Siglo XVIII…
En una fea casucha, en aquella pobre aldea de nómadas, una mujer de cabellos rubios cristalinos, casi grises, postrada en una cama, se encontraba, mientras su esposo, el gran Asir, el druida, sentado en su sillón de madera la observaba. Las matronas ayudaban a su mujer a que diese a luz a su primogénito, el que heredaría todo aquello que el mismo había perdido.
La llegada de un nuevo líder, ese que llevaría la justicia a los de su especie, que vengaría las constantes muertes que los humanos habían propiciado contra los brujos.
La gloria, eso era lo que esperaba a su hijo, eso mismo fue lo que pidió a los dioses a cambio de un sacrificio humano, de sangre. Había mandado crucificar a su propio hermano, para salvaguardar el destino de la tribu.
Aquel niño era su única salvación, ese que tendría el mismísimo poder de sus ancestros corriendo por sus venas.
La mujer dejó caer la cabeza hacia atrás, exhausta, con el llanto de su pequeño irrumpiendo en la estancia, mientras Asir se ponía en pie, apartando a las mujeres, sosteniendo a su ensangrentado hijo entre las manos, observando en él la marca que indicaba que aún había esperanza para la brujería: un rayo del mismísimo Thor, en su costilla izquierda.
Agatha se puso en pie, apartando a las mujeres que intentaban que se detuviese, y se acercó a su esposo, con una sonrisa en el rostro, acariciando la marca de su pequeño, mientras el hombre besaba su mejilla, obligándole a mirarle. Ambos sonrieron, pues acababan de darse cuenta de que tenían en sus brazos al elegido, él marcaría la diferencia, haría justicia entre los de su propia especie.
Actualidad…
La tierra volvió a temblar, pero esta vez, se prolongó por unos segundos, resquebrajando el suelo que pisaban, haciendo que Selena se tambalease y estuviese a punto de caer al vacío, si no hubiese sido por Frank, que la sujetó por el asa de la mochila, lo habría hecho.
Frenó la caída, sujetándose a las afiladas piedras de las paredes, quedándose sujeta a una, aterrorizada de caer hacia la oscuridad, haciéndose magulladuras en las manos, dejando que su sangre cayese al vacío, sobre la puerta de metal, haciendo que esta comenzase a perforarse, como si en vez de sangre se tratase de ácido caliente, despertando el plácido sueño de un peligroso prisionero.
Una pequeña brisa se coló por la cerradura de aquella cárcel de piedra, llegando hasta la joven que se hallaba allí, sujeta a las rocas, sacudiendo sus cabellos, lo que hizo que mirase hacia abajo, en el momento justo, en el que la puerta de hierro se abría, y un extraño ser salía, sediento de sangre, sonriendo con malicia hacia aquel suculento manjar.
Fergus se arrastró por las piedras, trepando a la pared, haciendo movimientos extraños, los cuales no habrían podido ser hechos por ningún ser humano normal, tan sólo por una criatura como él, tan sólo dejándose llevar por el olor de la sangre de su primera víctima en más de trescientos años. Ni siquiera le importaba sucumbir a la oscuridad, no tenía sentido seguir custodiando al prisionero que le habían obligado a vigilar, ni siquiera importaba que ese ser maligno saliese al fin al exterior, tan sólo necesitaba sangre humana…
Erwin abrió los ojos, enervándose de pronto, saliendo de aquel sueño eterno en el que la maldición de los siete brujos blancos le había mantenido durante siglos, levantando la vista hacia su carcelero, descubriéndose solo en aquella cárcel antigua.
Los gritos de Selena resonaron en aquella oscuridad, mientras Frank agarraba la cuerda que Bill había traído, con la intención de lanzarle un extremo a la señorita Rhys, al mismo tiempo que el brujo cerraba los ojos, metiéndose en la mente de su enemigo, observando a aquella suculenta muchacha, justo había llegado hasta ella, cuando su cuerpo se precipitó al vacío, de forma espeluznante, mientras su cabeza era lanzada hacia arriba, cayendo junto a Bill, haciendo que este pegase un enorme grito y saliese corriendo, asustado.
