Andrea abrió la puerta de la oficina de Alejandro y, como siempre, irrumpió con esa autoridad serena que pocas personas podían igualar. Su entrada era perfecta, y su expresión impenetrable; Nadie habría adivinado que llevaba algo en mente hasta que cruzó la oficina y dejó caer una revista sobre el escritorio de su hijo. Alejandro, quien estaba revisando informes, apenas alzó la vista, pero alcanzó a notar la imagen en la portada. Allí estaba Vanesa, su esposa, riendo con Kim Ho en la reciente gala de negocios. Alejandro había estado presente en esa gala y no le había dado importancia a qué los fotografiaran, pero al ver la expresión de su madre, adivinó que para ella no era un detalle menor. —Alejandro —dijo Andrea, manteniendo un tono sereno, aunque su mirada era firme—, no sé tú, pero esto… no me parece la imagen que debería dar la esposa del presidente de King. Alejandro apenas alzó una ceja, volviendo a mirar la revista con indiferencia. En su mente, este tipo de asuntos eran
Toda la sala de estar estaba sumergida en la penumbra, cuando Alejandro dejó sus llaves y las luces se encendieron al detectar movimiento. Vanesa había activado los sensores. Se aflojó la corbata y, antes de entrar a su habitación, se detuvo al ver por la ranura de la puerta abierta a Vanesa sobre la cama. Se escuchaban risas y lo que él dedujo como diversión en una video llamada con Emma, mientras su esposa comía palomitas sobre su sábanas favoritas. ¿Quería provocarlo?, pensó él. Para cualquiera podrían ser una simple sábanas pero para Alejandro, no.Vanesa sobre la cama, sujetando el teléfono con una sonrisa relajada, como si estuviera pasando uno de los mejores momentos de su día. Alejandro entró, apenas notó su presencia, su expresión cambió.La sonrisa en los labios de Vanesa se desvaneció de inmediato.—Tengo que dejarte, Emma —dijo Vanesa y presionó el botón para colgar sin esperar respuesta.—Hola, Alejandro —dijo, en un tono lleno de tensión mientras se incorporaba lentament
Vanesa se despertó con el primer rayo de luz que se filtraba entre las cortinas, y lo primero que sintió fue el calor del pecho de Alejandro bajo su mejilla. Su esposo, aunque dormido, la sostenía firmemente, con un brazo enroscado alrededor de ella, casi como si en sueños quisiera mantenerla cerca. Era raro verlo tan relajado, sin esa barrera de frialdad que él mismo se había encargado de construir entre ambos. Vanesa se permitió disfrutar de ese instante, sin reproches ni preguntas, solamente sumergida en esa calidez que él, aun sin darse cuenta, le estaba dando. Vanesa tenía claro qué lo ocurrido la noche anterior no cambiaría nada en la relación de Alejandro y ella, otras veces así ocurría, pero, se había propuesto disfrutar de los momentos intensos de pasión en lo que los dos descargaban las ganas de placer acumulado y se entregaban a la química que compartían.Vanesa se incorporó ligeramente y lo observó. Los labios de Alejandro estaban entreabiertos, su respiración era tranqu
—Señora Adán, una pregunta por favor —la interceptó uno de los reporteros que la esperaban a la puerta. —¿Es cierto que tiene cáncer y por eso su visita al hospital? —se atrevió a decir uno de ellos. Vanesa no se detuvo ni un instante al salir de el rascacielos hospitalario. La lluvia hizo presencia empapando sus últimos pasos hacia el coche negro que la esperaba a ras del último escalón. —Señora Adán —cuestionó una de las reporteras—. ¿Por qué su esposo no la acompaña? —¿Es cierto que su matrimonio está en crisis? —le acercó el micrófono cerca de la cara. —¿Es verdad qué su esposo tiene otra? —¿Es estéril y por eso su matrimonio no va bien? Finalmente Vanesa llegó a la puerta negra donde entró sin pensarlo dos veces. El frío se hizo presente cuando notó el aire acondicionado. —A casa, Roger —le pidió al chófer de su marido quien acostumbraba a marcar todas sus rutas. Por un momento mientras se alejaban de las cámaras de los reporteros, Roger visualizó a través
