CAPÍTULO 2: ¡ES ELLA!

Damon

No estuve seguro la primera vez que la vi. Aunque yo no diría que nos vimos, más bien, ella fue directo hacia mí en una colisión inesperada, como dos galaxias que se fusionan para convertirse en una nueva.

Sin embargo, algo en mí despertó; ese gen que llevamos en mi familia durante generaciones, y que por un tiempo creí que nunca surgiría.

Tuve que hacer un enorme esfuerzo por contenerme, pues, su aroma, su presencia, incluso su voz; todo en ella despertó en mí el instinto dormido del lobo que llevo dentro.

Y es que ella no lo sabe, pero yo soy un hombre lobo.

De hecho, soy el hijo del Alfa actual de la manada luna creciente, y aunque eso pudiera sonar grande, en realidad no soy más que una decepción para mi padre, pues se supone que mi licantropía debió activarse hace varios años atrás.

Pero nada de eso tiene importancia ahora porque estoy seguro de que lo que ha gatillado el cambio en mí es ella: Zara.

Sus ojos avellana y esa mirada angelical llamaron mi atención desde el principio, pero cuando percibí su aroma, fue como si una enorme fuerza de gravedad me obligase a gravitar a su alrededor.

Cuando salí del elevador, tuve que correr para meterme en el baño privado de mi oficina. Ante el espejo vi el cambio en mis ojos, de un negro oscuro a un amarillo intenso y brillante. Los colmillos de mi boca crecieron hasta deformar mi rostro y las garras de mis dedos se clavaron en la losa del baño. Me costó mucho volver a la normalidad, pero tuve que hacerlo para no perder el control. Tenía que volver a verla.

Ahora la tengo frente a mí con la boca abierta, sorprendida por descubrir que soy yo el encargado de entrevistarla. No puedo evitar que una sonrisa perversa se forme en mis labios.

A pesar de que han pasado algunas horas, se sigue viendo como una pequeña cachorrita mojada, una que deseo reclamar como mía en este mismo instante. Todo mi cuerpo se tensa a medida que ella se acerca, y es que Zara me pertenece, aunque no lo sepa.

—¿Tú? Pero… pero… ¿cómo es que estás aquí? —pregunta desconcertada.

Sonrío de nuevo, y debo hacer un gran uso de mi autocontrol para no saltarle encima de inmediato y hacer lo que mi lado animal me reclama: convertirla en mi mate de una vez.

Aun no me he detenido a pensar en el caos que causaré dentro de la manada cuando sepan que mi mate es una humana, pero para ser sincero, eso no me importa. Sería tan sencillo como una simple mordida y ella se convertiría en una loba preciosa.

—Yo soy quien te entrevistará —respondo.

—Ah… —dice con timidez. Sus mejillas se han teñido de rosado debido al flujo de sangre que se acumula en ellos.

Desde aquí puedo oler su nerviosismo y vergüenza, pero también detecto en ella el deseo que le produce estar cerca de mí. Y es que, aunque sea una humana, cuando un alma está destinada a un lobo, es imposible que no pueda sentir el lazo de luna que clama por unificarse.

Sé que Zara no tiene idea de lo que soy, pero eso no evita que su cuerpo y su mente respondan ante mi presencia.

—Toma asiento, cachorrita.

—No lo entiendo, creí que eras… un simple empleado o algo así.

—Venía desde casa, no podía llegar con traje de oficina, o se habría arruinado, como tú comprenderás —murmuro con un tono algo sarcástico.

Ella hace un ligero puchero, como si quisiera reclamarme, pero supongo que evita hacerlo ahora que sabe quién soy.

Su expresión es totalmente divertida, puedo escuchar su corazón latir acelerado, incluso veo como la arteria de su cuello brinca debajo de esa piel pálida y olivácea de porcelana blanca.

Zara es un dulce demasiado tentador y yo no sé si sea capaz de contenerme a probarlo.

La parte lobo de mí desea tomar ese pequeño cuerpo y unirse a ella en este mismo instante. Sin embargo, mi lado racional y humano me lo impide. Ella no tiene idea de lo que sucederá, y por supuesto, no puedo forzarla.

—¡Dios! Soy una tonta, creo que mejor debería irme —empieza a decir. Se pone de pie dispuesta a renunciar.

La imito y sujeto su delicado brazo entre mis dedos, impidiendo que se aleje de mí.

—No, no tienes que irte. Te prometo que lo que ocurrió en el ascensor no va a influir en lo absoluto. Después de todo, he sido yo quien lo ha hecho.

Sus ojos avellana bailan de un lado a otro, mirándome con estupefacción.

La corriente de anhelo y protección que siento hacia ella cuando la toco me enloquece. No quiero que se vaya.

—¿De verdad?

—Lo prometo, será como si no hubiese pasado —aseguro levantando una mano en señal de promesa.

Zara duda, pero vuelve a sentarse en la silla frente a mí.

Comenzamos la entrevista de manera habitual, sin embargo, me cuesta trabajo apartar mi mirada de sus ojos.

Poco a poco parece que su respiración se relaja y sus latidos se regularizan. Quiero saber todo de ella, y puedo aprovechar mi estatus de entrevistador para eso.

—Bien, Zara Callahan, ¿cuántos años tienes?

—Diecinueve —responde en voz baja.

Tan joven. Me parecía que así era, pero no creí que fuese tanto.

—Entonces, supongo que no tienes experiencia en trabajos de secretaria.

—No, bueno, a menos que cuente haber administrado los fondos del salón en la secundaria —me dice con una risita. Rápidamente vuelve a sonrojarse, quizá pensando que yo creo que es una niña.

