*—Danny:Se quedaron mirándose, perdiéndose en los ojos del otro. Ambos tenían que trabajar, seguir con sus vidas, pero el aire estaba cargado de tensión. Danny no quería romper el momento. No esta vez.Danny inclinó la cabeza y buscó por enésima vez en aquella tarde sus labios, saboreándolos con una mezcla de ansia y ternura. Lo rodeó con más fuerza en sus brazos y lo besó con pasión desbordante. Los besos anteriores habían sido pausados, exploratorios, pero esta vez lo devoró con un hambre acumulada por días, como si Uriel fuera el único manjar capaz de saciarlo.Lo empujó con suavidad hasta que su espalda chocó contra el escritorio. Uriel jadeó y se aferró a su cuello, profundizando el beso, sus caderas moviéndose con una fricción lenta pero intencional. Danny exhaló un gemido ronco contra sus labios, el calor de su cuerpo encendiéndolo más de lo que debería en un lugar como ese. Su oficina no era el sitio ideal para dejarse llevar, pero la tentación era demasiado fuerte.La
*—Uriel:Estaba emocionado por la cita de esta noche.Uriel había salido con muchas personas, claro. Nunca había ocultado que disfrutaba del sexo libre, sin ataduras ni promesas. Era un alma hedonista, sensual por naturaleza. Pero citas formales… de esas que te hacen revisar el clóset dos veces, perfumarte con cuidado y hasta cuestionarte si afeitarte completo o no… hacía años que no tenía una. Danny era el único con quien había compartido algo serio, íntimo de verdad. Así que sí, estaba emocionado. Nervioso, incluso.Sin embargo, no podía presentarse a esa cita sin prepararse como correspondía. Había pasado tiempo desde que intimaron a fondo, desde aquella vez en el club Oscuro, y aunque no había vuelto a usar ese espacio para encuentros sexuales, esta noche planeaba hacer una excepción. Quería que todo fuera perfecto. Que Danny lo recordara. Que se perdiera en él, como antes.Con esa idea clara, se dirigió a su tienda favorita: un paraíso del erotismo, donde la lujuria y el
*—Uriel:Como era la hora del almuerzo, Uriel fue a un restaurante cerca de la firma, comió algo ligero y, cuando llegó el momento de regresar, volvió caminando hacia la oficina con paso tranquilo.Entró silbando, de buen humor, saludando a algunos compañeros que se cruzaban en su camino mientras marchaba hacia su oficina, pero al llegar a su destino, notó algo extraño: Erik, que estaba en su escritorio justo fuera de la oficina, se levantó de golpe como un resorte. Su expresión era tensa, casi nerviosa.—¿Pasa algo? —preguntó Uriel, frunciendo el ceño.—Baja la voz —murmuró Erik, mientras lo apartaba de la puerta con urgencia—. Escucha, tienes un visitante.Uriel arqueó las cejas, sorprendido.—¿Un visitante? ¿Otra vez el señor Hahn? Ese hombre no se cansa…—comenzó a decir, quejándose, pero Erik le quitó las bolsas que traía en las manos—. ¡Oye! ¿Qué haces? —preguntó, confundido, al ver cómo Erik escondía las bolsas detrás de su escritorio.—Todos saben que eres homosexual, Ur
*—Danny:Daniel Graves nunca imaginó que su vida tomaría este rumbo.Sus ojos se posaron en el edificio de dos pisos frente a él, un imponente inmueble negro con luces blancas que delineaban su contorno y detalles plateados que le daban un aire sofisticado. Estaba situado en una calle abarrotada del centro de la ciudad, pero incluso en medio del bullicio, aquel lugar parecía estar rodeado de una burbuja de exclusividad. Ni siquiera un murmullo de música se escapaba de sus paredes insonorizadas, un claro indicativo de cuán privado era. El Oscuro: un club nocturno reservado estrictamente para una comunidad en particular. Homosexuales.¿Por qué había decidido venir aquí precisamente hoy? La pregunta retumbaba en su mente mientras intentaba recordar la respuesta. Ah, sí. Porque su vida era un caos, porque estaba perdido y porque las dudas sobre quién era realmente lo consumían.Después de semanas de debates internos, había tomado la decisión de presentarse. Sin embargo, parado fren
