El sol se deslizaba suavemente por el horizonte, bañando el jardín con una luz dorada que parecía haber sido pintada con los colores del amor y la felicidad. Era un día como cualquier otro, lleno de risas y juegos, pero para Clara, el momento se sentía excepcional. Cinco años habían pasado desde que su vida dio un giro inesperado, llevándola a crear una familia que siempre había soñado tener.Alejandro estaba en el centro del jardín, riendo a carcajadas mientras jugaba a la pelota con Lucas, su hijastro de diez años. Lucas había crecido tanto en tan poco tiempo, y su energía parecía inagotable. La pelota iba de un lado a otro, mientras Lucas mostraba habilidades que ya hacían que su padre sintiera un atisbo de orgullo. Cada pase, cada tiro, era un reflejo de los días que habían pasado juntos, un testimonio de la relación que habían cultivado: un lazo fuerte y lleno de complicidad.Mientras tanto, Clara observaba la escena desde la sombra fresca de un árbol frondoso, sintiendo cómo e
Clara apretó los dedos contra el volante, clavando la mirada en el semáforo que, como su vida, parecía congelado en el tiempo. La lluvia golpeaba el parabrisas con furia, formando finos ríos sobre el cristal, como si el cielo quisiera borrar cada rastro del caos que se desataba dentro de ella. El sonido del limpiaparabrisas apenas era suficiente para ahogar el eco de las palabras de Javier, que resonaban en su mente como una maldición."Quiero verlo. Es mi hijo, Clara."Habían pasado más de cinco años desde que lo había visto por última vez, pero su presencia seguía teniendo el mismo efecto devastador en ella. La última vez que Javier había cruzado esa puerta, lo hizo con un portazo que resonó durante meses en su corazón. Su vida había cambiado para siempre ese día, y la cruda realidad de ser madre soltera la había golpeado con una fuerza que nunca imaginó. Pero había salido adelante. Lo había hecho sola. Y ahora, cuando por fin sentía que su vida estaba tomando forma, él había decidi
Alejandro lo miró con incredulidad. ¿Acaso le acababa de hablar como si ambos fueran iguales? ¿Dónde estaban los padres de este niño?— No deberías correr por la cafetería —vdijo Alejandro con un tono que normalmente utilizaba para despedir empleados incompetentes —. Es peligroso.El niño lo miró un segundo más, como si estuviera evaluando la situación. Luego, con una sorprendente calma para alguien de su edad, cruzó los brazos y levantó una ceja, exactamente como Alejandro lo hacía en sus reuniones más tensas.— No es tan peligroso si sabes lo que haces — respondió el niño, con una lógica impecable —. Pero tú estabas distraído con tu teléfono. Deberías prestar más atención.Alejandro parpadeó. ¿Había sido reprendido por un niño de cinco años? Y lo peor es que… el pequeño tenía razón. Había estado distraído. Pero eso no significaba que el niño no tuviera la culpa. Estaba a punto de decir algo más cuando el niño, sin dejar de mirarlo, extendió una mano.— Soy Lucas. ¿Quién eres tú?Ale
Clara respiró hondo por enésima vez, ajustando el cuello de su blusa mientras caminaba por el amplio vestíbulo de TechVision. Las paredes de cristal y el suelo de mármol brillante reflejaban su propio nerviosismo. Esto puede ser un cambio monumental, se dijo. Era una oportunidad única, una que no podía permitirse perder.Con la carpeta de su currículum bajo el brazo y su portafolio en la mano, Clara avanzaba hacia la recepción. Había pasado la última noche revisando cada detalle, preparándose para cualquier pregunta que pudieran hacerle, para cualquier dificultad que pudiera surgir. Sabía que no tenía el lujo de equivocarse; Lucas dependía de ella, y este contrato con TechVision no solo podría estabilizar su carrera, sino también asegurar el futuro de su hijo.— Buenos días, tengo una entrevista con el señor Ferrer — dijo Clara a la recepcionista, tratando de mantener su tono calmado, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.La recepcionista, una mujer de mirada severa y profes
El sonido del teléfono vibrando en la mesa de café sacó a Clara de su ensimismamiento. Era tarde, la noche había caído sobre la ciudad y Lucas ya dormía, pero el insomnio la mantenía atrapada entre la nostalgia y la ansiedad. No necesitaba mirar la pantalla para saber quién era: Javier. Desde su reaparición en su vida, no había dejado de insistir. Mensajes, llamadas, promesas vacías disfrazadas de arrepentimiento.Clara se levantó del sofá con un suspiro pesado, cruzando el pequeño apartamento hacia la cocina. Mientras el silencio de la noche la envolvía, su mente la arrastró de vuelta al pasado, a un tiempo en el que la vida parecía más simple, más segura. Un tiempo en el que Javier era todo lo que ella conocía.Hace seis añosEl sol de media tarde bañaba el pequeño apartamento que compartían con una cálida luz dorada. Clara estaba sentada en el sillón, hojeando una revista de diseño, mientras Javier entraba por la puerta, con una sonrisa despreocupada que siempre lograba desarmarla.
