—¡Cállate! ¡Eso no es cierto! ¡No lo es! ¡No puede ser! —grita Cirice cargada de decepción y a punto de caer al suelo por el dolor que diezma sus fuerzas. Morgan la sostiene por los codos e intenta verla directamente a los ojos, pero ella simplemente los mantiene cerrados con todas sus fuerzas.—Tranquilízate… Por favor… No pierdas la cabeza —dice Morgan intentando hablar con Cirice. La abraza con fuerza y acaricia su cabello, aunque las palabras de Atabae le han calado en el fondo del corazón, no puede imaginarse a Cirice en los brazos de ese hechicero.—Yo no sabía… No lo sabía… Él era idéntico a ti… Pensé que eras tú, pensé…—Pensaste mal… pero tu cuerpo reaccionó como si hubieras hecho el amor con el hombre al que amas… y no mintió, solo que te será difícil asimilarlo —dice Atabae intentando acercarse a la pareja y separarla, pero Morgan siente sus intenciones y voltea de inmediato hacia él, confrontándolo, viéndose fijamente el uno al otro con la furia en la mirada.—¿Estamos li
Con una sonrisa, el príncipe ve cómo sus hombres atan al pirata de pies y manos, uno saca una bola de cañón lo suficientemente pesada y la amarra a sus tobillos; Cirice por más que quiere interceder por Morgan ante el príncipe no recibe respuesta, es como si no existiera y solo un guardia la toma por los brazos evitando que se acerque a cualquiera de los dos hombres. —Ya me cansé de todo esto, de que sigan jugando conmigo, con mi paciencia y mi tiempo… Apuesto que su estancia en esa isla la disfrutaron mucho riéndose de mí, pero se acabó… —Camina el príncipe hacia Morgan con toda la determinación— …tú te irás al fondo del mar donde jamás podrás regresar, no podrás volver a ver a Ariel, a olerla o tocarla, es la única forma en la que sé que no serás un riesgo para nuestra relación. —Estás loco… trastornado… ¿Crees que después de arrojarme al mar tus hombres te respetarán? ¿Crees que Ariel te amará? Solo demostrarás que estás loco, enfermo —dice Morgan con coraje, sin intenciones de d
—Estás loco —dice la reina con el corazón lleno de rabia mientras las lágrimas no paran de correr por sus mejillas.—Sabía que no lo entenderías del todo, pero en el fondo, sabes que es verdad, lo sabes porque conociste a Cirice mucho antes de que se volviera la prometida de tu hijo. ¿Qué mala suerte debe de tener tu familia para que la misma mujer se encargara de matar a tu esposo y ahora a tu hijo?Las palabras del hechicero la hacen abrir los ojos con miedo. —¿Crees que hice a tu hijo paranoico para que se aleje de ella? ¡Vamos! Se volverá insoportable, cada vez más inestable, si él no acaba con su propia vida, lo hará Cirice, así de sencillo… No hay más. —Con tono aburrido vuelve a liberar el rostro de la reina y se recarga hacia atrás con las manos en el borde del escritorio.—Si tanto amas a esa niña. ¿Por qué te revuelcas conmigo? —dice la reina confundida y ve como Adewale empieza a reír a carcajadas.—Porque no podía acercarme a ella, ¿sabes? La deseo y la anhelo como no tie
—Dime mi querido amigo. ¿Amas a esa criatura? —pregunta Teach con media sonrisa. Morgan no puede evitar notar como se refiere a Cirice como «criatura» y lo ve por un momento fijamente intentando descifrarlo. —¿La amas? —insiste Barba Negra.—La amo —responde y siente cómo su corazón quiere salir de su pecho.—¡Lo sabía! El tonto Morgan enamorado… Serás un gran corsario, pero cuando te enamoras pierdes la cabeza, te vuelves ese mojigato tonto. —Teach vuelve a beber de la botella entre risas hasta que de nuevo vuelve a ponerse serio— Entonces… ¿Dónde está?—¿Por qué quieres saber eso? —Aún lleno de desconfianza, Morgan no sabe si decirle la verdad.—¡Morgan! Ambos cayeron al mar y solo tú subiste… ¿Crees que no debería preocuparme por ella? ¿Dónde está? ¿Aún en el mar? Eso sería muy grosero de tu parte —le dice Barba Negra inclinándose hacia delante, viéndolo fijamente a los ojos.—Sí… Ella sigue en el mar, pero no creo que tenga problemas con quedarse ahí. —Morgan cierra los ojos y f
