83.

—Claro… Creo que sería otra opción. Él también podría ayudar, aunque no lo vi en la mañana muy convencido de intervenir... —La tristeza y desilusión de Cirice le rompe el corazón a Adewale.

—Creo que él te ayudaría en todo lo que le pidieras —insiste caminando hacia ella.

—¿Eso crees? —Cirice levanta una ceja y sonríe de lado.

—Eso creo… ¿Quién no lo haría? —Adewale suspira perdido en los ojos turquesa de la sirena.

—A veces eres raro… pero eso no te quita el encanto. —Se acerca Cirice y poniéndose de puntitas le da un beso en los labios, al principio suave, cadencioso, lentamente se vuelve más rápido, más fuerte, más necesitado, se cuelga de su cuello y Adewale de nuevo siente que la sangre le hierve, la sujeta de la cintura y la pega a su cuerpo—. Podrías terminar lo que empezaste antes de que te vayas —le dice con una sonrisa pegada a su boca, desabrochando de nuevo la camisa y metiendo sus manos por debajo de ella, para sentir su piel y sus músculos contrayéndose.

—No creo que sea
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