Cuando la mujer se fue, el silencio en el pasillo fue ensordecedor. Clara respiró hondo, cerrando los ojos un segundo para calmarse antes de tocar la puerta. No podía dejar que esa humillación la consumiera. Tenía un trabajo que hacer.Golpeó suavemente la puerta, y la voz de Alejandro, más grave de lo habitual, le indicó que entrara.Al abrir la puerta, Clara lo vio sentado detrás de su escritorio, con una mano masajeándose las sienes. Su expresión era tensa, pero al verla entrar, algo cambió brevemente en su mirada. Un destello de sorpresa, tal vez, o incluso de culpa, aunque se desvaneció tan rápido que Clara no estaba segura de haberlo visto.— Fernández — dijo con voz seca —, siéntate.Clara, con la carpeta aún en sus manos, se acercó al escritorio y se sentó frente a él. Sentía el dolor punzante en su brazo donde la puerta la había golpeado, pero trató de ignorarlo.— Aquí está el informe que me pidió — dijo, tratando de sonar lo más profesional posible.Alejandro la miró por un
«¿Qué pregunta era esa?»Alejandro sintió un leve nudo en el estómago. Era una pregunta que no esperaba de un niño de cinco años, y mucho menos una que resonara tan profundamente. La verdad era que no había pensado mucho en eso últimamente. Su relación era más una decisión lógica, un paso esperado en su vida, pero la pregunta de Lucas lo hizo dudar por un segundo.— Es… lo que se supone que debo hacer — dijo Alejandro, evitando la profundidad de la respuesta que la pregunta merecía.Lucas lo miró fijamente por unos segundos, como si estuviera evaluando su respuesta. Luego, con esa misma inteligencia afilada que había mostrado antes, hizo una pregunta que lo dejó aún más descolocado.— ¿Y tú quieres ser padre?La pregunta cayó como una bomba en medio de la mesa. Alejandro sintió que todo el aire en la cafetería se volvía más denso de repente. ¿Por qué ese niño le estaba preguntando eso? ¿De dónde sacaba esas preguntas? ¿Y por qué sentía que no podía darle una respuesta clara?— Es algo
El ambiente en la sala de reuniones estaba cargado de presión. Clara se sentía en una cuerda floja, tratando de mantener su compostura mientras presentaba su propuesta de marketing para TechVision. Alejandro Ferrer, sentado en la cabecera de la mesa, observaba cada movimiento con esa mirada fría y calculadora que podía hacer que hasta el más experimentado de los ejecutivos sudara. Pero Clara no iba a dejarse intimidar, no hoy. Había trabajado incansablemente para esta presentación y no iba a echarla a perder por los nervios.— Como pueden ver — dijo Clara, señalando las diapositivas proyectadas en la pantalla —, la estrategia que propongo se centra en aumentar el engagement con el público objetivo a través de campañas digitales altamente segmentadas. Esto no solo optimizará el presupuesto de marketing, sino que también mejorará las tasas de conversión en un 15% en los próximos tres meses.Alejandro cruzó los brazos, su expresión imperturbable, mientras los demás ejecutivos en la sala
El niño, que hasta ese momento había estado concentrado en no llorar por el dolor en su muñeca, levantó la vista al escuchar pasos. Su mirada se dirigió hacia la puerta, donde apareció la figura alta y seria de Alejandro Ferrer.El corazón de Clara dio un vuelco al verlo allí. No era el tipo de hombre que se inmiscuía en asuntos personales, y mucho menos en situaciones familiares. Su presencia en el hospital no tenía sentido, o al menos, no para ella. Pero antes de que pudiera preguntarle qué hacía allí, notó algo extraño.Lucas no solo miraba a Alejandro con curiosidad, sino con una especie de reconocimiento, como si ya lo conociera. Y entonces, algo inesperado ocurrió.— Hola, señor Ferrer — dijo Lucas, con una naturalidad que dejó a Clara completamente desconcertada.Clara parpadeó, intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿Señor Ferrer? ¿Cómo era posible que su hijo conociera a su jefe? ¿Y por qué le hablaba como si ya lo hubiera visto antes?Alejandro, por su parte, mantuv
