«Capítulo Trigésimo Cuarto»Siento la piel arder cada vez que intento acercarme a un rayo de sol. Hago lo posible para protegerme de lo que ahora supone mi peor enemigo. En cuanto se ha escondido en el horizonte voy afuera, la primavera ha llegado y con ella un viento más cálido. —Mi señora —. Adrían aparece con una voz tranquila, me sigue esta noche y trae consigo algunos frascos con cosas de muertos tanto frescos como de tumbas viejas. —¿No se podrían enojar sus ancestros si no continúa con su venganza?—Supongo que lo harán, pero ¿Qué otra cosa puedo hacer? — Me llevo unos mechones de cabello detrás de la oreja. Volteo para verlo y siento que su aura ha cambiado. Antes era un devoto cura y ahora, solo lleva esa ropa por puro hábito.—¿Qué hay de su compromiso con Nikolai? —inquiere ya que vamos a verlo. Tiene información para mi acerca de el último grimorio.—Lo resolveré —. Sé que tanto los bosques como los castillos tienen oídos y por eso no me atrevo a decir que he arrojado es
«Capítulo Primero»Hubo una reina, que caminó por sus jardines en el helado invierno. El frío no le suponía un problema porque ella dejó de ser humana hace mucho tiempo. Sus largos cabellos negros como alas de cuevo, se deslizan entre los rosales de vida eterna. Desafiaban la naturaleza al erguirse a sus lados como un manto rojizo, se alimentaban de su sangre, al aruñar su piel blanca mientras se abría paso, con una voz profunda y seductora; una seda que llegaba a mis oidos desde sus labios rojos.—Anna...— mi nombre. Sus dedos se posaron sobre mis hombros, muy lento las largas uñas de mi madre me hicieron girar y acarició mi cabello con sumo cuidado. Su sonrisa melancólica me lo dijo todo. —Mi niña—. Sus ojos azules, idénticos a los míos tenían un lustre de tristeza mientras se rendía a mis pies. —La más hermosa—. Esas palabras significaban su total entrega a mí. —Debes vengarnos— susurró en un lamento mientras la sangre teñía la nieve en un oscuro charco que me llegaba hasta la punta
«Capítulo Segundo»Suspiré al terminar mi comida. Ya no era horrorosa, ni podrida porque el rey creía que si me alimentaba bien, su hijo también viviría bien. Fue un buen plan después de todo.Había una criada que me traía las comidas y le dije que podría hacerle un menjurjes y pociones para su cutis dañado si me traía cosas que le pedía o me dejaba salir en las noches al bosque, un rato al menos para conseguir plantas y esas cosas.Su nombre era Ibeth. Lo escuche cuando otra empleada la llamó desde las escaleras de caracol que eran casi interminables desde la punta, en donde estaba. —Vamos, niña —. Abrió la puerta y fue detrás de mí con una lámpara de aceite. La torre parecía que alguna vez fue un almacén donde guardaban artilugios viejos.Yo tenía mucho frío cuando salí y por eso, no me tardé en recoger plantas. Además casi todas las personas de este territorio eran licántropos. No quería que uno me matara y se llevara conmigo a mi prospecto de salvación. El invierno era duro, no hab
«Capítulo tercero» Metí mi cabeza en la colcha maltrecha cuando sentí que me tironeaba un dolor en la garganta, la tenía seca. Me levanté y busqué la jarra de agua. Ibeth subió con una sonrisa —¡Anna! ¡Eres la mejor! —. Me mostró su anillo de compromiso, muy bonito, modesto, pero le lucía. Me apretó en un abrazo para agradecer por las cosas que le había preparado para que ese muchacho cayera a sus pies. Habían pasado ya dos años. Ni yo entendía cómo. Tal vez, me concentré tanto en mejorar mi habilidades de bruja que ni me di cuenta de que ya tenía trece años y que ahora hasta tenía mi periodo. Eso me alegro, significaba que era una mujer. Debía preparar todo para la celebración de que mi cuerpo estaba maduro. Sería una joven bruja muy pronto. No es como si no lo fuera, sino que mi magia sería más poderosa según me lo contó mi madre en su momento. Ibeth me dejaba la puerta abierta para que saliera. No intente escapar nunca y tampoco tenía intenciones. Así era mi vida. La verdad, me
