—¡Gumbora! Te he estado buscando por todos lados. ¿Qué pasa? —pregunta angustiado Köpek. Tuvo que regresar a los escombros de aquel palacio que alguna vez fue de la realeza. La hechicera se mantenía con ambas manos en el tridente encajado en el trono, cuando por fin abrió los ojos, retrocedió aterrorizada, viendo al tridente con horror y cayó al suelo envuelta en dolor y lágrimas, dejando al tiburón desconcertado. —Adrián… Cómo no vine antes… Cómo no lo vi antes. —Llena de dolor, la hechicera sollozaba sentada frente al trono mientras el tiburón nadaba alrededor de ella con preocupación. —Gumbora… ¿Qué carajos pasa? —Nunca quise venir a indagar quién mató al rey, nunca quise ver… Tenía miedo, lo admito, no quería ver su muerte porque en el fondo … siempre lo amé hasta el final… Lo amé cada día, aunque estuviera lejos de mí, aunque me hubiera exiliado… Lo amé… y… ver como acababa su vida me iba a destrozar… No solo por el hecho de verlo morir sino por todos los «hubieras» que segu
Era muy temprano, incluso para Caroline que por lo general le gustaba madrugar; ella y su esposo fueron a la hacienda donde se encontraba la reina. En cuanto supieron de la muerte del joyero, el banquero, el señor Gaynor, supo que no tenía trabajo. Él había sido contratado con el fin de que el dinero que diera el rey de Francia por las pertenencias de la reina española fuera administrado y guardado de manera correcta, pero al morir el único puente entre ambos monarcas la compra se había vuelto imposible, simplemente se había diluido junto con el resto del cuerpo del joyero. Sabiendo eso, el banquero simplemente decidió que era hora de abandonar La Habana, no tenía sentido seguir ahí si no tendría ningún propósito, solo significaba que seguiría perdiendo más dinero entre comida y hospedaje, y aunque era un hombre muy dadivoso y más si se trataba de satisfacer los gustos de su esposa, en este caso no estaba dispuesto a seguir gastando un centavo más. A primera hora se dirigieron haci
—¡Cállate! ¡Eso no es cierto! ¡No lo es! ¡No puede ser! —grita Cirice cargada de decepción y a punto de caer al suelo por el dolor que diezma sus fuerzas. Morgan la sostiene por los codos e intenta verla directamente a los ojos, pero ella simplemente los mantiene cerrados con todas sus fuerzas.—Tranquilízate… Por favor… No pierdas la cabeza —dice Morgan intentando hablar con Cirice. La abraza con fuerza y acaricia su cabello, aunque las palabras de Atabae le han calado en el fondo del corazón, no puede imaginarse a Cirice en los brazos de ese hechicero.—Yo no sabía… No lo sabía… Él era idéntico a ti… Pensé que eras tú, pensé…—Pensaste mal… pero tu cuerpo reaccionó como si hubieras hecho el amor con el hombre al que amas… y no mintió, solo que te será difícil asimilarlo —dice Atabae intentando acercarse a la pareja y separarla, pero Morgan siente sus intenciones y voltea de inmediato hacia él, confrontándolo, viéndose fijamente el uno al otro con la furia en la mirada.—¿Estamos li
Con una sonrisa, el príncipe ve cómo sus hombres atan al pirata de pies y manos, uno saca una bola de cañón lo suficientemente pesada y la amarra a sus tobillos; Cirice por más que quiere interceder por Morgan ante el príncipe no recibe respuesta, es como si no existiera y solo un guardia la toma por los brazos evitando que se acerque a cualquiera de los dos hombres. —Ya me cansé de todo esto, de que sigan jugando conmigo, con mi paciencia y mi tiempo… Apuesto que su estancia en esa isla la disfrutaron mucho riéndose de mí, pero se acabó… —Camina el príncipe hacia Morgan con toda la determinación— …tú te irás al fondo del mar donde jamás podrás regresar, no podrás volver a ver a Ariel, a olerla o tocarla, es la única forma en la que sé que no serás un riesgo para nuestra relación. —Estás loco… trastornado… ¿Crees que después de arrojarme al mar tus hombres te respetarán? ¿Crees que Ariel te amará? Solo demostrarás que estás loco, enfermo —dice Morgan con coraje, sin intenciones de d
