Aceleró el coche, con los dedos aferrados con fuerza al volante, y se dirigió hacia la escuela de Lucas. Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel al imaginar la cara de Clara cuando descubriera lo que había hecho. La venganza era dulce, y esta sería particularmente deliciosa.Cuando llegó a la escuela, Sofía estacionó el coche a una distancia prudente y se bajó, arreglándose el cabello y ajustando su abrigo caro. Sabía que tenía que proyectar la imagen perfecta, alguien de confianza, alguien en quien los profesores no dudarían. Actuar era su especialidad, y hoy, más que nunca, necesitaba que su actuación fuera impecable. Caminó hacia la entrada de la escuela, con la cabeza en alto y los pasos firmes, como si fuera algo completamente normal.— Hola, buenos días — dijo con una sonrisa radiante cuando llegó a la recepción —. Soy la tía de Lucas Fernández. Vine a recogerlo antes porque estamos preparando una pequeña sorpresa para su madre, Clara. Él está muy emocionado de celebrar su c
Mientras tanto, en la oficina de Clara, el teléfono sonó. Era la profesora de Lucas.— Señora Fernández, solo quería confirmar que su prima ha venido a recoger a Lucas para prepararle una sorpresa por su cumpleaños.Clara sintió cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor al escuchar esas palabras. No tenía ninguna prima. De inmediato supo que algo estaba terriblemente mal.— ¿Mi prima? — repitió, tratando de mantener la voz firme —. No tengo ninguna prima. ¿Quién lo recogió?El silencio al otro lado de la línea fue suficiente para confirmar sus peores temores.— Voy para allá — dijo Clara, colgando el teléfono de inmediato y corriendo hacia la puerta.Mientras corría hacia su coche, Alejandro la vio pasar, su rostro pálido y lleno de pánico. Algo terrible había sucedido, y aunque Clara no lo sabía aún, Alejandro ya estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para protegerla.Alejandro conducía rápidamente, su jefe de seguridad, sentado en el asiento del copiloto, y Julián, su mejo
No obstante, Sofía se detuvo en un lugar apartado, un viejo almacén abandonado a las afueras de la ciudad. Lucas la miraba con el ceño fruncido, sin entender lo que estaba pasando. Sabía que su madre nunca los dejaría solos, pero el miedo de estar lejos de ella lo hacía sentirse vulnerable y perdido.— ¿Qué es esto? — preguntó Lucas, tratando de mantener la calma —. Sabes que con esto solo lograrás alejar más a Alejandro.Lucas con su inteligencia intentaba ue ella entrara en razón, pero al mismo tiempo, intentaba distraerla para ver si encontraba una forma de escapar.— Es el lugar donde tu madre va a aprender su lección — respondió Sofía, su sonrisa volviendo a aparecer, más oscura que antes.Lucas tragó saliva, pero no dijo nada. Tenía que ser fuerte. Sabía que su madre vendría por él. Lo sabía. Pero Sofía estaba perdiendo la cabeza, y eso lo asustaba más que cualquier otra cosa.Sofía lo empujó hacia la puerta del almacén y lo obligó a entrar. El lugar estaba oscuro y frío, con un
Lucas estaba sentado en el asiento trasero de un coche negro que avanzaba sin prisa, pero con una dirección clara. Los dos hombres, vestidos con ropa oscura, hablaban en voz baja entre ellos. La mirada de Lucas iba de un lado a otro, observando los movimientos de los hombres, intentando encontrar alguna pista, alguna palabra que le diera una idea de lo que planeaban. El miedo lo envolvía, pero recordaba lo que su mamá siempre le decía: "No muestres miedo, incluso cuando lo sientas".— ¿A dónde me llevan? — preguntó finalmente, su voz apenas un susurro. El silencio en el coche se hizo impenetrable, como si sus palabras hubieran caído en un pozo sin fondo.El hombre que iba en el asiento del copiloto, de rostro severo y barba descuidada, lanzó una mirada rápida por el espejo retrovisor. No mostró ninguna expresión. El conductor mantenía los ojos en la carretera, manejando con la misma indiferencia con la que se podría conducir un coche vacío. Lucas sabía que no debía rendirse. Tenía que
