—¿Qué recuerdos? —pregunta la hechicera confundida, sin sospechar que había alguna clase de relación entre ellos dos. Esta vez Cirice es quien voltea hacia ella y la toma del rostro para que pueda ver en sus ojos, pueda escudriñar en su cabeza. La hechicera se concentra y entonces los ve, ve a la joven sirena en los brazos del hechicero, los dos aparentemente felices. Empieza a rascar un poco más y llega al momento donde el rey decide que el hechicero tiene que borrarle la memoria a Cirice, puede ver en los ojos de Adewale el rencor, el coraje por tener que acatar esa orden.—Es tan confuso, en esos recuerdos pareciera que yo le amo, que yo le adoro… —dice Cirice confundida, tomando su cabeza con ambas manos como si quisiera evitar que le explotara.—Cirice, no puedo decir si son verdad o no… Todo apunta a que lo son y tal vez no es malo, tal vez tú le amaste en ese entonces y no debería de horrorizarte, pero… ni él es el mismo de ese entonces, ni tú… y no porque lo hayas amado en es
—¿Qué si yo lo maté? —Gumbora termina la pregunta de Cirice y de inmediato una sonrisa enorme se dibuja en el rostro de la hechicera—No, descuida… Yo no lo maté… Ese no era mi plan, nunca lo fue. Cuando logré que depositara su poder en esa joya, mandé a Köpek a que la regresara al castillo de donde la habíamos tomado y le perdoné la vida a tu padre. »Admito que estaba dentro de mis planes destruirlo, pero … siempre estuve enamorada de él, hasta el último día de su vida y simplemente me fui de ahí, prometiéndole que le regresaría a su hija sana y salva para que empezaran desde cero, formando confianza en su pueblo, que este los siguiera porque eran buenos gobernantes, no porque tenían el poder suficiente para desaparecer a aquel que no le agradara algo, pero… jamás me imaginé que al salir del reino este colapsaría, que tu padre moriría en manos de esas bestias, de ese ejército de tu querido Adewale. La sirena más tranquila, bajando la mirada y pasando cada palabra de la hechicera u
El barco de Barba Negra estaba en el malecón, los marineros se habían quedado ahí mientras la guardia española y el príncipe descendían en silencio. El príncipe estaba pensando en lo que había visto. Ariel era una sirena no lo podía negar, todo este tiempo estuvo comprometido con una sirena y jamás lo sospechó. Trataba de pensar en si hubo alguna señal, algo que la hubiera podido delatar antes, pero solo pensaba en cómo su voz era hipnótica y no podía evitar cumplir sus peticiones. El coraje de sentirse manipulado lo hacía rabiar, tenía la necesidad de buscarla y maldecirla para después asesinarla, si tan solo hubiera escuchado a su madre tal vez las cosas hubieran sido diferentes, ella tenía razón, Ariel solo lo estaba usando y no comprendía bien con qué fin, pero la reina lo sabía y aunque quiso advertirlo él jamás lo aceptó. Rápidamente el príncipe, montado a caballo, junto con su capitán, se dirigieron hacia la hacienda, pasando por entre las calles del pueblo, haciendo que las
—Arriesgaste a tu primera mujer por un barco y una tripulación, la dejaste por el sueño de ser corsario, pues es lo que más anhelabas y ahora estas dejándolo todo, permitiendo que tu tan amado barco se hunda, que tu tripulación huya… Todo por… ¿Ella? Por ¿Cirice? —pregunta Bonny, estando al borde de la aceptación, puede ver en el rostro de Morgan la respuesta, está dispuesto a sacrificarlo todo por volverla a encontrar, él solo la quiere volver a ver.—¡Déjalo ir! ¡Más vale morir buscando lo que hace latir tu corazón a vivir arrepentido por no haberte arriesgado! ¡Vamos, Bonny! ¡Deja que ese pobre diablo busque su suerte! —Vuelve a gritar Teach y por un momento la pirata duda, pero termina corriendo hacia el barco de Barba Negra y subiendo en él.En ese momento Morgan gira el timón y su barco se separa de los demás, mientras ellos van hacia una tierra soleada, con aguas calmadas, el «jackdaw» se dirige a toda velocidad hacia la tormenta que empieza a arreciar. El cielo está nublado, e
