Después de la cena, la pequeña mesa del comedor estaba cubierta de platos vacíos y vasos medio llenos. Clara se levantó con una sonrisa suave, notando que la cena había sido más agradable de lo que había anticipado. Alejandro y Lucas parecían haberse llevado bien, algo que la tranquilizaba más de lo que quería admitir. Sin embargo, sabía que los dos necesitaban algo de espacio, y decidió aprovechar el momento para retirarse de la conversación.— Voy a lavar los platos — dijo Clara, recogiendo algunos de los utensilios —. Ustedes dos pueden seguir hablando.Lucas asintió con entusiasmo, mientras Alejandro, aunque algo sorprendido, también accedió con una ligera inclinación de cabeza. Clara se dirigió a la cocina, y desde allí, comenzó a observar la escena con curiosidad. No podía evitar sentirse un poco nerviosa, pero no quería interrumpir.Alejandro Ferrer, el hombre al que siempre había considerado frío y distante, estaba sentado en su modesto comedor, hablando con su hijo como si fu
Javier se encontraba en una esquina cercana a la escuela, con el gorro de su chaqueta cubriéndole parcialmente el rostro. Observaba con una mezcla de ansiedad y frustración el portón del lugar de donde debería salir su hijo. Hacía años que no veía a su hijo. Lucas. En realidad, ni siquiera lo había conocido. El niño que había dejado atrás junto con su vida anterior, cuando pensó que podía hacer algo mejor con su vida, cuando creyó que el mundo le debía algo más de lo que ya tenía. Pero ahora, las cosas eran diferentes, y Clara, la mujer que había abandonado, estaba en su mejor momento. Él, en cambio, estaba en la ruina.Había llegado al país dos noches atrás, con el poco dinero que le quedaba, decidido a conseguir lo que necesitaba; una nueva oportunidad. Y sabía que Clara era esa oportunidad. Ella siempre había sido la solución a sus problemas, y ahora que había averiguado que estaba trabajando en una empresa importante, que vivía cómodamente, no podía dejar pasar la oportunidad de a
Alejandro condujo hacia el restaurante en silencio. Clara y Lucas estaban sentados en el asiento trasero, charlando animadamente sobre el día, pero su mente estaba en otra parte. No sabía exactamente por qué había sentido la necesidad de invitarlos a cenar. Quizás era la necesidad de estar cerca de ellos. De Clara. De Lucas. Pero más allá de cualquier explicación lógica, lo que realmente lo inquietaba era el profundo deseo de protegerlos, aunque no estaba del todo seguro de qué.Una vez en el restaurante, el ambiente era cálido y acogedor. Las luces tenues y la decoración elegante lo hacían el lugar perfecto para una cena tranquila. Se sentaron en una mesa cerca de la ventana, desde donde podían ver el bullicio de la ciudad afuera. Clara estaba relajada, aunque aún había un aire de cautela en su mirada. Lucas, por su parte, estaba emocionado. Parecía adorar a Alejandro, mirándolo con admiración cada vez que hablaba.— Voy al baño un momento — dijo Clara, sonriendo a Lucas y Alejandro
El ambiente en el restaurante se había vuelto sofocante. Clara aún intentaba procesar lo que había sucedido. Sentía la mirada de todos los comensales sobre ella. La bofetada de Sofía aún resonaba en su oído, como un eco sordo y humillante. Alejandro había logrado calmar la situación, al menos por un momento, pero la tensión palpable en el aire no se había disipado.Clara, con una sonrisa tensa y temblorosa, se inclinó hacia Alejandro y, con una voz baja pero firme, dijo:— Alejandro... ha sido suficiente por hoy. Lucas y yo nos vamos.Lucas, que había estado agarrando la mano de su madre con fuerza, asintió silenciosamente, sin dejar de mirar a su madre con ojos preocupados. Sabía que Clara no quería estar allí más tiempo. La escena con Sofía había sido más de lo que había esperado.— Clara, no tienes que irte — respondió Alejandro, su voz llena de preocupación —. Yo me encargo de esto.— No, Alejandro. Esto ya ha sido demasiado. Gracias, pero... nos vamos.Clara comenzó a levantarse,
Mientras tanto, en el restaurante, el anciano Ferrer se había quedado mirando cómo los guardias arrastraban a Sofía hacia la salida. Ella se derrumbó en sus brazos en cuanto lo vio, sollozando histéricamente y aferrándose a su chaqueta.— Señor Ferrer, por favor, hable con Alejandro — lloraba Sofía, con su maquillaje corrido y su rostro descompuesto —. No puede hacerme esto. ¡No puede dejarme por esa mujer!El anciano Ferrer suspiró profundamente, mirando a la joven con una mezcla de lástima y frustración. Había apostado mucho en esa relación. Sofía era la mujer perfecta para su hijo, al menos en su mente. Tenía la posición social, la influencia, todo lo que una esposa de un Ferrer debería tener.— Cálmate, Sofía — dijo el anciano, acariciando su cabello en un intento de consolarla —. Alejandro está confundido ahora mismo, pero no te preocupes. Hablaremos con él. Él te ama, solo está... desviado por esa mujer y su hijo. Pero no te preocupes, se casará contigo. Lo haré entrar en razón.
