El sonido del teléfono vibrando en la mesa de café sacó a Clara de su ensimismamiento. Era tarde, la noche había caído sobre la ciudad y Lucas ya dormía, pero el insomnio la mantenía atrapada entre la nostalgia y la ansiedad. No necesitaba mirar la pantalla para saber quién era: Javier. Desde su reaparición en su vida, no había dejado de insistir. Mensajes, llamadas, promesas vacías disfrazadas de arrepentimiento.
Clara se levantó del sofá con un suspiro pesado, cruzando el pequeño apartamento hacia la cocina. Mientras el silencio de la noche la envolvía, su mente la arrastró de vuelta al pasado, a un tiempo en el que la vida parecía más simple, más segura. Un tiempo en el que Javier era todo lo que ella conocía.
Hace seis años
El sol de media tarde bañaba el pequeño apartamento que compartían con una cálida luz dorada. Clara estaba sentada en el sillón, hojeando una revista de diseño, mientras Javier entraba por la puerta, con una sonrisa despreocupada que siempre lograba desarmarla. En ese entonces, él era su todo.
— Tengo una sorpresa para ti — dijo, arrojando su chaqueta sobre una silla y acercándose a ella con una caja pequeña en la mano.
Clara sonrió, su corazón acelerándose ante la expectativa. Javier siempre había tenido ese efecto en ella. Era encantador, espontáneo, y su capacidad para hacerla sentir como si fuera la única persona en el mundo que importaba era lo que la había enamorado desde el principio. Él se arrodilló frente a ella, dándole la caja envuelta en papel brillante.
— ¿Qué es esto? — preguntó, mientras comenzaba a abrirla, riendo ante el misterio.
— Solo ábrelo.
Dentro de la caja había un delicado collar de fantasía, con un pequeño colgante en forma de estrella.
— Es precioso, Javier... — susurró, emocionada.
— Una estrella para la estrella de mi vida — dijo él con una sonrisa pícara, inclinándose para besarla.
En ese momento, todo parecía perfecto, como si estuvieran destinados a estar juntos para siempre. Javier era un hombre ambicioso, siempre con grandes sueños y proyectos. Tenía una energía vibrante, una pasión por la vida que la envolvía y la hacía sentir invencible. Pero había algo más en él, algo que Clara había ignorado, o tal vez nunca quiso ver. Un lado oscuro, escondido detrás de esa sonrisa fácil y esos regalos inesperados.
Unos meses después
La primera vez que Clara supo que estaba embarazada, su mundo se tambaleó. Las dos líneas en la prueba de embarazo eran solo el comienzo de un torbellino de emociones. Había pasado horas sentada en el baño, con la prueba en la mano, tratando de procesar lo que aquello significaba. ¿Javier estaría feliz? ¿Querría formar una familia? Tenía miedo, claro, pero también una chispa de esperanza. La idea de tener un hijo con el hombre al que amaba la llenaba de ilusión.
Esa misma noche, esperó a que Javier llegara a casa. Cuando lo hizo, Clara lo recibió con una mezcla de nerviosismo y emoción.
— Tengo algo que decirte — dijo, su voz temblando ligeramente.
Javier se quitó los zapatos, sin darse cuenta del tono en la voz de Clara. Estaba distraído, hablando sobre una reunión complicada en el trabajo, sobre cómo estaba agotado.
— Es importante, Javier.
— Claro, dime — respondió él, finalmente mirándola, aunque su tono era impaciente.
Clara respiró hondo, tratando de calmar el nudo en su estómago.
— Estoy embarazada.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Javier la miró como si no hubiera entendido lo que acababa de decir. Una fracción de segundo después, su expresión cambió. La sonrisa que había sido su sello distintivo desapareció, reemplazada por una mirada llena de incredulidad y, poco a poco, de algo más oscuro: rechazo.
— ¿Qué…? — Javier se pasó la mano por el cabello, dando un paso hacia atrás —. ¿Estás segura?
Clara asintió, sintiendo cómo su corazón se encogía en el pecho. El brillo en sus ojos se apagó lentamente al ver la reacción de Javier.
— Esto no puede estar pasando ahora, Clara — dijo él, su tono de voz cambiando a uno frío, desconocido para ella —. No estoy listo para esto. No lo quiero.
— ¿Qué? — La incredulidad llenó su voz —. Pero… Javier, es nuestro hijo.
— No, Clara. No puedo hacer esto. No quiero este hijo, no quiero… esto. Deshazte de él.
Las palabras de Javier fueron como un golpe a su estómago. Clara se quedó de pie, paralizada, mientras él seguía hablando, su tono cada vez más desesperado.
— Tengo demasiadas cosas que hacer. Mi trabajo, mis proyectos… ¡Esto no estaba en mis planes! — Javier se pasó las manos por el rostro, como si estuviera atrapado en una pesadilla. Finalmente, su mirada se endureció—. No quiero ser padre, Clara. No estoy hecho para eso.
— Pero… Javier… — Clara se esforzó por mantener la calma, aunque sentía que su mundo se desmoronaba —. Podemos hacerlo juntos. Yo…
— No. — La voz de Javier sonó cortante, como un cuchillo —. No puedo. No quiero. Si decides tener a ese niño, lo harás sola.