El sol apenas comenzaba a asomarse entre las montañas cuando una pareja de turistas caminaba tranquilamente por un sendero poco transitado, explorando las afueras de un bosque cercano. Los jovenes, ambos amantes de la naturaleza, habían decidido acampar cerca de un pequeño lago, alejados del bullicio de la ciudad. Querían disfrutar de la tranquilidad, pero no esperaban que esa mañana tranquila fuera a cambiar sus vidas.La mujer, caminando unos pasos por delante, se detuvo de repente. Algo había captado su atención.— David — dijo, señalando hacia abajo, hacia una pequeña pendiente cubierta de hojas —. Mira eso.David se acercó, frunciendo el ceño mientras trataba de enfocar lo que su novia le señalaba. Había algo extraño en lo bajo, un pequeño bulto inmóvil, apenas visible entre las sombras del follaje.— ¿Qué es eso? — preguntó, inclinándose para ver mejor.— No lo sé, pero parece que... — antes de terminar su frase, la chica vio que el bulto se movió ligeramente —. ¡Se ha movido!D
Julián al no obtener respuesta, solo se dio media vuelta. Ya sabía lo que iba a decir y solo por eso le iba a ayudar, porque sentía que valía la pena.Alejandro sin embargo, con el peso de sus sentimientos en sus hombros, murmuró bajito: — Sí, me gusta demasiado.Poco después, el jefe de seguridad llegó a la clínica, acompañado por la pareja que había encontrado a Lucas. Luz y David parecían aún conmocionados por lo que había ocurrido, pero aliviados de que el niño estaba recibiendo atención médica.Alejandro se acercó a ellos, agradecido, pero sin poder ocultar la tensión en su rostro.— No sé cómo agradecerles lo suficiente — les dijo —. Lo que hicieron por mi… Lucas. No tengo palabras. Quiero ofrecerles una compensación por su ayuda.Luz negó con la cabeza de inmediato, con los ojos aún brillantes por la emoción.— No necesitamos nada, señor — dijo con suavidad —. Solo queríamos asegurarnos de que el niño estuviera bien. Eso es todo lo que importa.Antes de que Alejandro pudiera re
El ambiente en la sala de la clínica era tenso. Lucas estaba sentado junto a su madre, Clara, con la espalda recta y los ojos fijos en la puerta como si esperara que algo terrible sucediera en cualquier momento. El policía, un hombre de mediana edad con rostro serio pero comprensivo, estaba sentado frente a ellos. La libreta en sus manos estaba llena de anotaciones de lo que Lucas había dicho hasta ahora, pero el niño no había terminado.Clara miraba a su hijo con una mezcla de orgullo y angustia. Lucas, con solo cinco años, estaba manejando la situación con una madurez que a ella le resultaba profundamente inquietante. Él era su bebé, pero ahora, lo veía más como un pequeño guerrero, enfrentándose a verdades que ningún niño debería enfrentar.— Lucas — dijo el policía, en tono tranquilo —, tómate tu tiempo. Queremos que estés cómodo. No tienes que apresurarte.Lucas lo miró por un momento, sin emociones aparentes. Luego asintió y continuó.— La mujer, Sofía, me dijo que, si no hacía
El sol de la tarde se filtraba a través de las ventanas del departamento, proyectando sombras suaves en las paredes. El aire estaba ligeramente fresco, y Clara ajustaba las cortinas mientras Lucas se acomodaba en el sofá, con un vaso de jugo de manzana entre sus pequeñas manos. La sensación de estar de vuelta en casa, después de los días de angustia en el hospital, era al mismo tiempo reconfortante y extraña. Lucas seguía siendo el mismo niño, pero había algo en su mirada, una seriedad que Clara no podía ignorar.Lucía, la amiga cercana de Clara, estaba en la cocina preparando algo ligero para comer. Clara se sentía agradecida de tener a su amiga allí, al menos durante unas horas. Lucía siempre sabía cómo aliviar la tensión, cómo hacer que las cosas parecieran más sencillas, aunque solo fuera por un momento.Alejandro estaba de pie cerca de la ventana, observando la ciudad con una expresión distante. Clara lo había notado más frío y retraído desde que Lucas había salido del hospital,