Clara respiró hondo por enésima vez, ajustando el cuello de su blusa mientras caminaba por el amplio vestíbulo de TechVision. Las paredes de cristal y el suelo de mármol brillante reflejaban su propio nerviosismo. Esto puede ser un cambio monumental, se dijo. Era una oportunidad única, una que no podía permitirse perder.
Con la carpeta de su currículum bajo el brazo y su portafolio en la mano, Clara avanzaba hacia la recepción. Había pasado la última noche revisando cada detalle, preparándose para cualquier pregunta que pudieran hacerle, para cualquier dificultad que pudiera surgir. Sabía que no tenía el lujo de equivocarse; Lucas dependía de ella, y este contrato con TechVision no solo podría estabilizar su carrera, sino también asegurar el futuro de su hijo.
— Buenos días, tengo una entrevista con el señor Ferrer — dijo Clara a la recepcionista, tratando de mantener su tono calmado, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.
La recepcionista, una mujer de mirada severa y profesional, la miró de arriba abajo antes de asentir y pedirle que esperara un momento. Clara dio un paso atrás, mirando hacia los ascensores al fondo del vestíbulo. Sabía quién era Alejandro Ferrer. Su nombre había resonado en los círculos empresariales de la ciudad durante años. Un hombre joven, altamente exitoso, conocido tanto por su brillantez como por su frialdad. No era alguien fácil de impresionar.
«Pero tengo que hacerlo» pensó Clara. Por Lucas.
Unos minutos después, la recepcionista levantó la vista y le hizo un gesto con la mano.
— El señor Ferrer la verá ahora. Por favor, tome el ascensor hasta el último piso.
Clara asintió, agradecida, y caminó hacia los ascensores. Mientras subía, sentía cómo la tensión en sus hombros se incrementaba. Cerró los ojos brevemente, tratando de calmar ese nudo en el estómago que parecía apretar con cada metro que ascendía.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Clara fue recibida por una oficina moderna, con grandes ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. La luz de la mañana entraba con fuerza, bañando el suelo y los muebles minimalistas con un brillo cálido. Al fondo, una mujer mayor, de rostro serio, le indicó con una seña que avanzara.
— El señor Ferrer la verá ahora — dijo sin levantar la vista de su pantalla.
Clara caminó hacia la puerta de la oficina, sintiendo cómo la ansiedad crecía en su interior. Tocó suavemente la puerta y, cuando escuchó la respuesta desde dentro, entró.
Alejandro Ferrer estaba de pie frente a una de las ventanas, con las manos en los bolsillos de su impecable traje gris. No volteó de inmediato cuando Clara entró, y ese breve silencio fue suficiente para que ella sintiera el peso de su presencia. Finalmente, él se giró, y sus ojos grises la observaron con una mezcla de curiosidad y frialdad calculada.
— Señorita Fernández — dijo, su voz firme y controlada —. Tome asiento.
Clara se acercó a la silla frente a su amplio escritorio de cristal y se sentó, manteniendo su portafolio sobre las piernas. La mirada de Alejandro era impenetrable, pero había algo en su expresión que le hizo sentir que ya estaba siendo juzgada.
— Gracias por recibirme — dijo Clara, esforzándose por sonar segura.
Alejandro no respondió de inmediato. Se acercó a su escritorio, revisó una carpeta que estaba sobre la superficie pulida y, tras un breve silencio, levantó la vista hacia ella.
— Tu currículum es interesante — dijo, sus ojos fijos en los de ella —. Aunque eres nueva en este campo, parece que tienes algunas ideas frescas. ¿Por qué crees que eres la persona adecuada para este proyecto?
Clara se enderezó en la silla, sintiendo que este era el momento crucial. Respiró hondo y comenzó a hablar, explicando su enfoque, sus ideas para la empresa, y cómo creía que podía ayudar a TechVision a mejorar su presencia en el mercado. A pesar de su nerviosismo inicial, las palabras fluían con convicción. Había pasado semanas investigando la empresa, entendiendo su público objetivo, y ahora todo eso salía a la luz en su explicación.