Las palabras quedaron suspendidas en el aire, como una sentencia irrevocable. Clara lo miró, esperando ver algún rastro del hombre que amaba, esperando que se retractara, que se diera cuenta del error que estaba cometiendo. Pero no vio nada. Solo distancia. Solo frío.
Y así, Javier se fue. Se fue de su vida, de sus sueños, de sus promesas. El hombre que una vez le había regalado estrellas, ahora la dejaba bajo un cielo vacío.
El presente
Clara cerró los ojos, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con brotar. No había pensado en esa noche en mucho tiempo, y ahora parecía que todo volvía con una fuerza imparable. La herida que Javier había dejado nunca sanó del todo, y cada vez que pensaba en cómo había huido de sus responsabilidades, el dolor y la rabia se entremezclaban en su pecho.
Después de aquella noche, Clara había enfrentado el embarazo sola. Había trabajado más horas, había soportado los comentarios y las miradas de compasión de quienes sabían que su novio la había abandonado. Pero había sido fuerte, había sacado adelante a Lucas, y cada vez que lo miraba sentía que todo había valido la pena.
Entonces, ¿por qué ahora, después de tantos años, Javier volvía a aparecer? Ese hombre, que había rechazado a su hijo antes de que naciera, ahora quería reclamar un lugar en sus vidas. Clara no podía comprenderlo, y parte de ella temía que él tuviera algún motivo oculto. No puede ser por Lucas, pensaba una y otra vez. No después de lo que había dicho, de cómo había desaparecido sin mirar atrás.
El teléfono vibró en sus manos, y cuando vio que se trataba de un correo de TechVision, inmediatamente lo abrió.
“Has sido seleccionada para TechVision. La esperamos mañana a las 08:00 am para iniciar…”
— Madre, madre… ayer conocí a un hombre importante y… — Clara estaba muy apurada, pues sería su primer día.— Amor, qué te parece si me cuentas luego. Debes prepararte para la escuela y yo tengo mi primer día y estoy llegando tarde. — Deja un beso en su frente —. Lo siento, bebé, pero prometo que hablaremos todo lo que desees. Estoy curiosa por saber de tu travesía con ese hombre.Clara le dio la espalda y miró a su niñera.— No te preocupes, sabes como es este pequeño. — Clara soltó un suspiro y volvió a dejar un beso en la frente de su hijo.Claro que sabía cómo era.— Te amo, cariño. Nos vemos en más tarde.— Sí, madre. Te amo mucho.La mañana era fría y gris cuando Clara llegó al imponente edificio de TechVision por segunda vez. El aire gélido parecía reflejar el ambiente que sabía la esperaba dentro. A pesar del esfuerzo que había puesto en su apariencia —su mejor traje, el cabello perfectamente recogido en una coleta baja—, no podía sacudirse la sensación de inquietud que la hab
Mientras salía del edificio, Clara sintió que había cruzado un umbral. Trabajar con Alejandro Ferrer no iba a ser fácil. Los choques entre ellos serían inevitables. Pero en algún nivel más profundo, sabía que algo estaba cambiando. Y lo que fuera que sucediera a partir de ese momento, no solo afectaría su carrera, sino algo mucho más personal.Cuando llegó a su edificio, encontró a su hijo haciendo sus deberes. La niñera solo lo observaba.— Llegaste, madre. — Lucas levantó la cabeza y lo miró —. Hoy tuve un día sorprendente. ¿Quieres escucharme?Clara miró a la niñera.— Nuevamente está siendo un pequeño niño a punto de ascender a la presidencia — respondió con una risa.— Gracias Lucía por cuidarlo.— No es como que tu bebé sea muy berrinchudo. — Miró a Lucas —. Entrégale los dibujos que hiciste en la escuela.Lucas solo asintió y volvió a concentrarse en su tarea que se basaba en un dibujo de un hombre trajeado y un niño bebiendo alguna cosa. Para ser pequeño dibujaba bien. Para el
Cuando la mujer se fue, el silencio en el pasillo fue ensordecedor. Clara respiró hondo, cerrando los ojos un segundo para calmarse antes de tocar la puerta. No podía dejar que esa humillación la consumiera. Tenía un trabajo que hacer.Golpeó suavemente la puerta, y la voz de Alejandro, más grave de lo habitual, le indicó que entrara.Al abrir la puerta, Clara lo vio sentado detrás de su escritorio, con una mano masajeándose las sienes. Su expresión era tensa, pero al verla entrar, algo cambió brevemente en su mirada. Un destello de sorpresa, tal vez, o incluso de culpa, aunque se desvaneció tan rápido que Clara no estaba segura de haberlo visto.— Fernández — dijo con voz seca —, siéntate.Clara, con la carpeta aún en sus manos, se acercó al escritorio y se sentó frente a él. Sentía el dolor punzante en su brazo donde la puerta la había golpeado, pero trató de ignorarlo.— Aquí está el informe que me pidió — dijo, tratando de sonar lo más profesional posible.Alejandro la miró por un