En realidad, no nos llevamos tantos años. Apenas he cumplido los veinticinco.

—Quizá no para el currículo, pero sí para la experiencia.

—Seré sincera, la verdad es que necesito el empleo porque mi familia y yo estamos pasando por una crisis. Sé que no soy la más calificada y después de lo que pasó, seguramente debes estar pensado cualquier cosa.

—En lo absoluto, Zara. —La detengo, antes de que siga hablando.

Mi interés por ella no tiene nada que ver con eso.

—Creo que mejor…

—Basta —ordeno.

Mi tono de voz cambia repentinamente y eso la hace enmudecer. Me doy cuenta de que se tensa, como si de pronto me tuviese miedo.

—Lo-lo siento —tartamudea.

—Mira, para que veas que no voy a influir en nada, le daré tu currículo a otro evaluador, ¿te parece?

Zara asiente con lentitud. Parece un poco hipnotizada por mis palabras. Le hago un par de preguntas más y luego doy por finalizada la entrevista.

Aunque le he dicho que no influirá, ni en un millón de años dejaría que se fuese. Ese trabajo es suyo desde que pasó por esa puerta.

Me levanto para abrirle la puerta como todo un caballero. En el momento en que ella pasa por mi lado, aspiro su aroma, que se ha intensificado por la ropa mojada. Huele como a menta y eso causa que mi boca comience a salivar.

—Gracias —dice una última vez antes de alejarse.

Le doy algo de ventaja, espero hasta que tome el ascensor mientras me quedo mirándola desde el pasillo. Después de verla entrar, bajo a toda velocidad las escaleras, y la espero en la planta baja. Zara sale del ascensor y se queda fuera del edificio, esperando algún transporte, imagino.

La noche cae rápidamente en Urbanwood City. Las luces de las calles se encienden de forma automática mientras el cielo, que aún sigue nublado, vuelve a retumbar avisando que todavía no ha terminado de llover.

Mi curiosidad por saber qué es lo que hará a continuación me motiva a quedarme allí desde las sombras, esperando para ver hacia dónde va, o si es que alguien la viene a buscar. En su ficha decía que es soltera, pero eso solo significa que no está casada.

Si hay alguien en su vida, me temo que ese infeliz ha sellado su destino sin siquiera saberlo.

Siento que mis ojos comienzan a cambiar, y las garras luchan por abrirse paso entre mis dedos solo de imaginar algo así. Jamás creí que la llama de los celos fuese capaz de hacerme perder el control. Tengo que obligarme a clavarme las garras en las palmas de las manos para recuperarlo.

En la empresa, todos los altos directivos son hombres lobo, de hecho, son parte de la manada, a excepción de algunos empleados de bajo rango que solo son simples humanos. Ninguno es consciente de nuestra condición, así que debo disimular ante ellos, o mi padre me matará.

Pasan al menos veinte minutos en los que Zara sigue de pie afuera esperando un transporte. La verdad es que a estas horas y con este clima, dudo mucho que lo consiga.

Avanzo con decisión hacia donde se encuentra. Ni bien me acerco veo que su cuerpo se tensa y da un respingo, como si fuese capaz de sentir mi presencia incluso sin verme.

—¿Necesitas que te lleve? —pregunto a sus espaldas.

La lluvia ha arrancado su segunda ronda, así que hace un ruido bastante alto, impidiendo que los lobos de adentro puedan escucharme.

—¿Ah? ¿Tú? Digo, no, no —sacude la cabeza con timidez—, esperaré algún autobús.

—¿Cuál es el que tomas?

—El de la línea cinco.

No disimulo la sorpresa, eso solo significa que vive realmente lejos. La línea cinco es la única que llega hasta las zonas más distantes de la ciudad, las que están rodeadas por el denso bosque de Urbanwood. No por nada recibe ese nombre, pues es una de las únicas ciudades que colindan con un gran bosque en sus alrededores.

Es casi como una muralla natural que nos protege de los extraños. Y también, el hogar perfecto de criaturas sobrenaturales como yo.

—Con este clima no creo que llegue, debe estar lejos todavía. Puedo llevarte a donde necesites, si quieres —ofrezco, deseando en el fondo que me diga que sí.

—No podría, es… es demasiado.

—Por favor, tengo que insistir. Te llevaré —le digo con firmeza, sin darle oportunidad a que pueda negarse.

Ella vuelve a sonrojarse, pero no dice nada.

Le tomo de la mano y la llevo conmigo hasta el estacionamiento, donde le abro la puerta y la hago subir a mi volvo negro. Zara se acomoda en el asiento del copiloto, así que me doy la vuelta y me acomodo en el mío.

—Debes ponerte el cinturón. —Antes de que ella pueda hacerlo por sí misma, paso la mano rozando su pecho y se lo abrocho yo.

Me mira con los ojos tan abiertos y de nuevo su corazón late a toda prisa.

—¿Por qué haces todo esto por mí? No nos conocemos —pregunta con curiosidad.

—Porque quiero hacerlo —respondo sin darle demasiadas vueltas.

—O quizá eres un asesino que intenta ganarse mi confianza para luego acabar conmigo a medio camino —dice en tono de broma y se ríe, pero yo no lo hago.

Asesino es una palabra que no me gusta usar, pero la verdad es que mi condición de hombre lobo me convierte en eso automáticamente. La única razón por la que estoy teniendo tanto autocontrol ahora mismo, es por ella, sin embargo, empiezo a sentir que lo estoy perdiendo.

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