Eileen regresa a su casa después del susto que había recibido… aun todo su cuerpo temblaba de miedo. Dejo las cosas sobre la mesa y noto que su contestador tenía un mensaje. Presiono el botón rojo para escuchar.
Era su jefe, el señor Romel… le notificaba que la quería ver por la mañana, ella solo suspiro. Encamino sus pasos hasta la habitación, necesitaba una ducha para relajar su cuerpo. Y dormir, sobre todo dormir. Al día siguiente tendría que pasar buscando su coche para luego ir a casa de su jefe.
[…]
Lión sube hasta su piso, yéndose directo hasta el bar donde se sirve un trago. Unos segundos después el timbre de la puerta de su apartamento suena. Este camina hacia ella con la copa en su mano. En cuanto abre la puerta sonríe abiertamente.
—Sabía que vendrías a mí.
La pelirroja se queda en el marco de la puerta sin saber bien que fue lo que la motivo a seguir a su jefe, pero allí estaba plantada ante el mordiéndose el labio. Lion pilla lo rosado de sus mejillas, y ensancha aún más su sonrisa. Se acerca a la joven envolviendo su cintura con su brazo.
—¡Lo pasaremos muy bien! Le dice para luego besarla mientras arrastra su cuerpo hasta el interior del apartamento.
Por la mañana…
Eileen busco su coche en el taller, luego se dirigió hasta la casa de su jefe. Lo había pensado mucho la noche anterior, no pensaba decirle absolutamente nada del ataque de los tíos. Lo que menos deseaba era preocupar al viejo, ya suficiente tenía con su enfermedad y con que estuvieran acosándolo para vender el museo.
La joven introdujo el coche dentro de la mansión del viejo, era una casa enorme solo para un anciano. No comprendía como era que estaba solo, sin familia que lo apoyara. ¿Sería esa la razón por que ella no lo abandonaba? Le daba tantos sentimientos. Era un abuelo, y ella nunca conoció a los suyos ¿esa era la razón?
Se bajó del coche, tomo su bolso y algunas carpetas… ella tenía llave de esa casa, por lo tanto no tenía que estar esperando por alguien que le abriera. En cuanto entro la recibió una extraordinaria decoración, tan elegante y sofisticada. Nunca se cansaba de halagar esa casa. Era hermosa.
Subió los escalones, ya que sabía que el señor Romel casi nunca salía de su habitación. Llego a la primera recamara que se encontraba abierta, la chica entra fijándose que la señora del servicio se disponía a servirle el desayuno.
—¡Eileen! Mi niña, pasa. Qué bueno verte esta mañana.
—Usted me mando a llamar, lo recuerda. Esta sonríe.
—¡Ah sí! Lo había olvidado. Siempre olvido las cosas.
—No pasa nada. Esta se sienta en el enorme sofá frente a un gran ventanal. —Dígame que necesita.
—Ayer he recibido una llamada muy inquietante, esas personas siguen muy insistentes en querer comprar mi museo.
La señora termina por servir el desayuno para luego marcharse dejándolos solos. Eileen guarda silencio por un momento. Si el viejo quería vender ella no podía hacer nada más, era comprensible. Estaba viejo y cansado, quizás se quería deshacer de ese dolor de cabeza.
—¿Y usted que les respondió?
—¡Que no! El museo no está en venta, eso ya lo sabes. Dice tomando un pedazo de fresa. —Pero me temo que estas personas seguirán insistiendo, y cada vez será peor.
—¿Quiere que les ponga una denuncia o algo parecido? Solo para que lo dejen de molestar.
—Solo aumentara nuestros problemas. Se volverán agresivos, es mejor ignorarlos.
—Entiendo.
—Debes tener mucho cuidado, porque si a mí me están molestando seguramente no tardan en acosarte a ti. ¿O ya lo han hecho y no me has hablado de ello? Este la mira con aquellos ojos verdes, cansados y llenos de ojeras.
—No. Para nada. Miente.
—Bueno. Responde no pareciendo convencido. —Si llegasen a molestarte, quiero que me lo hagas saber. ¿Esta entendido?
—Sí, claro. No se preocupe.
La joven medio sonrió al viejo que la miraba como si ella fuera su nieta, Eileen no podía negar que el anciano era dulce. Y tan vulnerable, quizás si se debía pensar en la opción de vender aquel museo después de todo. Porque, ¿Qué iba a pasar cuando el ya no estuviera? A manos de quien iba a quedar la empresa.
—Señor Romel… ella mira sus manos y luego a él. —No ha pensado la posibilidad de vender el museo.