Las palabras de Lucas fueron como un golpe directo al corazón de Clara. ¿Cómo podía un niño tan pequeño ser tan fuerte, tan protector? Sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos, pero se forzó a mantener la compostura.— Ya me proteges más de lo que crees — respondió, acariciando su cabello y besando su frente.Lucas sonrió, cerrando los ojos mientras su madre lo arropaba. Clara lo observó dormir por un momento, su pequeño protector. Luego, con una profunda exhalación, apagó la luz y salió de la habitación.El fin de semana pasó con una calma tensa, pero los recuerdos del incidente en el restaurante no se desvanecieron fácilmente. Clara trataba de mantener su mente ocupada, pero cada vez que cerraba los ojos, podía sentir el tirón de su cabello, el dolor, la humillación, y lo peor: la mirada de Lucas cuando vio caer a su madre al suelo. Eso era lo que más la atormentaba.El lunes por la mañana, como cada semana, dejó a Lucas en la escuela y se dirigió a la empresa. Era un día n
Sofía conducía con el pie pesado sobre el acelerador, mientras la ira aún fluía por sus venas como un veneno corrosivo. El incidente en el restaurante seguía repitiéndose en su mente. Clara y ese mocoso habían destrozado todo lo que había construido con Alejandro. No podía permitirse perderlo ahora, no cuando había invertido tantos años de su vida manteniendo la apariencia de la mujer perfecta. La rabia, la frustración y el miedo se mezclaban en su pecho, creando un cóctel explosivo.El coche frenó bruscamente frente a la mansión de su padre, una imponente construcción antigua que reflejaba el poder y la riqueza de su familia. Sofía salió del coche casi sin pensarlo, sus tacones resonando en el pavimento frío mientras subía las escaleras de piedra. Apenas puso un pie en la puerta cuando el mayordomo, que parecía esperarla, la dejó entrar sin decir palabra.Su padre estaba allí, en la entrada, como si hubiera sabido que llegaría en ese preciso momento. Las manos detrás de la espalda, s
Lucas lo fulminó con la mirada, sin retroceder ni un centímetro.— No importa mi brazo, no te voy a dejar que sigas molestando a Elena.Los niños mayores se miraron entre sí, y uno de ellos, más alto que los demás, dio un paso adelante, cruzando los brazos.— ¿Qué vas a hacer tú, huerfanito? — dijo con una sonrisa cruel —. No tienes papá, todo el mundo lo sabe. ¿Acaso llamarás a tu mami para que te defienda?Lucas sintió que algo se revolvía en su interior. Recordó las palabras de su mamá, diciéndole que, aunque su papá no estaba con ellos, él nunca estaba solo. Y ahora, Alejandro había entrado en sus vidas, protegiéndolos. Lucas no sabía exactamente qué significaba todo eso, pero sabía lo suficiente para responder con firmeza.— Eso no es verdad. Sí tengo papá, y pronto lo conocerán — dijo, su voz temblando ligeramente, pero manteniendo el tono desafiante.Los niños se rieron aún más fuerte, pero Lucas no se dejó intimidar. Su mamá le había enseñado a ser valiente, y aunque sentía un