Priscilla.
Estaba sola.
Como siempre lo he estado, pero ahora, me trataban como una loca psicótica. Eso no era cierto, yo estaba bien arraigada a la realidad. Tanto o más que los médicos que me daban medicamentos todos los días. Ya no aguantaba más.
No podía hacerlo, en serio.
La hora de visitas había terminado, me encontraba a los pies de la cama mirando por la minúscula ventana, que entraba la luz de la luna. No me permití estar más tiempo sentada, me incorporé sintiéndome mareada. Tuve que agarrarme de la cama para no caer.
Mi mal estado era por culpa del embarazo, por llevar al hijo de ese demonio en mi interior. Detestaba a aquel bebé. Lo detesta
Luka.La celda en la que estaba encerrado era minúscula y oscura. Las paredes olían a humedad, tuve que reprimir algunas veces las ganas de morir. Lo de morir sin luchar no era lo mío, me asqueaban esas cuatro paredes que veía a cada hora.Sabía porque estaba allí, y ella iba a venir en cualquier momento.Las muñecas las tenía en carne viva, tal como mi espalda que estaba en peores condiciones. Las heridas seguramente se iban a infectar, metiéndome en el cuerpo una fiebre de miedo, ¿que si me lo merecía? Tal vez un poquito.Afuera se escuchaba murmullos, eso me lo confirmó. El padre de Bianca era un puto corrupto de mierda, hacía tratos con los rusos, en cambio para la DEA era un agente excelente que luchaba porque la Bratvá n
Bianca.Algo húmedo, como si fuera una lengua que desplazaba por mis muslos adentrándose a mi sexo. Me hacía cosquillas sentir esa sensación por lo que solté una risita nerviosa, intenté quitar la lengua de Giovanni, ese hombre era insaciable. Pero lo único que vi al despertar, fue como un cangrejo trepaba por mi pierna y casi me hace daño con las pinzas de sus patas.Abrí mis ojos, no podía moverme.—Giovanni —lo llamé con la voz adormilada.Esa masa de músculo estaba casi encima de mí, agarrándome con sus fuertes brazos la cintura. Su cabeza descansaba sobre mis pechos, dormía plácidamente desnudo sobre mí. Su respiración caliente chocaba contra mis senos, mierda. No iba a excitarme por tenerlo tan cerca. No más.<
Bianca. No podía creerlo. Luka no podía estar muerto, ese gilipollas no podía estar tirado en medio de Roma sin vida. No estaba en la morgue esperando ser reconocido por uno de sus amigos, no era él, porque la DEA lo tenía aún retenido. Algo en mi interior, ya fuera esperanza o rechazo por la muerte, me decía que no era él. No era la persona que mejor me caía del mundo, pero algunas veces era gracioso y me ayudó a esconder mis mentiras. El helipuerto en la azotea del hospital por fin me sacó de mi trance, todos íbamos sumidos en un silencio mortal mientras viajábamos en helicóptero. Era el medio más rápido para llegar a reconocer el cadáver pronto y no morir de la angustia sabiendo si podía ser él o no. Alonzo y su hija en cuando pisé la mansión me ordenaron quedarme allí hasta que Don y su hermano volvieran, pero me negué. El abuelo me dio la razón. Así que allí estaba, moviend
Bianca.Pasaron dos días desde que regresamos a la hacienda, dos días en los que no lo vi, ni quiera olí la loción que usaba y envolvía todo a su paso. Tan solo se encerró en su despacho, no salió para comer, ya sus empleadas le entregaban la comida. En cuanto a los demás, me veían de la misma manera despectiva y me ignoraban, menos la pequeña Stella.Esa niña se había ganado mi corazón en poco tiempo.—¡Mira, tía Bianca! —me decía así, no era capaz de dejar que me llamara tía, la niña se había empecinado en que yo era la esposa de Giovanni —. El caballito blanco me está olisqueando.La pequeña Stella iba de una cuadra en otra, viendo y acariciando a los caballos con una sonrisa dulce. En la ma
Bianca.Aquella noche hubo una cena, toda la familia Lobo se reunía en el espacioso comedor de la mansión. No entendía porque estaba allí también, esperando a que la comida llegara y escuchando como todos hablaban haciendo bromas o hablando de negocios. Los Lobo estaban unidos esa noche, ninguno de la familia faltaba, incluso la hermana de Don, Melody, estaba allí.Nunca la había escuchado hablar más de tres palabras seguidas, era callada y ¿tímida? Ni siquiera supe cuál era su personalidad. En cambio, el tío Alonso no ocultaba sus intenciones conmigo. Si creía que sería su putita estaba equivocado, primer le cortaba la polla.—¿Y dónde está tu esposa, primo? —preguntó Alessandro, primo de Don.No se parecía nada a su padre Alonzo, esté era unos años mayor que Don, pero el atractivo lo había heredado. Calculé que tenía unos cuarenta, y había acertado, porque Alessandro tenía cua
Bianca.Después de pasar por ese horrible momento, Don ordenó a sus escoltas que llevaran a todo el servicio al jardín de atrás. En cuanto a la mujer que trajo la bandeja con esa cabeza, fue llevada a rastras inmediatamente a las mazmorras. Sus gritos se clavaron en mis oídos cuando la sacaron del salón, ella aseguraba que no había hecho nada.Pero si no era ella. ¿Quién puso esa cabeza?Por eso estábamos en el jardín, todos los empleados formaban una hilera recta mientras su jefe paseaba furioso de lado a lado. También su familia estaba con él, en otra fila, menos Carlo y Alessia. Ellos estaban tan devastados por la ejecución de la pequeña, que tuvieron que avisar a un médico para calmar sus nervios con un sedante, ambos dormían profundamente.
El día siguiente todos los empleados de Don estaban apilados en un camión para ser llevados a una fosa común en Roma. Ninguno de ellos quedó con vida, lo pude apreciar desde la ventana de mi habitación. Solo quedaron la seguridad que del mafioso. Los nuevos empleados no tardaron en llegar, esta vez Don se aseguró de que todos estos fueran eficientes, serviciales y callados.No me moví todo el día de la cama. Eran más de la siete de la tarde y aún seguía con el pijama puesto, no sentía ganas de nada. Solo de dormir, quería enterrar todo lo que sentía porque me mataba estar en esa situación. Había muerto Luka, la pequeña Stella, mi padre y mi hermano. Ya no tenía a nadie.Solo a un monstruo sin corazón, del cual me sentía malditamente atraída.Estaba tan confundida,
Priscilla. —No te haremos nada malo —dijo el tal Romanov cuando llegamos a su casa —. Aún.Minutos después me encerró en una habitación acolchada, no parecía haber puertas, pero yo sabía que había una, porque me di cuenta cuando entramos. Tenía los brazos atados por la espalda por una camisa de fuerza. No podía sentir nada más que el olor a gardenias desde las esquinas.Intenté moverme, pero no podía.Hasta chillé, pero a la hora terminé quedándome sin voz.No había nada que hacer por mí. Ese ruso me había comprado. Don me iba a matar después de que diera a luz a su heredero. Y Bianca, tan solo debí aprender de ella. Mi mamá no tenía razón, ella sí. Hizo bien al huir de un destino desastroso.La envidiaba, ella podría salvarse. Yo no.Me quedé callada y s