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El sonido de las teclas resonaba en el pequeño despacho de Clara, cada golpe parecía más fuerte, más insistente. El ambiente era tenso, casi opresivo, y aunque ella intentaba concentrarse en el trabajo, su mente danzaba en torno a un solo pensamiento. Alejandro no quiere saber nada de ellos. Las palabras seguían retumbando en su cabeza, el eco de una llamada que no debía haber escuchado, pero que de alguna manera lo había hecho. Cerró los ojos por un momento, tratando de borrar la voz fría y distante de Alejandro que la había herido más de lo que quería admitir. — Me he equivocado contigo, señor Ferrer — murmuró a la nada. Se obligó a retomar su enfoque, a seguir escribiendo el informe que tenía pendiente. Las horas pasaron lentas, como si el tiempo mismo se hubiera detenido solo para hacerla sufrir. Cada vez que intentaba distraerse, el recuerdo de esa conversación volvía a su mente, como un maldito disco rayado. No estoy interesado en Clara ni en su hijo. ¿Cómo podía haber sido t
— Todo está bien — dijo finalmente, aunque su tono indicaba que todavía estaba molesto —. Solo quería informarte que Lucas te está buscando. No confía en nadie más. Alejandro apretó los labios, sin saber qué responder de inmediato. Sabía que no podía ignorar lo que Julián le estaba diciendo, pero tampoco estaba listo para involucrarse de nuevo en la vida de Clara y Lucas después de dejarlos para protegerlos. El silencio del otro lado de la línea se prolongó, hasta que Julián decidió romperlo. — ¿Y qué está haciendo Sofía allí? — preguntó, su tono volviéndose más inquisitivo —. No me digas que ahora estás trabajando con ella. ¿Volvieron? Alejandro se frotó las sienes, sintiendo una creciente frustración. No quería hablar de Sofía, pero sabía que no podía evitar el tema. — No lo sé — admitió —. Apareció de repente en la sede hace unas semanas. No quiero levantar sospechas, pero parece que proviene de una familia peligrosa. No quiero pisar en un terreno que no conozco. Julián
El avión cortaba el cielo con la velocidad de una bala, pero dentro de Alejandro, todo parecía moverse a cámara lenta. Sentado en primera clase, con un vaso de whisky en la mano que apenas había probado, su mente era un torbellino de pensamientos. Había estado lejos por demasiado tiempo, y ahora, con la prueba definitiva en sus manos, creía que finalmente podría enmendar todos los errores que había cometido al alejarse. Pero en el fondo, una sensación de inquietud comenzaba a expandirse por su pecho, como una advertencia sutil de que quizás, solo quizás, ya era demasiado tarde.En su maletín de cuero gastado llevaba una carpeta gruesa, llena de documentos que incriminaban a Sofía. Esa mujer había jugado con todos, manipulando situaciones para que desconfiaran de Clara. Ahora, con el reporte completo de un investigador privado que había contratado en secreto, las piezas del rompecabezas se habían unido. Sofía no solo había mentido, sino que también estaba relacionada con el secuestro d
Alejandro tomó la hoja de papel, mirándola como si no pudiera entender lo que tenía delante. Era una carta de renuncia, escrita a mano por Clara, con efecto inmediato. No había despedidas, no había explicaciones. Solo un adiós silencioso.— No… — murmuró Alejandro, negando con la cabeza mientras leía las palabras una y otra vez —. No puede hacerlo. No puede dejarlo todo así.Julián lo observó en silencio, sabiendo que cualquier cosa que dijera en ese momento no cambiaría los hechos. Clara se había ido, y Alejandro había llegado demasiado tarde.— ¿Dónde está? — preguntó Alejandro, su voz temblando de una forma que no había esperado —. Dime dónde está.Julián bajó la mirada.— Se fue con Lucas — respondió —. Lo recogió de la escuela y se marchó. No sé dónde está. Es lo último que me dijo el hombre que la cuidaba. Ella logró perderlos.Alejandro sintió que el suelo bajo sus pies comenzaba a desmoronarse. Todo lo que había hecho, todo lo que había planeado, ahora no tenía sentido. Clara
