Quédate: 23

Después de estar más de tres horas en el hospital, Alejandro salió dándose cuenta de que la noche lo recibía con su manto de sombras dejando ir el atardecer. Respiró profundamente, sintiendo el aire fresco que apenas calmaba el tumulto en su interior. No tenía un plan claro, pero no podía seguir vagando en círculos. Revisó su reloj: ya no iría a la empresa, quiso volver al departamento.

Mientras conducía el auto de su madre, su teléfono sonó. Era Roger, su chofer. Alejandro contestó rápidamente.

—¿Qué pasa, Roger?

—Señor, disculpe la molestia, pero creí que debía informarle. La señora Vanesa llegó al departamento hace unos minutos. Vino en un taxi, parece que está recogiendo más de sus cosas.

Alejandro sintió cómo su corazón se aceleraba.

—¿Está sola?

—Sí, señor. Está empacando, lleva un par de maletas ya.

—Voy en camino. No dejes que se vaya antes de que yo llegue, ¿entendido?

—Haré lo posible, señor.

Alejandro colgó, pisando el acelerador con urgencia.

Cuando llegó al departamento,
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