—¿Qué dices? Por supuesto que no, y menos a esa banda de mafiosos que solo lo quieren destruir para convertirlo en un maldito hotel casino. Además, no podría venderlo.
—¿Por qué?
—Era el sueño de mi amada esposa, ella siempre deseo tener un museo. Pero para cuando estuvo listo ella había fallecido y no logro verlo en vida. Responde con tristeza.
Eileen no conocía esa parte de la vida de su jefe. Ahora comprendía porque estaba tan unido a ese lugar, era especial para él. Una importante parte de su vida, ya que le recordaba a su esposa.
—¿Lo entiendes, Eileen?
—Si. Lo entiendo.
—Pase lo que pase, no accedas nunca a venderlo. El museo no debe ser vendido, debe prevalecer. Estoy seguro que a mi amada esposa le hubiera gustado. Sonríe el anciano.
—No se preocupe, lo ayudare.
—Gracias, sabes Eileen… me recuerdas a ella. Tu carisma y personalidad. Son tan parecidas. Este la mira con cariño. —Si hubiéramos tenido una hija, estoy segura que hubiera sido muy parecida a ti.
—¿Por qué nunca tuvieron hijos, señor Romel?
—Porque yo no podía dárselos. Responde con tristeza.
La rubia se sintió fatal por ser tan entrometida… esas cosas eran personales, y allí estaba ella indagando en la vida de su jefe. A veces tenía que cerrar la boca, para variar.
—Lo siento mucho señor, no debí preguntar tantas cosas.
—Este bien, no pasa nada. Ella lo entendía, aun así deseo casarse conmigo. Era una mujer increíble, ¡como tú!
—Muchas gracias.
—Y por eso que he pensado en algo, necesitas salir un poco más y no trabajar tanto. Necesitas tener una cita, salir con un hombre Eileen.
—Señor Romel ¿de qué está hablando? Pregunta con ojos como platos.
Ella pestañeo, acaso su jefe estaba haciendo de casamentero…
Eileen mira fijamente al anciano postrado en la cama, este guardaba una sonrisa muy extraña en sus labios. Lo que la hizo pensar que su jefe estaba planeando algo de lo que ella no estaba enterada.—Necesitas esposo Eileen…—Señor Romel, yo no necesito un esposo. Como estoy, me va muy bien. Esta sonríe nerviosa.—No, no… y es por eso que he hecho una cita con el hijo de un viejo amigo mío. Estoy seguro que te ira muy bien con él.—¿Una cita? Esta se pone en pie. —A mí no me hace falta tener citas señor Romel, creo que está exagerando las cosas.—Ni hablar, he pautado una reunión entre ustedes mañana por la tarde. Así que no hagas ninguna cita. La señala con el dedo. —Quiero que te veas con ese joven, y luego me dices que tal te fue.—Señor Romel, no quiero ser grosera. Pero no quiero
Eileen escuchaba atentamente a esa mujer, si las cosas seguían así tendría que hablar con la policía… pero… el señor Romel le había dicho que eso solo empeoraría las cosas, pero entonces ¿Qué carajos iba hacer? Las constantes amenazas ya eran más fuertes.—Váyase de mi oficina.En un movimiento ágil la flaca llega hasta ella para tomarla por el cuello y apretar con evidente molestia. De sus ojos solo chispeaba ira, se notaba que no estaba para juegos.—Escúchame estúpida, como vuelvas hablarme de ese modo te juro que meteré una maldita bala en tu cabeza. Aprieta un poco más el cuello de Eileen. —Habla con el viejo, ¡que venda! O algo muy malo pasara.Cuando la suelta, Eileen tose frenéticamente… la chica se agarra el cuello como intentando recuperar todo el aire que no pudo tomar mientras
Eileen entro en aquel hermoso restaurante saturado de clientes adinerados, empezó a sentirse no muy cómoda yendo aquel lugar. Pero si allí estaba su cita que otro remedio tenia. Suspiro, siguiendo al cupiere hasta la mesa donde la esperaba el tal Williams. Al pillarlo de lejos noto que era bastante atractivo, pero ¿Qué tal era su personalidad? Se preguntó.—Señor Severu… la señorita Smith ha llegado.—¡Oh, Eileen! Este se pone en pie plantando un beso en su mejilla.—Hola, Williams. Esta le sonríe.—Siéntate por favor. Espero que te guste el champagne.—Sí, me gusta.Este le sirve una copa, para luego mostrarle una radiante sonrisa. Eileen se sonrojo un poco por las atenciones recibidas por parte de su cita. Pensó que quizás no iba a ser tan mala, si su compañero la iba a tratar de esa maner
