Alexander se encontraba sentado en el despacho de su tío, el aire era tenso y la luz del sol se filtraba a través de las persianas. Miraba a su tío, un hombre robusto y de mirada firme, que había sido una figura "paterna" desde la muerte de su padre.
Aunque siempre sospechó que tenía otras intenciones más allá de lo que demostraba. —Alexander —comenzó Damián con voz grave—, hay algo que debes entender si realmente deseas asumir la presidencia de Whitmore. El joven frunció el ceño, sintiendo que el peso de la herencia estaba a punto de caerle encima. —¿Qué es? —preguntó, intentando mantener la calma. —Tu padre dejó una cláusula en su testamento —dijo el tío, cruzando los brazos—. Solo podrás heredar la compañía si te casas. Las palabras resonaron en la mente de Alexander como un eco ensordecedor. Su corazón se aceleró, y un torrente de emociones lo invadió. —¿Casarme? —repitió, incrédulo—. ¿Por qué? Maldición, ¿por qué tengo que casarme? —Era su deseo —respondió su tío, sin inmutarse—. Creía que un líder debe tener una familia que lo apoye. Es parte de su visión para la compañía. Así, hazlo. El hombre apuñó las manos, enojado por lo que el idiota de su tío estaba diciendo. Era absurdo que estuviera pidiéndole aquello. Más allá de eso... ¿por que demonios su padre dejó por escrito aquello en el testamento? Era una locura. —No pienso casarme, es una decisión que solo me compete a mí. Damián se rió fríamente. —¡Te casarás y no me interesa si quieres o no! La compañía es lo más importante —lo igualó —. Intento comprender por qué siempre quieres llevar la contraria, pero esta vez no puedes hacer nada para cambiar la decisión, ya está todo resuelto. Alexander volvió a lanzar improperios caminando de un lado al otro. —¡¿Es la mejor opción un matrimonio arreglado?! No quiero hacerlo, deberías ayudarme. Si realmente te intereso, haz lo posible por cambiar esa m*****a cláusula. —Lo que me estás pidiendo es un imposible —se frotó la sien —. ¿Piensas acatar o no? Alex, si no te casas debes olvidar por completo que serás el nuevo sucesor de la presidencia de Whitmore. El susodicho entrecerró los ojos hacia su tío, ¿acaso era lo que pensaba? —¿Por qué haces esto? ¿qué sucede, Damián? ¿no quieres ser el presidente de Whitmore? —¿De qué hablas? Nunca he tenido la intención de tomar un lugar que no me corresponde. Alexander sabía en el fondo que Damián parecía querer usurpar el puesto que su padre por mucho tiempo ocupó, ese que ahora solo podría tomar al contraer matrimonio. —Necesito alejarme, no quiero que vuelvas a hablarme de eso —reclamó saliendo. ¡¿Por qué su padre lo dejó en aquel aprieto?! Odiaba la demanda, esa que lo puso en la posición difícil. El afectado se sentó al filo de la cama y se tomó la cabeza entre las manos. Al poco tiempo tocaron a la puerta. Pero no abrió. —Alexander, sé que no quieres hacer esto, pero... No tienes otra opción si quieres seguir con el poder. Tu padre me contó una vez que él y el padre de Lauren fueron conocidos en el pasado, algo ocurrió que tu padre quedó en deuda con el papá de Lauren, así que prometió que si ese hombre tenía una hija, la convertiría en tu esposa —explicó el hombre —. Eso me explicó Darren, tu padre... Alexander ante la historia, bufó. ... —¿No hay algo mejor en esta situación? —soltó su madrastra Margaret mirando con desdén a la joven Lauren. No le resultaba que la hija de su difunto marido se casara con un adinerado hombre, detestaba no ser ella quien tuviera una oportunidad de oro como esa. Por otro lado, era consciente que mediante ese matrimonio, las deudas y problemas financieros, desaparecerían de su vida. El hermano de Margaret, Marcos, asintió. —El suertudo de tu exmarido fue amigo del padre de ese joven rico, y su voluntad por escrita es que su hijo se case con Lauren. Además, hay