CAPÍTULO 4: MORDER EL FRUTO

Damon

Abro los ojos a la mañana siguiente sintiendo como mi lobo interior pierde de nuevo el control. Aprieto los puños de mis manos para obligarme a recuperarlo, y por un segundo temo lo peor… que me haya descontrolado y le haya hecho daño.

Lo primero que veo es que estoy en la cama, con el torso desnudo y las sábanas a mi alrededor están revueltas. No veo a Zara en un principio, pero su aroma dulce a menta sigue presente en el ambiente. De hecho, está impregnada en cada centímetro de mi cuerpo, en mis dedos, en mi boca, y, sobre todo, entre mis piernas.

Saco la sábana de un tirón y la veo acostada boca abajo. Su espalda desnuda sube y baja lentamente. Está plácidamente dormida, con su cabello revuelto y los brazos estirados hacia arriba.

Entonces me atrevo a deslizar un poco más la sábana y descubro que no solo está desnuda del torso, sino todo su cuerpo. Su delicada piel parece una m*****a obra de arte. Verla así me trae a la memoria los recuerdos de la noche anterior.

A decir verdad, me fue imposible mantener a raya el deseo primitivo de mi lobo interior. Tenía que poseerla y cuando ella me pidió que me quedase a su lado, mi mente se nubló para dejar todo el control a la bestia que deseaba marcarla como suya.

Lentamente me azotan las sensaciones de lo que pasó. Ambos sucumbimos a la pasión desenfrenada que nos pedía el lazo que debíamos realizar. El recuerdo de sus gemidos en mi oído trae de vuelta las ganas de tenerla entre mis brazos otra vez.

La hice mía, la he marcado como mi compañera, y ahora no tengo idea de cómo voy a decirle la verdad de lo que soy sin espantarla por completo.

Zara se remueve en la cama, empezando a despertar. La tentación de volverla a tocar es fuerte, pero al final no lo hago; prefiero esperar a su reacción.

Se levanta pesadamente sobre el colchón y gira. Su expresión es un poco perdida, hasta que se da cuenta de que se encuentra desnuda, y que yo la estoy mirando de forma fija.

Sus mejillas de inmediato se tiñen de rosado y busca algo con qué cubrirse.

—¡¿Qué pasó?! —exclama confundida.

—Tranquila cachorrita, simplemente pasó lo que suele suceder cuando un hombre y una mujer se atraen —explico de forma escueta. No puedo comenzar a soltarle información sobre lazos de luna, mates, y mucho menos decirle que ahora me pertenece en todos los sentidos.

—¿¡Ah!? N-no… no puede ser —niega con la cabeza, nerviosa.

La sonrisa se me borra del rostro porque ella, lejos de parecer complacida y feliz, lleva una expresión de pánico, como si yo la hubiese obligado.

—Está bien Zara, yo…

—No, esto no está bien —me interrumpe, y de improvisto, sus ojos se llenan de lágrimas—, no sé qué me pasó yo… yo no soy así… yo…

Empieza a sollozar, las gotas se derraman de sus ojos y empapan sus mejillas mojando la sábana debajo de ella.

Entiendo que esté desconcertada, después de todo, se entregó a mí como se lo pedía su cuerpo, pero su mente no tiene idea de lo que pasó.

Cubre su rostro con las manos y niega repetidamente. Me siento en la obligación de tranquilizarla, así que, contra todo lo lógico, la rodeo con mis brazos y la apego a mi cuerpo.

De inmediato ella detiene los sollozos y se queda paralizada.

—Lo lamento —murmuro—, creí que era algo que querías.

Zara se separa de mi pecho y levanta la mirada.

—No es que no lo quisiera… o sea… no quería… bueno sí quería… es… —Sus palabras se traban, sin poder encontrar las adecuadas.

—Te llevaré a tu casa —digo cambiando el tema.

—¡Soy virgen! —grita de pronto con los ojos cerrados. Abre uno primero y luego el otro, y me mira esperando alguna respuesta de mi parte—. O bueno, lo era.

—¿Es eso lo que te preocupa?

—No quiero que pienses que soy una chica fácil, o que busco que con esto me des el trabajo —admite avergonzada.

Me relajo un poco al saber que no fue motivo de que se sintiera forzada, o al menos eso es lo que ella me da a entender. Pues, de haber sido obligada, mi enlace con ella no funcionaría.

—No pienso eso en lo absoluto. Te dije que alguien más revisaría tu currículo. Me interesas Zara, desde el primer momento en que te vi. Te juro que quise contenerme, pero es que tú… tú me haces perder el control.

Su mirada perdida y desconcertada hace que me silencie a mí mismo. Debo encontrar la manera adecuada de revelarle la verdad sin que ella salga huyendo aterrada de mí.

—Tú también me gustas —admite—, me gustas mucho, y nunca me había pasado esto con nadie. Yo nunca me habría entregado así sin siquiera conocerte, pero contigo siento que… —suspira, abriendo sus sentimientos conmigo llena de una confianza que no tenía hace un segundo—… es como si te conociera de toda la vida.

Sonrío, quizá no se aterre al saber la verdad, pero es evidente que no se lo puedo decir ahora mismo. Tengo que preparar algo muy especial.

Me acerco y tomo su pequeño rostro entre mis manos, plantando un beso apremiante y salvaje en sus labios. Cada vez que la tengo tan cerca mis instintos me dominan, pero me obligo a separarme porque ya he perdido demasiado tiempo.

