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Capítulo 3 No Dejare de Insistir

Tres copas ya se encontraban en el cesto de los desechos. Los nervios que sentía Lía después que toparse con aquel hombre la dejaron tensa. ¿Porque se sentía así? Jamás había experimentado una sensación como esa con ningún vampiro. ¡Era extraño!

Continuaba sirviendo tragos pero no se quitaba de la cabeza a ese sujeto. 

—Vamos chica, mueve ese bonito trasero. Le apremió la morena a su lado.

—Si. Si. ¡Voy!

El bar cerraba unas horas antes del alba. Lia recogía sus cosas para regresar a casa, luego de alimentarse salió del bar. Y en cuanto lo hizo ese hombre que habia visto en el bar se encontraba recostado de un súper coche negro, su expresión era mucho más intimidante con ese arete en la oreja y el piercing debajo de su labio en forma de púa.

La observaba solo a ella, a pesar de la cantidad de chicas que salían detrás suyo. Su corazón comenzó a palpitar como un loco en cuando el se dispuso a caminar en su dirección. ¡Mierda! Venía hacia ella…

—¡Hola! Alessio le sonríe seductoramente a Lía.

—¿Nos conocemos? Pregunta ella sin saber que otra cosa más decir.

—No. Éste la mira divertido introduciendo las manos en sus bolsillos. —Pero me gustaría. ¿Quieres ir a por algo de beber?

—¿Estás de coña? Esta por amanecer, lo siento pero no deseo morir tan joven.

—¿Qué tal mañana? Insiste.

—¡Trabajo! 

Con los nervios de punta está pasa a un lado de él encaminándose hasta su casa. Ese tío la ponía nerviosa.

—¿No aceptaras mi invitación, Lia? Responde a su espaldas. ¡Joder! Sabía su maldito nombre se dijo para sí misma.

—No. 

Ella seguía caminando dejando atrás aquel sujeto, que ni sabía cómo se llamaba.  Entonces  él pareció a su lado rápidamente, algo que no le sorprendió. Ella también podía hacer lo mismo. 

—No dejare de insistir.

—Y yo no dejare de decirte que no.

Luego de eso Lía desapareció de su lado dejando solo una brisa fría a su paso. Biachi sonríe por como actuó esa joven, ni tiempo tuvo de decirle su nombre. Pero estaba seguro que la volvería a ver. 

[...] 

Lia cerró la puerta del pequeño apartamento donde vivía no era de lujo, pero era mejor que nada. Estaba muerta del sueño. A esas horas Noah dormía en su habitación, lo veria ese mismo día por la tarde. Así que de inmediato se metió en el baño para darse una ducha y meterse en la oscuridad de lo que era su recámara. 

La joven se tumbo en la cama boca abajo. Cerró los ojos un momento y de la nada esa mirada plateada atropello todos sus deseos de dormir. Los volvió abrir enseguida recordando aquella mirada... aquella sonrisa… aquel olor… el olía diferente ¿Quien era? 

Abofeteó esos pensamientos absurdos de su cabeza ¿Porque pensaría en un completo extraño? Decidió que lo mejor sería dormir, y olvidarse del encuentro con ese tío.

[...]

El italiano condujo el Ferrari dentro de su mansión. Ya no faltaba nada para que el sol se asomara. Al entrar en la casa el mayordomo lo recibió en la entrada atraviado con su habitual traje de pingüino.

—Buenas noches señor Biachi. Hace una pequeña reverencia. —Ha venido solo esta noche, ¿desea que le envié a una joven a su recámara?

—¡No! Me iré a dormir ya, Mike.

—Muy bien señor, su habitación está lista.

—¡Perfecto!

—El joven Dante llegó hace un hora.

—Bien… que nadie me moleste.

—Si señor. Vuelve a inclinarse.

Biachi pasa de largo directamente hasta las escaleras de caracol que lo llevarían hasta su habitación. A pesar de que no tuvo suerte con el inepto de Matteo por la compra del bar, al menos algo bueno salió de aquella visita. 

Lía…

Esa mujer causó una extraña sensación dentro de él… le gustó, y  le gustó mucho. Y no se estaría tranquilo hasta tenerla. Era distinta, muy diferente a las mujeres con las que solía acostarse. Tanto así, que esa noche no deseo tener a ninguna en su cama… solo la quería a ella.

Miro la soledad de su cama, las sábanas grises de seda estaban intactas… si tan solo compartiera esa cama con una mujer que lo esperara siempre las cosas serían muy distintas. Ahora que lo pensaba mejor, los 2000 mil años sin compañía le comenzaban a pasar factura. Ya era hora de cambiar esa situación. 

Una vez acostado en la cama enfoco sus ojos en aquella cortina roja de terciopelo que colgaba del techo hasta arrastrarse por el piso. Esta impedía que el imponente sol se colase por la ventana, la alarma del reloj le indico que el sol había salido ya. Poco a poco sus ojos fueron cerrándose cayendo en un abismo oscuro.

[...]

Noah entraba en el apartamento al que decía llamarle hogar hace muchos años atrás… dejo las llaves a un lado, el sol brillaba en lo alto del cielo colándose por la ventana de la cocina. Y supo que Lía estaría durmiendo para ese entonces.

Condujo sus pasos hasta su recámara, depojandose de las prendas de ropa manchadas de sangre que tenía puesta. Esa noche había sido otro día perdido para Noah, porque aún no daba con el paradero de él. Solo se topó con unos idiotas vampiros de bajo nivel en busca de alimento.

Desde luego que no les dio la oportunidad de lastimar a nadie esa noche, porque para su mala suerte sus cabezas habían rodado primero y sus corazones atravezados. La luz del día haría el resto del trabajo, por la mañana sus cuerpos se encinerarian sin dejar rastro alguno. 

Noah metió su cuerpo gastado y cansado bajo la ducha de agua fría. Cada vez el trabajo era más difícil, su misión se volvía más complicada de realizar. Y por como no consiguiera tener éxito terminaría muriendo de viejo… o bueno en una de sus tantas salidas nocturnas podría llegar a perder la vida.

El hombre inclinó la cabeza hacia atrás, dejando que el chorro de agua cayera por todo su cuerpo adolorido. Era el último… el último cazador de vampiros que quedaba con vida. Y su principal misión era terminar con el nacido, El Rey de Reyes. Pero este había desaparecido hace unas cuantas décadas, poniéndole difícil el seguimiento.

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