Alejandro estaba sentado frente a su escritorio, con los dedos tamborileando suavemente sobre la madera. Era una tarde tranquila, una de esas que parecían hechas para descansar, pero él no podía permitirse ese lujo. Su mente estaba ocupada, y no precisamente por los negocios que, como siempre, esperaban su atención. No, esta vez era algo mucho más personal. El brillo en la pantalla de su computadora portátil le indicó que acababa de recibir un correo. Abrió su bandeja de entrada casi con deseo, esperando otro mensaje de trabajo, alguna propuesta o un recordatorio de una reunión que no tenía el más mínimo interés en atender. Pero entonces, vio el remitente.Lucas.Instintivamente, una sonrisa se dibujó en su rostro. Maldito niño. Lucas tenía una manera única de colarse en su vida, de hacerle sentir cosas que no había experimentado en años. Maldita sea que lo extrañaba. Alejandro había pasado tanto tiempo solo, aislado en su propio mundo, que no se había dado cuenta de cuánto necesitaba
Alejandro cerró la puerta con un golpe seco, bloqueando los gritos de Sofía que se apagaban lentamente al otro lado. Apoyó la espalda contra la puerta, cerrando los ojos por un momento. Mar Maldita. Siempre había sabido que Sofía era un problema, pero nunca había imaginado que llegaría a ese punto. Y ahora, con la policía investigando a su familia, todo era mucho más complicado.La policía había estado observando a la familia de Sofía durante meses, esperando el momento adecuado para intervenir. Con las pruebas que habían reunido, era cuestión de tiempo antes de que todo explotara. Sofía había sido imprudente, y su obsesión con Alejandro solo la estaba llevando más cerca del abismo. Su padre no era ningún tonto. Ya se había dado cuenta de que la policía los estaba vigilando, y estaba ansioso por poner a su hija en orden, darle una lección que jamás olvidaría.El padre de Sofía sabía que la relación entre su hija y Alejandro estaba destruyendo los negocios familiares. Su hermano se lo
Alejandro abrió uno de los artículos que había comenzado a circular por las redes. Sofía, con lágrimas en los ojos, hablaba frente a una multitud de cámaras y micrófonos. — Mi prometido... — decía entre sollozos falsos—. Me ha sido infiel. Yo lo amaba, lo entregué todo por él, y ahora... ahora está con otra. Los reporteros la bombardeaban con preguntas, pero una en particular resonó más fuerte que las demás. — ¿Conoces a la mujer con la que te engañó? Sofía asintió, limpiándose las lágrimas de los ojos con un pañuelo que parecía sacado directamente de una telenovela. — Sí. — su voz temblaba —. Se llama Clara Fernández. El nombre de Clara salió de los labios de Sofía como una sentencia de muerte. Alejandro sintió cómo la rabia le subía por la garganta mientras veía el espectáculo ridículo que Sofía había montado. Esa mujer era una m*****a actriz. Los comentarios comenzaban a inundar las redes sociales y los noticieros. Alejandro no podía creer lo rápido que la noticia se
Javier lo miró, incrédulo. La oferta que Alejandro le hacía era tentadora, sí, pero también lo humillaba. ¿Vender su derecho sobre su propio hijo? ¿Aceptar dinero para desaparecer como un cobarde? Pero entonces, la realidad lo golpeó. No tenía elección. Sabía que Alejandro tenía el poder para hacerlo desaparecer de manera mucho más brutal si no aceptaba.— ¿Y si no acepto? — preguntó, con una pequeña chispa de desafío en su voz.Alejandro se inclinó hacia él, su rostro a escasos centímetros del de Javier.— Entonces no habrá lugar en el mundo donde puedas esconderte, — dijo en un susurro amenazante —. No es una oferta, Javier. Es tu única opción.Javier tragó saliva, su mente trabajando rápidamente. Sabía que Alejandro no estaba bromeando. Si no aceptaba el dinero, su vida se volvería un infierno. Pero si lo hacía, perdería para siempre a Clara y a Lucas. La decisión era clara, aunque le costara admitirlo. Podría vivir bien hasta que el dinero se acabe, y luego volvería. Él tenía un pr
