Cooper camina con determinación por la playa, pensando en cómo acercarse al joyero si es que casi nunca sale de la hacienda, claramente sabe la clase de joya que tiene, sabe que cualquiera de aquí se la quitaría de las manos a la más leve intención de salir y que lo que ocurrió con el bergantín solo fue una muestra de lo que los piratas son capaces de hacer por ella. Para poder acercarse a Tavernier y tomar la joya tiene que entrar a esa hacienda, no hay otra. —¡¿Cómo putas lo haré?! —exclama Cooper desesperado. Ve hacia el camino que lleva directo a la hacienda y se pone en marcha, algo se le debe de ocurrir en el camino. El sol comienza a esconderse de nuevo; camina desmotivado dejando sus huellas en la tierra que pisa, viendo como la vida nocturna empieza a despertar a su alrededor, las tabernas se llenan de borrachos y prostitutas, algunos guardias hacen sus últimos rondines y los niños desaparecen de los caminos. Llega hasta la hacienda, la ve desde una distancia considerable
El ama de llaves no tarda mucho en arreglar la cama y mullir las almohadas para que el guardia deposite el cuerpo de la mujer. Pese a que no estaba a favor de lo ocurrido, la señora Galindez revisa a Cirice, pasa su mano por su rostro, preocupada, y le pide al guardia que salga de la habitación mientras ella sigue arreglando todo a su alrededor. —Gracias —dice Cirice con la voz entrecortada, fingiendo hacer un esfuerzo sobrehumano para intentar generar empatía en la anciana que no tenía agrado por dejarla pasar. De inmediato la mujer se acerca y se sienta en el borde de la cama, la ve con preocupación y la toma de la mano con calidez. —No agradezcas, por lo menos no a mí, el doctor no debe tardar. ¿Necesitas algo? —La señora parece sincera, supongo que lo único que buscaba es seguir algún protocolo, alguna orden donde los desconocidos debían de ser tratados con más rudeza, pero al entrar en la casa, no hay mucho que hacer más que dejar que las cosas pasen. Retorciendo su rostro dr
—Te ves hermosa. —La señora Galindez lo dice con emoción y los ojos llenos de ilusión, tal vez recordando sus años de juventud, cuando ella se vestía con los mismos vestidos causando sensación entre los caballeros. Una pequeña regresión que llenó su corazón de ilusión y Cirice lo identifica como nostalgia—. Anda… es hora de desayunar, debes de estar hambrienta. —Terminando con sus pensamientos se dirige hacia la puerta con la sirena detrás de ella—. Abajo ya están el señor Tavernier y un invitado, el príncipe Carlos II de España. Cuando dice eso la ama de llaves, Cirice se detiene por un momento consternada, no es cualquier invitado. Prosigue con su andar descendiendo por las escaleras y atravesando el gran recibidor del lugar. Ayer, entre sus mentiras y querer aparentar estar enferma, no se había dado cuenta de lo grande que es la casa por dentro y lo elegante: piso de mármol veteado y columnas tipo romanas que sostienen el piso de arriba, cuadros de pintores desconocidos en todas
El comentario deja confundida a Cirice. ¿Por qué dijo eso? Claramente la señora sabía de la mala fama del joyero, era de las personas más cercanas a él y sabía perfectamente sus malas mañas. Todos esos asuntos indiscretos que ella tuvo que callar al ser su empleada en esta hacienda y no quería que la pequeña «Ariel» fuera a ser una víctima más, una más de las que simplemente son abusadas y desaparecidas. Al no tener a nadie con ella era más que obvio que el tipo atacaría, tarde o temprano, pero eso era algo que la ama de llaves quería retrasar lo más posible. Sin dar más explicaciones salió de la habitación dejando a Cirice aún confundida. El consejo de la señora Galindez no fue suficientemente interesante, se encontraba concentrada pensando en lo que tenía que hacer para llegar al diamante y salir con vida de ahí. Estaba tan absorta en sus pensamientos y viendo por la ventana que no se esperó que la puerta se abriera lentamente dando paso al monstruo que habitaba en ese momento en