Alejandro la escuchaba en silencio, su mirada atenta pero inexpresiva. Cuando ella terminó, hubo un breve silencio en la sala.
— Interesante — dijo finalmente —. Pero dime, ¿cómo vas a abordar este proyecto con tan poca experiencia en empresas de nuestro tamaño?
La pregunta cayó como un balde de agua fría. Clara había anticipado algo así, pero, aun así, la dureza de sus palabras la desconcertó por un instante. Sin embargo, no tenía opción. No podía permitirse vacilar.
— Creo que la experiencia no siempre se mide en años, señor Ferrer — respondió ella con firmeza —. He trabajado con pequeñas empresas que tenían presupuestos limitados y grandes expectativas. Si puedo lograr resultados bajo esas condiciones, estoy segura de que puedo manejar algo más grande con los recursos adecuados. Además, estoy completamente comprometida con este proyecto. No fallaré.
Alejandro la miró en silencio por un segundo más. Luego, algo cambió en su expresión. Sus ojos se desviaron momentáneamente hacia el currículum que tenía frente a él, y Clara notó cómo su mandíbula se tensaba ligeramente.
— Clara Fernández… — murmuró Alejandro, como si estuviera probando el nombre en voz alta.
Clara lo observó, sintiendo que algo en el ambiente había cambiado, aunque no podía precisar qué.
Alejandro tomó el currículum con una mano y lo revisó de nuevo, con más detenimiento esta vez. Sus ojos se detuvieron en un punto, y de repente, algo en su mirada se endureció. El aire en la sala pareció volverse más denso, cargado de un tipo distinto de tensión.
Alejandro se dio la vuelta, y por un segundo, Clara sintió que le faltaba el aire. Sus ojos, de un gris acerado, la miraron con una intensidad que la hizo titubear. No había ni un atisbo de calidez en su expresión. Parecía medir cada uno de sus movimientos, como si fuera un cazador evaluando a su presa.
— Señorita Fernández — dijo con voz firme, tendiéndole la mano —. Gracias por venir.
Clara estrechó su mano, sintiendo la frialdad de su piel. Había esperado que fuera distante, pero la realidad superaba sus expectativas. Alejandro Ferrer no era solo un hombre frío; era impenetrable, como una muralla.
Al final de la reunión, Alejandro la miró fijamente.
— Gracias por recibirme, señor.
— Confío en que no me hará perder el tiempo, señorita Fernández. No soy alguien que tolere errores.
Clara sostuvo su mirada, sintiendo una chispa de desafío encenderse en su pecho.
— No suelo cometerlos.
Alejandro la miró por un segundo más, evaluándola, antes de asentir ligeramente.
— Veremos.
Clara salió de la sala de juntas sintiendo una mezcla de alivio y tensión. Había superado la primera prueba, pero sabía que trabajar con Alejandro Ferrer no sería fácil. Sin embargo, no podía permitirse fallar. Lucas lo necesitaba. Y ahora, más que nunca, tenía que demostrar que era capaz de enfrentarse a cualquier desafío. Incluso a un CEO implacable.
— Daniel, necesito que investigues a Clara Fernández. Quiero saber todo de ella. Y quiero los detalles hoy mismo.
El sonido del teléfono vibrando en la mesa de café sacó a Clara de su ensimismamiento. Era tarde, la noche había caído sobre la ciudad y Lucas ya dormía, pero el insomnio la mantenía atrapada entre la nostalgia y la ansiedad. No necesitaba mirar la pantalla para saber quién era: Javier. Desde su reaparición en su vida, no había dejado de insistir. Mensajes, llamadas, promesas vacías disfrazadas de arrepentimiento.Clara se levantó del sofá con un suspiro pesado, cruzando el pequeño apartamento hacia la cocina. Mientras el silencio de la noche la envolvía, su mente la arrastró de vuelta al pasado, a un tiempo en el que la vida parecía más simple, más segura. Un tiempo en el que Javier era todo lo que ella conocía.Hace seis añosEl sol de media tarde bañaba el pequeño apartamento que compartían con una cálida luz dorada. Clara estaba sentada en el sillón, hojeando una revista de diseño, mientras Javier entraba por la puerta, con una sonrisa despreocupada que siempre lograba desarmarla.
