Alejandro tomó la hoja de papel, mirándola como si no pudiera entender lo que tenía delante. Era una carta de renuncia, escrita a mano por Clara, con efecto inmediato. No había despedidas, no había explicaciones. Solo un adiós silencioso.— No… — murmuró Alejandro, negando con la cabeza mientras leía las palabras una y otra vez —. No puede hacerlo. No puede dejarlo todo así.Julián lo observó en silencio, sabiendo que cualquier cosa que dijera en ese momento no cambiaría los hechos. Clara se había ido, y Alejandro había llegado demasiado tarde.— ¿Dónde está? — preguntó Alejandro, su voz temblando de una forma que no había esperado —. Dime dónde está.Julián bajó la mirada.— Se fue con Lucas — respondió —. Lo recogió de la escuela y se marchó. No sé dónde está. Es lo último que me dijo el hombre que la cuidaba. Ella logró perderlos.Alejandro sintió que el suelo bajo sus pies comenzaba a desmoronarse. Todo lo que había hecho, todo lo que había planeado, ahora no tenía sentido. Clara
El silencio que siguió fue pesado, cargado de una tensión que ninguno de los dos sabía cómo romper. Alejandro sintió una mezcla de ira, culpa y desesperación. Había estado tan ciego, tan centrado en sus propios problemas, que no había visto el peligro real que acechaba a Clara y a su hijo.— Tengo que encontrarla — dijo finalmente, su voz firme —. Voy a protegerlos. No dejaré que ese hombre los toque.Lucía lo miró con una mezcla de escepticismo y esperanza. Sabía que Alejandro tenía recursos, que podía hacer más que cualquiera para proteger a Clara y Lucas, pero también sabía que Javier no era alguien fácil de enfrentar.— No sé si puedas hacerlo solo, Alejandro — advirtió Lucía —. Javier es más peligroso de lo que piensas. No es solo un hombre violento, también es inteligente. Sabe cómo moverse, cómo manipular. Clara lo ha estado esquivando durante años, pero ahora que él sabe dónde está Lucas… — Su voz se quebró un poco —, las cosas se están poniendo mucho peor.Alejandro asintió,
Hubo un breve silencio, y entonces Javier se enderezó en su asiento. Había estado medio dormido, sumido en el alcohol y la frustración, pero al escuchar el nombre de su hijo, algo en él se activó.— ¿Lucas? — su tono era ahora mucho más alerta —. Eres mi pequeño hijo. ¿Dónde está tu madre?Lucas apretó los labios, sabiendo que estaba caminando sobre una cuerda floja. No podía darle esa información, no importaba cuánto Javier lo presionara.— No te lo diré — respondió con firmeza, mirando hacia el puesto de celulares para asegurarse de que nadie lo escuchara —. Esa no es mi pregunta. Yo quiero saber qué intenciones tienes con mamá.La pregunta pareció tomar por sorpresa a Javier, quien apretó los puños. La furia burbujeaba debajo de la superficie, pero intentó controlarse. No podía permitirse asustar al niño. No todavía.— Solo quiero estar con ustedes — dijo, su voz ahora más suave, aunque cargada de una amenaza latente —. Quiero conocer mejor a mi hijo, recuperar a tu madre.Lucas ne
Alejandro estaba sentado frente a su escritorio, con los dedos tamborileando suavemente sobre la madera. Era una tarde tranquila, una de esas que parecían hechas para descansar, pero él no podía permitirse ese lujo. Su mente estaba ocupada, y no precisamente por los negocios que, como siempre, esperaban su atención. No, esta vez era algo mucho más personal. El brillo en la pantalla de su computadora portátil le indicó que acababa de recibir un correo. Abrió su bandeja de entrada casi con deseo, esperando otro mensaje de trabajo, alguna propuesta o un recordatorio de una reunión que no tenía el más mínimo interés en atender. Pero entonces, vio el remitente.Lucas.Instintivamente, una sonrisa se dibujó en su rostro. Maldito niño. Lucas tenía una manera única de colarse en su vida, de hacerle sentir cosas que no había experimentado en años. Maldita sea que lo extrañaba. Alejandro había pasado tanto tiempo solo, aislado en su propio mundo, que no se había dado cuenta de cuánto necesitaba
