84.

—¡Gumbora! Te he estado buscando por todos lados. ¿Qué pasa? —pregunta angustiado Köpek. Tuvo que regresar a los escombros de aquel palacio que alguna vez fue de la realeza.

La hechicera se mantenía con ambas manos en el tridente encajado en el trono, cuando por fin abrió los ojos, retrocedió aterrorizada, viendo al tridente con horror y cayó al suelo envuelta en dolor y lágrimas, dejando al tiburón desconcertado.

—Adrián… Cómo no vine antes… Cómo no lo vi antes. —Llena de dolor, la hechicera sollozaba sentada frente al trono mientras el tiburón nadaba alrededor de ella con preocupación.

—Gumbora… ¿Qué carajos pasa?

—Nunca quise venir a indagar quién mató al rey, nunca quise ver… Tenía miedo, lo admito, no quería ver su muerte porque en el fondo … siempre lo amé hasta el final… Lo amé cada día, aunque estuviera lejos de mí, aunque me hubiera exiliado… Lo amé… y… ver como acababa su vida me iba a destrozar… No solo por el hecho de verlo morir sino por todos los «hubieras» que segu
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