Episodio 2

HOLLY

Mi hermana tiene mucha ropa como esta, tú eres más o menos de la misma talla y altura, le pediré que te la preste.

Estaba vagamente preocupado, pero en realidad no había otra razón para negarme.

Está bien.

Me da un par de instrucciones y me envía la dirección del evento, así como el de su propiedad, cuando colgamos, enseguida me llega una notificación del banco, en el que me avisan que ya me ha llegado el depósito.

En ese momento alguien llamó a mi puerta, era Polly.

Lionel se fue en el auto familiar. Dijo que se iba de viaje de negocios. Holly, no creo que podamos tomar el auto para visitar las tumbas de nuestros padres. Es mañana, ¿te acuerdas?

Mañana es el aniversario de la muerte de mis padres, como he estado trabajando tanto últimamente casi lo olvido, pero mi horario de turnos de mañana es durante el día y hoy solo puedo descansar durante el día.

Polly, tengo trabajo mañana, vayamos a visitar las tumbas de nuestros padres esta tarde.

Entonces iré contigo.

Dije esto porque quería pasar y ver la casa, pero si Polly estaba allí, no estaría de acuerdo y tenía que encontrar una razón para salir solo.

No te vayas Polly, compraré tus flores y se las llevaré a nuestros padres.

—¿Por qué?

Señalé su brazo quemado, que todavía tenía una bolsa de hielo envuelta en una banda elástica.

Si nuestros padres te ven así, no se sentirán cómodos.

Pero de qué chica tonta estás hablando, no lo verán. Ya no están en este mundo.

—¡Lo harán Polly! ¿No confías en ellos para ver cómo estás?

Al ver desaparecer la sonrisa de Polly, me di cuenta de que había vuelto a decir algo equivocado y entristecí a mi hermana.

Después de un momento de silencio, Polly asintió.

Llegue al cementerio, visite a mis padres, arreglé dos ramos de claveles.

Mi corazón se calmó mucho y recordé muchas cosas interesantes de mi infancia. Cuando estaban vivos, fueron mis modelos a seguir en la vida, sin su amor sería difícil para mi hermana y para mí apoyarnos mutuamente hasta el día de hoy. Al pensarlo, las lágrimas no dejaban de fluir.

Después de calmarme, planeé irme.

Pero no muy lejos, en la última fila de lápidas, me llamó la atención un anciano que estaba parado cerca, no estaba acompañado de nadie: ¿Quién dejaría a un anciano solo en el cementerio? La expresión de su rostro era muy dolorosa, tenía la boca bien abierta y sus labios estaban azules y azules por el frío. Parece que su corazón no está en buenas condiciones. Se inclinó, como si buscara algo, pero en un instante perdió el equilibrio y cayó al suelo.

Todo sucede en cuestión de segundos, hasta que el anciano presiona la parte lateral izquierda con una mano y acto seguido, en medio de un quejido que me estremece y que pese a sonido de la lluvia parece calar hasta mis huesos, cae al suelo, ni siquiera lo pienso, solo me lanzo corriendo hacia él, reviso su pulso, es débil, se trata de un ataque al corazón.

Cada minuto cuenta, si espero a que llegué alguien del hospital al pedir ayuda, puede morir, el anciano no parece pesar mucho, es demasiado delgado, como puedo, lo cargo casi a rastras hasta la entrada del hospital, luego de que yo llegue hasta la zona médica en un taxi que paga con lo poco que le queda, en donde para mi buena suerte, uno de los enfermeros me ve, me reconoce porque estudiábamos en el mismo facultad y corre a mi ayuda, enseguida se lo llevan a urgencias y me quedo en la sala del quirófano mientras intentan reanimarlo.

—¡El desfibrilador! —grita una doctora.

Enseguida su equipo se apresura, no aparto mis ojos del anciano, deseando que respire, que viva, quiero que viva, no lo conozco, pero eso no quita el hecho de que sea una vida en riesgo, cuento mentalmente, uno, dos, tres, cuatro, cuando llego al cinco, parece dar los primeros signos de vida, solo hasta entonces, me permito respirar con calma.

Está vivo —me dice la doctora al tiempo que su equipo se sigue encargando del anciano—. Bien hecho, doctora Prince.

Siento que mi pecho se infla de orgullo, soy pasante, pero el que alguien con más años de experiencia te llame así, se siente bien, los siguientes cinco minutos le cuento lo que pasó, doy mi informe completo, estando a solas en el baño, haciendo un intento deplorable por secar mi cabello con una toalla limpia que me proporcionó alguien de intendencia, observo el frasco que recogí del suelo antes de cargar al anciano.

