El hospital estaba abarrotado de gente, como si la misma noche hubiera decidido desembocar allí todas sus tragedias. Luces parpadeantes, el sonido de pasos apresurados, voces entrecortadas y susurros llenaban los pasillos. El caos era palpable, pero en medio de todo eso, Clara no podía concentrarse en nada más que en la presión latente en su pecho.Lucas estaba sentado a su lado, su pequeña mano aferrada a la suya, tratando de ser fuerte, aunque Clara podía sentir el temblor en sus dedos. Ambos habían sido atendidos, pero el miedo aún no los había dejado en paz. El secuestro, los golpes, esas horas de incertidumbre… y ahora, algo más estaba ocurriendo.De repente, los murmullos en la sala de espera se intensificaron. Algo estaba pasando.Clara levantó la cabeza, su mirada ansiosa buscando la fuente del alboroto. Un grupo de enfermeras y médicos se apresuraba hacia la entrada, y detrás de ellas, una camilla apareció, dominando el pasillo. En la camilla, un hombre inconsciente, con el r
— Quiero que esté bien — confesó Clara, su voz rota —. Con todo mi corazón, quiero que Alejandro esté bien.Don Arturo asintió, incapaz de decir más. Él también lo deseaba. Y sin pensarlo demasiado, se inclinó hacia ella y la envolvió en un abrazo. Clara se dejó abrazar, sintiendo por primera vez en mucho tiempo un refugio, un lugar donde dejar escapar todo el dolor. Llevaba demasiado tiempo navegando sola por el mundo con su hijo, y ahora, cuando pensaba que todo estaba bien, la vida había vuelto a golpearla con fuerza.Lucas, que había estado observando en silencio, se acercó a su madre y la abrazó también, envolviéndola con su pequeño cuerpo.— Todo va a estar bien, mamá — murmuró, sus palabras simples pero llenas de una extraña seguridad —. Alejandro va a estar bien.Clara respiró hondo, asintiendo débilmente mientras las lágrimas seguían cayendo, pero de alguna manera, las palabras de su hijo la confortaban.Finalmente, el médico salió del quirófano. Clara, Don Arturo y Lucas se
— Lo siento por las molestias, señor Alejandro — murmuró con la voz quebrada, sin poder mirarlo directamente por más tiempo.Alejandro, aún desconcertado, asintió levemente, su mirada todavía fija en Lucas, como si algo en el niño lo confundiera más de lo que estaba dispuesto a admitir.Pero Clara vio el ligero cambio en sus ojos, ese destello de algo que no podía identificar. Había algo allí, enterrado bajo la confusión.— Voy a buscar a tu padre — repitió Clara, su voz apenas un susurro mientras tomaba la mano de Lucas y lo guiaba fuera de la habitación.Alejandro se quedó en silencio, observándolos salir, con una sensación de incomodidad creciendo en su pecho. Había algo en ese niño, algo en su presencia… un sentimiento que no podía explicar. Era como si debiera conocerlo, como si debiera reconocer esa mirada, esa voz.Pero su mente estaba vacía.Y, sin embargo, no podía ignorar la extraña sensación en su pecho, especialmente cuando miraba a Lucas.Clara salió de la habitación con
Alejandro no dijo nada, porque ciertamente, eso era cierto, pero se había comprometido y ya llevaban tiempo juntos. Además, ahora no era eso importante, estaba claro que algo había pasado con él.— Tu accidente ha causado algo en tu cabeza, Alejandro — continuó Don Arturo, manteniendo la calma a pesar de la tensión creciente en la habitación —. Has perdido recuerdos importantes. Recuerdos que explican por qué Sofía no está aquí, y por qué no la buscaremos.Alejandro lo miró con una mezcla de confusión y furia. Nada de lo que su padre decía tenía sentido. ¿Sofía, una prófuga? ¿Qué clase de mentira era esa?— ¿Qué me pasó? — preguntó finalmente, su voz más baja, pero cargada de tensión —. ¿Qué se supone que he olvidado?— Voy a llamar al doctor — dijo Don Arturo, ignorando momentáneamente la pregunta —. Él te explicará mejor lo que ha ocurrido.Alejandro apretó los dientes, claramente frustrado por la falta de respuestas inmediatas. Su mente estaba llena de agujeros, y cada vez que inte
