Vanesa despertó lentamente, pestañeando mientras la suave luz del amanecer se colaba por las grandes ventanas de su dormitorio. Se estiró con languidez y, al girarse, notó algo inesperado sobre la mesita de noche: una taza de té, humeante y fragante, que parecía recién preparada. Sorprendida, tomó la taza entre sus manos, dejando que el calor se filtrara en sus dedos mientras inhalaba el sutil aroma a jazmín. Era un pequeño detalle, simple pero inesperado, que le dibujó una sonrisa involuntaria. Curiosa, salió de su habitación con paso ligero, aún en pijama y descalza, avanzando por el elegante pasillo de su departamento. El lugar era amplio y lujoso, decorado con un estilo minimalista que reflejaba su personalidad: muebles de líneas modernas, arte abstracto en las paredes y un suelo de mármol impecable. Al llegar a la sala, vio a una joven de uniforme azul y cabello recogido en una coleta que, concentrada en su tarea, guardaba con cuidado los utensilios de limpieza en su bolso. L
Andrea abrió la puerta de la oficina de Alejandro y, como siempre, irrumpió con esa autoridad serena que pocas personas podían igualar. Su entrada era perfecta, y su expresión impenetrable; Nadie habría adivinado que llevaba algo en mente hasta que cruzó la oficina y dejó caer una revista sobre el escritorio de su hijo. Alejandro, quien estaba revisando informes, apenas alzó la vista, pero alcanzó a notar la imagen en la portada. Allí estaba Vanesa, su esposa, riendo con Kim Ho en la reciente gala de negocios. Alejandro había estado presente en esa gala y no le había dado importancia a qué los fotografiaran, pero al ver la expresión de su madre, adivinó que para ella no era un detalle menor. —Alejandro —dijo Andrea, manteniendo un tono sereno, aunque su mirada era firme—, no sé tú, pero esto… no me parece la imagen que debería dar la esposa del presidente de King. Alejandro apenas alzó una ceja, volviendo a mirar la revista con indiferencia. En su mente, este tipo de asuntos eran
Toda la sala de estar estaba sumergida en la penumbra, cuando Alejandro dejó sus llaves y las luces se encendieron al detectar movimiento. Vanesa había activado los sensores. Se aflojó la corbata y, antes de entrar a su habitación, se detuvo al ver por la ranura de la puerta abierta a Vanesa sobre la cama. Se escuchaban risas y lo que él dedujo como diversión en una video llamada con Emma, mientras su esposa comía palomitas sobre su sábanas favoritas. ¿Quería provocarlo?, pensó él. Para cualquiera podrían ser una simple sábanas pero para Alejandro, no.Vanesa sobre la cama, sujetando el teléfono con una sonrisa relajada, como si estuviera pasando uno de los mejores momentos de su día. Alejandro entró, apenas notó su presencia, su expresión cambió.La sonrisa en los labios de Vanesa se desvaneció de inmediato.—Tengo que dejarte, Emma —dijo Vanesa y presionó el botón para colgar sin esperar respuesta.—Hola, Alejandro —dijo, en un tono lleno de tensión mientras se incorporaba lentament
Vanesa se despertó con el primer rayo de luz que se filtraba entre las cortinas, y lo primero que sintió fue el calor del pecho de Alejandro bajo su mejilla. Su esposo, aunque dormido, la sostenía firmemente, con un brazo enroscado alrededor de ella, casi como si en sueños quisiera mantenerla cerca. Era raro verlo tan relajado, sin esa barrera de frialdad que él mismo se había encargado de construir entre ambos. Vanesa se permitió disfrutar de ese instante, sin reproches ni preguntas, solamente sumergida en esa calidez que él, aun sin darse cuenta, le estaba dando. Vanesa tenía claro qué lo ocurrido la noche anterior no cambiaría nada en la relación de Alejandro y ella, otras veces así ocurría, pero, se había propuesto disfrutar de los momentos intensos de pasión en lo que los dos descargaban las ganas de placer acumulado y se entregaban a la química que compartían. Vanesa se incorporó ligeramente y lo observó. Los labios de Alejandro estaban entreabiertos, su respiración era tran