— Madre, madre… ayer conocí a un hombre importante y… — Clara estaba muy apurada, pues sería su primer día.— Amor, qué te parece si me cuentas luego. Debes prepararte para la escuela y yo tengo mi primer día y estoy llegando tarde. — Deja un beso en su frente —. Lo siento, bebé, pero prometo que hablaremos todo lo que desees. Estoy curiosa por saber de tu travesía con ese hombre.Clara le dio la espalda y miró a su niñera.— No te preocupes, sabes como es este pequeño. — Clara soltó un suspiro y volvió a dejar un beso en la frente de su hijo.Claro que sabía cómo era.— Te amo, cariño. Nos vemos en más tarde.— Sí, madre. Te amo mucho.La mañana era fría y gris cuando Clara llegó al imponente edificio de TechVision por segunda vez. El aire gélido parecía reflejar el ambiente que sabía la esperaba dentro. A pesar del esfuerzo que había puesto en su apariencia —su mejor traje, el cabello perfectamente recogido en una coleta baja—, no podía sacudirse la sensación de inquietud que la hab
Mientras salía del edificio, Clara sintió que había cruzado un umbral. Trabajar con Alejandro Ferrer no iba a ser fácil. Los choques entre ellos serían inevitables. Pero en algún nivel más profundo, sabía que algo estaba cambiando. Y lo que fuera que sucediera a partir de ese momento, no solo afectaría su carrera, sino algo mucho más personal.Cuando llegó a su edificio, encontró a su hijo haciendo sus deberes. La niñera solo lo observaba.— Llegaste, madre. — Lucas levantó la cabeza y lo miró —. Hoy tuve un día sorprendente. ¿Quieres escucharme?Clara miró a la niñera.— Nuevamente está siendo un pequeño niño a punto de ascender a la presidencia — respondió con una risa.— Gracias Lucía por cuidarlo.— No es como que tu bebé sea muy berrinchudo. — Miró a Lucas —. Entrégale los dibujos que hiciste en la escuela.Lucas solo asintió y volvió a concentrarse en su tarea que se basaba en un dibujo de un hombre trajeado y un niño bebiendo alguna cosa. Para ser pequeño dibujaba bien. Para el
Cuando la mujer se fue, el silencio en el pasillo fue ensordecedor. Clara respiró hondo, cerrando los ojos un segundo para calmarse antes de tocar la puerta. No podía dejar que esa humillación la consumiera. Tenía un trabajo que hacer.Golpeó suavemente la puerta, y la voz de Alejandro, más grave de lo habitual, le indicó que entrara.Al abrir la puerta, Clara lo vio sentado detrás de su escritorio, con una mano masajeándose las sienes. Su expresión era tensa, pero al verla entrar, algo cambió brevemente en su mirada. Un destello de sorpresa, tal vez, o incluso de culpa, aunque se desvaneció tan rápido que Clara no estaba segura de haberlo visto.— Fernández — dijo con voz seca —, siéntate.Clara, con la carpeta aún en sus manos, se acercó al escritorio y se sentó frente a él. Sentía el dolor punzante en su brazo donde la puerta la había golpeado, pero trató de ignorarlo.— Aquí está el informe que me pidió — dijo, tratando de sonar lo más profesional posible.Alejandro la miró por un