18 - Estoy bien, mamá.

Mientras tanto, en el restaurante, el anciano Ferrer se había quedado mirando cómo los guardias arrastraban a Sofía hacia la salida. Ella se derrumbó en sus brazos en cuanto lo vio, sollozando histéricamente y aferrándose a su chaqueta.

— Señor Ferrer, por favor, hable con Alejandro — lloraba Sofía, con su maquillaje corrido y su rostro descompuesto —. No puede hacerme esto. ¡No puede dejarme por esa mujer!

El anciano Ferrer suspiró profundamente, mirando a la joven con una mezcla de lástima y frustración. Había apostado mucho en esa relación. Sofía era la mujer perfecta para su hijo, al menos en su mente. Tenía la posición social, la influencia, todo lo que una esposa de un Ferrer debería tener.

— Cálmate, Sofía — dijo el anciano, acariciando su cabello en un intento de consolarla —. Alejandro está confundido ahora mismo, pero no te preocupes. Hablaremos con él. Él te ama, solo está... desviado por esa mujer y su hijo. Pero no te preocupes, se casará contigo. Lo haré entrar en razón.
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