En la noche, en su apartamento, Clara estaba sentada frente a la ventana, mirando las luces de la ciudad brillando en la distancia. Había terminado el informe que Alejandro le había pedido, y lo había enviado con la esperanza de que él lo revisara pronto. Se sentía agotada, pero satisfecha de haber hecho su trabajo. Suspiró y se permitió cerrar los ojos por un momento, disfrutando del silencio de la noche.El sonido de su teléfono móvil vibrando en la mesa la sacó de su tranquilidad. Con algo de emoción, Clara se acercó rápidamente al teléfono, esperando que fuera un mensaje de Alejandro, tal vez agradeciéndole por el informe o comentando algo sobre el proyecto. Pero cuando miró la pantalla, su corazón se detuvo un momento.Era Javier.El mensaje era breve, pero el significado la llenó de inquietud:"Ya sé dónde vives. Muy pronto les haré una visita."Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda. Javier. ¿Qué estaba tramando? No podía ignorar el peligro que ese mensaje implicaba.—
Julián se dejó caer en la silla frente a su escritorio, sin perder la sonrisa.— Me he mudado a la ciudad, finalmente ya no vendré solo para as reuniones importantes — dijo con aire despreocupado —. Y, por ende, vengo a alegrarte el día, como siempre.Alejandro rodó los ojos y masculló algo ininteligible.— No necesito que me alegres el día. Tengo mucho trabajo.Julián, ignorando por completo la reacción de su amigo, sacó una carpeta de su bolso y la dejó sobre el escritorio de Alejandro.— Creo que esto puede interesarte.Alejandro frunció el ceño, mirando la carpeta con desconfianza.— ¿Qué es esto?Julián esbozó una sonrisa traviesa, pero no respondió de inmediato. En lugar de eso, se reclinó en la silla, disfrutando del suspenso.— Te lo diré solo si me invitas a cenar.Alejandro bufó, exasperado.— Vete a la mierda, Julián. — dijo, apartando la carpeta con un gesto brusco.Julián soltó una carcajada, claramente disfrutando de la reacción de su amigo.— Está bien, está bien — dijo
Clara sintió cómo las lágrimas amenazaban con volver, pero se obligó a mantener la compostura. Marina no era alguien que hablara sin pensar, y sus palabras la reconfortaron, aunque solo un poco.— Gracias — dijo Clara, su voz quebrada —. Es solo que… no sé cómo esto se salió de control. No tengo ninguna relación con el señor Ferrer, salvo que conoció a mi hijo por casualidad.Marina asintió, como si ya hubiera adivinado la verdad antes de escucharla.— Lo sé — dijo con suavidad —. Pero la gente siempre busca algo de qué hablar. Y tú eres una novedad, una mujer joven y talentosa que ha conseguido algo que muchos aquí envidian.Clara suspiró, mirando su comida sin apetito. Lucas. Todo lo que hacía, lo hacía por él. Pero ahora, con Javier apareciendo de nuevo, con esos murmullos en su contra, todo parecía estar desmoronándose.Marina la observó en silencio, y luego, con una sonrisa amable, cambió de tema.— Háblame de tu hijo — dijo —. ¿Cómo se llama?Clara sonrió débilmente al escuchar
Aceleró el coche, con los dedos aferrados con fuerza al volante, y se dirigió hacia la escuela de Lucas. Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel al imaginar la cara de Clara cuando descubriera lo que había hecho. La venganza era dulce, y esta sería particularmente deliciosa.Cuando llegó a la escuela, Sofía estacionó el coche a una distancia prudente y se bajó, arreglándose el cabello y ajustando su abrigo caro. Sabía que tenía que proyectar la imagen perfecta, alguien de confianza, alguien en quien los profesores no dudarían. Actuar era su especialidad, y hoy, más que nunca, necesitaba que su actuación fuera impecable. Caminó hacia la entrada de la escuela, con la cabeza en alto y los pasos firmes, como si fuera algo completamente normal.— Hola, buenos días — dijo con una sonrisa radiante cuando llegó a la recepción —. Soy la tía de Lucas Fernández. Vine a recogerlo antes porque estamos preparando una pequeña sorpresa para su madre, Clara. Él está muy emocionado de celebrar su c