«¿Qué pregunta era esa?»Alejandro sintió un leve nudo en el estómago. Era una pregunta que no esperaba de un niño de cinco años, y mucho menos una que resonara tan profundamente. La verdad era que no había pensado mucho en eso últimamente. Su relación era más una decisión lógica, un paso esperado en su vida, pero la pregunta de Lucas lo hizo dudar por un segundo.— Es… lo que se supone que debo hacer — dijo Alejandro, evitando la profundidad de la respuesta que la pregunta merecía.Lucas lo miró fijamente por unos segundos, como si estuviera evaluando su respuesta. Luego, con esa misma inteligencia afilada que había mostrado antes, hizo una pregunta que lo dejó aún más descolocado.— ¿Y tú quieres ser padre?La pregunta cayó como una bomba en medio de la mesa. Alejandro sintió que todo el aire en la cafetería se volvía más denso de repente. ¿Por qué ese niño le estaba preguntando eso? ¿De dónde sacaba esas preguntas? ¿Y por qué sentía que no podía darle una respuesta clara?— Es algo
El ambiente en la sala de reuniones estaba cargado de presión. Clara se sentía en una cuerda floja, tratando de mantener su compostura mientras presentaba su propuesta de marketing para TechVision. Alejandro Ferrer, sentado en la cabecera de la mesa, observaba cada movimiento con esa mirada fría y calculadora que podía hacer que hasta el más experimentado de los ejecutivos sudara. Pero Clara no iba a dejarse intimidar, no hoy. Había trabajado incansablemente para esta presentación y no iba a echarla a perder por los nervios.— Como pueden ver — dijo Clara, señalando las diapositivas proyectadas en la pantalla —, la estrategia que propongo se centra en aumentar el engagement con el público objetivo a través de campañas digitales altamente segmentadas. Esto no solo optimizará el presupuesto de marketing, sino que también mejorará las tasas de conversión en un 15% en los próximos tres meses.Alejandro cruzó los brazos, su expresión imperturbable, mientras los demás ejecutivos en la sala
El niño, que hasta ese momento había estado concentrado en no llorar por el dolor en su muñeca, levantó la vista al escuchar pasos. Su mirada se dirigió hacia la puerta, donde apareció la figura alta y seria de Alejandro Ferrer.El corazón de Clara dio un vuelco al verlo allí. No era el tipo de hombre que se inmiscuía en asuntos personales, y mucho menos en situaciones familiares. Su presencia en el hospital no tenía sentido, o al menos, no para ella. Pero antes de que pudiera preguntarle qué hacía allí, notó algo extraño.Lucas no solo miraba a Alejandro con curiosidad, sino con una especie de reconocimiento, como si ya lo conociera. Y entonces, algo inesperado ocurrió.— Hola, señor Ferrer — dijo Lucas, con una naturalidad que dejó a Clara completamente desconcertada.Clara parpadeó, intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿Señor Ferrer? ¿Cómo era posible que su hijo conociera a su jefe? ¿Y por qué le hablaba como si ya lo hubiera visto antes?Alejandro, por su parte, mantuv
El sábado por la tarde, el parque de diversiones estaba lleno de familias y niños corriendo de un lado a otro, emocionados por los juegos y las atracciones. Clara observaba a Lucas, quien brincaba emocionado mientras sostenía una bolsa de algodón de azúcar. El niño no dejaba de hablar de la montaña rusa para niños a la que acababan de subir, riendo y gesticulando con sus pequeñas manos.— ¡Madre! ¿Viste cuando levanté los brazos en la bajada? — dijo Lucas, con los ojos brillantes de emoción.— Lo vi, mi amor — respondió Clara con una sonrisa cansada pero genuina. El día había sido largo, pero ver a su hijo tan feliz hacía que todo valiera la pena, aunque se comporte de vez en cuando como un pequeño adultoDecidieron hacer una última parada en la heladería favorita de Lucas antes de regresar a casa. Clara se acercó al mostrador para pagar el helado de chocolate que su hijo había pedido. Mientras buscaba en su bolso el dinero, Lucas, distraído, vio una figura familiar a través del venta
El sonido de los tacones resonaba sobre el adoquinado de la calle mientras Sofía, corría tras él con desesperación. Los altos tacones que usualmente la hacían sentir poderosa ahora se volvían su peor enemigo, torpes y desafiantes con cada paso. Su vestido ajustado se pegaba a su cuerpo, limitando su movimiento, pero eso no le importaba. Tenía que alcanzarlo. Mientras corría, su cabello rubio ondeaba detrás de ella, pero no lo suficiente para alcanzar la figura imponente de Alejandro que caminaba rápidamente, claramente molesto.— ¡Alejandro, detente! — gritó con toda la fuerza que pudo —. ¡Por favor, hablemos, no puedes irte así!Alejandro, que ya estaba a varios metros de distancia, apretó los puños al escuchar su voz. No quería hablar. No quería escuchar más excusas ni justificaciones. La discusión había comenzado minutos antes, pero la gota que colmó el vaso fue cuando Sofía se refirió a Lucas, el pequeño hijo de Clara, de una manera que lo dejó helado.— ¡Era solo un mocoso! — Sof