—Estás loco —dice la reina con el corazón lleno de rabia mientras las lágrimas no paran de correr por sus mejillas.—Sabía que no lo entenderías del todo, pero en el fondo, sabes que es verdad, lo sabes porque conociste a Cirice mucho antes de que se volviera la prometida de tu hijo. ¿Qué mala suerte debe de tener tu familia para que la misma mujer se encargara de matar a tu esposo y ahora a tu hijo?Las palabras del hechicero la hacen abrir los ojos con miedo. —¿Crees que hice a tu hijo paranoico para que se aleje de ella? ¡Vamos! Se volverá insoportable, cada vez más inestable, si él no acaba con su propia vida, lo hará Cirice, así de sencillo… No hay más. —Con tono aburrido vuelve a liberar el rostro de la reina y se recarga hacia atrás con las manos en el borde del escritorio.—Si tanto amas a esa niña. ¿Por qué te revuelcas conmigo? —dice la reina confundida y ve como Adewale empieza a reír a carcajadas.—Porque no podía acercarme a ella, ¿sabes? La deseo y la anhelo como no tie
—Dime mi querido amigo. ¿Amas a esa criatura? —pregunta Teach con media sonrisa. Morgan no puede evitar notar como se refiere a Cirice como «criatura» y lo ve por un momento fijamente intentando descifrarlo. —¿La amas? —insiste Barba Negra.—La amo —responde y siente cómo su corazón quiere salir de su pecho.—¡Lo sabía! El tonto Morgan enamorado… Serás un gran corsario, pero cuando te enamoras pierdes la cabeza, te vuelves ese mojigato tonto. —Teach vuelve a beber de la botella entre risas hasta que de nuevo vuelve a ponerse serio— Entonces… ¿Dónde está?—¿Por qué quieres saber eso? —Aún lleno de desconfianza, Morgan no sabe si decirle la verdad.—¡Morgan! Ambos cayeron al mar y solo tú subiste… ¿Crees que no debería preocuparme por ella? ¿Dónde está? ¿Aún en el mar? Eso sería muy grosero de tu parte —le dice Barba Negra inclinándose hacia delante, viéndolo fijamente a los ojos.—Sí… Ella sigue en el mar, pero no creo que tenga problemas con quedarse ahí. —Morgan cierra los ojos y f
—¿Qué recuerdos? —pregunta la hechicera confundida, sin sospechar que había alguna clase de relación entre ellos dos. Esta vez Cirice es quien voltea hacia ella y la toma del rostro para que pueda ver en sus ojos, pueda escudriñar en su cabeza. La hechicera se concentra y entonces los ve, ve a la joven sirena en los brazos del hechicero, los dos aparentemente felices. Empieza a rascar un poco más y llega al momento donde el rey decide que el hechicero tiene que borrarle la memoria a Cirice, puede ver en los ojos de Adewale el rencor, el coraje por tener que acatar esa orden.—Es tan confuso, en esos recuerdos pareciera que yo le amo, que yo le adoro… —dice Cirice confundida, tomando su cabeza con ambas manos como si quisiera evitar que le explotara.—Cirice, no puedo decir si son verdad o no… Todo apunta a que lo son y tal vez no es malo, tal vez tú le amaste en ese entonces y no debería de horrorizarte, pero… ni él es el mismo de ese entonces, ni tú… y no porque lo hayas amado en es
—¿Qué si yo lo maté? —Gumbora termina la pregunta de Cirice y de inmediato una sonrisa enorme se dibuja en el rostro de la hechicera—No, descuida… Yo no lo maté… Ese no era mi plan, nunca lo fue. Cuando logré que depositara su poder en esa joya, mandé a Köpek a que la regresara al castillo de donde la habíamos tomado y le perdoné la vida a tu padre. »Admito que estaba dentro de mis planes destruirlo, pero … siempre estuve enamorada de él, hasta el último día de su vida y simplemente me fui de ahí, prometiéndole que le regresaría a su hija sana y salva para que empezaran desde cero, formando confianza en su pueblo, que este los siguiera porque eran buenos gobernantes, no porque tenían el poder suficiente para desaparecer a aquel que no le agradara algo, pero… jamás me imaginé que al salir del reino este colapsaría, que tu padre moriría en manos de esas bestias, de ese ejército de tu querido Adewale. La sirena más tranquila, bajando la mirada y pasando cada palabra de la hechicera u