El sábado por la tarde, el parque de diversiones estaba lleno de familias y niños corriendo de un lado a otro, emocionados por los juegos y las atracciones. Clara observaba a Lucas, quien brincaba emocionado mientras sostenía una bolsa de algodón de azúcar. El niño no dejaba de hablar de la montaña rusa para niños a la que acababan de subir, riendo y gesticulando con sus pequeñas manos.— ¡Madre! ¿Viste cuando levanté los brazos en la bajada? — dijo Lucas, con los ojos brillantes de emoción.— Lo vi, mi amor — respondió Clara con una sonrisa cansada pero genuina. El día había sido largo, pero ver a su hijo tan feliz hacía que todo valiera la pena, aunque se comporte de vez en cuando como un pequeño adultoDecidieron hacer una última parada en la heladería favorita de Lucas antes de regresar a casa. Clara se acercó al mostrador para pagar el helado de chocolate que su hijo había pedido. Mientras buscaba en su bolso el dinero, Lucas, distraído, vio una figura familiar a través del venta
El sonido de los tacones resonaba sobre el adoquinado de la calle mientras Sofía, corría tras él con desesperación. Los altos tacones que usualmente la hacían sentir poderosa ahora se volvían su peor enemigo, torpes y desafiantes con cada paso. Su vestido ajustado se pegaba a su cuerpo, limitando su movimiento, pero eso no le importaba. Tenía que alcanzarlo. Mientras corría, su cabello rubio ondeaba detrás de ella, pero no lo suficiente para alcanzar la figura imponente de Alejandro que caminaba rápidamente, claramente molesto.— ¡Alejandro, detente! — gritó con toda la fuerza que pudo —. ¡Por favor, hablemos, no puedes irte así!Alejandro, que ya estaba a varios metros de distancia, apretó los puños al escuchar su voz. No quería hablar. No quería escuchar más excusas ni justificaciones. La discusión había comenzado minutos antes, pero la gota que colmó el vaso fue cuando Sofía se refirió a Lucas, el pequeño hijo de Clara, de una manera que lo dejó helado.— ¡Era solo un mocoso! — Sof
Clara seguía parada en la puerta, incapaz de procesar del todo lo que estaba viendo. Alejandro Ferrer, su jefe, el hombre que hace apenas unas horas la había hecho arder de furia con sus comentarios, estaba parado frente a ella, sosteniendo un par de bolsas de comida.«¿Qué hacía aquí?» Su rostro, generalmente imperturbable y frío, parecía ahora algo más humano, vulnerable incluso, una mezcla de incomodidad y resolución.— Vine para disculparme, Clara — dijo Alejandro, finalmente rompiendo el silencio, aunque su voz sonaba tensa, como si cada palabra le costara más de lo que estaba dispuesto a admitir —. Mi comportamiento hoy fue inaceptable.Clara lo miró en silencio, sorprendida por su tono. ¿Alejandro Ferrer, disculpándose? No era algo que sucediera todos los días, y mucho menos algo que ella esperaba. Pero podía ver en sus ojos que lo decía en serio, aunque le costara expresarlo. Había algo en su postura, en la forma en que sostenía esas bolsas de comida, que le dejaba claro que n
Después de la cena, la pequeña mesa del comedor estaba cubierta de platos vacíos y vasos medio llenos. Clara se levantó con una sonrisa suave, notando que la cena había sido más agradable de lo que había anticipado. Alejandro y Lucas parecían haberse llevado bien, algo que la tranquilizaba más de lo que quería admitir. Sin embargo, sabía que los dos necesitaban algo de espacio, y decidió aprovechar el momento para retirarse de la conversación.— Voy a lavar los platos — dijo Clara, recogiendo algunos de los utensilios —. Ustedes dos pueden seguir hablando.Lucas asintió con entusiasmo, mientras Alejandro, aunque algo sorprendido, también accedió con una ligera inclinación de cabeza. Clara se dirigió a la cocina, y desde allí, comenzó a observar la escena con curiosidad. No podía evitar sentirse un poco nerviosa, pero no quería interrumpir.Alejandro Ferrer, el hombre al que siempre había considerado frío y distante, estaba sentado en su modesto comedor, hablando con su hijo como si fu