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Cap. 4. La ilusión.

En el siglo XVIII

El pequeño Erwin, sobre los hombros de su padre, jugaba feliz, mientras este le contaba anécdotas sobre los dioses, sobre su propia estirpe de brujos que adoraban las tradiciones paganas, donde los sacrificios de animales y humanos, eran el pan de cada día.

  • Por eso tu eres nuestra única salvación, hijo mío – aseguraba, con calma, mientras este le escuchaba con atención – tu vengarás la muerte de nuestro pueblo, tu acabarás con los cazadores de brujas y con esos curanderos que practican la magia blanca, esa que tiene su origen en los cinco puntos de las estrellas. Los no brujos aprenderán a temerte, y sólo con tu nombre logarás que te veneren como a uno de nuestros dioses.

En la actualidad.

Erwin, el gran brujo Oscuro se había adaptado bien a los nuevos tiempos, se había mimetizado con los demás, pasando incluso desapercibido de los cazadores de brujas, esos que parecían no existir en aquel tiempo.

Tomó prestada una casa, por la que no pagaba ni una mísera libra, pues sus dotes para meterse en la mente de los demás y hacerle ver cosas que no eran ciertas, había sido perfeccionada con los años.

Trabajaba en el mejor restaurante de carne del país, cuya dueña era nada más y nada menos que una Rhys, pero … ¿qué mejor lugar para infiltrarse que aquel? Tendría información de primera mano sobre los poderosos de la ciudad, en sus jugosas mentes, y podría engañarles, averiguar más sobre aquella nueva realidad, entender qué era lo que iba a hacer en un mundo donde la venganza por la que fue creado, se había quedado obsoleta. Tan sólo necesitaba, innovar, eso era todo.

Aquella joven, aquella chica Rhys era diferente a cualquier otra chica que hubiese conocido, y era normal, en su tiempo las mujeres no tenían las ideas de ella, al menos no las cazadoras, porque su madre… creo que él podía ver similitud entre ambas.

Selena Rhys era una chica diferente, no era como esas chicas de su época que sólo intentaban cazar a un buen marido que las protegiese, ni como las actuales, que sólo quería dilapidar la fortuna del marido, ella no se casaba con ese tipo por amor, parecía obligada a hacerlo por petición de sus padres, pero tenía sus propias ideas, y por supuesto no estaba dispuesta a abandonar sus sueños, su restaurante, por aquel palurdo que tenía por prometido.

  • Por enésima vez, Selena – pedía aquel tipo, agarrándola de malos modos del brazo, haciéndole daño en el proceso – este restaurante lo venderás, yo mismo lo haré.

  • No puedes tomar esa decisión por mí – espetó ella, mientras él, se enfadaba con su respuesta – es mi restaurante, yo decido.

  • Cuando te cases conmigo todo lo tuyo será mío, y yo tomaré todas las decisiones, ¿no recuerdas que esa fue la única norma que puse para que mi padre perdonase la deuda al tuyo? – espetó, haciendo que ella se callase, de pronto – venderé el restaurante, y por supuesto, dejarás de inmediato de frecuentar las casas de acogida de animales, ¿me has entendido? – ella no dijo nada, y él la soltó, caminando después hacia la mesa, donde ambas familias brindaban por el pronto enlace.

Ella cerró los ojos, viendo en su mente un par de escenas violentas, temiéndolas al pensarse a sí misma en la misma habitación, con aquel tipo, de nuevo. Al mismo tiempo que Erwin las veía, molesto, y no entendía por qué estaba tan furioso, tan sólo quería acabar con ese tipo, justo estaba decidiendo ahogarlo con el champagne, cuando la mente de uno de los clientes de la sala le mostró algo que le hizo salir de sus pensamientos.

“Según las leyes, no puedo enamorarme de una bruja, un cazador jamás puede… pero ella es tan fogosa en la cama…” – pensaba el susodicho, haciendo que el brujo se concentrase, intentando encontrar a aquel tipo, justo lo había hecho cuando ella resopló, pasando por su lado, haciéndole salir de sus pensamientos.

