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03 - No tolero errores.

Clara respiró hondo por enésima vez, ajustando el cuello de su blusa mientras caminaba por el amplio vestíbulo de TechVision. Las paredes de cristal y el suelo de mármol brillante reflejaban su propio nerviosismo. Esto puede ser un cambio monumental, se dijo. Era una oportunidad única, una que no podía permitirse perder.

Con la carpeta de su currículum bajo el brazo y su portafolio en la mano, Clara avanzaba hacia la recepción. Había pasado la última noche revisando cada detalle, preparándose para cualquier pregunta que pudieran hacerle, para cualquier dificultad que pudiera surgir. Sabía que no tenía el lujo de equivocarse; Lucas dependía de ella, y este contrato con TechVision no solo podría estabilizar su carrera, sino también asegurar el futuro de su hijo.

— Buenos días, tengo una entrevista con el señor Ferrer — dijo Clara a la recepcionista, tratando de mantener su tono calmado, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.

La recepcionista, una mujer de mirada severa y profesional, la miró de arriba abajo antes de asentir y pedirle que esperara un momento. Clara dio un paso atrás, mirando hacia los ascensores al fondo del vestíbulo. Sabía quién era Alejandro Ferrer. Su nombre había resonado en los círculos empresariales de la ciudad durante años. Un hombre joven, altamente exitoso, conocido tanto por su brillantez como por su frialdad. No era alguien fácil de impresionar.

«Pero tengo que hacerlo» pensó Clara. Por Lucas.

Unos minutos después, la recepcionista levantó la vista y le hizo un gesto con la mano.

— El señor Ferrer la verá ahora. Por favor, tome el ascensor hasta el último piso.

Clara asintió, agradecida, y caminó hacia los ascensores. Mientras subía, sentía cómo la tensión en sus hombros se incrementaba. Cerró los ojos brevemente, tratando de calmar ese nudo en el estómago que parecía apretar con cada metro que ascendía.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Clara fue recibida por una oficina moderna, con grandes ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. La luz de la mañana entraba con fuerza, bañando el suelo y los muebles minimalistas con un brillo cálido. Al fondo, una mujer mayor, de rostro serio, le indicó con una seña que avanzara.

— El señor Ferrer la verá ahora — dijo sin levantar la vista de su pantalla.

Clara caminó hacia la puerta de la oficina, sintiendo cómo la ansiedad crecía en su interior. Tocó suavemente la puerta y, cuando escuchó la respuesta desde dentro, entró.

Alejandro Ferrer estaba de pie frente a una de las ventanas, con las manos en los bolsillos de su impecable traje gris. No volteó de inmediato cuando Clara entró, y ese breve silencio fue suficiente para que ella sintiera el peso de su presencia. Finalmente, él se giró, y sus ojos grises la observaron con una mezcla de curiosidad y frialdad calculada.

— Señorita Fernández — dijo, su voz firme y controlada —. Tome asiento.

Clara se acercó a la silla frente a su amplio escritorio de cristal y se sentó, manteniendo su portafolio sobre las piernas. La mirada de Alejandro era impenetrable, pero había algo en su expresión que le hizo sentir que ya estaba siendo juzgada.

— Gracias por recibirme — dijo Clara, esforzándose por sonar segura.

Alejandro no respondió de inmediato. Se acercó a su escritorio, revisó una carpeta que estaba sobre la superficie pulida y, tras un breve silencio, levantó la vista hacia ella.

— Tu currículum es interesante — dijo, sus ojos fijos en los de ella —. Aunque eres nueva en este campo, parece que tienes algunas ideas frescas. ¿Por qué crees que eres la persona adecuada para este proyecto?

Clara se enderezó en la silla, sintiendo que este era el momento crucial. Respiró hondo y comenzó a hablar, explicando su enfoque, sus ideas para la empresa, y cómo creía que podía ayudar a TechVision a mejorar su presencia en el mercado. A pesar de su nerviosismo inicial, las palabras fluían con convicción. Había pasado semanas investigando la empresa, entendiendo su público objetivo, y ahora todo eso salía a la luz en su explicación.

Alejandro la escuchaba en silencio, su mirada atenta pero inexpresiva. Cuando ella terminó, hubo un breve silencio en la sala.

— Interesante — dijo finalmente —. Pero dime, ¿cómo vas a abordar este proyecto con tan poca experiencia en empresas de nuestro tamaño?

La pregunta cayó como un balde de agua fría. Clara había anticipado algo así, pero, aun así, la dureza de sus palabras la desconcertó por un instante. Sin embargo, no tenía opción. No podía permitirse vacilar.

— Creo que la experiencia no siempre se mide en años, señor Ferrer — respondió ella con firmeza —. He trabajado con pequeñas empresas que tenían presupuestos limitados y grandes expectativas. Si puedo lograr resultados bajo esas condiciones, estoy segura de que puedo manejar algo más grande con los recursos adecuados. Además, estoy completamente comprometida con este proyecto. No fallaré.

Alejandro la miró en silencio por un segundo más. Luego, algo cambió en su expresión. Sus ojos se desviaron momentáneamente hacia el currículum que tenía frente a él, y Clara notó cómo su mandíbula se tensaba ligeramente.

— Clara Fernández… — murmuró Alejandro, como si estuviera probando el nombre en voz alta.

Clara lo observó, sintiendo que algo en el ambiente había cambiado, aunque no podía precisar qué.

Alejandro tomó el currículum con una mano y lo revisó de nuevo, con más detenimiento esta vez. Sus ojos se detuvieron en un punto, y de repente, algo en su mirada se endureció. El aire en la sala pareció volverse más denso, cargado de un tipo distinto de tensión.

Alejandro se dio la vuelta, y por un segundo, Clara sintió que le faltaba el aire. Sus ojos, de un gris acerado, la miraron con una intensidad que la hizo titubear. No había ni un atisbo de calidez en su expresión. Parecía medir cada uno de sus movimientos, como si fuera un cazador evaluando a su presa.

— Señorita Fernández — dijo con voz firme, tendiéndole la mano —. Gracias por venir.

Clara estrechó su mano, sintiendo la frialdad de su piel. Había esperado que fuera distante, pero la realidad superaba sus expectativas. Alejandro Ferrer no era solo un hombre frío; era impenetrable, como una muralla.

Al final de la reunión, Alejandro la miró fijamente.

— Gracias por recibirme, señor.

— Confío en que no me hará perder el tiempo, señorita Fernández. No soy alguien que tolere errores.

Clara sostuvo su mirada, sintiendo una chispa de desafío encenderse en su pecho.

— No suelo cometerlos.

Alejandro la miró por un segundo más, evaluándola, antes de asentir ligeramente.

— Veremos.

Clara salió de la sala de juntas sintiendo una mezcla de alivio y tensión. Había superado la primera prueba, pero sabía que trabajar con Alejandro Ferrer no sería fácil. Sin embargo, no podía permitirse fallar. Lucas lo necesitaba. Y ahora, más que nunca, tenía que demostrar que era capaz de enfrentarse a cualquier desafío. Incluso a un CEO implacable.

— Daniel, necesito que investigues a Clara Fernández. Quiero saber todo de ella. Y quiero los detalles hoy mismo.

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