Horas más tarde, luego de que los doctores revisaran los signos vitales de Clara y concluyeran que estaba estable, le dieron el alta. Alejandro permaneció a su lado todo el tiempo, mientras Lucas no se apartaba ni un solo segundo de su madre.Cuando salieron del hospital, Cedric apareció nuevamente, como una figura silenciosa pero presente. Su mirada se cruzó con la de Alejandro cuando este tomó la mano de Clara para ayudarla a levantarse. Cedric notó el gesto, pero no dijo nada.Clara, que también había percibido el momento, se soltó suavemente de la mano de Alejandro y se acercó a Cedric.— Gracias de nuevo, Cedric — dijo, su voz suave pero llena de gratitud —. No sé cómo agradecerte por todo lo que has hecho hoy.Cedric la miró con una leve sonrisa, pero su expresión seguía siendo enigmática.— No hay de qué, Clara — dijo, inclinando la cabeza —. Solo asegúrate de estar bien y de cuidar de tu hijo. Eso es lo más importante.Luego, Cedric se agachó hasta quedar a la altura de Lucas,
La tensión en el aire parecía casi tangible en la sala de estar de Clara. Alejandro había estado caminando de un lado a otro, sus pensamientos enredados en una maraña de emociones que no lograba controlar. Clara, sentada en el sofá, observaba la escena con una mezcla de exasperación y cansancio. Lucas, que se había mantenido en silencio la mayor parte del tiempo, estaba sentado junto a su madre, sin apartar la vista de Alejandro.La furia que crecía dentro de Alejandro era como un fuego que amenazaba con consumirlo. Todo lo que había intentado proteger, todo lo que había hecho para mantener a Clara a salvo, parecía desmoronarse a su alrededor. Las mentiras de Sofía, el acoso de la prensa, todo se acumulaba, y ahora, la sensación de impotencia lo estaba empujando al borde.Finalmente, se detuvo frente a Clara, su pecho subiendo y bajando rápidamente por la intensidad de sus emociones.— Clara, esto no puede seguir así — dijo Alejandro, su voz grave y cargada de determinación —. Tienes
Las palabras golpearon a Alejandro como un mazo. ¿Sofía lo había acusado de agresión? Eso era una completa falsedad. Había estado con Clara todo el tiempo, y no había visto a Sofía en días. Sabía lo que estaba recorriendo en las noticias, pero jamás imaginó que esa mujer lo denunciaría.— Eso es una mentira — dijo Clara de inmediato, dando un paso adelante —. Alejandro ha estado conmigo todo el tiempo. No pudo haber hecho lo que dicen.El padre de Alejandro, que había estado observando en silencio, finalmente intervino. Aunque no siempre estaba de acuerdo con su hijo, no podía permitir que los policías lo trataran como a un criminal.— Ni se les ocurra esposar a mi hijo — dijo con autoridad —. Conozco muy bien a su comisario, y créanme que, si mi hijo es tratado como un delincuente, habrá consecuencias. Alejandro no es una persona violenta, y ni siquiera ha estado en la ciudad.El oficial dudó por un momento, pero mantenía su postura firme.— Tenemos una denuncia formal, señor Ferrer.