Esa mañana Eileen redactaba un informe semanal que iba dirigido a Romel. Se encontraba metida de lleno en ello sin darse cuenta de la presencia masculina que se encontraba recostado de brazos cruzados en la entrada de su oficina.Lion observaba detenidamente aquella rubia que había visto la noche anterior en compañía de un idiota. Inclina un poco la cabeza, realmente parecía bastante distinta a la mujer que conoció el día anterior. La sexy rubia con aquel hermoso vestido de noche había desaparecido. Ahora solo veía a una rubia con el cabello recogido y una muy cubierta camisa.Era cómico, llevaba cinco minutos allí de pie y ella ni cuenta se había dado de él. ¿Acaso era tan distraída? Parecía interesante jugar un poco con ella. Pero, primero a lo primero.—¡Buenos días, señorita Smith!—¡Demonios! Exclama es
—¿Por qué eres tan cabezotas, Romel? Ya eres un viejo, no puedes hacerte cargo de ese lugar. Responde impasible.—Ese no es tu asunto.—Ya veo. Le has delegado poder a esa joven, ¿Qué puede hacer ella? Ya la he visto. El viejo palidece más de la cuenta. —Ella no sabrá qué hacer cuando tú te mueras, y por lo que veo no creo que dures mucho en esta vida. Camina hacia una repisa con fotos viejas. —Si me vendes a mí, no tendrás que preocuparte por nada más. Toma una foto de una mujer.—No toques esa fotografía. Ordena el anciano molesto. Este solo medio sonríe.—Piénsalo Romel, sabes bien que no tengo toda la paciencia del mundo. O lo haces por las buenas. O yo te obligo a que lo hagas por el lado muy malo. Lo mira por el rabillo del ojo.—No te tengo miedo. Mi muerte está muy cerca, no le temo a morir
Pero que estaba haciendo en su casa, no le había bastado con el atentado que su gente le dio. Tenía que ir personalmente hasta su casa para terminar con el trabajo. Con los nervios de punta, Eileen corrió hacia el teléfono para llamar a la policía. No estaba a salvo.—Por favor, necesito ayuda. Un asesino se encuentra en la puerta de mi casa. Vengan ayudarme por favor. Grito en pánico.La rubia se quedó sentada en el sofá comiéndose las uñas, esperando que la fueran auxiliar, miraba la puerta como si ese asesino la pudiera tirar en cualquier momento y lograr su objetivo (asesinarla)—Señorita Eileen… estoy esperando que me abra la puerta. No parece ser una mujer con malos modales. Y yo no soy un hombre con mucha paciencia.Ella lo escuchaba y más desconfianza sentía. ¿Qué pasaba si perdía la paciencia? Minutos después e
Lión regreso al casino, hecho una completa furia encamino sus pasos hasta la recepción.—¿Dónde está Kara? Pregunta a las recepcionistas.—Señor Walker. Estas se ponen en pie. —No la hemos visto el día de hoy.—Cuando vean a esa maldita, la envían directo a mi oficina.Este sigue el camino hasta el ascensor, saca su teléfono del bolsillo marcando el número de Kara. Pero el teléfono timbraba y ella no contestaba. Lión lanza el teléfono contra la puerta del ascensor justo cuando este se abría. A quien vio ponerse de pie fue a Vilma, sus mejillas estaban coloradas pero él no estaba de ánimos.—¿Has visto a Kara? Pregunta serio.—No señor. Ella no ha venido por aquí.—¡Encuéntrala!—En seguida señor.Sigue el camino
Esa mañana Eileen despertó más agotada que nunca, a pesar de haber dormido toda la noche realmente no descanso nada. Le dolía todo el cuerpo, parecía como si un camión hubiera pasado sobre ella. Llevo la mirada hacia el techo, sentía la cara tan hinchada sumándole al terrible dolor de cabeza que la estaba volviendo loca. Cerró los ojos pensando que si hubiera prevenido lo que iba a pasar al trabajar en aquel museo se pudo evitar muchos problemas.Suspiro justo cuando la alarma en su mesa de noche sonó… ya era hora de levantarse de la cama e ir a trabajar. Pero solo pensar en tener que caminar algunas cuadras para coger un taxi la hacía cambiar de parecer. También que sus malestares físicos le impedían poner un pie en el suelo. Golpeo el escandaloso aparato en el momento que se sentó. La rubia se picó el puente de la nariz.— ¡Joder! Que mal