—Alejandro no está —se apresuró a informarle a Andrea dada la cara confusa de su nuera. Su voz sonaba cansada y aburrida, agitó ligeramente el vino mientras lo contemplaba como si fuese lo más interesante del lugar. —Lo estoy esperando —añadió Andrea. —Sí, ya sé que su hijo no está en casa señora Andrea —confirmó dejando el abrigo colgado en el perchero de la entrada—. Tampoco creo que sea buena idea sentarse a esperarlo, no va a llegar en toda la noche. Andrea se puso de pie posando los ojos en el sobre húmedo que sostenía su nuera. —¿Tan mal están las cosas como para que mi hijo no duerma en casa? —quiso saber. Vanesa suavizó su gesto que hasta el momento había sido tenso y negó satisfecha. —Veo que no está enterada —interpuso distancia entre las dos caminando hacia el inmenso cristal que daba vista a la ciudad—. Está en un viaje de negocio, viajó fuera del país. El rostro de Andrea buscaba disimular la desinformación de la partida de su hijo hacia el extra
Emma se cubrió el rostro dejando caer su pelaje negro intenso sobre el lateral de sus mejillas, vestía una gorra negra a juego de una gafas de sol gris; un atuendo sport color marfil a juego con su bolso escocés. Emma miraba de derecha a izquierda y cada tanto levantaba sus gafas de sol para visualizar su entorno de camino a la cafetería King, una de las tantas instalaciones perteneciente a las propiedades del CEO Alejandro Adán el marido de su mejor amiga y al cual no soportaba ver. En varias ocasiones Emma le había aconsejado que terminara aquella relación con el “perfectísimo Alejandro” como le había apodado, pero Vanesa se negaba con la excusa de que no quería romper el trato tan importante que habían hecho ambas familias. Emma ubicó con la vista la mesa solitaria donde se encontraba su amiga y se dirigió hacía ella. —¿Qué estás haciendo, Emma? —interrogó Vanesa con asombro ante la fachada de su amiga. —Intento ser discreta como me pediste —Emma deslizó las gafas a
La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo la cafetería en una atmósfera densa y casi melancólica. Emma apenas era la misma desde el momento en que había recibido aquella noticia, una revelación tan impactante que parecía haberle robado las palabras. Permanecía en silencio largos ratos, perdida en sus pensamientos, mientras que Vanesa intentaba distraerla con temas ligeros y promesas de discreción sobre lo que acababa de enterarse. El café y las pastas que habían ordenado mas tarde, seguían intactas. Al final, Roger, había pasado por la cafetería, acompañado a Emma a su departamento de soltera y continuar su trayecto a casa con la señora Adán. Casi todo el camino Vanesa estuvo en silencio y eso lo había preocupado, aunque no abordó el tema, la señora Adán siempre tenía algo que decir: algún halago, alguna queja, algo…, y que no lo hiciera le hizo sentir que estaba ante un momento complejo. Así que con muchísima prudencia respetó su espacio personal. Cuando Vanesa abrió la
Vanesa despertó con una sensación de vacío, la cama a su lado estaba fría, y Alejandro, como ya era costumbre, no estaba en casa. La distancia entre ellos se había vuelto tan gélida como el vacío en aquella habitación. Se levantó, sin prisa, y después de prepararse, llamó a Roger, el chófer. Era el único en quien sentía que podía confiar con ciertos límites; aunque su relación se limitaba a intercambios formales, él parecía siempre dispuesto a ayudarla. Mientras tomaba su llave, que había echado en porta llave de cristal, echó una vista rápida al inmenso departamento: todo estaba impecablemente limpio, pero sin rastro de vida. Alejandro había insistido en no tener empleadas domésticas fijas; Decía que podía esparcir rumores sobre sus asuntos privados, aunque Vanesa sospechaba que más bien quería evitar que alguien presenciara las grietas en su matrimonio. Al salir, Roger ya la esperaba en el auto, abriendo la puerta para que ella subiera. Vanesa, tras ajustarse en el asiento de