Alejandro bajó del coche y se apresuró hacia el edificio King, intentando mentalmente prepararse para el día. Aun con la prisa, distinguió en la entrada a un grupo de periodistas y fotógrafos que lo guardaban, cámaras y micrófonos listos, reflejando la anticipación del momento. Entre flashes y preguntas lanzadas al aire, distinguió a su madre, Andrea, quien se le unió rápidamente con una sonrisa calculada, colocándose a su lado como si llevara años esperando ese instante.—¡Alejandro, aquí! ¡Míranos! —gritó uno de los reporteros, extendiendo un micrófono hacia él—. ¡Feliz cumpleaños! ¿Cómo se siente cumplir un año más y seguir al frente de una de las empresas más exitosas del país?Alejandro forzó una sonrisa. —Gracias, se siente… bien, aunque con mucho trabajo por delante —respondió, manteniendo su tono formal y escueto.— ¿Habrá celebración especial esta noche? —preguntó otra reportera, aprovechando el momento.Andrea, que lo observaba con una mezcla de orgullo y astucia, se adela
El coche negro se detuvo frente a la enorme mansión, cuyos ventanales resplandecían con las luces cálidas que iluminaban la noche. Alejandro suspiró con resignación. No había querido asistir a esta reunión, mucho menos para celebrar un cumpleaños que para él carecía de significado. Pero su madre, fue realmente insistente.—Hijo, solo será una noche —le decía ella con una sonrisa firme, casi como una orden disfrazada de solicitud—. Te lo mereces.Alejandro la miró, enarcando una ceja con indiferencia. Sabía que su madre tenía su propio plan, un plan que involucraba reuniones, conversaciones incómodas, y probablemente, una cierta invitada de su pasado.Al cruzar el umbral de la mansión, Alejandro fue recibido por una explosión de decoración lujosa: flores frescas, lámparas de cristal y mesas decoradas con platos de porcelana fina. No cabía duda de que su madre no había escatimado en gastos para la ocasión. De inmediato, reconoció a su tío, el hermano de Andrea, y a su primo, Julián, qui
Alejandro abrió la puerta de su departamento en la penumbra de las tres de la madrugada. Tras la larga y sofocante noche en la mansión, lo único que deseaba era un momento de paz. La reunión había sido agotadora, y la desvelada lo hacía sentir aún más exasperado. Caminó directo a la cocina, deseando beber algo de agua para calmar la sequía en su garganta.Al encender la luz, un destello morado a trajo su atención. Allí, sobre el bote de basura, vio una caja de pastel arrugada y algo sucia. Frunció el ceño, reconociéndola de inmediato. Vanesa había mencionado con ilusión que cortarían un pastel juntos a su regreso. Sin embargo, ahora estaba ahí, desechado. Alejandro sintió una punzada de culpa, preguntándose si su tardanza habría herido los sentimientos de su esposa.Con cuidado, sacó la caja de la basura y abrió la tapa. El pastel estaba un poco magullado, con algunas partes deshechas. Entonces, sus ojos captaron algo escrito en la superficie, letras formadas con jalea de mora, ahora
Alejandro apenas se había cabeceado durante la noche, mientras sentía el mismo peso en el pecho que lo había acompañado la noche anterior. Miró hacia la habitación y vio a Vanesa todavía dormida, envuelta en la manta. El ligero movimiento de su pecho al respirar era una señal de calma, pero Alejandro sabía que la calma no era real, solo un momento suspendido antes de la tormenta.Quería quedarse, hablar con ella cuando despertara, pero los compromisos en la empresa eran ineludibles. Siendo el jefe, tenía que liderar una reunión con los socios clave para resolver un tema urgente relacionado con la inversión en el nuevo proyecto. Retrasarlo no era una opción, y enviar a alguien en su lugar no sería suficiente para calmar las tensiones internas.Antes de irse, tomó una hoja de papel y se sentó en la mesa del comedor, pensando en qué escribir. Finalmente, se decidió:_________Vanesa,Sé que te he fallado demasiadas veces y que las palabras ya no bastan. Hoy tengo unas reuniones