— Clara — empezó, su tono más suave ahora —, entiendo que esto es complicado, pero no quiero que sientas que debes irte de todo esto por completo. — Hizo una pausa, como si sus siguientes palabras fueran importantes —. No necesariamente tienes que renunciar. Me encantaría que continuaras trabajando en la empresa.Clara lo miró, sorprendida por la oferta. No se esperaba eso. Después de lo que había sucedido en la habitación, había asumido que su relación profesional con Alejandro también se había terminado. La idea de seguir trabajando allí, en un lugar donde Alejandro no la recordaba, le parecía demasiado dolorosa. Dudó por un momento, sin saber qué responder.Pero antes de que pudiera decir algo, Lucas tiró suavemente de su mano, llamando su atención.— Madre — dijo el niño, su voz llena de una sorprendente calma —, deberías aceptar la oferta.Clara lo miró, sorprendida.— ¿Por qué, cariño? — preguntó, agachándose un poco para estar a su altura.Lucas sonrió sutil, con esa mezcla de
Clara salió del hospital con Lucas de la mano, sus pensamientos divididos entre la confusión y el dolor que la situación con Alejandro le había dejado. El aire fresco de la noche la envolvió, pero no fue suficiente para aliviar el peso en su pecho. Lucas caminaba en silencio a su lado, su pequeño cuerpo irradiando una calma inusual para un niño de su edad, pero Clara sabía que él también estaba afectado. Su hijo había perdido a su amigo, al menos por ahora, y eso era un golpe difícil de digerir.Cuando llegaron al estacionamiento, Lucius estaba esperando junto a su coche negro, con Julián a su lado. Lucius, siempre con su postura rígida y la mirada dura, parecía una estatua bajo la luz tenue de las farolas, mientras que Julián parecía más relajado, pero preocupado.— Clara — dijo Lucius, su voz grave y directa —, yo te llevaré a casa.Clara sintió una punzada de incomodidad ante la oferta. Julián miró sorprendido al hombre… Lucius siempre había sido un hombre reservado, casi intimidant
Una semana había pasado desde el último encuentro entre Clara y Alejandro en el hospital. Alejandro ya se había acostumbrado al nuevo ritmo de su vida, aunque a veces le asaltaban extrañas sensaciones de pérdida, de vacíos que no sabía cómo llenar. Su memoria seguía fragmentada, pero intentaba no pensar demasiado en lo que no podía recordar. Se concentraba en lo que estaba frente a él; su trabajo, el equipo, los números. Todo lo que le daba un sentido de control.Era una mañana como cualquier otra cuando Alejandro llegó a la oficina. Los pasillos estaban tranquilos, el aire acondicionado zumbaba suavemente, y el eco de sus pasos resonaba en el mármol pulido. Sus pensamientos estaban enfocados en la reunión de esa mañana, una de las más importantes del trimestre. Marketing debía presentar los avances, y él necesitaba ver resultados sólidos.Al entrar en la sala de reuniones, algo lo sorprendió. Clara estaba allí, sentada en una de las sillas cerca del proyector, con una laptop abierta
Alejandro salió de la oficina de Clara con el ceño fruncido, sin poder entender del todo por qué había sentido esa urgencia de confrontarla. Algo en su interior lo impulsaba a ser duro con ella, a mantener una distancia emocional que no lograba explicar. Caminó por los pasillos en dirección a su oficina, pero la sensación extraña no lo abandonaba. Era como si hubiera algo más, algo que estaba olvidando, lo cual era obvio, que lo empujaba a actuar de esa manera.Se sentó en su escritorio, mirando sin ver los documentos frente a él. Su mente estaba nublada, llena de fragmentos de recuerdos que no lograba ensamblar del todo. Clara. Siempre que la veía, sentía esa inquietud, como si ella fuera la clave de algo importante, algo que había perdido.Pero no podía permitirse esa distracción. Era el jefe de la compañía, y su responsabilidad era asegurarse de que todo funcionara a la perfección. No podía permitirse que sus emociones, o la falta de estas, interfirieran con su juicio. Sin embargo,