— Madre, madre… ayer conocí a un hombre importante y… — Clara estaba muy apurada, pues sería su primer día.— Amor, qué te parece si me cuentas luego. Debes prepararte para la escuela y yo tengo mi primer día y estoy llegando tarde. — Deja un beso en su frente —. Lo siento, bebé, pero prometo que hablaremos todo lo que desees. Estoy curiosa por saber de tu travesía con ese hombre.Clara le dio la espalda y miró a su niñera.— No te preocupes, sabes como es este pequeño. — Clara soltó un suspiro y volvió a dejar un beso en la frente de su hijo.Claro que sabía cómo era.— Te amo, cariño. Nos vemos en más tarde.— Sí, madre. Te amo mucho.La mañana era fría y gris cuando Clara llegó al imponente edificio de TechVision por segunda vez. El aire gélido parecía reflejar el ambiente que sabía la esperaba dentro. A pesar del esfuerzo que había puesto en su apariencia —su mejor traje, el cabello perfectamente recogido en una coleta baja—, no podía sacudirse la sensación de inquietud que la hab
Mientras salía del edificio, Clara sintió que había cruzado un umbral. Trabajar con Alejandro Ferrer no iba a ser fácil. Los choques entre ellos serían inevitables. Pero en algún nivel más profundo, sabía que algo estaba cambiando. Y lo que fuera que sucediera a partir de ese momento, no solo afectaría su carrera, sino algo mucho más personal.Cuando llegó a su edificio, encontró a su hijo haciendo sus deberes. La niñera solo lo observaba.— Llegaste, madre. — Lucas levantó la cabeza y lo miró —. Hoy tuve un día sorprendente. ¿Quieres escucharme?Clara miró a la niñera.— Nuevamente está siendo un pequeño niño a punto de ascender a la presidencia — respondió con una risa.— Gracias Lucía por cuidarlo.— No es como que tu bebé sea muy berrinchudo. — Miró a Lucas —. Entrégale los dibujos que hiciste en la escuela.Lucas solo asintió y volvió a concentrarse en su tarea que se basaba en un dibujo de un hombre trajeado y un niño bebiendo alguna cosa. Para ser pequeño dibujaba bien. Para el
Cuando la mujer se fue, el silencio en el pasillo fue ensordecedor. Clara respiró hondo, cerrando los ojos un segundo para calmarse antes de tocar la puerta. No podía dejar que esa humillación la consumiera. Tenía un trabajo que hacer.Golpeó suavemente la puerta, y la voz de Alejandro, más grave de lo habitual, le indicó que entrara.Al abrir la puerta, Clara lo vio sentado detrás de su escritorio, con una mano masajeándose las sienes. Su expresión era tensa, pero al verla entrar, algo cambió brevemente en su mirada. Un destello de sorpresa, tal vez, o incluso de culpa, aunque se desvaneció tan rápido que Clara no estaba segura de haberlo visto.— Fernández — dijo con voz seca —, siéntate.Clara, con la carpeta aún en sus manos, se acercó al escritorio y se sentó frente a él. Sentía el dolor punzante en su brazo donde la puerta la había golpeado, pero trató de ignorarlo.— Aquí está el informe que me pidió — dijo, tratando de sonar lo más profesional posible.Alejandro la miró por un
«¿Qué pregunta era esa?»Alejandro sintió un leve nudo en el estómago. Era una pregunta que no esperaba de un niño de cinco años, y mucho menos una que resonara tan profundamente. La verdad era que no había pensado mucho en eso últimamente. Su relación era más una decisión lógica, un paso esperado en su vida, pero la pregunta de Lucas lo hizo dudar por un segundo.— Es… lo que se supone que debo hacer — dijo Alejandro, evitando la profundidad de la respuesta que la pregunta merecía.Lucas lo miró fijamente por unos segundos, como si estuviera evaluando su respuesta. Luego, con esa misma inteligencia afilada que había mostrado antes, hizo una pregunta que lo dejó aún más descolocado.— ¿Y tú quieres ser padre?La pregunta cayó como una bomba en medio de la mesa. Alejandro sintió que todo el aire en la cafetería se volvía más denso de repente. ¿Por qué ese niño le estaba preguntando eso? ¿De dónde sacaba esas preguntas? ¿Y por qué sentía que no podía darle una respuesta clara?— Es algo
