El sol apenas comenzaba a asomarse entre las montañas cuando una pareja de turistas caminaba tranquilamente por un sendero poco transitado, explorando las afueras de un bosque cercano. Los jovenes, ambos amantes de la naturaleza, habían decidido acampar cerca de un pequeño lago, alejados del bullicio de la ciudad. Querían disfrutar de la tranquilidad, pero no esperaban que esa mañana tranquila fuera a cambiar sus vidas.La mujer, caminando unos pasos por delante, se detuvo de repente. Algo había captado su atención.— David — dijo, señalando hacia abajo, hacia una pequeña pendiente cubierta de hojas —. Mira eso.David se acercó, frunciendo el ceño mientras trataba de enfocar lo que su novia le señalaba. Había algo extraño en lo bajo, un pequeño bulto inmóvil, apenas visible entre las sombras del follaje.— ¿Qué es eso? — preguntó, inclinándose para ver mejor.— No lo sé, pero parece que... — antes de terminar su frase, la chica vio que el bulto se movió ligeramente —. ¡Se ha movido!D
Julián al no obtener respuesta, solo se dio media vuelta. Ya sabía lo que iba a decir y solo por eso le iba a ayudar, porque sentía que valía la pena.Alejandro sin embargo, con el peso de sus sentimientos en sus hombros, murmuró bajito: — Sí, me gusta demasiado.Poco después, el jefe de seguridad llegó a la clínica, acompañado por la pareja que había encontrado a Lucas. Luz y David parecían aún conmocionados por lo que había ocurrido, pero aliviados de que el niño estaba recibiendo atención médica.Alejandro se acercó a ellos, agradecido, pero sin poder ocultar la tensión en su rostro.— No sé cómo agradecerles lo suficiente — les dijo —. Lo que hicieron por mi… Lucas. No tengo palabras. Quiero ofrecerles una compensación por su ayuda.Luz negó con la cabeza de inmediato, con los ojos aún brillantes por la emoción.— No necesitamos nada, señor — dijo con suavidad —. Solo queríamos asegurarnos de que el niño estuviera bien. Eso es todo lo que importa.Antes de que Alejandro pudiera re
El ambiente en la sala de la clínica era tenso. Lucas estaba sentado junto a su madre, Clara, con la espalda recta y los ojos fijos en la puerta como si esperara que algo terrible sucediera en cualquier momento. El policía, un hombre de mediana edad con rostro serio pero comprensivo, estaba sentado frente a ellos. La libreta en sus manos estaba llena de anotaciones de lo que Lucas había dicho hasta ahora, pero el niño no había terminado.Clara miraba a su hijo con una mezcla de orgullo y angustia. Lucas, con solo cinco años, estaba manejando la situación con una madurez que a ella le resultaba profundamente inquietante. Él era su bebé, pero ahora, lo veía más como un pequeño guerrero, enfrentándose a verdades que ningún niño debería enfrentar.— Lucas — dijo el policía, en tono tranquilo —, tómate tu tiempo. Queremos que estés cómodo. No tienes que apresurarte.Lucas lo miró por un momento, sin emociones aparentes. Luego asintió y continuó.— La mujer, Sofía, me dijo que, si no hacía
El sol de la tarde se filtraba a través de las ventanas del departamento, proyectando sombras suaves en las paredes. El aire estaba ligeramente fresco, y Clara ajustaba las cortinas mientras Lucas se acomodaba en el sofá, con un vaso de jugo de manzana entre sus pequeñas manos. La sensación de estar de vuelta en casa, después de los días de angustia en el hospital, era al mismo tiempo reconfortante y extraña. Lucas seguía siendo el mismo niño, pero había algo en su mirada, una seriedad que Clara no podía ignorar.Lucía, la amiga cercana de Clara, estaba en la cocina preparando algo ligero para comer. Clara se sentía agradecida de tener a su amiga allí, al menos durante unas horas. Lucía siempre sabía cómo aliviar la tensión, cómo hacer que las cosas parecieran más sencillas, aunque solo fuera por un momento.Alejandro estaba de pie cerca de la ventana, observando la ciudad con una expresión distante. Clara lo había notado más frío y retraído desde que Lucas había salido del hospital,