Mientras tanto, en la oficina de Clara, el teléfono sonó. Era la profesora de Lucas.— Señora Fernández, solo quería confirmar que su prima ha venido a recoger a Lucas para prepararle una sorpresa por su cumpleaños.Clara sintió cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor al escuchar esas palabras. No tenía ninguna prima. De inmediato supo que algo estaba terriblemente mal.— ¿Mi prima? — repitió, tratando de mantener la voz firme —. No tengo ninguna prima. ¿Quién lo recogió?El silencio al otro lado de la línea fue suficiente para confirmar sus peores temores.— Voy para allá — dijo Clara, colgando el teléfono de inmediato y corriendo hacia la puerta.Mientras corría hacia su coche, Alejandro la vio pasar, su rostro pálido y lleno de pánico. Algo terrible había sucedido, y aunque Clara no lo sabía aún, Alejandro ya estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para protegerla.Alejandro conducía rápidamente, su jefe de seguridad, sentado en el asiento del copiloto, y Julián, su mejo
No obstante, Sofía se detuvo en un lugar apartado, un viejo almacén abandonado a las afueras de la ciudad. Lucas la miraba con el ceño fruncido, sin entender lo que estaba pasando. Sabía que su madre nunca los dejaría solos, pero el miedo de estar lejos de ella lo hacía sentirse vulnerable y perdido.— ¿Qué es esto? — preguntó Lucas, tratando de mantener la calma —. Sabes que con esto solo lograrás alejar más a Alejandro.Lucas con su inteligencia intentaba ue ella entrara en razón, pero al mismo tiempo, intentaba distraerla para ver si encontraba una forma de escapar.— Es el lugar donde tu madre va a aprender su lección — respondió Sofía, su sonrisa volviendo a aparecer, más oscura que antes.Lucas tragó saliva, pero no dijo nada. Tenía que ser fuerte. Sabía que su madre vendría por él. Lo sabía. Pero Sofía estaba perdiendo la cabeza, y eso lo asustaba más que cualquier otra cosa.Sofía lo empujó hacia la puerta del almacén y lo obligó a entrar. El lugar estaba oscuro y frío, con un
Lucas estaba sentado en el asiento trasero de un coche negro que avanzaba sin prisa, pero con una dirección clara. Los dos hombres, vestidos con ropa oscura, hablaban en voz baja entre ellos. La mirada de Lucas iba de un lado a otro, observando los movimientos de los hombres, intentando encontrar alguna pista, alguna palabra que le diera una idea de lo que planeaban. El miedo lo envolvía, pero recordaba lo que su mamá siempre le decía: "No muestres miedo, incluso cuando lo sientas".— ¿A dónde me llevan? — preguntó finalmente, su voz apenas un susurro. El silencio en el coche se hizo impenetrable, como si sus palabras hubieran caído en un pozo sin fondo.El hombre que iba en el asiento del copiloto, de rostro severo y barba descuidada, lanzó una mirada rápida por el espejo retrovisor. No mostró ninguna expresión. El conductor mantenía los ojos en la carretera, manejando con la misma indiferencia con la que se podría conducir un coche vacío. Lucas sabía que no debía rendirse. Tenía que
El sol apenas comenzaba a asomarse entre las montañas cuando una pareja de turistas caminaba tranquilamente por un sendero poco transitado, explorando las afueras de un bosque cercano. Los jovenes, ambos amantes de la naturaleza, habían decidido acampar cerca de un pequeño lago, alejados del bullicio de la ciudad. Querían disfrutar de la tranquilidad, pero no esperaban que esa mañana tranquila fuera a cambiar sus vidas.La mujer, caminando unos pasos por delante, se detuvo de repente. Algo había captado su atención.— David — dijo, señalando hacia abajo, hacia una pequeña pendiente cubierta de hojas —. Mira eso.David se acercó, frunciendo el ceño mientras trataba de enfocar lo que su novia le señalaba. Había algo extraño en lo bajo, un pequeño bulto inmóvil, apenas visible entre las sombras del follaje.— ¿Qué es eso? — preguntó, inclinándose para ver mejor.— No lo sé, pero parece que... — antes de terminar su frase, la chica vio que el bulto se movió ligeramente —. ¡Se ha movido!D