Por un momento Cooper ve con precaución a Morgan quien está embriagado de poder, su voz empieza a arrastrarse por efectos del alcohol y su mirada destila un brillo que muestra codicia. —¡Vaya! Encontraste al traidor. De repente la aparición de Hornigold sobre la playa acompañado de Bonny los hace despegarse del tema. Este que alguna vez creyó ciegamente en Cooper se acerca de forma amenazante hacia él, como si estuviera dispuesto a golpearlo. —¡Espera! ¡Espera! No es ningún traidor. —Morgan brinca frente a Cooper queriendo defenderlo, con las manos hacia delante evitando que Hornigold quiera lanzar el primer golpe—. Entramos a la hacienda de Felipe VI, ahí está el joyero Jean Baptiste Tavernier. —¿Cómo es que entraron? Ese lugar es impenetrable. —Se asoma por el hombro de Hornigold, Bonny, llena de curiosidad, aún con los brazos cruzados, pero con la mirada cargada de dudas. Morgan le da un golpe en el pecho a Cooper haciendo que este lance un pequeño quejido de dolor. —Nuestro ca
—Uno… o tal vez dos años. —Cuando responde Morgan ella no evita voltear hacia él con miedo, con temor en el pecho. Parece mucho tiempo el que tendría que estar sola. —Bien… pero solo eso, no más. —Toma del rostro a Morgan intentando que este la mire directamente a los ojos, buscando encontrar una pizca de compromiso. —Así será… Ya verás Caroline, traeré suficiente dinero para que tengamos la casa que te mereces, traeré finas telas y joyas, serás la envidia. Mientras Morgan puede imaginarse todo un mundo de posibilidades y todas las aventuras que tendrá surcando el mar junto con los piratas, volviéndose un corsario, consiguiendo dinero fácil, Caroline simplemente se hunde cada vez más en la tristeza como si pudiera presentir el final. ψ —¿Entonces Cooper? ¿Estás listo? —¿Listo? ¿Listo para qué? La voz temblorosa de Cooper saca de su sueño de borracho a Morgan, se da cuenta que está sobre una de las mesas de la taberna, a su lado una cortesana duerme plácidamente, acurrucada sobre
Se despoja de sus ropas mientras su cuerpo hace lo de siempre, cambia su anatomía de forma mágica y fluida, ya tiene práctica haciéndolo. Deja su ropa guardada en el cofre que después cubre meticulosamente para que no sea encontrado y sale con cuidado, sabe que a plena luz del día puede tener algún observador y debe ser más precavida. Sale a hurtadillas de la cueva y ve hacia ambos lados tratando de distinguir alguna clase de peligro, pero está totalmente sola y los barcos están muy lejos como para que algún marinero pueda descubrirla. Se acerca corriendo hacia el mar, el agua choca con sus piernas, su piel se siente fresca con el contacto del agua; siempre disfruta regresar a su hogar. Pese a todo, incluso a la bruja y sus responsabilidades hacia ella, sentir el agua subiendo por sus piernas, fresca y relajante, plasma una sonrisa en su rostro. Dando pequeños brincos llega a la zona más profunda donde sus pies dejan de tocar la arena, se zambulle de una sola intención y su par de pi
Cooper camina con determinación por la playa, pensando en cómo acercarse al joyero si es que casi nunca sale de la hacienda, claramente sabe la clase de joya que tiene, sabe que cualquiera de aquí se la quitaría de las manos a la más leve intención de salir y que lo que ocurrió con el bergantín solo fue una muestra de lo que los piratas son capaces de hacer por ella. Para poder acercarse a Tavernier y tomar la joya tiene que entrar a esa hacienda, no hay otra. —¡¿Cómo putas lo haré?! —exclama Cooper desesperado. Ve hacia el camino que lleva directo a la hacienda y se pone en marcha, algo se le debe de ocurrir en el camino. El sol comienza a esconderse de nuevo; camina desmotivado dejando sus huellas en la tierra que pisa, viendo como la vida nocturna empieza a despertar a su alrededor, las tabernas se llenan de borrachos y prostitutas, algunos guardias hacen sus últimos rondines y los niños desaparecen de los caminos. Llega hasta la hacienda, la ve desde una distancia considerable