—Tengo que irme a casa, mi madre me matará —susurra en mis labios.

Me cuesta tener que separarme de ella, pero sé que debo dejarla ir, al menos por ahora.

—Bien, te llevaré. Estoy seguro de que ya han recargado el combustible en la estación.

En eso, su celular empieza a timbrar sin parar. Le llega un mensaje tras otro y al cabo de un par de minutos, empiezan a llamarla.

Zara toma el celular y atiende mientras se muerde el labio.

Volteo hacia otro lado porque con ese aspecto y ese gesto, lo único que quiero es poseerla otra vez.

Comienzo por vestirme apresuradamente. Ella cree que no la escucho, pero mi super oído me permite oír toda la conversación.

—Mamá, perdona, me quedé atrapada por la lluvia a medio camino.

“¡Vas a ver cuando llegues! Muchachita irresponsable, quién sabe qué habrás estado haciendo. Tú hermano tuvo que pasar la noche solo, te juro Zara Callahan que voy a matarte cuando aparezcas”, le dice su madre al otro lado de la línea.

—Estaba buscando empleo, por favor, perdóname. Llegaré en media hora.

“¡¿Empleo de qué?! ¿De prostituta?, una señorita de tu edad no pasa la noche fuera a menos que sea para cosas indecentes”.

—No, mamá te juro que no —susurra en tono de súplica, pero imagino que por dentro debe sentirse culpable, pues ahora mismo está en una cama de motel, desnuda y con un hombre que acababa de conocer del día anterior.

“¡Apúrate!”, sentencia la señora y luego cuelga.

Parece que es de esas mujeres de armas tomar.

Zara voltea y me mira con los ojos llorosos otra vez.

—No puedo llegar contigo, si ella te ve pensará lo peor.

Gruño para mis adentros, sé que es su madre, pero la forma en la que la trató no me gustó para nada. Al menos ahora sé que tiene un hermano menor.

—Está bien, ahora que ha salido el sol seguramente debe haber taxis disponibles.

—Gracias —responde con un suspiro.

Ella se vuelve a vestir y evita mirarme en todo el recorrido que hacemos hasta afuera. Lleva la cabeza gacha y los ojos clavados en el suelo. Cuando llegamos a la estación, recargo la gasolina en mi auto y ella le hace señas a un taxi amarillo que pasa por ahí para que la lleve a casa.

—Grandioso —le dice al hombre, que acepta llevarla por un módico precio. Zara se voltea y me mira sin saber qué decir.

Tomo su cintura entre mis brazos y la apego a mi cuerpo, por mí, les gritaría a todos en este instante que esta mujer me pertenece, pero me contengo. Aun así, no pienso perder mucho tiempo para verla.

—Quiero verte esta noche, podemos vernos en Grove Central, te llevaré a cenar —susurro a su oído.

Ella se estremece y su cuerpo se vuelve a tensionar.

—¿De verdad?

—Por supuesto, cachorrita.

—No me digas así —pide en un susurro.

—¿Cómo? —pregunto desafiante. No sabía que le molestaba, pero seguiré diciéndole así hasta que sea capaz de pedírmelo con propiedad.

—Tengo que irme.

—¿Te veré en la plaza? —pregunto una última vez.

Ella asiente con una sonrisa tímida. Esconde un mechón de su cabello detrás de la oreja y se libera de mi agarre para subir al auto amarillo.

Me quedo allí viéndola alejarse de mí, pero sintiéndome con el corazón completo. He sido tan afortunado por encontrar a mi mate, aunque sea una humana, no me importa. Siendo solo el Beta del Alfa, no creo que eso le importe a mi padre.

Tomo el auto y vuelvo a toda prisa a la mansión de la manada.

Allí vivimos los lobos principales, el Alfa y los Betas de mayor rango. Ya quiero ver la cara de mi padre cuando descubra que se ha activado mi gen de hombre lobo.

Todavía debo esperar a mi primera luna llena para completar la transformación, pero para eso solo faltan dos noches.

Una vez que atravieso el bosque hasta el otro lado de la ciudad, estaciono mi auto frente a la casa. Desde antes de bajarme incluso, percibo el aroma de una manada diferente. Mi cuerpo se tensiona ante la presencia de posibles intrusos.

Los colmillos de mi boca descienden y mis garras salen sin control alguno, pensando que quizá puedan estar en peligro.

Abro la puerta de un azote y de inmediato todas las miradas se posan sobre mí.

Adentro se encuentra mi padre, dos Betas más, y delante de él el Alfa Asher Black, su hijo, el Beta Griffin y la hermana de este, Freya.

El único problema, es que la manada a la que ellos pertenecen, la luna negra, es rival de la nuestra.

—¡Damon! ¡Al fin llegas! Y… —Mi padre se queda mudo al verme a medio transformar—… Lo conseguiste —murmura.

—¿Este es el muchacho? —pregunta el Alfa Asher con desdén.

Su hijo, el Beta, me mira con el ceño fruncido, al tiempo que arruga la nariz. Se acerca a mí con las manos empuñadas, agarrándome con la guardia baja.

—No hay forma de que este asqueroso Beta se una con mi hermana, ¡apesta a humano, se ha revolcado con una!

Aurora Love

¡Bienvenidas a una nueva historia! Ahora sí mis amores, comenzamos con la publicación diaria de esta novelita. No olviden dejarme sus comentarios, eso me ayuda a hacer crecer la historia :D espero que la disfruten ¡gracias! xoxo

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