Alejandro sentía una presión en el pecho que le resultaba insoportable. Había pasado días atormentado, pensando en Clara, en lo que sentía por ella, y en lo que había tenido que hacer. No fue fácil, pero sabía que era la decisión correcta. Clara merecía algo mejor, alguien que pudiera protegerla sin ponerla en peligro. Él no podía darle eso.Clara lo quería, y aunque él también la deseaba, no podía seguir adelante con esa relación. En un último intento por apartarse, Alejandro había tomado el primer vuelo fuera del país esa misma noche, dejando atrás no solo a Clara, sino también a sus propios sentimientos. Sabía que ella estaría desprotegida si él se quedaba, y por eso, antes de irse, habló con su amigo de confianza, Luciano, para que se hiciera cargo de todo. No solo de la empresa, sino también de la seguridad de Clara y su hijo. Alejandro confiaba plenamente en él, sabiendo que no la dejaría sola, incluso si él ya no estaba.Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, la vida de l
El aire estaba denso, cargado de tensión mientras Lucas y Clara caminaban hacia el departamento tras el breve intercambio con Javier. Lucas se mantenía en silencio, pero Clara sabía que su pequeño hijo estaba procesando lo que acababa de suceder. Su corazón latía frenéticamente, y aunque intentaba mantener una máscara de calma para no alarmar a Lucas, dentro de ella una tormenta de emociones amenazaba con desbordarse.Cuando por fin llegaron al pasillo que conducía a su puerta, Lucas miró a su madre con esos ojos oscuros y serios que tanto la inquietaban. Se detuvo antes de entrar, con la mano aún en la manija de la puerta, y le hizo la pregunta que Clara había temido desde el momento en que Javier apareció.— Mamá, ¿es cierto lo que dijo ese hombre? — preguntó Lucas en un tono bajo, casi como si temiera la respuesta.Clara sintió un nudo en la garganta. Lucas, tan joven y frágil, ya había pasado por tantas cosas. No quería cargarlo con más verdades dolorosas, pero sabía que no podía
El cielo estaba gris esa mañana, como si la ciudad misma presagiara el día tenso que Clara estaba a punto de vivir. Lucas caminaba a su lado, con su pequeña mochila colgando de un hombro. Iban camino a la escuela, pero Clara lo notaba inquieto, más nervioso que de costumbre. Sus ojos oscuros, normalmente tan atentos y brillantes, estaban fijos en el suelo, como si estuviera tramando algo. Clara intentaba no pensar demasiado en Javier, pero su presencia reciente seguía acechando su mente, afectando todo lo que hacía. No podía quitarse de la cabeza la imagen de ese hombre, el padre de Lucas, que había reaparecido de manera tan intempestiva, como una sombra que nunca se había disipado del todo.Cuando llegaron a la puerta de la escuela, Clara se agachó para estar a la altura de su hijo y le dio un beso en la frente.— Hoy será un buen día, cariño — le dijo con una sonrisa forzada —. Pórtate bien, ¿sí?Lucas asintió, pero evitó mirarla directamente a los ojos. Algo en su silencio le hizo
Julián estaba apoyado contra su coche, justo frente a la imponente mansión de los Ferrer, con los brazos cruzados y una expresión tranquila, aunque sus ojos denotaban la vigilancia de alguien que estaba siempre alerta. Había recibido el mensaje apenas unos minutos antes.“Lucas, el pequeño hijo de Clara, estaba haciendo de las suyas otra vez.”Desde el incidente del secuestro, Julián había asumido su rol de protector con una seriedad inquebrantable. Alejandro, su mejor amigo, se lo había pedido de manera implícita antes de marcharse del país. Ahora, aunque Alejandro estaba lejos, Julián seguía vigilando desde las sombras, asegurándose de que Clara y Lucas estuvieran a salvo.Cuando vio al pequeño Lucas salir por el portón de la mansión, Julián no pudo evitar sonreír de lado. El niño caminaba con la misma determinación de siempre, con la barbilla alzada y una seguridad que no era común en alguien de su edad. Lucas lo vio y, sorprendido, se detuvo en seco. Sus ojos se iluminaron al recon