*—Danny:Al llegar a la barra, se sentó en uno de los taburetes de cuero oscuro. Frente a cada asiento había un pequeño menú de bebidas, y Danny lo tomó casi de inmediato, más para distraerse que por verdadero interés. Al hojearlo, notó la ausencia de precios, algo que no le sorprendió. Un club como El Oscuro, con membresías exclusivas, probablemente manejaba tarifas que no necesitaban ser explicadas.Sin querer abusar de la generosidad de Damien, optó por lo clásico.—Un whisky a las rocas estará bien… —susurró, casi para sí mismo.Justo en ese momento, alguien se colocó frente a él.Danny levantó la mirada y se encontró con un hombre alto, de piel mestiza y ojos brillantes color café. Su cabello negro estaba cortado al ras, en un estilo militar que acentuaba sus facciones marcadas. Vestía una camisa negra, ajustada a la perfección a su cuerpo atlético. Danny notó que su uniforme era distinto al de los demás camareros, quienes llevaban camisas blancas y chalecos oscuros. Este
*—Uriel:Una sonrisa surcó sus labios mientras escuchaba atentamente a sus mejores amigos hablar de sus relaciones, algo que nunca pensó ver en la vida.Uriel Evans pasó la vista de uno al otro, completamente sorprendido. Desde que eran jóvenes, había visto desfilar un interminable número de amantes por las vidas de Luc Bates y Damien Bates, sus mejores amigos y primos inseparables. Ambos habían sido los más firmes defensores de la soltería como estilo de vida. “¿Por qué atarse cuando puedes disfrutar de la vida sin compromisos?”, solían decir. Y, sin embargo, aquí estaban ahora, hablando de sus parejas con una calidez que Uriel jamás les había escuchado usar.Luc, siempre encantador y hombreriego empedernido, hablaba de Clayton tan dulcemente como la mejor cosa que le había pasado en la vida. Luc había conocido a Clayton de la forma más inesperada: un encuentro fortuito en la calle que, tras superar malentendidos y desafíos, se había transformado en un compromiso sólido. —No
*—Uriel:Decidió tomar una siesta antes del almuerzo. Cameron, uno de sus amigos más cercanos, había quedado en verse con él como casi todos los sábados. Un poco de descanso no le vendría mal.Pero cuando abrió los ojos, algo no estaba bien.Sintió una presión ligera sobre su hombro, como si alguien estuviera moviéndolo suavemente para despertarlo. La habitación estaba oscura, y sus sentidos estaban aún adormecidos.—¿Uriel? —llamó una voz masculina, grave y conocida.Uriel parpadeó adormilado y buscó la figura dueña de la voz. A su lado, de pie, había un hombre alto, de piel mestiza y ojos café, que brillaban con intensidad. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Uriel al reconocer a uno de sus mejores amigos: Cameron Santos.Lentamente, Uriel se sentó en la cama y extendió los brazos hacia el aire, estirándose, completamente cuajado. Miró el reloj en su mesita de noche y, al ver la hora, se le escapó un suspiro. Eran las una y media de la tarde. Oh, mierda. Se le había olvidad
*—Uriel:Estaba en su lugar favorito.Uriel entró al Oscuro como si fuera el dueño del lugar. El club privado para homosexuales era prácticamente su segunda casa, y como miembro VIP, tenía acceso a cada rincón. Las luces blancas danzaban al ritmo de la música electrónica que vibraba por todo el local. La pista de baile estaba repleta de cuerpos sudorosos, mientras otros bebían en la barra o se acomodaban en los sofás repartidos por todo el espacio. Oh, sí… Este era su territorio.Con la cabeza en alto, Uriel avanzó por el club y, en un conjunto de sofás, divisó a un grupo de chicos conocidos. Eran cuatro, y él había estado con cada uno de ellos en distintas ocasiones. Claro, no todos a la vez. Las orgías no eran su estilo, pero sí disfrutaba de los encuentros individuales.Sin dudarlo, se dejó caer en medio del grupo, coqueteando sin reservas, midiendo cuál de ellos podría acompañarlo esa noche. No era alguien que solía repetir, pero sí la oportunidad se presentaba, no tenía pr