— ¡Suéltala! — gritó Lucas, lleno de desconfianza al ver a un extraño llevándose a su madre.El hombre lo miró con calma, sin dejar de sostener a Clara.— Voy a llevarla al hospital, chico — dijo con voz profunda y grave —. Sube al coche conmigo. No voy a dejarla aquí.Lucas titubeó un segundo, sus pequeños puños apretados con fuerza. Desconfiaba de ese hombre, pero ver a su madre en ese estado lo aterraba más que cualquier otra cosa. No tenía opciones. Con la voz temblorosa pero desafiante, le lanzó una advertencia.— Si intentas algo, mi papá te va a golpear. — Lucas lo miró con ojos llenos de determinación —. Es Alejandro Ferrer, y es muy fuerte.El hombre frunció el ceño, sorprendido por la respuesta del niño. No dijo nada al principio, solo asintió y acomodó a Clara en el asiento trasero del coche. Luego abrió la puerta del copiloto para que Lucas subiera.— Sube, chico — dijo, sin dejar de mirar a los curiosos que seguían observando la escena —. Tu mamá necesita atención médica,
Clara cerró los ojos por un momento, sintiendo el alivio de tener a su hijo entre sus brazos. Pero cuando abrió los ojos de nuevo, su mirada se encontró con la de un hombre, que permanecía de pie cerca de la puerta, observando la escena con una expresión tranquila. Había algo en su mirada que la desconcertaba, una mezcla de calma y control que la hacía sentir segura, pero al mismo tiempo, inquieta.— ¿Quién… quién es él? — preguntó Clara, mirando a Lucas.Lucas se apartó lo suficiente como para mirar hacia el sujeto que lo ayudó.— Nos trajo al hospital, mamá — dijo Lucas, con un tono serio —. Nos ayudó cuando te desmayaste.Clara miró al hombre con gratitud evidente en sus ojos, pero también con cierto desconcierto. No entendía por qué un completo extraño había intervenido de esa manera.— Gracias — dijo finalmente, con la voz temblorosa —. No sé cómo agradecerte lo suficiente… lamento mucho las molestias que te hemos causado. No sé por qué esas personas dijeron esas cosas horribles.
El aire en la habitación del hospital se había vuelto pesado, cargado de emociones no dichas y tensiones que flotaban entre los tres. Cedric, siempre observador y más perspicaz de lo que cualquiera imaginaba, notó que su presencia ya no era necesaria. Alejandro estaba claramente ansioso por hablar con Clara, y aunque Cedric no lo dijo en voz alta, sabía que aquello no era su conversación. Lucas también lo observaba con su pequeña pero intensa mirada, la misma que había heredado de su madre, llena de fuerza y desconfianza.Con un leve asentimiento hacia Clara, Cedric se dio media vuelta, su figura imponente moviéndose con fluidez hacia la puerta. Pero antes de salir por completo, lanzó una última mirada en dirección a Lucas, quien, como si fuera un adulto atrapado en el cuerpo de un niño, simplemente murmuró:— Gracias.La gratitud en esas pocas palabras era palpable, y Cedric, sin decir nada más, inclinó la cabeza en señal de reconocimiento. Alejandro también dio un paso hacia él, ext
Horas más tarde, luego de que los doctores revisaran los signos vitales de Clara y concluyeran que estaba estable, le dieron el alta. Alejandro permaneció a su lado todo el tiempo, mientras Lucas no se apartaba ni un solo segundo de su madre.Cuando salieron del hospital, Cedric apareció nuevamente, como una figura silenciosa pero presente. Su mirada se cruzó con la de Alejandro cuando este tomó la mano de Clara para ayudarla a levantarse. Cedric notó el gesto, pero no dijo nada.Clara, que también había percibido el momento, se soltó suavemente de la mano de Alejandro y se acercó a Cedric.— Gracias de nuevo, Cedric — dijo, su voz suave pero llena de gratitud —. No sé cómo agradecerte por todo lo que has hecho hoy.Cedric la miró con una leve sonrisa, pero su expresión seguía siendo enigmática.— No hay de qué, Clara — dijo, inclinando la cabeza —. Solo asegúrate de estar bien y de cuidar de tu hijo. Eso es lo más importante.Luego, Cedric se agachó hasta quedar a la altura de Lucas,