una cláusula que dice que Alexander debe contraer matrimonio para poder acceder a la presidencia de la compañía. La mujer chasqueó la lengua. —Lauren no es tan hermosa, ni tan inteligente. ¿No crees que esto es demasiado absurdo? Es una niñata inútil, buena para nada. —Lauren no está obligada a aceptar el matrimonio, pero si lo hace, nosotros podremos vivir tranquilos por el resto de nuestras vidas. Así que, deja de ser tan celosa y acepta esto. La tercera, oculta para no ser descubierta, temblaba ante la conversación. Ella no quería un matrimonio repentino, obligado y armado. Clavando las uñas en el umbral de la puerta, se mantuvo inmóvil, aturdida con la información. Marcos giró la cabeza en su dirección y la capturó en el acto. —Ah, ven aquí, ahora mismo —le ordenó haciendo un ademán, apresurada acató acercándose, sus pasos se volvieron torpes y tropezó a centímetros de ambos, provocando el estruendo de un adorno que se hizo añicos. —¡Inservible, mira nada más lo que has hecho! —tironeó bruscamente de sus cabellos y la apartó con fuerza, Lauren se lastimó el brazo, sollozó apenas, forzada a guardarse el dolor del ardor provocado. —Margaret, eso no es lo importante, mírala, está asustada, ¿no es suficiente con eso? Y tú —la apuntó —. ¿Quieres vivir como una reina? Entonces acepta el matrimonio, sé que has escuchado cada una de mis palabras. Si eres realmente inteligente, cásate con Alexander Whitmore. Abrió los ojos de par en par y negó con frenesí. —No q-quiero casarme. Marcos resopló y se acercó tomándola con fuerza por el antebrazo. —Dinero, lujos, una vida llena de privilegios inimaginables y todo lo que no has podido tener en tu m*****a vida. ¿Por qué una pobre ingrata como tú te niegas a una oportunidad así? Se rehusaba a casarse. No quería. —Quiero irme de casa, solo pido eso —suplicó negada al arreglo matrimonial. Sabía que ambos nunca se habían interesado por ella y solo habían dejado daños físicos y emocionales en su vida, entonces... ¿por qué la apresuraban a ese matrimonio? Era obvio que estaban recibiendo dinero por ello. Margaret revoleó los ojos. —¿Para qué? Supongo que te irás y vivirás debajo de un puente. Porque te recuerdo que no tienes nada en absoluto. No quería sacar el tema a colación, pero si tienes un poco de respeto por la memoria de tu padre, cásate y haz valer el hecho de que te mantuvo viva, hasta el día de su muerte. Lauren apretó las manos y suspiró. —¿Mi padre le debe un favor al padre de ese hombre? —No es tu problema —escupió el hombre —. ¿Te casarás o no? —¿Cuánto durará? —No hay un límite, es hasta que la muerte los separe —se burló, ella tembló. Margaret soltó una carcajada. En ese momento el llanto del pequeño Jake irrumpió. Era el hijo de Margaret y su padre, Lucas. Un niño de apenas seis años de edad, que lamentablemente era víctima de su madre bastarda. —No puedo dejar a Jack —susurró. —¡Jack es mi hijo no tuyo! Si tanto te interesa cásate, así podré darle una vida digna. La aludida reflexionó en ello, sin embargo, no quería aventarse a una etapa que no anhelaba. Lauren con lágrimas en los ojos direccionó la mirada a su medio hermano, lo amaba y quería que él estuviera bien. —Lo haré, me casaré solo si prometen cuidar de Jack, que no lo van a lastimar. Él es solo un niño —pidió con dolor. —Me parece justo, no es algo difícil de hacer —intervino Marcos —. Jack, ven aquí. El niño caminó secándose las lágrimas. Margaret rodó los ojos. —Eres demasiado ilusa —se mofó.El día de la boda llegó. Huir no pudo. El momento que deseaba vivir cualquier mujer al lado del amor de su vida, su caso distaba de ser un "deseo", ocurría. Retuvo las lágrimas. Sus temblorosas manos sostenían el ramo de flores cuidadosamente elegidas, su vestido blanco de encaje caía en suaves pliegues que acariciaban el suelo, reflejando