El ama de llaves no tarda mucho en arreglar la cama y mullir las almohadas para que el guardia deposite el cuerpo de la mujer. Pese a que no estaba a favor de lo ocurrido, la señora Galindez revisa a Cirice, pasa su mano por su rostro, preocupada, y le pide al guardia que salga de la habitación mientras ella sigue arreglando todo a su alrededor. —Gracias —dice Cirice con la voz entrecortada, fingiendo hacer un esfuerzo sobrehumano para intentar generar empatía en la anciana que no tenía agrado por dejarla pasar. De inmediato la mujer se acerca y se sienta en el borde de la cama, la ve con preocupación y la toma de la mano con calidez. —No agradezcas, por lo menos no a mí, el doctor no debe tardar. ¿Necesitas algo? —La señora parece sincera, supongo que lo único que buscaba es seguir algún protocolo, alguna orden donde los desconocidos debían de ser tratados con más rudeza, pero al entrar en la casa, no hay mucho que hacer más que dejar que las cosas pasen. Retorciendo su rostro dr
—Te ves hermosa. —La señora Galindez lo dice con emoción y los ojos llenos de ilusión, tal vez recordando sus años de juventud, cuando ella se vestía con los mismos vestidos causando sensación entre los caballeros. Una pequeña regresión que llenó su corazón de ilusión y Cirice lo identifica como nostalgia—. Anda… es hora de desayunar, debes de estar hambrienta. —Terminando con sus pensamientos se dirige hacia la puerta con la sirena detrás de ella—. Abajo ya están el señor Tavernier y un invitado, el príncipe Carlos II de España. Cuando dice eso la ama de llaves, Cirice se detiene por un momento consternada, no es cualquier invitado. Prosigue con su andar descendiendo por las escaleras y atravesando el gran recibidor del lugar. Ayer, entre sus mentiras y querer aparentar estar enferma, no se había dado cuenta de lo grande que es la casa por dentro y lo elegante: piso de mármol veteado y columnas tipo romanas que sostienen el piso de arriba, cuadros de pintores desconocidos en todas
El comentario deja confundida a Cirice. ¿Por qué dijo eso? Claramente la señora sabía de la mala fama del joyero, era de las personas más cercanas a él y sabía perfectamente sus malas mañas. Todos esos asuntos indiscretos que ella tuvo que callar al ser su empleada en esta hacienda y no quería que la pequeña «Ariel» fuera a ser una víctima más, una más de las que simplemente son abusadas y desaparecidas. Al no tener a nadie con ella era más que obvio que el tipo atacaría, tarde o temprano, pero eso era algo que la ama de llaves quería retrasar lo más posible. Sin dar más explicaciones salió de la habitación dejando a Cirice aún confundida. El consejo de la señora Galindez no fue suficientemente interesante, se encontraba concentrada pensando en lo que tenía que hacer para llegar al diamante y salir con vida de ahí. Estaba tan absorta en sus pensamientos y viendo por la ventana que no se esperó que la puerta se abriera lentamente dando paso al monstruo que habitaba en ese momento en
Cuando entregó el diamante a la hechicera, cuando lo llevó hasta la superficie, incluso cuando lo dejó en la mesa de regalos mientras veía por última vez a la mujer que le había arrancado el corazón, jamás imaginó que lo necesitaría, nunca pensó que un día esa joya tendría que regresar a él. Pasaron los años y el viejo rey, su padre, decidió dejar que el curso de vida continuara. Aunque son criaturas muy longevas e incluso algunos miembros de la realeza eran inmortales, no significaba que no puedan o quieran morir, una vida larga no asegura la felicidad, y al estar solo, el pobre rey con su hijo, extrañando cada día a su amada reina, cuando por fin vio que su hijo era adulto y tenía a su lado a una joven sirena de buena familia y de noble corazón, y aparentemente la madurez se había asentado en él, decidió ir a aquella zanja donde existía el único artefacto que podría transferir su fuerza, fue por el diamante que por fin convertiría en un rey al príncipe. Reunidos en el salón, ante