Mientras tanto, Sofía caminaba por las calles de la ciudad con una tranquilidad que no reflejaba el caos que había dejado atrás. Sabía que la estaban buscando. Sabía que Alejandro no descansaría hasta verla detrás de las rejas, pero en ese momento, no le importaba.Había decidido que era momento de desaparecer. No podía seguir enfrentando las consecuencias de sus acciones. Había tocado fondo, y lo sabía. Pero, en lugar de enfrentar su realidad, había optado por huir, hasta que las aguas se calmen.Mientras caminaba, un camión de gran porte se detuvo frente a ella. El conductor, un hombre robusto y con una sonrisa despreocupada, bajó la ventana y la miró con curiosidad.— ¿Necesitas un aventón? — preguntó, su voz ronca pero amigable.Sofía sonrió, una sonrisa coqueta y sensual que había aprendido a perfeccionar con los años. Sabía cómo manipular a los hombres, y este no sería la excepción.— Mi coche se descompuso — dijo, con un tono inocente que no coincidía con la malicia en sus ojos
El sol de la tarde entraba a raudales por los ventanales del salón principal de la casa de Alejandro, iluminando el elegante mobiliario con un cálido resplandor dorado. Don Arturo, el padre de Alejandro, estaba sentado en el sillón favorito de su hijo, hojeando un informe financiero con la concentración habitual que lo caracterizaba. Cada número, cada cifra, era analizada con la precisión de un cirujano, y aunque la mente de Arturo estaba absorta en su trabajo, algo en el ambiente le resultaba incómodo. No era el silencio de la casa, ni el eco de los pasos lejanos de las empleadas. Era otra cosa, algo que no podía definir con claridad.De pronto, se escuchó el sonido de la puerta de entrada abriéndose. Don Arturo, sin levantar la vista de sus papeles, creyó que era Alejandro, y comenzó a ponerse de pie al sentir la presencia de alguien en la sala. Su hijo había salido temprano esa mañana, y Arturo estaba esperando su regreso para discutir algunos temas importantes. Pero cuando finalmen
— Es un chico brillante — murmuró, sorprendiéndose a sí mismo al decirlo.Clara irritante. Sabía que Arturo no era una persona fácil de impresionar, y mucho menos de elogiar a alguien tan abiertamente. Pero Lucas era diferente.— Sé que no le agrado mucho — dijo Clara de repente, con una sonrisa tímida —, pero quiero que sepa que estoy profundamente agradecida por cómo trata a mi hijo. Lucas lo aprecia mucho. Siempre habla de usted.Entonces desconcertó a Arturo. ¿Lucas hablaba de él? ¿En qué momento había ganado tanta admiración de un niño que apenas conocía?— ¿Lucas habla de mí? — preguntó, su tono más suave de lo habitual.— Todo el tiempo — respondió Clara, con una sonrisa genuina —. Dice que le gusta hablar con usted, que lo admira, aunque seas un cascarrabias. Esas fueron sus palabras.Arturo no supo qué decir. La sensación de calidez que había comenzado a instalarse en su pecho era extraña, pero no del todo desagradable. Le recordaba a los días en los que Alejandro, siendo un n
— Viejo amigo. Te necesito.Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea, y Alejandro pudo imaginarse a su interlocutor recostándose en su silla, probablemente con una sonrisa irónica en el rostro.— Vaya, vaya — dijo la voz, ahora más relajada —. Alejandro Ferrer. Hace años que no sé de ti. ¿Qué te trae a mi puerta? No respondas, es la hija de puta mafiosa de Sofía.Alejandro respiro hondo. No era fácil pedir un favor a este hombre, pero no tenía otra opción.— Necesito tu ayuda — dijo, sin rodeos —. Estoy buscando a alguien. A esa misma alguien que mencionaste.— ¿A alguien? — la voz se hizo más curiosa—. Siempre dije que te crearía problemas…— Sofía… — respondió Alejandro, sintiendo el peso del nombre en su lengua —. Sofía Ramírez no solo está siendo un grano en el culo para mí, sino para mi mujer y su hijo.Hubo una breve pausa, antes de que su amigo soltara una carcajada seca, sin rastro de alegría.— ¿Entonces es real lo que dicen las noticias? — preguntó, divertido —. ¿