Revisando el nombre y lo que contiene, me muerdo el labio inferior y me voy directo al área de farmacia, pidiendo que me den este medicamento, el mismo que me dijo la doctora que necesitaban administrarle.

Le dimos la primera dosis, pero no sabemos nada de este hombre —me dice la recepcionista una vez que le comento todo—. El hospital se hará cargo de localizar a sus familiares con la investigación basándonos a lo que nos comentaste, pero es necesario que reciba el tratamiento.

Tenso el cuerpo.

Lo sé —susurro.

Sabes cómo son las cosas en el hospital, aquí no damos caridad a nadie y alguien tiene que hacerse responsable del medicamento del anciano, sino, lo echarán a otro hospital con menor rendimiento.

Mi lado razonable me dice que no debo meter las narices en donde no me llaman, sin embargo, mi lado humanitario, y el que siempre derriba al primero, me impulsa a comprar yo misma el medicamento.

El total es de 1,000 dólares —me dice la recepcionista de la farmacia—. ¿Cómo deseas pagar? ¿Efectivo o con tarjeta?

El alma se me cae a los pies, 1,000 dólares es mucho más de lo que esperaba, no tengo mucho dinero y aún tengo demasiados gastos que cubrir.

ASHER

Señor, lamento molestarlo, pero su abuelo, el señor Sebastián Van Doren, tuvo un pequeño incidente. Actualmente siendo atendido en urgencias…

Hace unas horas me he enzarzado en una reunión online con mi abuelo sobre el tema de mi prometida, que no le cae bien a él. Insistió en que era una cazafortunas.

Creo que el tiempo lo dirá y él acabará comprendiendo que la mujer que amo, Eva, no es así.

Pero no pensé que lo mandarían a urgencias por eso.

——Donde esta?

——En el hospital Reverie Gold.

Conozco ese hospital porque soy el maldito socio mayoritario, y mi padre; Logan Van Doren, será transferido la próxima semana como el nuevo director, es médico, la mayoría de mi familia lo es, excepto yo.

Tratar con las personas es algo que descubrí que no me gusta, desde una edad temprana, de cualquier manera, todavía no se anuncia nada, es por ello que no tienen idea de quién es mi abuelo.

El hospital está a solo tres kilómetros del asilo en el que se supone, debería estar mi abuelo, la cabeza me vuelve a estallar mientras me dan todos los detalles, al parecer, mi abuelo hizo de nuevo lo que mejor sabe, y es escapar de su enfermera de tiempo completo y rebelarse contra las indicaciones que les he dado.

Tuvo un ataque de corazón, al parecer se desmayó en el cementerio, visitando a su esposa muerta, según las palabras del personal del asilo, mintió con la excusa de salir a pasear a su perro, se internó en el bosque, y fue hasta el cementerio —finaliza su explicación la doctora.

Me toco el puente de la nariz, buscando una especie de alivio que no llega, ¿por qué hace esas cosas? De cualquier manera, cuelgo, me voy sin avisar nada, soy el dueño, hago lo que quiero, subo a mi Lincon color Marrón y manejo a toda velocidad. En el camino, el móvil se me resbala y cae al suelo del asiento copiloto, alcanzó a mirar el nombre de Eva parpadeando.

Piso el acelerador más rápido, no me doy cuenta de nada hasta que llegó al hospital, en donde bajo con una sombrilla, llueve a cantaros y mi traje es demasiado costoso como para que termine mojado.

Al entrar, me encuentro con Ana, la enfermera de planta que se supone debió haber estado más al pendiente de mi abuelo.

Me miró nerviosa, pero no tuve tiempo de prestarle atención, de todos modos, era una negligente en sus obligaciones y seguro que la despediría más tarde.

luego de haber ido a la oficina de la doctora, quien me dio un informe más detallado acerca del estado de salud de mi abuelo, y de informarme que al parecer, recibió ayuda de uno de los miembros de este hospital, no le presté mucha atención a lo último, mi cabeza está en un solo sitio, y es en la recuperación de mi abuelo.

La chica… la chica… —dice con voz pastosa.

Me acerco, presionando el botón para que venga alguien a revisarlo. Sus ojos de un color verde, el mismo que todos los Van Doren tenemos, y que los de él ahora parecen más apagados, casi sin vida, sin embargo, el mundo debe saber que a sus ochenta y dos años.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo