HOLLY
—Mi hermana tiene mucha ropa como esta, tú eres más o menos de la misma talla y altura, le pediré que te la preste.
Estaba vagamente preocupado, pero en realidad no había otra razón para negarme.
—Está bien.
Me da un par de instrucciones y me envía la dirección del evento, así como el de su propiedad, cuando colgamos, enseguida me llega una notificación del banco, en el que me avisan que ya me ha llegado el depósito.
En ese momento alguien llamó a mi puerta, era Polly.
—Lionel se fue en el auto familiar. Dijo que se iba de viaje de negocios. Holly, no creo que podamos tomar el auto para visitar las tumbas de nuestros padres. Es mañana, ¿te acuerdas?
Mañana es el aniversario de la muerte de mis padres, como he estado trabajando tanto últimamente casi lo olvido, pero mi horario de turnos de mañana es durante el día y hoy solo puedo descansar durante el día.
—Polly, tengo trabajo mañana, vayamos a visitar las tumbas de nuestros padres esta tarde.
—Entonces iré contigo.
Dije esto porque quería pasar y ver la casa, pero si Polly estaba allí, no estaría de acuerdo y tenía que encontrar una razón para salir solo.
—No te vayas Polly, compraré tus flores y se las llevaré a nuestros padres.
—¿Por qué?
Señalé su brazo quemado, que todavía tenía una bolsa de hielo envuelta en una banda elástica.
—Si nuestros padres te ven así, no se sentirán cómodos.
—Pero de qué chica tonta estás hablando, no lo verán. Ya no están en este mundo.
—¡Lo harán Polly! ¿No confías en ellos para ver cómo estás?
Al ver desaparecer la sonrisa de Polly, me di cuenta de que había vuelto a decir algo equivocado y entristecí a mi hermana.
Después de un momento de silencio, Polly asintió.
Llegue al cementerio, visite a mis padres, arreglé dos ramos de claveles.
Mi corazón se calmó mucho y recordé muchas cosas interesantes de mi infancia. Cuando estaban vivos, fueron mis modelos a seguir en la vida, sin su amor sería difícil para mi hermana y para mí apoyarnos mutuamente hasta el día de hoy. Al pensarlo, las lágrimas no dejaban de fluir.
Después de calmarme, planeé irme.
Pero no muy lejos, en la última fila de lápidas, me llamó la atención un anciano que estaba parado cerca, no estaba acompañado de nadie: ¿Quién dejaría a un anciano solo en el cementerio? La expresión de su rostro era muy dolorosa, tenía la boca bien abierta y sus labios estaban azules y azules por el frío. Parece que su corazón no está en buenas condiciones. Se inclinó, como si buscara algo, pero en un instante perdió el equilibrio y cayó al suelo.
Todo sucede en cuestión de segundos, hasta que el anciano presiona la parte lateral izquierda con una mano y acto seguido, en medio de un quejido que me estremece y que pese a sonido de la lluvia parece calar hasta mis huesos, cae al suelo, ni siquiera lo pienso, solo me lanzo corriendo hacia él, reviso su pulso, es débil, se trata de un ataque al corazón.
Cada minuto cuenta, si espero a que llegué alguien del hospital al pedir ayuda, puede morir, el anciano no parece pesar mucho, es demasiado delgado, como puedo, lo cargo casi a rastras hasta la entrada del hospital, luego de que yo llegue hasta la zona médica en un taxi que paga con lo poco que le queda, en donde para mi buena suerte, uno de los enfermeros me ve, me reconoce porque estudiábamos en el mismo facultad y corre a mi ayuda, enseguida se lo llevan a urgencias y me quedo en la sala del quirófano mientras intentan reanimarlo.
—¡El desfibrilador! —grita una doctora.
Enseguida su equipo se apresura, no aparto mis ojos del anciano, deseando que respire, que viva, quiero que viva, no lo conozco, pero eso no quita el hecho de que sea una vida en riesgo, cuento mentalmente, uno, dos, tres, cuatro, cuando llego al cinco, parece dar los primeros signos de vida, solo hasta entonces, me permito respirar con calma.
—Está vivo —me dice la doctora al tiempo que su equipo se sigue encargando del anciano—. Bien hecho, doctora Prince.
Siento que mi pecho se infla de orgullo, soy pasante, pero el que alguien con más años de experiencia te llame así, se siente bien, los siguientes cinco minutos le cuento lo que pasó, doy mi informe completo, estando a solas en el baño, haciendo un intento deplorable por secar mi cabello con una toalla limpia que me proporcionó alguien de intendencia, observo el frasco que recogí del suelo antes de cargar al anciano.
Revisando el nombre y lo que contiene, me muerdo el labio inferior y me voy directo al área de farmacia, pidiendo que me den este medicamento, el mismo que me dijo la doctora que necesitaban administrarle.
—Le dimos la primera dosis, pero no sabemos nada de este hombre —me dice la recepcionista una vez que le comento todo—. El hospital se hará cargo de localizar a sus familiares con la investigación basándonos a lo que nos comentaste, pero es necesario que reciba el tratamiento.
Tenso el cuerpo.
—Lo sé —susurro.
—Sabes cómo son las cosas en el hospital, aquí no damos caridad a nadie y alguien tiene que hacerse responsable del medicamento del anciano, sino, lo echarán a otro hospital con menor rendimiento.
Mi lado razonable me dice que no debo meter las narices en donde no me llaman, sin embargo, mi lado humanitario, y el que siempre derriba al primero, me impulsa a comprar yo misma el medicamento.
—El total es de 1,000 dólares —me dice la recepcionista de la farmacia—. ¿Cómo deseas pagar? ¿Efectivo o con tarjeta?
El alma se me cae a los pies, 1,000 dólares es mucho más de lo que esperaba, no tengo mucho dinero y aún tengo demasiados gastos que cubrir.
ASHER
—Señor, lamento molestarlo, pero su abuelo, el señor Sebastián Van Doren, tuvo un pequeño incidente. Actualmente siendo atendido en urgencias…
Hace unas horas me he enzarzado en una reunión online con mi abuelo sobre el tema de mi prometida, que no le cae bien a él. Insistió en que era una cazafortunas.
Creo que el tiempo lo dirá y él acabará comprendiendo que la mujer que amo, Eva, no es así.
Pero no pensé que lo mandarían a urgencias por eso.
——Donde esta?
——En el hospital Reverie Gold.
Conozco ese hospital porque soy el maldito socio mayoritario, y mi padre; Logan Van Doren, será transferido la próxima semana como el nuevo director, es médico, la mayoría de mi familia lo es, excepto yo.
Tratar con las personas es algo que descubrí que no me gusta, desde una edad temprana, de cualquier manera, todavía no se anuncia nada, es por ello que no tienen idea de quién es mi abuelo.
El hospital está a solo tres kilómetros del asilo en el que se supone, debería estar mi abuelo, la cabeza me vuelve a estallar mientras me dan todos los detalles, al parecer, mi abuelo hizo de nuevo lo que mejor sabe, y es escapar de su enfermera de tiempo completo y rebelarse contra las indicaciones que les he dado.
—Tuvo un ataque de corazón, al parecer se desmayó en el cementerio, visitando a su esposa muerta, según las palabras del personal del asilo, mintió con la excusa de salir a pasear a su perro, se internó en el bosque, y fue hasta el cementerio —finaliza su explicación la doctora.
Me toco el puente de la nariz, buscando una especie de alivio que no llega, ¿por qué hace esas cosas? De cualquier manera, cuelgo, me voy sin avisar nada, soy el dueño, hago lo que quiero, subo a mi Lincon color Marrón y manejo a toda velocidad. En el camino, el móvil se me resbala y cae al suelo del asiento copiloto, alcanzó a mirar el nombre de Eva parpadeando.
Piso el acelerador más rápido, no me doy cuenta de nada hasta que llegó al hospital, en donde bajo con una sombrilla, llueve a cantaros y mi traje es demasiado costoso como para que termine mojado.
Al entrar, me encuentro con Ana, la enfermera de planta que se supone debió haber estado más al pendiente de mi abuelo.
Me miró nerviosa, pero no tuve tiempo de prestarle atención, de todos modos, era una negligente en sus obligaciones y seguro que la despediría más tarde.
luego de haber ido a la oficina de la doctora, quien me dio un informe más detallado acerca del estado de salud de mi abuelo, y de informarme que al parecer, recibió ayuda de uno de los miembros de este hospital, no le presté mucha atención a lo último, mi cabeza está en un solo sitio, y es en la recuperación de mi abuelo.
—La chica… la chica… —dice con voz pastosa.
Me acerco, presionando el botón para que venga alguien a revisarlo. Sus ojos de un color verde, el mismo que todos los Van Doren tenemos, y que los de él ahora parecen más apagados, casi sin vida, sin embargo, el mundo debe saber que a sus ochenta y dos años.
HOLLY Mi jefe Mason Raymond me prestó 500USD para alquilar una casa, y mi salario restante, 200USD, incluso si se sumaran, todavía no podrían cubrir el dinero de las medicinas del anciano. --¡¿Holly? ¿Qué estás haciendo aquí? La chica en la misma facultad que yo, Sabrina Rivera apareció, ya se cambió de ropa y se acerco a mi. —Sabrina, ¿puedes prestarme algo de dinero? El anciano al que acabas de dar primeros auxilios necesita pagar los medicamentos, pero todavía me faltan. Prometo devolverte el dinero. Estan tratando de buscar la información de sus familiares. -- No hay problema. Conocí buenos samaritanos, gracias a Dios. —Gracias —dice la mujer y enseguida me da el medicamento. Mi acción se siente como un golpe en el estómago. Tengo que seguir pensando en otras formas de cubrir mis próximos gastos de manutención. Me dirijo a la siguiente recepción en el piso en el que se encuentra el anciano, dejo el medicamento y mis datos, firmo un par de documentos y me voy, con la espe
HOLLYDebido a tantas cosas que están sucediendo hoy, no puedo acudir al apartamento que esta en alquiler. El agente inmobiliario me envió un mensaje diciendo que el propietario de repente cambió de opinión y decidió vender la casa y no alquilarla, pero que podía concertar una cita para ver otras casas. Suspiré. No sólo me lastimé en la caída, sino que también estaba muy endeudada y tuve que arrastrar mi cuerpo exhausto de regreso a la casa de mi hermana Polly. Toco, Polly abre la puerta. —Holly, te ves muy triste ¿Qué pasó? ¿Estás herida? Dios mío... —Está bien, me caí, es solo hinchazón, no hay fractura. —Debería acompañarte a visitar la tumba. ——Está bien Polly. —Lionel...no volverá esta semana, pero veo que estás preocupada ¿Desde cuándo dejaste de contarme todo? No puedo molestarla por cuestión del dinero, así que no le digo que vacié mi billetera por pagar la factura para un anciano desconocido y he tenido un accidente automovilístico, ella no puede preocuparse por mí.
Laena suelta un largo suspiro. —Al parecer mi hermano no te ha contado, mi padre fundó el hospital Reverie Gold, pero contrató a la gente equivocada para administrar las acciones, por lo que no hubo un buen funcionamiento, estábamos por caer en banca rota, así que papá se vio obligado a vender las acciones a otra persona, y ese es el señor Van Doren —me explica con aire nostálgico—. Su nieto, es el mayor accionista, dueño de prácticamente todo el hospital, es un hombre frío, calculador y déspota, créeme, no querrás aparecer nunca en su radar. —Parece que describes a alguien sin corazón. —Es que no lo tiene, dudo que haya nacido con uno siquiera, escucha bien, si apareces en su camino, lo mejor que puedes hacer, es desaparecer o él acabará contigo —finaliza. Después de esto, no tengo ninguna curiosidad en conocer al nieto del señor Van Doren, suena a una mala persona, por otro lado, saber que cuando ingresé al hospital el año pasado, Mason era el hijo del dueño, me hace pensar que
El anciano merma el espacio entre los dos, atrayendo toda la atención, lo recuerdo bien, es el mismo anciano que salvé en el cementerio, parece más repuesto que la última vez que lo vi, cosa que me deja más tranquila, debido al exceso de trabajo, ya no puede preguntar sobre él, deseando que hubieran localizado a su familia, ahora veo que sí lo hicieron. Laena permanece a mi lado con la boca abierta, nadie aparta la mirada del intercambio que hacemos, pero eso no es todo, al fondo, una presencia casi siniestra se acerca, imponente, poderoso, inalcanzable, las personas incluso se apartan sin que él lo pida, como el mar a Moisés. Su nieto, quien al llegar a nosotros, siento cómo me clava su fría y verde mirada, lanzándome filosas y envenenadas dagas al pecho, me recorre de arriba abajo, pero no hay ni una sola piza de empatía, no, hay algo más, odio, repugnancia, destrucción y un aire asesino, él… huele a muerte. Aparto mi atención de él y me concentro en el anciano, quien toma mis ma
