Episodio 3

HOLLY

Mi jefe Mason Raymond me prestó 500USD para alquilar una casa, y mi salario restante, 200USD, incluso si se sumaran, todavía no podrían cubrir el dinero de las medicinas del anciano.

--¡¿Holly? ¿Qué estás haciendo aquí?

La chica en la misma facultad que yo, Sabrina Rivera apareció, ya se cambió de ropa y se acerco a mi.

Sabrina, ¿puedes prestarme algo de dinero? El anciano al que acabas de dar primeros auxilios necesita pagar los medicamentos, pero todavía me faltan. Prometo devolverte el dinero. Estan tratando de buscar la información de sus familiares.

-- No hay problema.

Conocí buenos samaritanos, gracias a Dios.

Gracias —dice la mujer y enseguida me da el medicamento.

Mi acción se siente como un golpe en el estómago.

Tengo que seguir pensando en otras formas de cubrir mis próximos gastos de manutención.

Me dirijo a la siguiente recepción en el piso en el que se encuentra el anciano, dejo el medicamento y mis datos, firmo un par de documentos y me voy, con la esperanza de que no tarden en encontrar a los familiares del anciano.

Saliendo, parece que el mundo me quiere pisotear de nueva cuenta, ya que la lluvia no para y hasta parece que se ha enfrascado más, maldigo para mis adentros.

Observo la hora que marca mi reloj de mano.

Originalmente concerté una cita con el agente inmobiliario para ver el apartamento a las 3:00 p.m. Por eso no le pedí a mi hermana Polly que me acompañara a visitar la tumba. Ahora ya llevo quince minutos de retraso por un incidente inesperado, pero la m*****a lluvia no para del todo y empeora aún más.

La lluvia torrencial es un impedimento, aunque nada que no me pueda frenar por completo, pese a que me nubla la vista, comienzo a correr colocando mi bandolera encima de mi cabeza, con la esperanza de que eso me permitiera divisar un poco mi camino, hasta llegar a la base de camiones.

Mala idea, porque al hacerlo, solo alcanzo a divisar cómo un Lincon marrón, se apresura a gran velocidad, espero a que se frene, pero no lo hace, por lo que alcanzo a hacerme a un lado, este, al pasar, me lanza por la velocidad del auto, el agua de un enorme charco que se estancaba en la esquina de la banqueta, el problema es que al hacerlo, al tratar de evitar que me atropellara, no me fijé y golpeé un poste de alumbrado público al lado de la carretera.

El golpe me aturde, mis oídos zumban, mi cabeza estalla hace que me queje del dolor.

—¡M****a! —escucho que el conductor grita.

Mientras a lo lejos, mi vista se enfoca en las placas del Lincon que se aleja a gran velocidad, es su culpa, tomo de inmediato mi celular para llamar la policía.

Sí Senor, había un auto, un Lincon color marrón, iba a gran velocidad, es él quien ocasionó todo el accidente, si hubiera bajado un poco la velocidad, nada de esto hubiera pasado, memoricé sus placas y…Usted debió haberlo visto en la cámara de vigilancia.

 

Tras unos segundos de silencio, llega una respuesta del otro lado de la línea.

 

No sé de qué me habla, señorita Prince, yo no vi nada.

 

¡Miente!

 

Dejo de lado por un segundo todo lo que me acaba de ocurrir, pero me es imposible olvidar el número de serie de las placas que se han clavado en mi memoria y que pienso hacer algo al respecto.

 

Pero…

 

Lo siento, señorita Prince, pero le daré un consejo—. Si es demasiado inteligente, olvidará las placas del Lincon marrón que vio, créame, no quiere problemas, usted no merece que se meta al infierno por un error.

 

 

Sin decir nada más, colgó, como si mis palabras no significaran nada para él o para alguien. ¡Esto no es justo!

ASHER

Estás en el hospital, tuviste un infarto, abuelo, ¿cuántas veces tengo que decirte que no debes alejarte sin Ana?

 

No es culpa de mi enfermera Ana, me decepcionaste tanto después de cortar la llamada. Tengo que visitar a tu abuela para quejarme, ella es la única que me entiende, aunque ya no esté, al menos me escucha. —intenta incorporarse—. Pero eso no es lo importante, quiero saber en dónde está la chica que me ayudó, antes de perder por completo la consciencia, la vi, escuchaba de lejos su voz desesperada, mezclada con la de los doctores.

 

No me interesa saber nada de nadie que solo haya ayudado a mi abuelo por dinero, no sería la primera vez que alguien actúa de ese modo, el año pasado, hicieron lo mismo con mi madre.

 

Un grupo de ladrones planearon asaltar a mi madre, mientras otro fingía que la ayudaba, todo para que le diéramos dinero. No dejaré que esta vez pase lo mismo.

 

Abuelo…

 

La puerta se abre, al instante, mi prometida Eva entra con dos cafés y una sonrisa colgando de su rostro.