—Por favor… veme —dice Cirice con el corazón roto, sintiéndose mal por ver al hombre que ama en esa situación, pero Morgan sigue intentando dirigir su navío.—Te fallé a ti también… Te estoy perdiendo como perdí a Caroline —dice en voz baja, pensando en que Cirice es una alucinación y no necesita gritar.—¿Por eso quieres estar conmigo? ¿Para compensar tu error con Caroline? ¿Me ves como una segunda oportunidad? ¿Solo eso? —pregunta Cirice con el corazón latiendo a mil por hora.—¡Claro que no! ¡Jamás creí encontrar el amor después de ella! ¡Pensé que solo me dedicaría a robar, beber y revolcarme con cortesanas hasta morir en batalla!... pero… llegaste tú. —Cuando dice eso voltea por fin hacia Cirice, suelta el timón que se pone a girar como loco haciendo que el barco de nuevo vuelva a girar bruscamente, haciendo que esta vez Cirice pierda el equilibrio y caiga hacia delante. Morgan la sostiene contra su pecho, sorprendido por lo fiel de la alucinación y en el momento que la sirena l
—¿Eso crees? Yo no lo creo, al contrario… Haré un verdadero cambio, obtendré el poder de esta maldita piedra, volveré a su gloria al antiguo y destruido reino y después… Una guerra contra esos malditos humanos —dice Adewale con una sonrisa amplia—. Mis hombres, creaciones mías, invadirán las playas, atacarán a todo humano que se atraviese en su camino, mientras los tritones, sirenas y cecaelidos destruirán los barcos. »Los tiburones y ballenas se moverán a mi voluntad y acabarán con cada navío que se les atraviese hasta que los humanos tengan miedo de siquiera mojar sus pies en la orilla de la playa. Entenderán que no todo les pertenece y empezarán a respetarnos. —Con cada palabra, el hechicero se embriagaba en sus ideas, disfrutándolas mientras las veía realizadas en su cabeza. De pronto voltea hacia Gumbora y una sonrisa se forma en sus labios pensando en otra cosa—, pero primero, necesito a Cirice a mi lado, como siempre tuvo que ser. La liberaré de ti y será mi esposa, la reina q
—¡Mientes! ¡Eso es imposible! ¡No tiene sentido nada de lo que dices! —grita Carlos desesperado, horrorizado de cada palabra que sale de su boca.—No miento… Lamento lo que hice, me siento arrepentida por todas las decisiones que tomé y fueron equivocadas, pero no puedo hacer nada por regresar el tiempo —añade Cirice cabizbaja.—¿Qué hacías aquí? ¿Por qué quieren tanto esa joya maldita? ¡¿Qué carajos está pasando?! —exclama desesperado el príncipe sin quitarle la mirada de encima a Cirice, ella solo lo ve con piedad.—La joya… El corazón del mar guarda el poder sobre los siete océanos, mi padre lo puso en él para mí, soy la heredera del reino de las sirenas…—Todo esto es una locura —dice el capitán detrás de ellos rascándose la cabeza y caminando en círculos.—Ustedes mismos me vieron en el agua, vieron mi cola de pescado, saben lo que soy, pero temen decir la palabra porque eso significaría aceptar que hay cosas que no pueden comprender ni dominar —dice Cirice con coraje en la voz—.
La puerta de acero retumbó varias veces, el capitán desenfundo su espada mientras que la ama de llaves buscaba esconderse en el fondo del recinto. Köpek sabiendo que era el momento indicado, usando su fuerza rompió sus sogas y de inmediato se dispuso a liberar a Tabata y a Morgan, aunque a este último le hubiera gustado mantenerlo atado. El príncipe sorprendido por la fuerza del tiburón retrocedió con algo de recelo, viendo después hacia Cirice. —De haber querido, hubiéramos salido de aquí sin necesidad de convencerte… Otra muestra de que no somos tus enemigos —dice Cirice viéndolo fijamente con molestia. Antes de que el príncipe pueda responder la puerta se abre abruptamente, el ama de llaves no puede evitar gritar ante el horror de ver a esas bestias entrar a la bodega. Su rostro está lleno de escamas, pero su cuerpo es el de un humano, sus ojos son totalmente negros y se alcanzan a ver colmillos saliendo de su boca. De inmediato Cirice le quita la daga a Carlos de la mano y se pr