Cuando entregó el diamante a la hechicera, cuando lo llevó hasta la superficie, incluso cuando lo dejó en la mesa de regalos mientras veía por última vez a la mujer que le había arrancado el corazón, jamás imaginó que lo necesitaría, nunca pensó que un día esa joya tendría que regresar a él. Pasaron los años y el viejo rey, su padre, decidió dejar que el curso de vida continuara. Aunque son criaturas muy longevas e incluso algunos miembros de la realeza eran inmortales, no significaba que no puedan o quieran morir, una vida larga no asegura la felicidad, y al estar solo, el pobre rey con su hijo, extrañando cada día a su amada reina, cuando por fin vio que su hijo era adulto y tenía a su lado a una joven sirena de buena familia y de noble corazón, y aparentemente la madurez se había asentado en él, decidió ir a aquella zanja donde existía el único artefacto que podría transferir su fuerza, fue por el diamante que por fin convertiría en un rey al príncipe. Reunidos en el salón, ante
—No quieres que nadie se entere de que su rey es un mediocre, que era un niño consentido que creía que podía tomar lo que quería, no quieres que se enteren que por un momento de pasión y venganza pusiste el futuro del reino en manos de una mujer humana. —Gumbora nada hasta plantarse frente al rey y ve como este se sume en la miseria—. No quieres que nadie más sepa lo estúpido que fuiste y no te culpo, pero aquí no tendrás la ayuda que esperas. —Levanta el rostro del rey para que este la vea directo a los ojos—. Yo te quise y me usaste hasta que ya no te serví más, me desechaste y creíste que esto era lo mejor que podías hacer por mí… ¡Que te jodan!… Que tu reino se acabe, que tu vida se consuma y que no seas capaz de pasarle el cargo a ninguno de tus hijos, que todo colapse y el mar se quede sin dueño… Felicidades, rey Adrián, aquí tienes el resultado de tu venganza. El rey dolido por las palabras de la hechicera, sintiendo que todas sus esperanzas se iban a la misma zanja que no lo d
—Bueno… Hay unos negocios aquí, unas… joyas que quiero que Tavernier venda y mi madre me envió para cerciorarme de que todo estaba saliendo bien, pero mi sorpresa fue que al llegar aquí el bergantín donde iban a salir había sido atacado, si no fuera por un informante anónimo hubiéramos perdido mucho… Cirice solo presta atención sin voltear hacia él, esa historia ya la conoce no necesita que nadie se la cuente. Ella vio perfectamente la destrucción del bergantín y las consecuencias de su atraco. De nuevo se le viene a la cabeza el pirata, sus ojos, como se veía desmayado bajo el agua, tan inofensivo. —Nos has contado que tu barco pereció con toda tu familia, pero no sé de dónde vienes, qué hacían tú y tu familia en un barco hacia la Habana. —Mi padre es… mercante… traía un cargamento de azúcar… —Piensa de inmediato en Bradley y se agarra de eso para inventar su historia. —¿De dónde venían? La pregunta deja pensando a Cirice, lo ve directo a los ojos y los caballos se detienen com
Los dos se quedan paralizados, la han encontrado y no comprenden la situación, el tiburón suelta al pirata dejándolo caer al suelo de nuevo, justo en ese momento Cirice voltea hacia ellos y los reconoce, su sorpresa hace que el príncipe se asome por el ventanal y vea el espectáculo de borrachos con reproche. —Bien, me lo llevo, creo que te queda divino —dice el príncipe regresando su atención hacia Cirice. —Sí, está hermoso, pero creo que no deberíamos de salir en este momento, parece que dos hombres están peleando allá afuera —dice Cirice algo nerviosa mientras baja de un pequeño banco donde la costurera había revisado el dobladillo del vestido. —No temas, no te harán daño… Además, vienes conmigo y no debe de tardar en llegar algún guardia para poner paz entre esos dos. Cirice, sin dejar de ver fijamente al par de hombres, asiente con la cabeza y con cuidado toma la mano del príncipe para bajar del pequeño banco y retirarse a un apartado donde le ayudarán a quitarse cada prenda d