Alejandro lo miró con incredulidad. ¿Acaso le acababa de hablar como si ambos fueran iguales? ¿Dónde estaban los padres de este niño?
— No deberías correr por la cafetería —vdijo Alejandro con un tono que normalmente utilizaba para despedir empleados incompetentes —. Es peligroso.
El niño lo miró un segundo más, como si estuviera evaluando la situación. Luego, con una sorprendente calma para alguien de su edad, cruzó los brazos y levantó una ceja, exactamente como Alejandro lo hacía en sus reuniones más tensas.
— No es tan peligroso si sabes lo que haces — respondió el niño, con una lógica impecable —. Pero tú estabas distraído con tu teléfono. Deberías prestar más atención.
Alejandro parpadeó. ¿Había sido reprendido por un niño de cinco años? Y lo peor es que… el pequeño tenía razón. Había estado distraído. Pero eso no significaba que el niño no tuviera la culpa. Estaba a punto de decir algo más cuando el niño, sin dejar de mirarlo, extendió una mano.
— Soy Lucas. ¿Quién eres tú?
Alejandro se quedó inmóvil. La situación era tan irreal que no sabía cómo reaccionar. ¿Qué clase de niño se presentaba con esa confianza como si estuviera en una reunión de negocios? Lentamente, aceptó el apretón de manos.
— Alejandro.
— Mucho gusto, Alejandro — dijo Lucas con toda la formalidad del mundo, como si acabaran de cerrar un trato millonario —. ¿Tu café está bueno?
Alejandro lanzó una mirada rápida a su taza antes de responder con frialdad.
— Está bien.
Lucas asintió, como si esa respuesta fuera suficiente para él. Luego, sin previo aviso, se sentó en la silla más cercana, cruzando las piernas y mirando a Alejandro con una expresión que sugería que estaba a punto de hacerle una entrevista.
— Entonces, ¿qué haces aquí? Los adultos como tú no suelen venir a lugares como este. Este es más un lugar de "padres y sus hijos". Al menos eso es lo que dice mi niñera. — Lucas hizo una pausa, mirando alrededor con una expresión de ligera desaprobación —. Yo prefiero un lugar más tranquilo.
Alejandro no pudo evitar sentir una conexión extraña con el niño. Él también odiaba lugares ruidosos, llenos de gente, y prefería la tranquilidad para pensar. Sin embargo, seguía sin entender cómo un chico tan pequeño podía ser tan… adulto.
— Estoy aquí solo por hoy — respondió Alejandro, todavía procesando el hecho de que estaba teniendo una conversación seria con un niño de cinco años —. No es el tipo de lugar que suelo frecuentar.
Lucas asintió de nuevo.
— Ya me parecía. — Luego lo miró de arriba abajo, como si estuviera analizando su atuendo de CEO —. Seguro trabajas mucho. Tú te ves cómo alguien que trabaja demasiado.
Alejandro, que había pasado años perfeccionando su fachada de CEO impenetrable, se encontró desarmado por la observación directa del niño. ¿Qué sabía un chico de cinco años sobre el trabajo? Pero antes de que pudiera responder, una figura apareció corriendo por el pasillo.
— ¡Lucas! ¿Dónde te has metido?
La niñera, una mujer de unos treinta años con el rostro visiblemente estresado, llegó hasta ellos y soltó un suspiro de alivio al ver al niño sentado tranquilamente en la silla.
— ¡Dios mío, Lucas! Te dije que no te alejaras de la mesa. Me diste un susto de muerte.
— Estoy aquí, hablando con Alejandro — dijo Lucas con su tono habitual, como si fuera obvio que era exactamente lo que debía estar haciendo.
La niñera le lanzó una mirada de disculpa a Alejandro.
— Lo siento muchísimo, señor. Lucas es… muy independiente. No quería molestarlo.
Alejandro, que normalmente habría despachado la situación con una simple mirada fría, se encontró diciendo algo completamente inesperado.
— No hay problema.
La niñera parpadeó, sorprendida por la respuesta amable del CEO frío que estaba frente a ella.
— Gracias por su comprensión — dijo la mujer, tomando a Lucas de la mano —. Vamos, Lucas. Es hora de volver a la mesa.
— Espera — dijo Lucas, mirando a su niñera con una expresión seria —. Todavía no he terminado de hablar con Alejandro.
La niñera suspiró, claramente acostumbrada a las demandas del niño.
— Lucas, no podemos molestar al señor más tiempo. Además, tú madre querrá saber de ti antes de ir a esa reunión importante.
Pero Lucas no parecía dispuesto a ceder. Se giró hacia Alejandro y lo miró con esa misma mirada inquisitiva que había mostrado desde el principio.
— Alejandro, ¿quieres venir a mi mesa? — preguntó con una seriedad casi cómica —. Tengo una pregunta importante. Una que he querido hacer hace mucho tiempo a mi madre, pero no sé cómo.