Selena intentaba buscar explicación para lo que acababa de suceder, mientras Erwin abría los ojos, con una sonrisa maliciosa en el rostro, estaba hambriento, tan sólo necesitaba alimentarse, como no lo había hecho en siglos.
Dio un salto, bajando del altar de piedra, pisando tierra firme, para luego caminar hacia el exterior de su cárcel, observando la piedra con los símbolos que lo mantenían cautivo en el interior, partida en dos, ensanchando incluso más su sonrisa.
La joven cayó al vacío, pues justo no había podido mantenerse por más tiempo sujeta a las afiladas rocas, y al hacerlo gritó, como si su vida dependiese de ello, haciendo que el gran Thorburn mirase hacia arriba, oliendo la sangre de aquella a la que Fergus había estado a punto de devorar.
Entró en su mente, la mataría antes de que hubiese llegado al suelo, una víctima más, una Rhys más. Lo supo en el momento en el que la olió, era descendiente de los cazadores de brujas que dieron muerte a su familia. La despedazaría, miembro a miembro, hasta que fuese totalmente irreconocible.
Sonrió, con malicia, observando los últimos recuerdos que pasaban por la mente de aquella joven, deteniéndose entonces, al mismo tiempo que lo hacía ella, a escasos metros de llegar al fondo, sobre el aire, como si una manta invisible estuviese deteniendo el golpe.
“Maeve, su nana, leía su mano, mientras ella negaba con la cabeza, aterrada de que lo que la mujer dijese fuese cierto…
La joven quitó la mano y se puso en pie, tan pronto como su madre apareció, y miró a ambas con cara de pocos amigos.
Selena despertó sobresaltada, en la oscuridad de su habitación, tocándose el rostro al recordar el agujero en el refugio para gatos abandonados, por el que caía, se había magullado las manos, así que se las miró, pero comprobó que estaban en perfecto estado. Recordó que caía, caía y … se detuvo en el aire.Había sido un sueño, justo eso, no había ido al refugio aún.¿Qué día era?Se levantó de la cama y corrió hacia el escritorio, en busca de su cuaderno, pero no dio con él, ni siquiera podía encontrar la mochila. Pero … ¿qué demonios estaba sucediendo?Buscó su teléfono móvil, pero ni siquiera podía hallarlo, justo iba a maldecir cuando la puerta de la habitación se abrió, y apareció su madre.¿
En el siglo XVIIIEl pequeño Erwin, sobre los hombros de su padre, jugaba feliz, mientras este le contaba anécdotas sobre los dioses, sobre su propia estirpe de brujos que adoraban las tradiciones paganas, donde los sacrificios de animales y humanos, eran el pan de cada día.Por eso tu eres nuestra única salvación, hijo mío – aseguraba, con calma, mientras este le escuchaba con atención – tu vengarás la muerte de nuestro pueblo, tu acabarás con los cazadores de brujas y con esos curanderos que practican la magia blanca, esa que tiene su origen en los cinco puntos de las estrellas. Los no brujos aprenderán a temerte, y sólo con tu nombre logarás que te veneren como a uno de nuestros dioses.En la actualidad.Erwin, el gran brujo Oscuro se había adaptado bien a los nuevos tiempos, se había mimet
El amor. Ese sentimiento que unieron a sus padres, ese que él nunca llegó a sentir, pues su misión siempre fue lo primero para él, el amor no estaba en su camino, nunca lo estuvo, las mujeres sólo servían para desfogar el fuego que solía visitarle en las noches, pero nada más.Pensaba en ello, mientras guardaba los chuchillos en la cajonera, justo habían terminado un servicio en el restaurante, y parecía que sólo Harry y él eran los que quedaban en él.No soy gay – contestó la pregunta que el otro le hacía, mentalmente, sorprendiéndole.Ya – dijo, secamente, para luego, despedirse con la mano – hoy tengo faena en casa, cierra tú, y ni una palabra a la jefa, o nos matará a ambos – insistió, haciéndole sonreír.Harry se ma