la luz de la ceremonia con un brillo casi etéreo. Se vio a sí misma en los ojos de todos los presentes, un panorama lleno de sonrisas falsas. Alexander emanaba en sus grisáceos ojos solo desprecio hacia su futura esposa. Pero una parte de él la contempló , admirando el delicado bordado que adornaba su escote y las mangas de tul que le daban un aire de inocencia, pero eso no apartaba de su corazón, el aborrecimiento que surgía hacia ella. Lo que hacía que el palpitante corazón de la joven intentara encontrar la calma en medio de la tempestad de aquellos orbes. De no ser por el pensamiento que le que recordaba que su medio hermano estaría bien
Lauren se detuvo en el umbral de la habitación, su corazón latiendo con fuerza. Allí estaba, en la víspera de su noche de bodas, una mujer casada pero aún virgen, sin saber qué esperar. Miró a su alrededor, observando los detalles elegantes de la habitación, pero todo parecía extraño y amenazador.Alexander entró detrás de ella, cerrando la puerta con un clic que resonó en el silencio. Lauren se estremeció involuntariamente, sintiendo la tensión eléctrica que crecía entre ellos. Durante la ceremonia, habían mantenido las apariencias, sonriendo y saludando a los invitados, pero ahora, a solas, ya no podían esconder la incomodidad que los rodeaba.—¿Estás lista, Lauren? —preguntó Alexander, en un tono que intentaba sonar suave, pero que delataba su impaciencia. Parecía que solo se estaba burlando de ella, claramente no estaba preparada para acostarse con él. Lauren tragó saliva, sus ojos evitando el contacto visual. —Yo... no estoy segura —admitió en voz baja, sintiéndose repentiname
La sala de juntas de la compañía Whitmore se encontraba en silencio tenso. Los empleados intercambiaban miradas inquietas, murmurando entre ellos sobre el inesperado anuncio que Damián Whitmore, el hermano de difunto ejecutivo, estaba a punto de hacer.Damián, se aclaró la garganta y se puso de pie al frente de la sala. Todos los ojos se posaron en él con expectación. —Queridos colegas —comenzó, con voz grave—, los he convocado aquí para comunicarles una importante decisión que se ha tomado. Después de todo es algo esperado, tras la muerte de mi hermano Darren Whitmore, es momento de anunciar la voluntad de mi hermano. Los empleados intercambiaron miradas perplejas y suaves jadeos se escucharon en la sala. ¿Acaso Damián estaba loco? Alexander era tan exigente y gruñón... ¿Acaso sería el nuevo director de la compañía Whitmore? —Es por eso que, tras una cuidadosa deliberación, he nombrado a mi sobrino Alexander Whitmore como sucesor de Darren Whitmore, es su voluntad y la estoy cumpl
Días despuésAlexander decidió salir a despejar su mente. Se dirigió a un bar cercano, una vez allí, se sentó en la barra y pidió un trago. Sus ojos recorrieron el local hasta que se toparon con la figura de una mujer sentada sola en una mesa.Alexander se acercó a ella y entabló una conversación. La mujer, claramente interesada, coqueteaba descaradamente con él. Aunque Alexander no amaba a Lauren, sentía en el fondo que estaba mal. Él no pudo evitar dejarse llevar por el momento. Conversaron durante un rato, pero antes de que la situación se descontrolara, Alexander se excusó y se marchó del bar.Al llegar a la mansión, Alexander se encontró con Lauren, quien entrecerró los ojos al verlo. Ella había notado su ausencia y, aunque temía enfrentarlo, no pudo contener la curiosidad. —¿Dónde has estado? —quiso saber, su voz temblando ligeramente.Alexander la miró con desdén, sin inmutarse por la acusación implícita en su pregunta.—Eso no es de tu incumbencia —escupió con frialdad—. Yo