El sonido de las teclas resonaba en el pequeño despacho de Clara, cada golpe parecía más fuerte, más insistente. El ambiente era tenso, casi opresivo, y aunque ella intentaba concentrarse en el trabajo, su mente danzaba en torno a un solo pensamiento. Alejandro no quiere saber nada de ellos. Las palabras seguían retumbando en su cabeza, el eco de una llamada que no debía haber escuchado, pero que de alguna manera lo había hecho. Cerró los ojos por un momento, tratando de borrar la voz fría y distante de Alejandro que la había herido más de lo que quería admitir. — Me he equivocado contigo, señor Ferrer — murmuró a la nada. Se obligó a retomar su enfoque, a seguir escribiendo el informe que tenía pendiente. Las horas pasaron lentas, como si el tiempo mismo se hubiera detenido solo para hacerla sufrir. Cada vez que intentaba distraerse, el recuerdo de esa conversación volvía a su mente, como un maldito disco rayado. No estoy interesado en Clara ni en su hijo. ¿Cómo podía haber sido t
— Todo está bien — dijo finalmente, aunque su tono indicaba que todavía estaba molesto —. Solo quería informarte que Lucas te está buscando. No confía en nadie más. Alejandro apretó los labios, sin saber qué responder de inmediato. Sabía que no podía ignorar lo que Julián le estaba diciendo, pero tampoco estaba listo para involucrarse de nuevo en la vida de Clara y Lucas después de dejarlos para protegerlos. El silencio del otro lado de la línea se prolongó, hasta que Julián decidió romperlo. — ¿Y qué está haciendo Sofía allí? — preguntó, su tono volviéndose más inquisitivo —. No me digas que ahora estás trabajando con ella. ¿Volvieron? Alejandro se frotó las sienes, sintiendo una creciente frustración. No quería hablar de Sofía, pero sabía que no podía evitar el tema. — No lo sé — admitió —. Apareció de repente en la sede hace unas semanas. No quiero levantar sospechas, pero parece que proviene de una familia peligrosa. No quiero pisar en un terreno que no conozco. Julián
El avión cortaba el cielo con la velocidad de una bala, pero dentro de Alejandro, todo parecía moverse a cámara lenta. Sentado en primera clase, con un vaso de whisky en la mano que apenas había probado, su mente era un torbellino de pensamientos. Había estado lejos por demasiado tiempo, y ahora, con la prueba definitiva en sus manos, creía que finalmente podría enmendar todos los errores que había cometido al alejarse. Pero en el fondo, una sensación de inquietud comenzaba a expandirse por su pecho, como una advertencia sutil de que quizás, solo quizás, ya era demasiado tarde.En su maletín de cuero gastado llevaba una carpeta gruesa, llena de documentos que incriminaban a Sofía. Esa mujer había jugado con todos, manipulando situaciones para que desconfiaran de Clara. Ahora, con el reporte completo de un investigador privado que había contratado en secreto, las piezas del rompecabezas se habían unido. Sofía no solo había mentido, sino que también estaba relacionada con el secuestro d
Alejandro tomó la hoja de papel, mirándola como si no pudiera entender lo que tenía delante. Era una carta de renuncia, escrita a mano por Clara, con efecto inmediato. No había despedidas, no había explicaciones. Solo un adiós silencioso.— No… — murmuró Alejandro, negando con la cabeza mientras leía las palabras una y otra vez —. No puede hacerlo. No puede dejarlo todo así.Julián lo observó en silencio, sabiendo que cualquier cosa que dijera en ese momento no cambiaría los hechos. Clara se había ido, y Alejandro había llegado demasiado tarde.— ¿Dónde está? — preguntó Alejandro, su voz temblando de una forma que no había esperado —. Dime dónde está.Julián bajó la mirada.— Se fue con Lucas — respondió —. Lo recogió de la escuela y se marchó. No sé dónde está. Es lo último que me dijo el hombre que la cuidaba. Ella logró perderlos.Alejandro sintió que el suelo bajo sus pies comenzaba a desmoronarse. Todo lo que había hecho, todo lo que había planeado, ahora no tenía sentido. Clara