El silencio que siguió fue pesado, cargado de una tensión que ninguno de los dos sabía cómo romper. Alejandro sintió una mezcla de ira, culpa y desesperación. Había estado tan ciego, tan centrado en sus propios problemas, que no había visto el peligro real que acechaba a Clara y a su hijo.— Tengo que encontrarla — dijo finalmente, su voz firme —. Voy a protegerlos. No dejaré que ese hombre los toque.Lucía lo miró con una mezcla de escepticismo y esperanza. Sabía que Alejandro tenía recursos, que podía hacer más que cualquiera para proteger a Clara y Lucas, pero también sabía que Javier no era alguien fácil de enfrentar.— No sé si puedas hacerlo solo, Alejandro — advirtió Lucía —. Javier es más peligroso de lo que piensas. No es solo un hombre violento, también es inteligente. Sabe cómo moverse, cómo manipular. Clara lo ha estado esquivando durante años, pero ahora que él sabe dónde está Lucas… — Su voz se quebró un poco —, las cosas se están poniendo mucho peor.Alejandro asintió,
Hubo un breve silencio, y entonces Javier se enderezó en su asiento. Había estado medio dormido, sumido en el alcohol y la frustración, pero al escuchar el nombre de su hijo, algo en él se activó.— ¿Lucas? — su tono era ahora mucho más alerta —. Eres mi pequeño hijo. ¿Dónde está tu madre?Lucas apretó los labios, sabiendo que estaba caminando sobre una cuerda floja. No podía darle esa información, no importaba cuánto Javier lo presionara.— No te lo diré — respondió con firmeza, mirando hacia el puesto de celulares para asegurarse de que nadie lo escuchara —. Esa no es mi pregunta. Yo quiero saber qué intenciones tienes con mamá.La pregunta pareció tomar por sorpresa a Javier, quien apretó los puños. La furia burbujeaba debajo de la superficie, pero intentó controlarse. No podía permitirse asustar al niño. No todavía.— Solo quiero estar con ustedes — dijo, su voz ahora más suave, aunque cargada de una amenaza latente —. Quiero conocer mejor a mi hijo, recuperar a tu madre.Lucas ne
Alejandro estaba sentado frente a su escritorio, con los dedos tamborileando suavemente sobre la madera. Era una tarde tranquila, una de esas que parecían hechas para descansar, pero él no podía permitirse ese lujo. Su mente estaba ocupada, y no precisamente por los negocios que, como siempre, esperaban su atención. No, esta vez era algo mucho más personal. El brillo en la pantalla de su computadora portátil le indicó que acababa de recibir un correo. Abrió su bandeja de entrada casi con deseo, esperando otro mensaje de trabajo, alguna propuesta o un recordatorio de una reunión que no tenía el más mínimo interés en atender. Pero entonces, vio el remitente.Lucas.Instintivamente, una sonrisa se dibujó en su rostro. Maldito niño. Lucas tenía una manera única de colarse en su vida, de hacerle sentir cosas que no había experimentado en años. Maldita sea que lo extrañaba. Alejandro había pasado tanto tiempo solo, aislado en su propio mundo, que no se había dado cuenta de cuánto necesitaba
Alejandro cerró la puerta con un golpe seco, bloqueando los gritos de Sofía que se apagaban lentamente al otro lado. Apoyó la espalda contra la puerta, cerrando los ojos por un momento. Mar Maldita. Siempre había sabido que Sofía era un problema, pero nunca había imaginado que llegaría a ese punto. Y ahora, con la policía investigando a su familia, todo era mucho más complicado.La policía había estado observando a la familia de Sofía durante meses, esperando el momento adecuado para intervenir. Con las pruebas que habían reunido, era cuestión de tiempo antes de que todo explotara. Sofía había sido imprudente, y su obsesión con Alejandro solo la estaba llevando más cerca del abismo. Su padre no era ningún tonto. Ya se había dado cuenta de que la policía los estaba vigilando, y estaba ansioso por poner a su hija en orden, darle una lección que jamás olvidaría.El padre de Sofía sabía que la relación entre su hija y Alejandro estaba destruyendo los negocios familiares. Su hermano se lo