Alejandro estaba a punto de declinar cuando algo en la expresión del niño lo detuvo. Había algo en Lucas que lo intrigaba. Tal vez era la forma en que el pequeño actuaba como un adulto en miniatura, o tal vez era el hecho de que, por primera vez en mucho tiempo, alguien lo trataba como una persona y no como un CEO inalcanzable.
— Solo será un momento — agregó Lucas, como si Alejandro necesitara un incentivo para aceptar.
Sin saber exactamente por qué, Alejandro asintió.
— De acuerdo. Un momento.
La niñera parecía más desconcertada que nunca, pero Lucas sonrió con satisfacción. Se levantó de la silla y, sin soltar la mano de su niñera, comenzó a caminar de regreso a su mesa.
Alejandro los siguió, sintiéndose ligeramente fuera de lugar, pero al mismo tiempo, curioso por lo que el niño quería preguntarle. Sin embargo, Lucas tomó una carpeta y se lo entregó.
— Es el documento de mi madre, puedes revisarlo y si te interesa, contactarla — inició el pequeño.
— ¡Lucas! — exclamó la mujer que intentó tomar la carpeta de Alejandro, pero este la fulminó con la mirada.
— Ella no lo sabe, así que, por favor, no se lo digas en caso de que la llames. Yo mismo me he encargado de prepararlo con sus datos y algunas cosas importantes.
Alejandro observó la carpeta, sorprendido por la astucia del pequeño.
Clara respiró hondo por enésima vez, ajustando el cuello de su blusa mientras caminaba por el amplio vestíbulo de TechVision. Las paredes de cristal y el suelo de mármol brillante reflejaban su propio nerviosismo. Esto puede ser un cambio monumental, se dijo. Era una oportunidad única, una que no podía permitirse perder.Con la carpeta de su currículum bajo el brazo y su portafolio en la mano, Clara avanzaba hacia la recepción. Había pasado la última noche revisando cada detalle, preparándose para cualquier pregunta que pudieran hacerle, para cualquier dificultad que pudiera surgir. Sabía que no tenía el lujo de equivocarse; Lucas dependía de ella, y este contrato con TechVision no solo podría estabilizar su carrera, sino también asegurar el futuro de su hijo.— Buenos días, tengo una entrevista con el señor Ferrer — dijo Clara a la recepcionista, tratando de mantener su tono calmado, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.La recepcionista, una mujer de mirada severa y profes
El sonido del teléfono vibrando en la mesa de café sacó a Clara de su ensimismamiento. Era tarde, la noche había caído sobre la ciudad y Lucas ya dormía, pero el insomnio la mantenía atrapada entre la nostalgia y la ansiedad. No necesitaba mirar la pantalla para saber quién era: Javier. Desde su reaparición en su vida, no había dejado de insistir. Mensajes, llamadas, promesas vacías disfrazadas de arrepentimiento.Clara se levantó del sofá con un suspiro pesado, cruzando el pequeño apartamento hacia la cocina. Mientras el silencio de la noche la envolvía, su mente la arrastró de vuelta al pasado, a un tiempo en el que la vida parecía más simple, más segura. Un tiempo en el que Javier era todo lo que ella conocía.Hace seis añosEl sol de media tarde bañaba el pequeño apartamento que compartían con una cálida luz dorada. Clara estaba sentada en el sillón, hojeando una revista de diseño, mientras Javier entraba por la puerta, con una sonrisa despreocupada que siempre lograba desarmarla.
