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Era muy temprano, incluso para Caroline que por lo general le gustaba madrugar; ella y su esposo fueron a la hacienda donde se encontraba la reina. En cuanto supieron de la muerte del joyero, el banquero, el señor Gaynor, supo que no tenía trabajo. Él había sido contratado con el fin de que el dinero que diera el rey de Francia por las pertenencias de la reina española fuera administrado y guardado de manera correcta, pero al morir el único puente entre ambos monarcas la compra se había vuelto imposible, simplemente se había diluido junto con el resto del cuerpo del joyero.

Sabiendo eso, el banquero simplemente decidió que era hora de abandonar La Habana, no tenía sentido seguir ahí si no tendría ningún propósito, solo significaba que seguiría perdiendo más dinero entre comida y hospedaje, y aunque era un hombre muy dadivoso y más si se trataba de satisfacer los gustos de su esposa, en este caso no estaba dispuesto a seguir gastando un centavo más.

A primera hora se dirigieron haci
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