin embargo, sé que debo apañarmelas por mi cuenta, esta es mi responsabilidad. Ella tomó su mano. —No debes presionarte, quizás es extraño que
6 años después Lauren ajustó su vestido negro de corte elegante mientras se acercaba a la entrada de la sede de Beauty. Su corazón latía con emoción y nerviosismo ante la idea de la fiesta que Camila había organizado en su honor.Era increíble que ya habían pasado seis años desde que se separó de Alexander, él estaba enterrado en el pasado y le suplicaba al cielo no encontrarselo jamás. Lauren sonrió, este evento marcaba un hito importante en su carrera. No fue fácil al principio, pero cada desvelo valió la pena porque los sacrificios que hizo la llevaron a donde ahora se encontraba. Respirando profundamente, empujó las puertas de cristal y se adentró en el espacioso vestíbulo, donde los invitados ya se arremolinaban. El ambiente era sofisticado y elegante, con detalles en dorado y mármol que reflejaban el éxito de la compañía. Lauren se sintió abrumada por la presencia de tantas figuras influyentes del mundo de la moda y la cosmética, pero una cálida voz la sacó de su ensimismamie
—Me sorprende verte aquí. —Alexander hizo un gesto abarcando el salón—. Parece que has tenido mucho éxito desde... —Hizo una pausa, como si buscara las palabras adecuadas— ...desde que nos separamos.Lauren asintió, sintiendo cómo el pasado volvía a abrumarla.—Sí, bueno, las cosas han cambiado mucho. —desvió la mirada, incapaz de sostener la intensidad de los ojos grises de Alexander.Ella en el fondo se estaba preguntando la razón por la que ese hombre estaba allí, aunque jamás le reveló a Camila el nombre de Alexander, eso podría explicar su presencia allí, de otro modo habría sido descartado de la lista. También pensó en la probabilidad de que Alexander tuviera planes de hacer negocios con Beauty; tal vez Camila lo conocía. Tantas cavilaciones la dejaron paralizada. Un silencio incómodo se instaló entre ellos, lleno de nada bueno, el antaño jamás traería algo positivo. Lauren se preguntaba cómo podría mantener la compostura ante la presencia de su exesposo, cuando su corazón la