Alejandro estaba a punto de marcharse cuando escuchó la voz de su padre llamándolo desde el pasillo.— Alejandro, espera.Alejandro se detuvo, apretando los puños. No quería pelear. Ya había tenido suficiente por un día. Pero algo en el tono de su padre lo hizo detenerse.— No quiero pelear contigo — dijo Alejandro, girándose lentamente —. No hoy.Su padre, que había estado observándolo con una mezcla de desaprobación y preocupación, negó con la cabeza.— No es eso, hijo — dijo, su voz más suave de lo habitual —. Solo quiero preguntarte si estás seguro de lo que Clara quiere contigo.Alejandro lo miró fijamente, su rostro serio y lleno de determinación.— Padre, si Clara me acepta completamente, será un milagro — dijo con amargura —. Después de todo lo que ha pasado por mi culpa, no la culparía si no lo hiciera.El padre de Alejandro asintió, comprendiendo la gravedad de las palabras de su hijo. Sabía que Alejandro amaba a Clara, pero también sabía que el camino no sería fácil. Despué
El sol apenas comenzaba a colarse por las grandes ventanas del comedor cuando Alejandro, Clara y Lucas disfrutaban de un desayuno tranquilo. Por primera vez en mucho tiempo, Alejandro sentía una paz que no había conocido en años. La tensión con Sofía, las constantes amenazas, y el caos que había rodeado sus vidas parecían haberse disipado, aunque fuera de manera temporal. Clara y Lucas estaban allí con él, y esa sensación de familia, de pertenencia, lo llenaba de una manera que nunca había esperado.Sorprendentemente, Lucas había comenzado a sentirse cada vez más cómodo en la casa de Alejandro. A pesar de la magnitud de todo lo que había sucedido, el niño había encontrado un refugio en la mansión, y Alejandro no podía estar más agradecido por eso. La presencia de Lucas le daba una nueva perspectiva, una razón para luchar más allá de sus propios intereses.Clara, por su parte, había comenzado a relajarse también. El peso de las amenazas de Sofía todavía acechaba en su mente, pero en es
Mientras tanto, Sofía caminaba por las calles de la ciudad con una tranquilidad que no reflejaba el caos que había dejado atrás. Sabía que la estaban buscando. Sabía que Alejandro no descansaría hasta verla detrás de las rejas, pero en ese momento, no le importaba.Había decidido que era momento de desaparecer. No podía seguir enfrentando las consecuencias de sus acciones. Había tocado fondo, y lo sabía. Pero, en lugar de enfrentar su realidad, había optado por huir, hasta que las aguas se calmen.Mientras caminaba, un camión de gran porte se detuvo frente a ella. El conductor, un hombre robusto y con una sonrisa despreocupada, bajó la ventana y la miró con curiosidad.— ¿Necesitas un aventón? — preguntó, su voz ronca pero amigable.Sofía sonrió, una sonrisa coqueta y sensual que había aprendido a perfeccionar con los años. Sabía cómo manipular a los hombres, y este no sería la excepción.— Mi coche se descompuso — dijo, con un tono inocente que no coincidía con la malicia en sus ojos
El sol de la tarde entraba a raudales por los ventanales del salón principal de la casa de Alejandro, iluminando el elegante mobiliario con un cálido resplandor dorado. Don Arturo, el padre de Alejandro, estaba sentado en el sillón favorito de su hijo, hojeando un informe financiero con la concentración habitual que lo caracterizaba. Cada número, cada cifra, era analizada con la precisión de un cirujano, y aunque la mente de Arturo estaba absorta en su trabajo, algo en el ambiente le resultaba incómodo. No era el silencio de la casa, ni el eco de los pasos lejanos de las empleadas. Era otra cosa, algo que no podía definir con claridad.De pronto, se escuchó el sonido de la puerta de entrada abriéndose. Don Arturo, sin levantar la vista de sus papeles, creyó que era Alejandro, y comenzó a ponerse de pie al sentir la presencia de alguien en la sala. Su hijo había salido temprano esa mañana, y Arturo estaba esperando su regreso para discutir algunos temas importantes. Pero cuando finalmen
— Es un chico brillante — murmuró, sorprendiéndose a sí mismo al decirlo.Clara irritante. Sabía que Arturo no era una persona fácil de impresionar, y mucho menos de elogiar a alguien tan abiertamente. Pero Lucas era diferente.— Sé que no le agrado mucho — dijo Clara de repente, con una sonrisa tímida —, pero quiero que sepa que estoy profundamente agradecida por cómo trata a mi hijo. Lucas lo aprecia mucho. Siempre habla de usted.Entonces desconcertó a Arturo. ¿Lucas hablaba de él? ¿En qué momento había ganado tanta admiración de un niño que apenas conocía?— ¿Lucas habla de mí? — preguntó, su tono más suave de lo habitual.— Todo el tiempo — respondió Clara, con una sonrisa genuina —. Dice que le gusta hablar con usted, que lo admira, aunque seas un cascarrabias. Esas fueron sus palabras.Arturo no supo qué decir. La sensación de calidez que había comenzado a instalarse en su pecho era extraña, pero no del todo desagradable. Le recordaba a los días en los que Alejandro, siendo un n