Vanesa se despertó con el primer rayo de luz que se filtraba entre las cortinas, y lo primero que sintió fue el calor del pecho de Alejandro bajo su mejilla. Su esposo, aunque dormido, la sostenía firmemente, con un brazo enroscado alrededor de ella, casi como si en sueños quisiera mantenerla cerca. Era raro verlo tan relajado, sin esa barrera de frialdad que él mismo se había encargado de construir entre ambos. Vanesa se permitió disfrutar de ese instante, sin reproches ni preguntas, solamente sumergida en esa calidez que él, aun sin darse cuenta, le estaba dando. Vanesa tenía claro qué lo ocurrido la noche anterior no cambiaría nada en la relación de Alejandro y ella, otras veces así ocurría, pero, se había propuesto disfrutar de los momentos intensos de pasión en lo que los dos descargaban las ganas de placer acumulado y se entregaban a la química que compartían. Vanesa se incorporó ligeramente y lo observó. Los labios de Alejandro estaban entreabiertos, su respiración era tran
Alejandro bajó del coche y se apresuró hacia el edificio King, intentando mentalmente prepararse para el día. Aun con la prisa, distinguió en la entrada a un grupo de periodistas y fotógrafos que lo guardaban, cámaras y micrófonos listos, reflejando la anticipación del momento. Entre flashes y preguntas lanzadas al aire, distinguió a su madre, Andrea, quien se le unió rápidamente con una sonrisa calculada, colocándose a su lado como si llevara años esperando ese instante.—¡Alejandro, aquí! ¡Míranos! —gritó uno de los reporteros, extendiendo un micrófono hacia él—. ¡Feliz cumpleaños! ¿Cómo se siente cumplir un año más y seguir al frente de una de las empresas más exitosas del país?Alejandro forzó una sonrisa. —Gracias, se siente… bien, aunque con mucho trabajo por delante —respondió, manteniendo su tono formal y escueto.— ¿Habrá celebración especial esta noche? —preguntó otra reportera, aprovechando el momento.Andrea, que lo observaba con una mezcla de orgullo y astucia, se adela
El coche negro se detuvo frente a la enorme mansión, cuyos ventanales resplandecían con las luces cálidas que iluminaban la noche. Alejandro suspiró con resignación. No había querido asistir a esta reunión, mucho menos para celebrar un cumpleaños que para él carecía de significado. Pero su madre, fue realmente insistente.—Hijo, solo será una noche —le decía ella con una sonrisa firme, casi como una orden disfrazada de solicitud—. Te lo mereces.Alejandro la miró, enarcando una ceja con indiferencia. Sabía que su madre tenía su propio plan, un plan que involucraba reuniones, conversaciones incómodas, y probablemente, una cierta invitada de su pasado.Al cruzar el umbral de la mansión, Alejandro fue recibido por una explosión de decoración lujosa: flores frescas, lámparas de cristal y mesas decoradas con platos de porcelana fina. No cabía duda de que su madre no había escatimado en gastos para la ocasión. De inmediato, reconoció a su tío, el hermano de Andrea, y a su primo, Julián, qui
Alejandro abrió la puerta de su departamento en la penumbra de las tres de la madrugada. Tras la larga y sofocante noche en la mansión, lo único que deseaba era un momento de paz. La reunión había sido agotadora, y la desvelada lo hacía sentir aún más exasperado. Caminó directo a la cocina, deseando beber algo de agua para calmar la sequía en su garganta.Al encender la luz, un destello morado a trajo su atención. Allí, sobre el bote de basura, vio una caja de pastel arrugada y algo sucia. Frunció el ceño, reconociéndola de inmediato. Vanesa había mencionado con ilusión que cortarían un pastel juntos a su regreso. Sin embargo, ahora estaba ahí, desechado. Alejandro sintió una punzada de culpa, preguntándose si su tardanza habría herido los sentimientos de su esposa.Con cuidado, sacó la caja de la basura y abrió la tapa. El pastel estaba un poco magullado, con algunas partes deshechas. Entonces, sus ojos captaron algo escrito en la superficie, letras formadas con jalea de mora, ahora
