Capítulo 307
—¡Maldita sea, no quiero beber tu sangre!—protestó Alice con terquedad, girando la cabeza para evitar el dedo de Faustino. Le parecía una humillación intolerable.

—¿Crees que quiero darte mi sangre? Es un tesoro, si no fuera absolutamente necesario, ni una gota te daría—espetó Faustino, y sin importarle su resistencia, le sujetó la cabeza y le metió el dedo en la boca a la fuerza.

—¡Mmph!—Alice se retorcía de vergüenza e indignación, resistiéndose con todas sus fuerzas.

Pero cuando probó la sangre de Faustino, el dulce sabor la paralizó. Instantáneamente sintió una oleada de bienestar recorrer su cuerpo, desvaneciendo todo su cansancio. El sabor superaba cualquiera de los cientos de costosas bebidas que había probado en su vida.

Comenzó a succionar instintivamente, con tanta fuerza que parecía querer drenar toda la sangre del cuerpo de Faustino. Su expresión de rechazo se transformó en una de puro placer mientras su lengua presionaba y envolvía el dedo, intentando extraer hasta la últi
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