28 - ¡Ay, duele!

Lucas estaba sentado en el asiento trasero de un coche negro que avanzaba sin prisa, pero con una dirección clara. Los dos hombres, vestidos con ropa oscura, hablaban en voz baja entre ellos. La mirada de Lucas iba de un lado a otro, observando los movimientos de los hombres, intentando encontrar alguna pista, alguna palabra que le diera una idea de lo que planeaban. El miedo lo envolvía, pero recordaba lo que su mamá siempre le decía: "No muestres miedo, incluso cuando lo sientas".

— ¿A dónde me llevan? — preguntó finalmente, su voz apenas un susurro. El silencio en el coche se hizo impenetrable, como si sus palabras hubieran caído en un pozo sin fondo.

El hombre que iba en el asiento del copiloto, de rostro severo y barba descuidada, lanzó una mirada rápida por el espejo retrovisor. No mostró ninguna expresión. El conductor mantenía los ojos en la carretera, manejando con la misma indiferencia con la que se podría conducir un coche vacío. Lucas sabía que no debía rendirse. Tenía que
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