Alejandro apenas se había cabeceado durante la noche, mientras sentía el mismo peso en el pecho que lo había acompañado la noche anterior. Miró hacia la habitación y vio a Vanesa todavía dormida, envuelta en la manta. El ligero movimiento de su pecho al respirar era una señal de calma, pero Alejandro sabía que la calma no era real, solo un momento suspendido antes de la tormenta.Quería quedarse, hablar con ella cuando despertara, pero los compromisos en la empresa eran ineludibles. Siendo el jefe, tenía que liderar una reunión con los socios clave para resolver un tema urgente relacionado con la inversión en el nuevo proyecto. Retrasarlo no era una opción, y enviar a alguien en su lugar no sería suficiente para calmar las tensiones internas.Antes de irse, tomó una hoja de papel y se sentó en la mesa del comedor, pensando en qué escribir. Finalmente, se decidió:_________Vanesa,Sé que te he fallado demasiadas veces y que las palabras ya no bastan. Hoy tengo unas reuniones
Emma se miró al espejo de su baño, complacida con la mascarilla de arcilla verde que cubría su rostro. Cada detalle en su espacioso departamento reflejaba la elegancia que la rodeaba: desde los mármoles italianos hasta los finos acabados en tonos beige y oro que adornaban las paredes. El suave aroma de una vela de jazmín y sándalo flotaba en el aire mientras la música clásica llenaba el espacio con tranquilidad.Vestida con una bata de spa blanca impecable y zapatillas de terciopelo, Emma dejó que el vapor de un té de hierbas recién servido se mezclara con el aire perfumado. Era su momento favorito del día: el ritual de cuidarse. Pero, justo cuando levantaba la taza para dar un sorbo, un sonido insistente la sobresaltó.El interfono del edificio zumbó con fuerza. Emma arrugó el ceño. Era raro que alguien la buscara sin previo aviso, y mucho menos a esa hora. Se acercó al panel y presionó el botón.—¿Si? —preguntó con voz serena, aunque un ligero malestar se filtraba en su tono.—¡Soy
El amanecer trajo consigo una mañana gris, casi como un reflejo del estado mental de Alejandro. Las pocas horas de sueño lo habían dejado en un estado de letargo físico y mental. Su rutina matutina transcurrió en piloto automático: ducha, traje, café. Pero en su interior, el caos era un huracán que no se detenía.Vanesa seguía sin aparecer, y la preocupación lo carcomía. A pesar de su desesperación, sabía que debía mantener la compostura. En su mundo, mostrar debilidad no era una opción.Al llegar a la oficina, Gabriela lo esperaba con su habitual puntualidad y una tableta en la mano.—Buenos días, señor Adán. Su agenda está especialmente apretada hoy. Tiene reuniones consecutivas desde las nueve hasta el almuerzo. Y, sobre lo de anoche… —hizo una pausa, como si dudara en mencionar el tema—, el director Kim Ho, ha pedido una explicación por la cancelación de la reunión con el comité ejecutivo. Lo quiere por escrito.Alejandro se mostró sin mucho interés, tomando los documentos que l
Después de estar más de tres horas en el hospital, Alejandro salió dándose cuenta de que la noche lo recibía con su manto de sombras dejando ir el atardecer. Respiró profundamente, sintiendo el aire fresco que apenas calmaba el tumulto en su interior. No tenía un plan claro, pero no podía seguir vagando en círculos. Revisó su reloj: ya no iría a la empresa, quiso volver al departamento.Mientras conducía el auto de su madre, su teléfono sonó. Era Roger, su chofer. Alejandro contestó rápidamente.—¿Qué pasa, Roger?—Señor, disculpe la molestia, pero creí que debía informarle. La señora Vanesa llegó al departamento hace unos minutos. Vino en un taxi, parece que está recogiendo más de sus cosas.Alejandro sintió cómo su corazón se aceleraba.—¿Está sola?—Sí, señor. Está empacando, lleva un par de maletas ya.—Voy en camino. No dejes que se vaya antes de que yo llegue, ¿entendido?—Haré lo posible, señor.Alejandro colgó, pisando el acelerador con urgencia.Cuando llegó al departamento,