—¿Qué recuerdos? —pregunta la hechicera confundida, sin sospechar que había alguna clase de relación entre ellos dos. Esta vez Cirice es quien voltea hacia ella y la toma del rostro para que pueda ver en sus ojos, pueda escudriñar en su cabeza. La hechicera se concentra y entonces los ve, ve a la joven sirena en los brazos del hechicero, los dos aparentemente felices. Empieza a rascar un poco más y llega al momento donde el rey decide que el hechicero tiene que borrarle la memoria a Cirice, puede ver en los ojos de Adewale el rencor, el coraje por tener que acatar esa orden.—Es tan confuso, en esos recuerdos pareciera que yo le amo, que yo le adoro… —dice Cirice confundida, tomando su cabeza con ambas manos como si quisiera evitar que le explotara.—Cirice, no puedo decir si son verdad o no… Todo apunta a que lo son y tal vez no es malo, tal vez tú le amaste en ese entonces y no debería de horrorizarte, pero… ni él es el mismo de ese entonces, ni tú… y no porque lo hayas amado en es
—¿Qué si yo lo maté? —Gumbora termina la pregunta de Cirice y de inmediato una sonrisa enorme se dibuja en el rostro de la hechicera—No, descuida… Yo no lo maté… Ese no era mi plan, nunca lo fue. Cuando logré que depositara su poder en esa joya, mandé a Köpek a que la regresara al castillo de donde la habíamos tomado y le perdoné la vida a tu padre. »Admito que estaba dentro de mis planes destruirlo, pero … siempre estuve enamorada de él, hasta el último día de su vida y simplemente me fui de ahí, prometiéndole que le regresaría a su hija sana y salva para que empezaran desde cero, formando confianza en su pueblo, que este los siguiera porque eran buenos gobernantes, no porque tenían el poder suficiente para desaparecer a aquel que no le agradara algo, pero… jamás me imaginé que al salir del reino este colapsaría, que tu padre moriría en manos de esas bestias, de ese ejército de tu querido Adewale. La sirena más tranquila, bajando la mirada y pasando cada palabra de la hechicera u
El barco de Barba Negra estaba en el malecón, los marineros se habían quedado ahí mientras la guardia española y el príncipe descendían en silencio. El príncipe estaba pensando en lo que había visto. Ariel era una sirena no lo podía negar, todo este tiempo estuvo comprometido con una sirena y jamás lo sospechó. Trataba de pensar en si hubo alguna señal, algo que la hubiera podido delatar antes, pero solo pensaba en cómo su voz era hipnótica y no podía evitar cumplir sus peticiones. El coraje de sentirse manipulado lo hacía rabiar, tenía la necesidad de buscarla y maldecirla para después asesinarla, si tan solo hubiera escuchado a su madre tal vez las cosas hubieran sido diferentes, ella tenía razón, Ariel solo lo estaba usando y no comprendía bien con qué fin, pero la reina lo sabía y aunque quiso advertirlo él jamás lo aceptó. Rápidamente el príncipe, montado a caballo, junto con su capitán, se dirigieron hacia la hacienda, pasando por entre las calles del pueblo, haciendo que las
—Arriesgaste a tu primera mujer por un barco y una tripulación, la dejaste por el sueño de ser corsario, pues es lo que más anhelabas y ahora estas dejándolo todo, permitiendo que tu tan amado barco se hunda, que tu tripulación huya… Todo por… ¿Ella? Por ¿Cirice? —pregunta Bonny, estando al borde de la aceptación, puede ver en el rostro de Morgan la respuesta, está dispuesto a sacrificarlo todo por volverla a encontrar, él solo la quiere volver a ver.—¡Déjalo ir! ¡Más vale morir buscando lo que hace latir tu corazón a vivir arrepentido por no haberte arriesgado! ¡Vamos, Bonny! ¡Deja que ese pobre diablo busque su suerte! —Vuelve a gritar Teach y por un momento la pirata duda, pero termina corriendo hacia el barco de Barba Negra y subiendo en él.En ese momento Morgan gira el timón y su barco se separa de los demás, mientras ellos van hacia una tierra soleada, con aguas calmadas, el «jackdaw» se dirige a toda velocidad hacia la tormenta que empieza a arreciar. El cielo está nublado, e