Doy un respingo y casi me atraganto con la sopa, pido una disculpa y me limpio las comisuras de mis labios con una servilleta. Al girar, el alma se me cae a los pies, Asher Van Doren me está fulminando de un modo casi sobrehumano, con la mirada, va de hito en hito hacia su abuelo para luego tensar la mandíbula con tanta fuerza, que la presión me resulta casi dolorosa. —Yo… —¡Ah, aquí está! —exclama Laena a mi lado, poniéndose de pie. Levanto la mirada y me sorprende ver a Mason, vestido elegante, aunque con la corbata mal anudada, su pecho sube y baja debido a la agitación, su cabello parece ligeramente alborotado. —Siento la tardanza —me saluda con un beso en la mejilla, algo que nunca hace cuando nos vemos en el hospital, luego se dirige hacia el anciano—. Feliz cumpleaños, señor Van Doren. —¡Pero si es el hijo de Carlo y Erandi Raymond! —la sonrisa del viejo se ensancha—. Me alegra verte a ti y a tu hermana en este día. ¿Cómo se encuentra tu padre? —En una cirugía en Londres,
HOLLYMi corazón late con fuerza mientras me aparto del balcón. —Eres demasiado imprudente Eva, ¿qué no te das cuenta de que hay cámaras por todas partes? —la suelta de golpe—. ¡Si la lastimas, no podré volver a defenderte de mi abuelo! El rostro de la pelirroja palideció. Luego comenzó a aflojar su cuerpo hasta que sus ojos se inundaron de agua. —Solo quiero estar contigo, y esta mujer me dijo que hará todo para que te cases con ella, y no conmigo —miente saliendo corriendo en medio de sollozos. —Yo no dije eso… —mi voz está rota. Asher Van Doren voltea a verme, mermando el espacio entre los dos, apenas y nuestros cuerpos se rozan, pero su presencia impone, hace que me tiemblen las piernas. —Señorita Prince, no importa lo que haga, sé cuáles son sus verdaderas intenciones, puede engañar a mi abuelo, incluso a mi padre, pero no a mí —su aliento a menta mezclado con un ligero toque de vino, pica mi nariz—. Yo veo quién eres en realidad, Holly Prince, te has interpuesto en mi cami
HOLLYHa pasado una semana en la que he estado viviendo la peor pesadilla, no solo por el hecho de que me encuentre temerosa cada que voy a trabajar al hospital, sino, porque ahora que sé que los Van Doren son dueños del Hospital Reverie Gold, temo que me despidan, el viejo Sebastián fue amable al haberme dado esa cantidad de dinero, misma que usé para pagarle el dinero que le debía a mi cuñado Lionel. Y por supuesto, lo que me prestó Mason, aunque al final no lo quiso aceptar. Cuando Polly se enteró que me iba a mudar, lloró, palideció, y trató de convencerme de que era una mala idea, pero no es así, al final, me dejó ir a regañadientes, sin embargo, dejé un cheque con quinientos dólares para los gastos de manutención y renta de la casa, lo demás, lo alcé en una cuenta bancaria para poder devolverlo al viejo, si es que lo encuentro, ya que es difícil tener acceso a esa familia, así que ahora llevó viviendo una semana en la casa que he rentado. Pagando por adelantado seis meses más.
HOLLY Cuando termino la llamada con mi hermana, la dejo siendo un manojo de nervios y un mar de llanto, ahora, estoy segura de que mi cuñado se va a desquitar con ella, Asher Van Doren me odia por las razones equivocadas y lo tiene que saber, no puedo permitir que arrastre a mi familia a su plan maquiavélico por destruirme. Soy consciente de que sigue hablando, atendiendo a cada uno de los que llegan a hacerle preguntas sobre el funcionamiento del nuevo sistema, y en qué se basarán para el despido, él dice que nos entregaran una serie de reglas que debemos acatar, con contratos firmados para asegurar que estamos cumpliendo nuestra parte. Cosa que me parece completamente absurda, dadas las circunstancias. “Él es tan guapo” Escucho que hablan de él, a mi alrededor, todas las doctoras y las enfermeras, lo miran como si fuera un Dios, solo yo lo veo por lo que es; un monstruo con poder de aplastar a cualquiera de nosotros, con solo chasquear los dedos. “Escuché que tiene prometid