—¡Zorra, qué haces aquí, largo, largo, no quiero verte!

 

Frunzo el ceño.

 

 

 

Abuelo, no voy a permitir que…

 

 

 

—¡No la quiero ver, ¿qué demonios hace aquí?!

 

 

 

Volvemos al punto de partida, desde que mi abuelo conoció a Eva y a su madre, no las aceptó, según sus palabras, ellas no son buenas personas, ellas solo quieren mi dinero, los millones de nuestra familia, pero lo que él no sabe es que en todos estos tres años que llevo junto a Eva, ella nunca me ha demostrado que es avariciosa, tengo pruebas de que no son lo que mi abuelo no se cansa de decir.

 

 

 

—¡Tú, malcriado, planeaste todo esto, justo cuando se avecina mi cumpleaños, eres un nieto horrible! —me apunta con el dedo.

 

 

 

Rechino los molares.

 

En lugar de estar buscando a la chica que me salvó, te quedas aquí, parado, al lado de esta arpía que solo quiere tu dinero —ahora se enfoca en ella—. ¡Pero no lo voy a permitir, escucha bien, no voy a dejar que te quedes con ni un centavo de mi fortuna, de la herencia de los Van Doren, antes de que eso suceda, desheredo a mi nieto Asher!

Suficiente.

Abuelo, Eva no busca el dinero ni la fortuna de la familia, y tienes que aceptar de una vez por todas, que ella es mi prometida, nos vamos a casar, te guste o no —esclarezco, sintiendo que el dolor se intensifica más y más con cada paso de los segundos.

Hazlo y te vas a arrepentir toda tu vida, Asher —puntualiza mi abuelo.

Eva, sin poder aguantar más los desplantes de mi abuelo, sale corriendo de la habitación, con los ojos llenos de lágrimas, no importa lo que ella haga, al parecer mi abuelo y mi padre, están empeñados en no confiar en ella.

 

Intento seguirle el paso, sabiendo que va en dirección al estacionamiento, mi móvil suena una vez más, hasta atiendo de mala gana.

Padre.

  

Qué gusto saber que aun tienes tiempo para tu familia —ironiza.

  

—¿Puedo saber a qué se debe la llamada tan urgente? 

Solo para recordarte que mañana es la fiesta de cumpleaños de tu abuelo, no puedes faltar, así como también quiero que le evites cualquier tipo de disgusto.

Eva vendrá, si eso es lo que quieres saber.

No, no lo hará…

    

Cuelgo, odio que me quieran imponer las cosas como si fuera un niño pequeño, no lo soy, mi abuelo y mi familia ya deben aceptar la idea de que ella es quien será mi esposa, mi mujer y la futura madre de mis hijos.

    

Aparto todos esos pensamientos de mi cabeza, los mismos que son como el cáncer, para seguir con mi trabajo, para cuando son las siete de la noche, me voy a mi departamento, uno al que no tarda en llegar Bryson.

Si que te han puesto una demanda por intento de atropello, pero tranquilo, ya lo he arreglado, es algo que no procede —se sirve un trago y termino el mío—. Lo que si te va a sorprender, es la mujer que lo ha hecho, adivina cómo es que se llama quien te ha puesto la demanda.

Le miro mal.

No tengo tiempo para jugar a las adivinanzas.

Qué mal genio tienes.

No fue un día especialmente bueno.

Da igual —se encoge de hombros—. Puede que esto te cause más molestias de las que debería ahora.

Y diciendo esto, desliza sobre el escritorio una carpeta que no tardo en abrir, en ella hay dos documentos con la información de la mujer que me ha demandado, y al leer el nombre, me sorprendo, levantando la mirada, buscando que no me haya estado volviendo loco las últimas horas.

    

Así es —dice Bryson.

   

Joder —gruño.

    

Holly Prince, es la misma mujer que te ha demandado, y la misma persona que ayudó a tu abuelo.

    

Tenso el cuerpo, lo sabía, seguro sabe que los Van Doren somos millonarios y busca la manera de sacarnos dinero, es una interesada como el resto de las mujeres que han hecho los mismos movimientos, pero no voy a permitir que lo haga, no se saldrá con la suya.

    

Observo y leo toda la información que hay de ella, hasta que Bryson rompe el silencio.

    

Y bien ¿qué piensas hacer?

Levanto la mirada, memorizando cada rasgo del rostro de Holly Prince.

    

Hacer que se arrepienta de haberse cruzado en mi camino.

    

Y con esto, hago un par de llamadas al hospital en el que trabaja, y que para su mala suerte, es el mismo del que soy dueño, al ser el mayor y único accionista mayoritario de dicha institución médica, todo lo que me dicen concuerda con la información que Bryson me dio.

    

Ella es una de nuestras mejores pasantes en cirujano —dice una de las subdirectoras—. ¿Hay algún problema con la señorita Prince, señor Van Doren?

Lo hay, quiero que la despidas.

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