Alejandro sentía una presión en el pecho que le resultaba insoportable. Había pasado días atormentado, pensando en Clara, en lo que sentía por ella, y en lo que había tenido que hacer. No fue fácil, pero sabía que era la decisión correcta. Clara merecía algo mejor, alguien que pudiera protegerla sin ponerla en peligro. Él no podía darle eso.Clara lo quería, y aunque él también la deseaba, no podía seguir adelante con esa relación. En un último intento por apartarse, Alejandro había tomado el primer vuelo fuera del país esa misma noche, dejando atrás no solo a Clara, sino también a sus propios sentimientos. Sabía que ella estaría desprotegida si él se quedaba, y por eso, antes de irse, habló con su amigo de confianza, Luciano, para que se hiciera cargo de todo. No solo de la empresa, sino también de la seguridad de Clara y su hijo. Alejandro confiaba plenamente en él, sabiendo que no la dejaría sola, incluso si él ya no estaba.Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, la vida de l
El aire estaba denso, cargado de tensión mientras Lucas y Clara caminaban hacia el departamento tras el breve intercambio con Javier. Lucas se mantenía en silencio, pero Clara sabía que su pequeño hijo estaba procesando lo que acababa de suceder. Su corazón latía frenéticamente, y aunque intentaba mantener una máscara de calma para no alarmar a Lucas, dentro de ella una tormenta de emociones amenazaba con desbordarse.Cuando por fin llegaron al pasillo que conducía a su puerta, Lucas miró a su madre con esos ojos oscuros y serios que tanto la inquietaban. Se detuvo antes de entrar, con la mano aún en la manija de la puerta, y le hizo la pregunta que Clara había temido desde el momento en que Javier apareció.— Mamá, ¿es cierto lo que dijo ese hombre? — preguntó Lucas en un tono bajo, casi como si temiera la respuesta.Clara sintió un nudo en la garganta. Lucas, tan joven y frágil, ya había pasado por tantas cosas. No quería cargarlo con más verdades dolorosas, pero sabía que no podía
El cielo estaba gris esa mañana, como si la ciudad misma presagiara el día tenso que Clara estaba a punto de vivir. Lucas caminaba a su lado, con su pequeña mochila colgando de un hombro. Iban camino a la escuela, pero Clara lo notaba inquieto, más nervioso que de costumbre. Sus ojos oscuros, normalmente tan atentos y brillantes, estaban fijos en el suelo, como si estuviera tramando algo. Clara intentaba no pensar demasiado en Javier, pero su presencia reciente seguía acechando su mente, afectando todo lo que hacía. No podía quitarse de la cabeza la imagen de ese hombre, el padre de Lucas, que había reaparecido de manera tan intempestiva, como una sombra que nunca se había disipado del todo.Cuando llegaron a la puerta de la escuela, Clara se agachó para estar a la altura de su hijo y le dio un beso en la frente.— Hoy será un buen día, cariño — le dijo con una sonrisa forzada —. Pórtate bien, ¿sí?Lucas asintió, pero evitó mirarla directamente a los ojos. Algo en su silencio le hizo
Julián estaba apoyado contra su coche, justo frente a la imponente mansión de los Ferrer, con los brazos cruzados y una expresión tranquila, aunque sus ojos denotaban la vigilancia de alguien que estaba siempre alerta. Había recibido el mensaje apenas unos minutos antes.“Lucas, el pequeño hijo de Clara, estaba haciendo de las suyas otra vez.”Desde el incidente del secuestro, Julián había asumido su rol de protector con una seriedad inquebrantable. Alejandro, su mejor amigo, se lo había pedido de manera implícita antes de marcharse del país. Ahora, aunque Alejandro estaba lejos, Julián seguía vigilando desde las sombras, asegurándose de que Clara y Lucas estuvieran a salvo.Cuando vio al pequeño Lucas salir por el portón de la mansión, Julián no pudo evitar sonreír de lado. El niño caminaba con la misma determinación de siempre, con la barbilla alzada y una seguridad que no era común en alguien de su edad. Lucas lo vio y, sorprendido, se detuvo en seco. Sus ojos se iluminaron al recon