«Capítulo Cuarto»No espero mucho para ajustar la lámpara de aceite. Sacudo la capa y meto en los bolsillos internos unas bolsas de tela y un cuchillo que robé de la cocina. Con eso podré sacarles a los muertos lo que necesito. Bueno, si queda algo.Estoy en la ruta a la salida del jardín trasero. Esa noche hace mucho frío y aún hay muchos lobos por la zona que debieron venir debido al llamado de Velkan. Voy al lugar donde los enterraron y sonrió al ver la pala metida en la tierra. Al menos, la noche es larga y tengo mucha fuerza porque mi demonio está bien alimentado. Eso me ayuda a cavar profundo y sin cansarme.Dejo mi capa y mi ropa a un lado para no llenarla de tierra y sudor de esfuerzo. Estoy con mi camisón y las pantaletas que yo misma me hice. Dejo que mi sombra recubra los dedos, se me alargan las uñas y cuando tengo buena visibilidad de los cadáveres, amarró una cuerda a un árbol, la tiró al hueco junto a mis frascos, bolsas y cuchillos.Tomó los ojos de todos, servirán para
«Capítulo Quinto»—Velkan pasame el frasco que está a tus pies, por favor—. Lo extiende con sus dedos largos, tiene unos anillos muy bonitos. Se los regaló su hermano mayor, después de regresar de la guerra y otros heredados de su padre.La compañía de él ya se ha vuelto algo rutinario en algunas horas de la noche. Luego, lo mandó a dormir y yo también descanso porque Ibeth me consiguió el puesto de sirvienta y comienzo mañana. Él todavía no lo sabe y, no quiero decirlo para ver su cara de sorpresa.—Anna...— me saca de mis pensamientos al ver que tenía el cuchillo en una posición peligrosa. —Cuidado—. Me lo quita, lo desliza por sus dedos y empieza a cortar la avecita. —No entiendo por qué tienes que ser tan sangrienta.Me encojo mientras termino de poner las flores en el tótem que estoy preparando, para un ritual en el que practicaré círculos de protección. Bueno, eso le dije a él.—La magia es equilibrio, Velkan— le digo mientras tomó al animal y lo meto dentro del cráneo hueco del
«Capítulo Sexto»Ibeth viene por mi en la mañana, muy de madrugada, casi antes de las primeras luces del alba. —¡Apurate, Anna! —Salgo rápido con la ropa de sirvienta que trajo para mí hace unos días cuando me dio la noticia que serviría al príncipe. Me hice una coleta con la cinta que él me dio porque no quiero verme fea en mi primer día. Invisible, si. No soy fea y la verdad, podría usar mi belleza para ser un poquito floja porque jamás he trabajado en mi vida. Así se apiada de mí si cometo un error. Me mira de arriba abajo, está complacida. —Bueno, te ves bien—. Estoy un poco impresionada por cómo me queda el uniforme.Nos vamos y me conduce por la entrada de sirvientes. Nunca vengo en horas de la mañana, no a los sitios donde hay gente en el día. Hay demasiados empleados que van y vienen, escupen dos en un barril. Sus ojos se clavan en mi —¿De donde sacaste ese bomboncito, Ibeth? —Su cara me da escalofrío.—No la molestes, Pablo— Ella me jala para que avance — No les prestes atenci
«Capítulo Séptimo»Llevé los platos a la mesa. Yo icé la bandera del reino por todo el salón de baile junto a otras criadas. Los candelabros con velas encendidas fueron lo último y con nostalgia recordé el baile al que asistí antes de ese terrible incidente. Mis hermanos, mi madre y yo fuimos invitados esa vez.No podía irme, debía ayudar en todo y como tenía buena cara debía tomar las bandejas de comida vacía para llevarlas a la cocina y traer nuevas. Una y otra vez, fui y volví llena de comida. Entre más gente llegaba, más sirvientas venían a ayudar.Escuché la voz del rey cuando llegó seguido por sus hijos a sus espaldas. La corte entera les abrió paso por el medio del pasillo. La capa blanca del viejo soberano era de muchos metros, la de su hijo mayor también, era de un largo extraordinario y al final el príncipe Velkan, con un aire muy juvenil y tranquilo, saludaba mucho más amable que el resto de sus consanguíneos. Su capa no era tan larga, no era alguien que ostentaba. A pesar,