Él sabía que le caía mal, en cierta forma, sólo por haber aparecido de improviso, obligándola a pasar menos tiempo en el restaurante, a centrarse en la boda, pues tenía la excusa perfecta para hacerlo, a pesar de que le apetecía cero.

  • Yo preparo las hamburguesas – dijo, agarrando una de las comandas, mientras él asentía, sin pronunciar palabra alguna, dando un leve paseo por su mente.

“Estúpido Fréderick – la escuchó – si crees que vas a vender mi restaurante, estás muy equivocado – la forma en la que cortaba el pan era tremendamente temeraria – y si piensas que esta noche voy a dejar que me tomes como a una…”

  • Voy a necesitar que me ayudes con la receta nueva – pidió, haciendo que ella saliese de sus pensamientos y mirase hacia él, sin comprender - Cork Stick.

  • ¿No te has leído la receta? – preguntó, él asintió – Entonces…

  • Vamos jefa – insistió – enséñame, ¿qué más te da? ¡Qué manía más tonta me has cogido!

  • Esta noche no puedo quedarme, Er-

  • Seguro que tu prometido lo entenderá – añadió, ella negó, con la cabeza, y él asintió – ve a decírselo, verás cómo te sorprende.

  • Frederick no es… - ella se detuvo, había algo en él, algo misterioso que la ponía nerviosa, algo excitante. El brujo sonrió, divertido.

  • Desde luego no es para ti – se atrevió a decirle, dejándola altamente sorprendida, pues jamás pensó que se atrevería a hablarle de ese modo – una Rhys no debería acabar con un Smith.

  • ¿Ah no? – quiso saber ella, divertida, mientras ponía las hamburguesas en la plancha, sonriendo, con malicia.

  • No – aseguró – los Rhys siempre han sabido elegir bien, miembros de la más alta alcurnia – Dio la vuelta a las hamburguesas, sin tan siquiera mirar hacia él – Los Rhys siempre habéis sido especiales. Sobre todo, tú, Selena Rhys.

  • Tu forma de ligar da pena – le dijo ella, riéndose divertida, mientras él se quedaba allí, observándola. Era la primera mujer, la primera cazadora de brujas que se atrevía a burlarse de él, la primera que iba a vivir para contarlo.

Sonrió, con malicia, haciendo que ella dejase de reírse, y parpadease un par de veces, para cuando volvió a abrir los ojos ambos estaban en la terraza, junto al almacén.

  • ¿Qué… qué hacemos aquí? – preguntó, sin comprender, haciendo que él sonriese, divertido – Estábamos en la cocina, preparando una comanda, hablando y ahora…

  • ¿No te acuerdas? – preguntó, fingiendo, cuando era más que obvio que él era el que estaba haciéndole creer a ella que estaban en un lugar diferente al que se encontraban. Ella negó con la cabeza, él tan sólo sintió como su pecho crecía – has dicho que querías decirme algo, y me has arrastrado hasta aquí.

  • ¿Qué? – él miró hacia sus labios, acortando las distancias entre ambos, sólo quería ponerla nerviosa, hacerle pagar de alguna forma su descaro, y ya que no iba a matarla, le pareció una idea de lo más divertida. Sacó las hamburguesas del fuego, y siguió dentro de su cabeza un poco más, alterando su realidad - ¿qué estás…? – se detuvo al sentir su aliento sobre su boca, incapaz de moverse. Justo iba a actuar cuando la puerta de la cocina se abrió, y por ella apareció el tal Fréderick, haciendo que la ilusión llegase a su fin, pues los pensamientos de aquel tipo, hicieron que Erwin perdiese la concentración.

  • ¿Estás lista ya? – preguntó, haciendo que Selena volviese a la realidad, abriendo los ojos, percatándose de que todo parecía haber sido producto de su propia imaginación.

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