Erwin conducía en su impoluto descapotable, ese que se había agenciado sin pagar ni una sola libra. Era todo un as en el engaño mental. Miró hacia su acompañante, observándola allí, sonriente, mientras la brisa nocturna sorprendía a ambos.Ella no había dicho nada después del beso. Sólo había sido un beso para sellar un pacto, un contrato que los vinculaba a ambos, nada más, ¿no? Entonces por qué sentía aquella sensación al mirarla.Erwin, el oscuro está nervioso – bromeó, ladeando la cabeza para mirarle, haciéndole reír, a carcajadas. Era la primera vez en siglos, desde la muerte de sus padres, que alguien le hacía reír de verdad – cuéntame otra vez cómo vas a hacer para que los demás no pregunten por mí – él sonrió, justo antes de
En aquella pobre aldea nómada, una mujer de cabellos blancos como la nieve y ojos cristalinos como el mar, lloraba la pérdida de un ser amado, mientras el resto de su pueblo la rodeaba, repitiendo un triste cántico que pondría el alma de tan afamado ser a buen recaudo, junto a los dioses.Las lágrimas de la mujer parecían no tener fin, ni siquiera podía retomar fuerzas para dar un grito de esperanza a sus seguidores.Un niño de 10 años de edad atravesó la multitud, soltándose de la mano que lo retenía, corrió y corrió, hasta llegar junto a la mujer del druida, agarró con fuerza su mano, haciendo que esta mirase hacia atrás, percatándose de que su hijo estaba allí para darle fuerzas.El cuerpo sin vida de su amado era quemado en aquel momento por las fieras llamas, frente a ella, en la pila de t
Un hombre de piel pálida, ojos claros y cabello negro se hallaba sentado en su trono, sonriente, con una maquiavélica sonrisa, inigualable allí donde vivía. Su larga túnica de color esmeralda resplandecía, y sus ojos inyectados en sangre aclamaban venganza.Su sonora y espeluznante carcajada ensordeció el lugar, mientras en su mente veía aquello que ansiaba conseguir. Pero ni siquiera pudo saborearlo, pues en ese justo instante, una muchacha de cabellos rojos, como el fuego, entró en la estancia.Su rostro afligido lo dijo todo, él no necesitó preguntar qué había sucedido, aun así, la joven sentía la necesidad de decirlo.Se la han llevado – declaró. Aquel majestuoso ser se puso en pie, sin aparentemente ninguna expresión en su rostro, al mismo tiempo que la muchacha ca&iacut
En una pequeña caballa, cubierta por un cielo nocturno repleto de estrellas, una joven de cabellos rojos como el fuego, descansaba. Su sueño no era más que un recuerdo de aquellos que con esmero la buscaban.“Una mujer con una gran sonrisa miraba hacia una hermosa bebé que descansaba en su cuna negra, esa que su madrina le regaló nada más nacer.Apártate de ella – espetó un hombre, llegando a la habitación de la pequeña. Ese hombre tenía el cabello oscuro, era alto y fuerte, con ojos claros, que se iluminaron tan pronto como dirigieron la vista hacia aquel pequeño ser – la asustarás.La niña sonrió y levantó las manitas, cerrándolas y abriéndolas, con ligereza, hacia aquella que adoraba, su amada madrina, esa que era como una hermana para ella, pues la cuidaba y la consent
En la antigüedad…En los frondosos bosques, cerca de la aldea de los Tups, un pueblo nómada que no hacía daño a nadie, con sus creencias y su magia ancestral, un pequeño niño de ojos claros, fuerte y cabellos rubios, jugaba junto al lago, enseñando a su padre los minerales que él mismo había encontrado.Coge solo los que brillen – le dijo, con esa voz grave que le caracterizaba – haremos un bonito collar para tu madre – el niño sonrió, y volvió al agua, agachándose al ver algo que brillaba en el interior del agua.Mientras, un hombre ajeno, observaba la escena, mientras aquel que era como un hermano para él, le molestaba con sus continuas insinuaciones.Ese niño es como un cerdo – comparaba – lo vas a criar, a cebar, y luego dejaréis que Mosmadre lo mate.