Un día después...Esa misma noche, cuando Alexander regresó a la mansión después de una reunión de negocios, se encontró con una ausencia sospechosa. Al preguntar a la sirvienta, esta le informó que Lauren se había retirado a descansar temprano, sintiéndose indispuesta.—¿Al menos ha cenado? Matilda negó con la cabeza y se sintió apenada, ella también había intentado que la joven comiera algo, pero todo intento fue en vano y finalmente se había resignado, no quería tampoco obligarla. —No, lo siento señor. —Maldita sea. ¿Tienes idea de lo enfadado que estoy? Te pedí que la vigilaras muy bien y si no quería comer, pues obligala. —Sí, tiene razón. Sinceramente comió solo un poco en el almuerzo. Aún así, sé qué debí ser más insistente y convencerla. —Olvídalo —resopló —. Vuelve a tu labor. Ella asintió y al poco tiempo se marchó.Alexander resopló con desdén, no tenía que darle la mayor importancia a esa mujer, si en realidad quería morirse dejando de comer, pues era su problema. Su
Mientras tanto, Alexander se puso furioso. Cuando se dio cuenta de que Lauren no estaba cerca, la buscó por toda la clínica, también afuera recorriendo las calles con su automóvil, maldiciendo entre dientes. Nadie se atrevía a desafiarlo de esa manera. Iba a encontrarla y traerla de vuelta, cueste lo que cueste.No lo consiguió. Cuando llegó a casa, Matilda estaba limpiando, como solía. La sirvienta se dio cuenta que el hombre estaba como una fiera y ella trataba de disimular el nerviosismo, no quería que él notara que ella ayudó en la huida. Aunque en realidad nunca lo sabría. —Señor, ¿qué puedo hacer por usted? —¿Lauren te comentó algo sobre escaparse? —¿Qué? ¿Huyó? Él chasqueó la lengua. —Imposible, todo lo hizo en secreto, mierda. Ella tragó duro. —Tal vez podría llamar... —dejó la oración a medias recordando que Lauren ni siquiera tenía un teléfono —. Lo siento, señor Alexander. Sé que esto es un gran problema. —Ella me las pagará —sentenció envalentonado. Ella se apart
Lauren no pudo evitar que su mente divagara hacia su hermano Jack, un pensamiento que la perseguía como una sombra oscura. La preocupación por él crecía en su pecho, un nudo que se apretaba cada vez más. No quería que nada malo le sucediera, pero su propia vida estaba en juego. La libertad que tanto anhelaba dependía de su capacidad para escapar de aquel hombre detestable que había hecho de su vida un infierno. Huir era su única salvación, y eso era lo que hizo. Pero cada día que pasaba la acompañaba el miedo de lo que podría ocurrirle a Jack. Esa angustia la ahogaba, como si una mano invisible presionara su garganta.Ahora en aquel enfrentamiento telefónico, había dejado salir sus sentimientos reprimidos. Las palabras habían brotado de su boca como un torrente, llenas de dolor y rabia.—¿Por qué quieres que me quede a tu lado si me odias sin motivos? —le había preguntado, su voz temblando, pero firme—. ¿Por qué debería seguir sufriendo al lado de una persona tan malvada? Nunca te ama
Dos meses después... Lauren caminaba con pasos pesados por las calles bulliciosas de la ciudad, su vientre abultado bajo la chaqueta gastada que llevaba. Cada paso era una lucha, un recordatorio constante de la carga que cargaba sobre sus hombros. Ser una futura madre soltera, sin trabajo y sin hogar, era una realidad que la aterrorizaba cada vez más.Esos días se sentía más débil, a duras penas se alimentaba, su piel estaba pálida. Había recorrido las calles durante horas, buscando desesperadamente una oportunidad, un trabajo que le permitiera ganar un poco para alimentarse y comprar lo que necesitaba. Pero en cada lugar, las miradas de desaprobación y los rechazos la hacían sentir aún más insignificante.Finalmente, llegó a un pequeño café en una esquina. Tomando aire profundamente, empujó la puerta y se acercó al mostrador, donde una mujer de mediana edad la observaba con curiosidad.—Disculpe, ¿están buscando personal?— preguntó Lauren, con un hilo de voz.La mujer la miró de ar