— Madre, madre… ayer conocí a un hombre importante y… — Clara estaba muy apurada, pues sería su primer día.— Amor, qué te parece si me cuentas luego. Debes prepararte para la escuela y yo tengo mi primer día y estoy llegando tarde. — Deja un beso en su frente —. Lo siento, bebé, pero prometo que hablaremos todo lo que desees. Estoy curiosa por saber de tu travesía con ese hombre.Clara le dio la espalda y miró a su niñera.— No te preocupes, sabes como es este pequeño. — Clara soltó un suspiro y volvió a dejar un beso en la frente de su hijo.Claro que sabía cómo era.— Te amo, cariño. Nos vemos en más tarde.— Sí, madre. Te amo mucho.La mañana era fría y gris cuando Clara llegó al imponente edificio de TechVision por segunda vez. El aire gélido parecía reflejar el ambiente que sabía la esperaba dentro. A pesar del esfuerzo que había puesto en su apariencia —su mejor traje, el cabello perfectamente recogido en una coleta baja—, no podía sacudirse la sensación de inquietud que la hab
Mientras salía del edificio, Clara sintió que había cruzado un umbral. Trabajar con Alejandro Ferrer no iba a ser fácil. Los choques entre ellos serían inevitables. Pero en algún nivel más profundo, sabía que algo estaba cambiando. Y lo que fuera que sucediera a partir de ese momento, no solo afectaría su carrera, sino algo mucho más personal.Cuando llegó a su edificio, encontró a su hijo haciendo sus deberes. La niñera solo lo observaba.— Llegaste, madre. — Lucas levantó la cabeza y lo miró —. Hoy tuve un día sorprendente. ¿Quieres escucharme?Clara miró a la niñera.— Nuevamente está siendo un pequeño niño a punto de ascender a la presidencia — respondió con una risa.— Gracias Lucía por cuidarlo.— No es como que tu bebé sea muy berrinchudo. — Miró a Lucas —. Entrégale los dibujos que hiciste en la escuela.Lucas solo asintió y volvió a concentrarse en su tarea que se basaba en un dibujo de un hombre trajeado y un niño bebiendo alguna cosa. Para ser pequeño dibujaba bien. Para el
Cuando la mujer se fue, el silencio en el pasillo fue ensordecedor. Clara respiró hondo, cerrando los ojos un segundo para calmarse antes de tocar la puerta. No podía dejar que esa humillación la consumiera. Tenía un trabajo que hacer.Golpeó suavemente la puerta, y la voz de Alejandro, más grave de lo habitual, le indicó que entrara.Al abrir la puerta, Clara lo vio sentado detrás de su escritorio, con una mano masajeándose las sienes. Su expresión era tensa, pero al verla entrar, algo cambió brevemente en su mirada. Un destello de sorpresa, tal vez, o incluso de culpa, aunque se desvaneció tan rápido que Clara no estaba segura de haberlo visto.— Fernández — dijo con voz seca —, siéntate.Clara, con la carpeta aún en sus manos, se acercó al escritorio y se sentó frente a él. Sentía el dolor punzante en su brazo donde la puerta la había golpeado, pero trató de ignorarlo.— Aquí está el informe que me pidió — dijo, tratando de sonar lo más profesional posible.Alejandro la miró por un
«¿Qué pregunta era esa?»Alejandro sintió un leve nudo en el estómago. Era una pregunta que no esperaba de un niño de cinco años, y mucho menos una que resonara tan profundamente. La verdad era que no había pensado mucho en eso últimamente. Su relación era más una decisión lógica, un paso esperado en su vida, pero la pregunta de Lucas lo hizo dudar por un segundo.— Es… lo que se supone que debo hacer — dijo Alejandro, evitando la profundidad de la respuesta que la pregunta merecía.Lucas lo miró fijamente por unos segundos, como si estuviera evaluando su respuesta. Luego, con esa misma inteligencia afilada que había mostrado antes, hizo una pregunta que lo dejó aún más descolocado.— ¿Y tú quieres ser padre?La pregunta cayó como una bomba en medio de la mesa. Alejandro sintió que todo el aire en la cafetería se volvía más denso de repente. ¿Por qué ese niño le estaba preguntando eso? ¿De dónde sacaba esas preguntas? ¿Y por qué sentía que no podía darle una respuesta clara?— Es algo
El ambiente en la sala de reuniones estaba cargado de presión. Clara se sentía en una cuerda floja, tratando de mantener su compostura mientras presentaba su propuesta de marketing para TechVision. Alejandro Ferrer, sentado en la cabecera de la mesa, observaba cada movimiento con esa mirada fría y calculadora que podía hacer que hasta el más experimentado de los ejecutivos sudara. Pero Clara no iba a dejarse intimidar, no hoy. Había trabajado incansablemente para esta presentación y no iba a echarla a perder por los nervios.— Como pueden ver — dijo Clara, señalando las diapositivas proyectadas en la pantalla —, la estrategia que propongo se centra en aumentar el engagement con el público objetivo a través de campañas digitales altamente segmentadas. Esto no solo optimizará el presupuesto de marketing, sino que también mejorará las tasas de conversión en un 15% en los próximos tres meses.Alejandro cruzó los brazos, su expresión imperturbable, mientras los demás ejecutivos en la sala
El niño, que hasta ese momento había estado concentrado en no llorar por el dolor en su muñeca, levantó la vista al escuchar pasos. Su mirada se dirigió hacia la puerta, donde apareció la figura alta y seria de Alejandro Ferrer.El corazón de Clara dio un vuelco al verlo allí. No era el tipo de hombre que se inmiscuía en asuntos personales, y mucho menos en situaciones familiares. Su presencia en el hospital no tenía sentido, o al menos, no para ella. Pero antes de que pudiera preguntarle qué hacía allí, notó algo extraño.Lucas no solo miraba a Alejandro con curiosidad, sino con una especie de reconocimiento, como si ya lo conociera. Y entonces, algo inesperado ocurrió.— Hola, señor Ferrer — dijo Lucas, con una naturalidad que dejó a Clara completamente desconcertada.Clara parpadeó, intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿Señor Ferrer? ¿Cómo era posible que su hijo conociera a su jefe? ¿Y por qué le hablaba como si ya lo hubiera visto antes?Alejandro, por su parte, mantuv