Alejandro cerró la puerta con un golpe seco, bloqueando los gritos de Sofía que se apagaban lentamente al otro lado. Apoyó la espalda contra la puerta, cerrando los ojos por un momento. Mar Maldita. Siempre había sabido que Sofía era un problema, pero nunca había imaginado que llegaría a ese punto. Y ahora, con la policía investigando a su familia, todo era mucho más complicado.La policía había estado observando a la familia de Sofía durante meses, esperando el momento adecuado para intervenir. Con las pruebas que habían reunido, era cuestión de tiempo antes de que todo explotara. Sofía había sido imprudente, y su obsesión con Alejandro solo la estaba llevando más cerca del abismo. Su padre no era ningún tonto. Ya se había dado cuenta de que la policía los estaba vigilando, y estaba ansioso por poner a su hija en orden, darle una lección que jamás olvidaría.El padre de Sofía sabía que la relación entre su hija y Alejandro estaba destruyendo los negocios familiares. Su hermano se lo
Alejandro abrió uno de los artículos que había comenzado a circular por las redes. Sofía, con lágrimas en los ojos, hablaba frente a una multitud de cámaras y micrófonos. — Mi prometido... — decía entre sollozos falsos—. Me ha sido infiel. Yo lo amaba, lo entregué todo por él, y ahora... ahora está con otra. Los reporteros la bombardeaban con preguntas, pero una en particular resonó más fuerte que las demás. — ¿Conoces a la mujer con la que te engañó? Sofía asintió, limpiándose las lágrimas de los ojos con un pañuelo que parecía sacado directamente de una telenovela. — Sí. — su voz temblaba —. Se llama Clara Fernández. El nombre de Clara salió de los labios de Sofía como una sentencia de muerte. Alejandro sintió cómo la rabia le subía por la garganta mientras veía el espectáculo ridículo que Sofía había montado. Esa mujer era una m*****a actriz. Los comentarios comenzaban a inundar las redes sociales y los noticieros. Alejandro no podía creer lo rápido que la noticia se
Javier lo miró, incrédulo. La oferta que Alejandro le hacía era tentadora, sí, pero también lo humillaba. ¿Vender su derecho sobre su propio hijo? ¿Aceptar dinero para desaparecer como un cobarde? Pero entonces, la realidad lo golpeó. No tenía elección. Sabía que Alejandro tenía el poder para hacerlo desaparecer de manera mucho más brutal si no aceptaba.— ¿Y si no acepto? — preguntó, con una pequeña chispa de desafío en su voz.Alejandro se inclinó hacia él, su rostro a escasos centímetros del de Javier.— Entonces no habrá lugar en el mundo donde puedas esconderte, — dijo en un susurro amenazante —. No es una oferta, Javier. Es tu única opción.Javier tragó saliva, su mente trabajando rápidamente. Sabía que Alejandro no estaba bromeando. Si no aceptaba el dinero, su vida se volvería un infierno. Pero si lo hacía, perdería para siempre a Clara y a Lucas. La decisión era clara, aunque le costara admitirlo. Podría vivir bien hasta que el dinero se acabe, y luego volvería. Él tenía un pr
— ¡Suéltala! — gritó Lucas, lleno de desconfianza al ver a un extraño llevándose a su madre.El hombre lo miró con calma, sin dejar de sostener a Clara.— Voy a llevarla al hospital, chico — dijo con voz profunda y grave —. Sube al coche conmigo. No voy a dejarla aquí.Lucas titubeó un segundo, sus pequeños puños apretados con fuerza. Desconfiaba de ese hombre, pero ver a su madre en ese estado lo aterraba más que cualquier otra cosa. No tenía opciones. Con la voz temblorosa pero desafiante, le lanzó una advertencia.— Si intentas algo, mi papá te va a golpear. — Lucas lo miró con ojos llenos de determinación —. Es Alejandro Ferrer, y es muy fuerte.El hombre frunció el ceño, sorprendido por la respuesta del niño. No dijo nada al principio, solo asintió y acomodó a Clara en el asiento trasero del coche. Luego abrió la puerta del copiloto para que Lucas subiera.— Sube, chico — dijo, sin dejar de mirar a los curiosos que seguían observando la escena —. Tu mamá necesita atención médica,