Claudio se apoyó contra la puerta, intentando recuperar el control de su respiración. Las palabras de Sofía lo atravesaban como cuchillos. Había pasado los últimos años viviendo en ese rincón olvidado, creyendo que su pasado estaba enterrado, que nadie vendría a reclamar lo que él había dejado atrás. Pero ahora, todo estaba volviendo a la superficie. Y su hija estaba aquí, frente a él, exigiendo respuestas, o eso creía.— ¿Cómo lo supiste? — preguntó finalmente, su voz temblorosa, pero sabiendo que no había escapatoria.Sofía lo miró con una mezcla de desprecio y satisfacción.— Siempre lo supe — dijo, cruzando los brazos, como si la revelación no fuera más que un mero trámite —. Siempre supe que había algo que no encajaba. Mamá… o, mejor dicho, Olivia, nunca fue realmente mi madre, ¿verdad? — Su tono era frío y cortante —. Toda la vida me crio Ernesto, pero las mentiras tienen un límite y necesito ocultarme temporalmente.— Pensé que era un buen padre…— Lo es, pero su trabajo no es t
Sofía estaba sentada en la pequeña y mugrienta sala de la casa de su padre, dando pequeños sorbos a una taza de café frío. Su mente estaba en otro lugar, analizando los próximos pasos, las posibles salidas. Sabía que no podía quedarme quieto por mucho tiempo. Estaba siendo cazada. Pero había algo en esa casa, en esa reconexión con su padre, que la mantenía allí. Aún no había terminado.Claudio, su padre, estaba de pie frente a ella, observándola con una mezcla de preocupación y tristeza. Todo lo que alguna vez había creído sobre su hija parecía tambalearse.— Sofía — dijo finalmente, rompiendo el incómodo silencio —, ¿qué fue lo que realmente pasó? Siempre pensé que sabías a qué se dedicaba Don Ernesto. — El nombre de su viejo amigo resonaba con un peso que lo hacía sentir sucio.Sofía bufó, cruzando las piernas con una elegancia que contrastaba con el lugar en el que se encontraban. Su rostro, sin embargo, era angelical mientras mentía con una maestría que había perfeccionado a lo la
El hombre, con una sonrisa burlona y cruel en su rostro, la miró con superioridad. Sus ojos tenían un brillo de malicia que hizo que el corazón de Clara se hundiera en su pecho.— Lo siento, las madres suelen ser un poco duras — dijo con una voz burlona, manteniendo a Lucas firmemente sujeto mientras miraba a Clara con desdén.Clara no pudo llegar hasta su hijo. Antes de que pudiera dar un paso más, sintió un dolor agudo en la cabeza, un golpe que la hizo caer al suelo. Todo a su alrededor comenzó a girar. Las imágenes se volvieron borrosas mientras el dolor lateaba en su cráneo. Intentó mantenerse consciente, pero el mundo se oscureció momentáneamente.El otro hombre soltó una carcajada mientras se agachaba y la levantaba en brazos como si fuera una muñeca de trapo. Su toque era asqueroso, y mientras la sostenía, no pudo evitar soltar un comentario desagradable.— Tienes una madre muy sexy, Lucas — murmuró el hombre, lanzando un silbido obsceno mientras miraba a Clara, inconsciente
Alejandro conducía a través de la carretera oscura, con una mano firmemente aferrada al volante, mientras la otra tamborileaba nerviosamente sobre su muslo. La noche estaba en completo silencio, pero en su mente, el caos era ensordecedor. Un mal presentimiento lo había invadido desde que salió de la oficina y recibió la llamada de Sofía, algo que no podía sacudirse ni con la velocidad a la que conducía. Sabía que algo andaba mal, muy mal. ¿Dónde estaba su mujer y su hijo?Clara y Lucas. Los tenían. Sofía los tenía.La furia lo consumía.«Esa mujer» pensó Alejandro, apretando los dientes hasta que la mandíbula le dolió. Sofía se había burlado de él durante demasiado tiempo. Cada movimiento, cada palabra que ella decía, estaba calculada para desestabilizarlo, para exponer sus debilidades. Pero esto no era un simple juego de poder. Esto era personal. Y ahora, Clara y Lucas estaban en peligro, atrapados en las redes de una mujer que no conocía límites.No podía dejar de pensar en lo que S