El ambiente en la sala de reuniones estaba cargado de presión. Clara se sentía en una cuerda floja, tratando de mantener su compostura mientras presentaba su propuesta de marketing para TechVision. Alejandro Ferrer, sentado en la cabecera de la mesa, observaba cada movimiento con esa mirada fría y calculadora que podía hacer que hasta el más experimentado de los ejecutivos sudara. Pero Clara no iba a dejarse intimidar, no hoy. Había trabajado incansablemente para esta presentación y no iba a echarla a perder por los nervios.— Como pueden ver — dijo Clara, señalando las diapositivas proyectadas en la pantalla —, la estrategia que propongo se centra en aumentar el engagement con el público objetivo a través de campañas digitales altamente segmentadas. Esto no solo optimizará el presupuesto de marketing, sino que también mejorará las tasas de conversión en un 15% en los próximos tres meses.Alejandro cruzó los brazos, su expresión imperturbable, mientras los demás ejecutivos en la sala
El niño, que hasta ese momento había estado concentrado en no llorar por el dolor en su muñeca, levantó la vista al escuchar pasos. Su mirada se dirigió hacia la puerta, donde apareció la figura alta y seria de Alejandro Ferrer.El corazón de Clara dio un vuelco al verlo allí. No era el tipo de hombre que se inmiscuía en asuntos personales, y mucho menos en situaciones familiares. Su presencia en el hospital no tenía sentido, o al menos, no para ella. Pero antes de que pudiera preguntarle qué hacía allí, notó algo extraño.Lucas no solo miraba a Alejandro con curiosidad, sino con una especie de reconocimiento, como si ya lo conociera. Y entonces, algo inesperado ocurrió.— Hola, señor Ferrer — dijo Lucas, con una naturalidad que dejó a Clara completamente desconcertada.Clara parpadeó, intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿Señor Ferrer? ¿Cómo era posible que su hijo conociera a su jefe? ¿Y por qué le hablaba como si ya lo hubiera visto antes?Alejandro, por su parte, mantuv
El sábado por la tarde, el parque de diversiones estaba lleno de familias y niños corriendo de un lado a otro, emocionados por los juegos y las atracciones. Clara observaba a Lucas, quien brincaba emocionado mientras sostenía una bolsa de algodón de azúcar. El niño no dejaba de hablar de la montaña rusa para niños a la que acababan de subir, riendo y gesticulando con sus pequeñas manos.— ¡Madre! ¿Viste cuando levanté los brazos en la bajada? — dijo Lucas, con los ojos brillantes de emoción.— Lo vi, mi amor — respondió Clara con una sonrisa cansada pero genuina. El día había sido largo, pero ver a su hijo tan feliz hacía que todo valiera la pena, aunque se comporte de vez en cuando como un pequeño adultoDecidieron hacer una última parada en la heladería favorita de Lucas antes de regresar a casa. Clara se acercó al mostrador para pagar el helado de chocolate que su hijo había pedido. Mientras buscaba en su bolso el dinero, Lucas, distraído, vio una figura familiar a través del venta